Estoy informado de que los socialistas parlamentarios de Italia dicen que
yo, de acuerdo con Merlino, encuentro útil que los socialistas anárquicos
participen en las luchas electorales votando por el candidato más avanzado. Dado que me hacen el honor de ocuparse de mi opinión, no se me estimará
presuntuoso si me apresuro a poner en su conocimiento y en el de la población
lo que verdaderamente pienso de la cuestión.
Por cierto, no critico a mi amigo Merlino que piense como quiera y lo
diga sin reticencias. Hubiera preferido que antes de anunciar públicamente un
cambio de táctica -que no tiene ningún valor si no es aceptado por los compañeros-
discutiera más a fondo la cosa entre aquellos del partido al cual ha
pertenecido hasta ahora y con el cual espero que querrá continuar combatiendo. Pero
también esto, más que culpa de Merlino, lo es de la crisis prolongada que ha
afligido a nuestro partido y del estado de reorganización todavía incipiente en
el que nos encontramos.
Sin embargo, es necesario hacer constar que lo que Merlino ha dicho en
relación al parlamentarismo y a las luchas electorales no es otra cosa que una
opinión personal, que no puede prejuzgar la táctica que adoptará el partido
socialista anárquico.
Por mi parte -a pesar de que me disguste disentir en asunto tan
importante con un hombre de valor como Merlino y al que me ligan tantos
vínculos de afecto- me siento obligado a declarar que, según mi parecer, la
táctica preconizada por Merlino es nefasta y conduciría fatalmente a la
renuncia de todo el programa socialista anárquico. Y creo poder afirmar que así
lo piensan todos o casi todos los anarquistas.
Los anarquistas permanecen, como siempre, adversarios decididos del
parlamentarismo y de la táctica parlamentaria. Adversarios del parlamentarismo porque creen que el socialismo sólo debe
y puede realizarse mediante la libre federación de las asociaciones de
producción y de consumo, y que cualquier gobierno -el parlamento inclusive- no
sólo es impotente para resolver la cuestión social y armonizar y satisfacer los
intereses de todos, sino que constituye por sí mismo una clase privilegiada con
ideas, pasiones e intereses contrarios a los del pueblo, a quien tiene forma de
oprimir con las fuerzas del pueblo mismo. Adversarios de la lucha
parlamentaria, porque creen que ésta, lejos de favorecer el desarrollo de la
conciencia popular, tiende a deshabituar al pueblo del cuidado directo de sus
propios intereses y es una escuela, para unos de servilismo, y para otros de
intrigas y mentiras.
Estamos lejos de desconocer la importancia de las libertades políticas.
Pero las libertades políticas no se obtienen sino cuando el pueblo se muestra
decidido a conseguirlas; ni, una vez obtenidas, duran y tienen valor sino
cuando los gobiernos sienten que el pueblo no soportaría la supresión de las
mismas.
Acostumbrar al pueblo a delegar en otros la conquista y la defensa de sus
derechos, es el modo más seguro de dejar vía libre al arbitrio de los
gobernantes.
El parlamentarismo es mejor que el despotismo, es verdad; pero sólo
cuando representa una concesión hecha por el déspota por miedo a lo peor. Entre el parlamentarismo aceptado y elogiado y el despotismo sufrido por
la fuerza, con el ánimo dispuesto a la rebelión, es mil veces mejor el
despotismo.
Sé bien que Merlino da a las elecciones una importancia mínima y quiere,
como nosotros, que la lucha verdadera se lleve adelante en el pueblo y con el
pueblo. Sin embargo, los dos métodos de lucha son incompatibles, y quien acepta
ambos acaba fatalmente sacrificando al interés electoral toda otra
consideración. La experiencia lo prueba, y la natural tendencia a vivir
tranquilo lo explica.
Y Merlino demuestra comprender bien el peligro cuando dice que los
socialistas anárquicos no tienen necesidad de presentar candidatos propios,
dado que ellos no aspiran al poder y no saben qué hacer con él.
Pero, ¿es ésta una posición sostenible? Si en el parlamento se puede
hacer el bien, ¿por qué habrán de hacerlo los demás y no nosotros, que creemos
tener más razón que ellos? Si no aspiramos al poder, ¿por qué ayudar a quienes aspiran a él? Si no sabemos qué hacer con el poder. ¿Qué harían los demás, sino
ejercerlo en contra del pueblo?
Que Merlino esté seguro de esto; si hoy le dijéramos a la gente que vote
por alguien, aconsejaría rápidamente votar por mi, dado que creo (y en esto
probablemente estoy equivocado, pero es una equivocación humana) valer tanto
como cualquiera y me siento seguro de mi honestidad y firmeza.
Por cierto, con las precedentes consideraciones no he dicho todo lo que
se podría decir, pero temo abusar demasiado de vuestro espacio. Me explicaré
más ampliamente en un escrito adecuado; ni faltará, lo espero, un acto
colectivo del partido que reafirme los principios antiparlamentarios y la
táctica abstencionista de los socialistas anárquicos.
Esperando que consideréis que la presente es de utilidad para informar al
público sobre la actitud que los diversos partidos observarán en las próximas
elecciones y que por ello querréis publicarla, os agradezco anticipadamente.
Errico Malatesta
Del Messaggero,
del 7 de febrero de 1897
(El título del Texto NO es el original) Publicado en otras revistas virtuales como "Los anarquistas contra el parlamento"
Fuente: compilación de textos sobre " Elecciones y anarquismo" Vía Antorcha
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