El caso de una niña de 11 años que quedó embarazada tras ser violada
por su padrastro ha destapado nuevamente un grave problema social que aflige a
las mujeres en la región chilena: El Estado prohibe todo tipo de aborto,
incluso el terapéutico, tampoco está permitido en caso de violación. A continuación comparto el texto Hablemos del aborto. Un tema pendiente y urgente en las reflexiones anarquistas, escrito por Por J y A malahierba, publicado en El Surco, nº35, Mayo 2012:
Los primeros meses de este 2012 la agenda política parlamentaria nos
brindó la oportunidad de ser espectadores de una antigua riña entre los
sectores conservadores y progresistas del circo de la democracia, a
propósito del debate sobre el aborto terapéutico. Tras unas semanas de
simulados y previsibles debates televisados el senado rechazó la
posibilidad de legislar sobre los tres proyectos de ley que buscaban
despenalizar el aborto terapéutico (bajo tres supuestos: embarazo
inviable, posible riesgo vital para la madre, o violación). Así que por
ahora el Estado chileno seguirá siendo un orgulloso miembro de esa
minoría de diez países en el mundo que sanciona la interrupción del
embarazo en cualquiera de sus formas.
Nada que sorprenda, una vez más se evidencia la hegemonía en el
poder de unas familias ligadas a la iglesia y a la burguesía más arcaica
de este Estado, que desean seguir moldeando nuestras vidas bajo su
autoridad y violencia. Mientras se daban estos debates, en la vida real
las mujeres, las más pobres, las más obligadas a cumplir la ley, son
forzadas a mantener embarazos que no desean o interrumpirlos “a la
mala”, ya que abortar ilegalmente en una clínica es posible, pero cuesta
un millón y medio de pesos, por lo que quedan pocas opciones. En este
caso la ley que sanciona el aborto fue dejada lista para la democracia
liberal por Pinochet y sus secuaces, lo paradójico es que durante la
llamada dictadura fue legal por razones médicas. Esto muestra una de
las caras más absurdas de esta democracia made in $hile, hibridación
neoliberal y ultra conservadora, donde se evidencian las propias
contradicciones en los dogmas del poder. Por una parte las clases
gobernantes abogan a la libertad de empresa pero bajo una constante
vigilancia moral, hay cosas que no se pueden hacer, pese a que sean un
buen negocio.
Dios, el Estado y el patriarcado en nuestros ovarios forzándonos a
una maternidad que en muchas ocasiones pone en riesgo tu salud o que
simplemente no la quieres. Son muchas las mujeres que
deciden abandonar la actitud pasiva e interferir en su embarazo e
interrumpirlo, por las razones que ellas estimen oportunas, sean médicas
o no, y dar un paso a la clandestinidad. Lamentablemente es frecuente
que con algunas consecuencias aparejadas, como terminar en un hospital,
además de la lapidación social desde el momento en que una mujer se le
ocurre verbalizar su intención de no ser madre y que termina con la
persecución legal cuando esta es consecuente consigo misma. Las penas
varían entre los 3 y los 5 años para las mujeres que deciden interrumpir
su embarazo, mientras quienes sean acusados de facilitarlo pueden ser
condenados desde 541 días a 3 años de cárcel, sancionando el aborto como
si se les hubiera usurpado parte de su sagrada propiedad privada, con
cárcel. El miedo a este castigo ha terminado con la vida de muchas
mujeres, infectadas y escondidas, por negarse a parir más población para
las estadísticas de las clases gobernantes. Según informaciones del INE
las complicaciones derivadas del llamado aborto ilegal causaron la
cuarta parte de las muertes maternas, posicionándose el aborto como la
primera causa de mortalidad materna en Chile. No es ninguna novedad
afirmar que el Estado nos mata, sin embargo para nosotras esta es sin
duda una de sus formas más perversas.
Es una obviedad a veces no tan obvia para algunos que algo es ilegal o
legal producto de una ley conductista por la cual el Estado y sus
dueños nos imponen sus voluntades, organizando nuestros quehaceres,
normando nuestra existencia, incluso nuestro cuerpo. Sabemos que las
leyes no se hicieron para liberarnos, tampoco cuando se trata de leyes
que se disfrazan de derechos para los oprimidos, solo se modifican las
condiciones de la condena, nada más, y a veces eso resulta agradable en
nuestra cotidianidad, pero solo eso, la soga sigue al cuello, aunque
parezca que apriete menos. Por lo tanto la batalla parlamentaria por la
despenalización del aborto carecería de un sentido real de liberación,
por lo que como anarquistas nos resulta como menos incómodo sumarnos a
demandas que buscan mejorar condiciones inmediatas bajo la tutela del
Estado. En cambio solemos vernos cómodos en ciertos términos de la
romántica clandestinidad, incluso buscamos fomentarlos pese a convivir
en la vergonzosa contradicción de la legalidad diaria. En el caso del
aborto, la ilegalidad suele ser una opción compleja, ya que su práctica
puede aparejar problemas de salud a los que no les podemos dar respuesta
sin caer en manos del Estado, en su institución hospitalaria. Rechazamos el Estado y
perfeccionarlo mediante luchas por demandas coyunturales, queremos
vivir al margen de sus ritmos y en ofensiva contra él, pero la
dependencia en la salud capitalista nos hace caer nuevamente en sus
garras. Pese a toda la solidaridad que podamos generar, las
mujeres seguirán desangrándose en los pasillos del hospital ¿Si hoy el
aborto fuera legal te plantearías hacerlo fuera de un hospital?
Reconocernos en la contradicción nos hace crecer, ser menos soberbios
y ver más allá del horizonte. La opción no debe ser escapar del
conflicto, sino más bien atacarlo desde distintos frentes, que cada cual
invente el suyo. Por lo que no vamos a juzgar desde un olimpo de pureza
a los individuos que decidan ser parte de una lucha reformista por la
despenalización del aborto. Pese a la antipatía que nos suscita la falsa
careta emancipadora y el embriagador perfume a comodidad y apatía del
reformismo, las demandas sociales estuvieron y están presentes, nos
guste o no y no podemos obviar que en este caso despenalizar el aborto
sería evitarles a muchas mujeres situaciones de lo más perversas,
seguirían esclavas, pero esclavas vivas. No es la intención de este
escrito dar una respuesta a la contradicción en la que nos encontramos
en torno a la lucha por la legalización del aborto, tampoco ante el uso
de la salud estatal, menos dar cátedra de un que hacer frente a las
luchas sociales pro estatales. Lo que intentamos es acercarnos a un
tema poco tratado, que tiene lugares comunes con otras muchas
discusiones, pero que también tiene matices únicos.
Un frente de ataque siempre es la solidaridad, el apoyo a las mujeres
que decidan dar este paso. Podemos apoyarnos rescatando viejos saberes,
creando nuevos y compartiéndolos. No todos saben de las bondades de
las plantas como la borraja, que actúa como píldora del día después
natural o no todas conocen páginas seguras de apoyo en la web, para que
quien lo necesita pueda informarse (www.womanonwaves.org).
Pese a que reconocemos dignamente nuestras limitaciones debemos seguir
explorando, creando alternativas, con el fin de recuperar nuestras
vidas. Reconquistar el conocimiento de nuestros cuerpos, vivir la
sexualidad activamente, de una manera mas que responsable, de respeto
contigo misma, no dejar que el sexo sea algo que te suceda, previniendo
así posibles embarazos no deseados. Tal vez nos quedan muchas
posibilidades de enfrentar esta situación en el tintero, tal vez las
expuestas aquí no son las únicas, tal vez no son siquiera las más
importantes, pero es necesario comenzar a hablar, a discutir, a
conversar, no en busca de respuestas certeras, sino como una primera
aproximación, unas primeras interrogantes, sobre un tema pendiente y
urgente en las discusiones anarquistas, como es el aborto y otras
cuestiones relacionados a la mujer.
Nos parece importante aclarar que durante toda la descripción hemos
presentado la interrupción de un embarazo como un acto individual de
autonomía en base de la libertad para decidir sobre la propia vida, y
así lo entendemos, pero también creemos que esta acción esta marcada por
un contexto que no podemos evadir, y este contexto es el sistema de
dominación capitalista. ¿Si la vida no estuviera mercantilizada, si los
hijos no fueran entendidos como propiedad, abrazaríamos tanto esta vía?
Podríamos especular largamente sobre esto, se dice que abortos ha habido
desde casi siempre, a lo largo de toda la historia conocida, por lo que
no podemos caer en la idealización de un mundo libre donde no habrá
dolor, ni pena, ni abortos voluntarios, sin embargo naturalizar la
práctica del aborto como un deber ser sin reconocer la trama en donde
está inserta también nos puede llevar a afirmaciones peligrosas. Si no
entendemos la maternidad como obligatoria, tampoco el aborto es la
respuesta universal, dependerá de la voluntad de la mujer libre, son las
cosas de la libertad. Los animamos a teorizar.
Un último punto que no queremos dejar de abordar es el cuestionarnos
el silencio mezquino que ha ignorado esta situación vivida por las
mujeres durante ya demasiado tiempo. No hay conversatorios, ni
periódicos, ni fanzine, ni canción, sobre el aborto. No nos podemos
evitar preguntar: ¿si los hombres abortasen estarían estos temas más
instaurados en nuestras batallas cotidianas? Aquí nos topamos con un
viejo conflicto en torno a la subordinación de la mujer en la vida y en
las luchas, pero lejos de querer enquistar la discusión buscando
víctimas y verdugos, deseamos abrir el debate y la acción conjunta en
torno a las propias cadenas que arrastramos. Es importante la
incorporación de los temas que atañen a las mujeres dentro de los
espacios ácratas, de manera que nos deshagamos del idioma sexista y
machista que sigue preponderando dentro de nuestros espacios comunes y
podamos hacer que temas como el de la opresión de género, o el aborto
sean parte de las discusiones diarias y permanentes. No creemos
que este sea un tema solo de mujeres, no solidarizamos con los presos
políticos solo si vemos privada nuestra propia libertad, la solidaridad
tampoco debe detenerse en las fronteras imaginarias del género.
Juntos podemos jugar a desaprender de nuestros ser hombre y ser mujer,
descargar de las identidades de género los significados que se les han
impuesto por siglos. Nosotras no existimos para parir y cuidar y los
hombres si pueden llorar. Deconstruyamos y destruyamos al hombre y a la
mujer, a la maternidad y a la paternidad, a la familia y a la
sexualidad y comencemos de nuevo, entonces….¿Jugamos?
Publicado en El Surco, nº35, Mayo 2012
“Puede que me arresten, me procesen y me metan en la cárcel,
pero nunca me callaré; nunca asentiré o me someteré a la autoridad, nunca haré
las paces con un sistema que degrada a la mujer a una mera incubadora y que se
ceba con sus inocentes víctimas.”
Emma Goldman (La palabra como arma)
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