lunes, 28 de abril de 2014

¿Qué es la anarquía? - Albert Parsons

Albert Richard Parsons fue uno de los 5 anarquistas ejecutados en la horca por un tribunal burgués de Chicago en noviembre de 1887, acusados de ser protagonistas de la revuelta de Haymarket en el mayo de 1886 durante el movimiento anarcosindicalista por la jornada de las ocho horas que dieron origen al 1º de mayo como «El día internacional de los y las trabajadoras». El siguiente artículo ha sido tomado de «Acción Directa», órgano oficial de los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW), Santiago de Chile, Segunda Época, Nº9, Mayo de 1943

El manifiesto del Congreso de Pittsburgh de la Asociación Internacional de Trabajadores, dado a luz el 16 de Octubre de 1883, concluye como sigue:

“Lo que queremos es, sencilla y claramente: Primero- La destrucción de la dominación existente de clase por todos los medios, es decir, con acción enérgica, incesante, revolucionaria e internacional.

Segundo- La institución de una sociedad libre, basada en la organización cooperativa de la producción.

Tercero- El libre intercambio de productos equivalentes por parte de las organizaciones productoras mismas, sin intermediarios ni especuladores.

Cuarto- La organización del sistema de educación sobre bases seculares, científicas e igualitarias para ambos sexos.

Quinto- La igualdad de derechos para todos, sin distinción de sexo o de raza.

Sexto- La regulación de todos los asuntos públicos por contratos libres entre las comunas y asociaciones autónomas (independientes), sobre bases federativas.

¡El que apruebe estos ideales que estreche nuestras manos fraternales tendidas!

¡Proletarios de todos los países, uníos! ¡Compañeros, todo lo que necesitamos para la realización de esa gran obra es ORGANIZACIÓN y UNIDAD!”

La declaración susodicha expresa los fines y métodos de los anarquistas.

Sorprende, por consiguiente, oír a ciertas personas decir que los anarquistas desenvuelven sus actividades sin designio ni propósito.

A menudo oímos que se pregunta “¿Qué significa la anarquía?”. Significa, primero, la destrucción de la clase gobernante existente. Mientras no se realice esto, cualquier reforma o mejoramiento en interés del proletariado, sea cual fuere su dirección, está destinado al fracaso. Todos los males que afligen a la humanidad se resumen en una palabra, pobreza, resultante de causas innaturales.

Remover esta barrera del sendero, significa que el progreso se encaminará firme y rápidamente hacia formas más altas de civilización. La pobreza, por consiguiente, es la gran maldición de los hombres.

La dominación de las clases se basa en la posesión de privilegios adquiridos, primero, por la fuerza y la chicana, luego decretada por la promulgación de leyes, más tarde legalizada por la Constitución. Por medio de este proceso, los medios de existencia, sin uso de los cuales la vida no puede mantenerse: tierra, maquinaria, transportes, comunicaciones, etc., han sido convertidos en propiedad privada -monopolizada- hasta que unas pocas personas privilegiadas en la sociedad llegaron a poseer el derecho de vivir en libertad. Los desposeídos, la clase asalariada, son compelidos a mendigar pan y abrigo de los que poseen la propiedad. De esta compulsión surge la esclavitud y la pobreza de los productores de la riqueza. El sistema de la propiedad es un despotismo bajo el cual los desheredados son forzados, so pena de extinguirse, a aceptar cualquier término o condición que a la clase poseedora se le ocurra dictar. Destruir este sistema es el fin primordial de la anarquía y, para su realización, el echar mano a cualquier medio se convierte no sólo en un deber, sino también en una necesidad. El voto ha cesado, hace tiempo, de registrar la voluntad popular. La clase que controla las industrias y la riqueza del país, puede, y en realidad lo hace, controlar el voto de los trabajadores. La educación se vuelve imposible bajo el aletargamiento y pobreza de la clase asalariada.

La Internacional reconoce que el trabajador es mantenido por fuerza en un estado de sumisión económica a los monopolizadores de los medios de producción, es decir, a las fuerzas de la vida, y que esa es la causa de la degradación mental, de la dependencia política y de la miseria social de la clase trabajadora.

No estando el proletariado habilitado para vivir en la esclavitud, el movimiento revolucionario, de profunda raigambre en el proletariado descontento y rebelde, es organizado y orientado por hombres de la clase asalariada que tienen un conocimiento histórico amplio del movimiento obrero y de su fin inmediato: la revolución social.

Hay hombres educados de la clase media que, presintiendo el próximo conflicto, o habiendo sido ellos mismos arrojados por la fatalidad de los acontecimientos a las filas del proletariado, se convierten en activos y útiles elementos para organizar a los descontentos. El Estado y sus leyes sirven sólo para perpetuar la clase dominadora existente y, una vez destruida esta, sobre sus ruinas, la anarquía instaurará una “sociedad libre, basada en la organización y producción cooperadora”. Esta sociedad libre sería de carácter puramente económico, encarando solamente la producción y distribución de la riqueza. Los hombres se asociarían y, poniendo a contribución sus diferentes oficios, conducirían el proceso de la producción y distribución.

Los zapateros, carpinteros, agricultores, impresores, moldeadores y otros, formarían grupos o comunidades autónomas o independientes, regulando todas las gestiones de acuerdo con su mejor parecer. Los gremios, los congresos y otras organizaciones del trabajo no son sino los grupos iniciales de la sociedad libre.

La libertad de cambio entre las organizaciones productivas, sin comercio o beneficio lucrativo, ocuparía entonces el lugar del sistema especulativo existente con su artificial escasez y “corners” saqueadores.

La educación se pondrá al alcance de todos. Todos gozarían de derechos iguales. No más derechos sin deberes; no más deberes sin derechos. Todas las gestiones públicas serían reguladas por libres contratos entre las comunas o grupos autónomos (independientes), condicionadas por una base federalista.

La sociedad libre equivale a la abolición de todas las formas de gobierno político. Las clases inútiles, abogados, jueces, ejército, policía y las innumerables hordas empeñadas en difundir por medio de avisos sus mercancías, desaparecerían. La razón y el sentido común, basado en la ley natural, reemplazarían a la ley estatutaria, fundamentada en la compulsión y en la dominación arbitraria.

El capital siendo una cosa, no tiene ningún derecho. Sólo las personas tienen derechos. El sistema social existente otorga todo el capital a una clase y abruma con el trabajo a la otra; de ahí que el conflicto sea inevitable. Ha llegado el momento en que los trabajadores deben posesionarse del  derecho al libre uso del capital con el que trabajan o los capitalistas poseerán a los trabajadores en cuerpo y alma. Ningún compromiso es posible. Debemos elegir entre la libertad y la esclavitud. La Internacional, altivamente, despliega el estandarte de la fraternidad y la igualdad, y desde sus rojos pliegues lanza un vibrante llamado a los desheredados de la Tierra para que se unan y destruyan de una vez por todas, la bestia de la propiedad, que se refocila sobre la sangre palpitante y vital del pueblo.




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