“…no sólo he luchado toda mi vida por desterrar los
crímenes, los crímenes que la ley oficial y la moral oficial condenan, sino
también el crimen que la moral oficial y la ley oficial no condenan y
santifican: la explotación y la opresión del hombre por el hombre. Y si hay
alguna razón por la cual yo estoy en esta sala como reo, si hay alguna razón
por la cual dentro de unos minutos va usted a condenarme, es por esa razón y
por ninguna otra.”
(Bartolomé Vanzetti, 1927)
Su nombre es Rodney Álvarez y tiene una conciencia
irreductible por la dignidad de la clase oprimida a la que pertenece. Nació en
un barrio proletario del estado Bolívar, en Venezuela, y desde muy joven vendió
su fuerza de trabajo para sostener su vida. Fue en ese afán por la
sobrevivencia que entró a trabajar en Ferrominera del Orinoco, una de las
empresas básicas más importantes de Venezuela. Una vez dentro, se vio en la
necesidad que tenemos todxs lxs trabajadorxs de mejorar nuestras condiciones
laborales y conquistar derechos a través de la organización y la lucha. Rodney
fue reconocido entonces como un dirigente sindical clasista, parte de una
corriente autónoma para nada dispuesta a asumir docilidad y sumisión ante la patronal.
Esta corriente sindical clasista ha tenido que disputar no sólo con la gerencia
militar de la empresa estatal sino con sindicatos adscritos al partido de
gobierno, mafias corruptas y matones al servicio de la patronal.
Fue en junio de 2011, en el contexto de una asamblea abierta
para elegir una comisión electoral con miras a la renovación de la directiva
del sindicato Sintraferrominera, cuando Héctor Maicán, perteneciente a las
patotas de la corriente sindical gobiernera y patronal, frustrado porque no
obtendrían mayoría en el proceso, efectuó varios disparos contra la multitud
reunida en las puertas de la fábrica. Producto de estos disparos, que fueron
presenciados por cientos de trabajadores y registrados por las cámaras de la
empresa, resultó muerto el trabajador Renny Rojas. Héctor Maicán fue detenido
por la guardia nacional mientras intentaba huir. Sin embargo, el gobernador de
entonces, Francisco Rangel Gómez, junto a la burocracia del PSUV, presionó para
que Maicán fuese liberado.
Como chivo expiatorio y tapadera del crimen de Maicán,
mercenario al servicio de la gobernación, escogieron a Rodney, entonces
activista de la corriente clasista autónoma que impulsaba otro trabajador hoy
también secuestrado por el Estado venezolano.
Rubén González es el nombre de este hombre que había sido
encarcelado en 2009 bajo el gobierno de Hugo Chávez, en represalia por formar
parte de una huelga que exigía el cumplimiento del contrato colectivo. Fue
liberado años después y vuelto a encarcelar a finales del 2018 por el gobierno
de Nicolás Maduro. Las razones son las mismas: en Venezuela se persigue a los
trabajadores que exigen el cumplimiento de sus derechos.
Y es que en efecto, este ejercicio despótico es ya una
tradición del chavismo/madurismo, desde donde altos funcionarios civiles y
militares suelen cometer los más atroces delitos en total impunidad,
incriminando a inocentes que consideran obstáculos en su ejercicio del poder
político. Lo que se busca es amedrentar, acallar, domesticar, desaparecer. Es una
política de Estado que también ha recaído contra campesinos, indígenas,
estudiantes y trabajadorxs de todos los rubros. Hoy son cientos de personas
apresadas en Venezuela por exigir lo mínimo, por disentir, por pensar y por
decir.
Hace ya más de ocho años que Rodney permanece encarcelado
injustamente y durante ese tiempo, no sólo se ha desestimado la evidencia de su
inocencia, sino que se han cancelado audiencias de forma sistemática, se ha
perseguido y negado la posibilidad de declaración a los testigos del caso. Ha
sido totalmente desvergonzada la red de corrupción dentro del sistema judicial
que le mantiene secuestrado.
Además de la violencia estatal que supone la pérdida de
libertad, el desarraigo familiar y organizativo, dentro de las cárceles a las
que ha sido confinado, Rodney ha sufrido varios ataques que le han costado la
parálisis de su mano derecha, dos costillas rotas y una herida profunda en una
pierna. Estos ataques perpetrados por presos dados al ejercicio mercenario,
suponen el interés de las mafias del gobierno por acallar la voz de Rodney ante
las injusticias que contra él y la clase trabajadora venezolana se están
cometiendo. Pero no será sólo la voz de Rodney la que denunciará al Estado
venezolano, con él hará eco siempre la clase oprimida movilizada, pues bien
conocemos los esfuerzos del gobierno chavista/madurista por atomizar y
dispersar nuestras fuerzas. Nos hemos visto debilitados y dispersos, despojados
y enflaquecidos física y moralmente, pero aún nos queda voz para multiplicar la
memoria y dignidad por todos los rincones de Venezuela, la región
latinoamericana y el mundo, acusando a quienes gobiernan esa región como la
cúpula asesina de todas las aspiraciones libertarias del pueblo venezolano.
N&A