Conocer el
escrito de Luigi Fabbri Influencias burguesas sobre el anarquismo se hace
indispensable para evitar el distorsionar ésta corriente. Aunque de por sí el
análisis de L. Fabbri es de una claridad extraordinaria es necesario
revitalizarlo basándonos en hechos actuales ya que fue elaborado a principios
de este siglo; habiendo sido realizada en castellano la primera edición de esta
obra en 1918. Parte importante de la tesis de Fabbri estriba en la afirmación
de que la burguesía tiene una concepción particular del anarquismo. Particular
porque refleja una visión del mundo cuyos principales elementos son:
A) La desmesurada importancia dada a los actos heroicos individuales. La importancia máxima -afirma Fabbri- concedida a un acto de violencia o rebelión es hija de la importancia máxima que la doctrina política burguesa concede a contados hombres en comparación a la que concede a todo el ambiente social.
B) La morbosa complacencia para con todos los actos antisociales, que si bien supuestamente se combaten, en realidad se pregonan, ya que la moral burguesa fomenta actitudes y planteamientos antisociales por excelencia.... entre la burguesía halla más gracia -sentencia Fabbri- el asesino que arrebata una vida al consorcio humano que el ladrón que, en último término, nada arrebata al patrimonio vital de la sociedad, cambiando tan sólo el puesto y el propietario de las cosas...
Fabbri, evidentemente por la época en que escribió esta obra, sólo pudo referirse a la pregonización de estos conceptos difundidos a través de cierta literature vociferante; de las editoriales que daban cabida a cuanta obra que reuniese los dos elementos arriba citados y, obviamente de la prensa burguesa empeñada en dedicar grandes encabezados a cualquier atentado calificándolo de anarquista.
En la actualidad no podemos considerar únicamente estos medios puesto que la aparición de la radio, la televisión, los discos fonográficos, las cintas magnetofónicas, el increible boum de los comix, han generado un cambio en las condiciones de información y condicionamiento masivos. Las mismas ediciones de libros, revistas y diarios, con sus grandes tirajes y, la mayoría de las veces, monopólicos centros de distribución también acarrean una trascendente variante en estos medios. Por lo tanto, en nuestra época, el efecto que causan las concepciones vertidas mediante las mass media se ha duplicado, logrando que el receptor, sin mente analítica ni crítica, acabe por aceptarlas como ciertas.
La propaganda burguesa logró efectivamente sus propósitos; no admitirlo sería absurdo porque ¿cómo entender que una persona como Jean-Paul Sartre describa al anarquista, tal como lo concibe la burguesía, en su obra Erostrato?
Ahora bien, el mismo planteamiento expresado por la vedette de los Rolling Stones, Mick Jagger viene a causar un efecto más trascendente si tomamos en cuenta el aparato publicitario que rodea a Jagger -autodefinido como anarquista- y sobre todo la representatividad que este cantante ejerció y sigue ejerciendo en amplias capas de la juventud. Al respecto, podemos afirmar que Jagger encarna casi a la perfección lo que es un anarquista desde el punto de vista burgués; aparentemente refractario, hasta presentarse con actitud de burla ante los tribunales para responder al cargo de posesión ilegal de drogas.
Menester es aclarar que la asociación de ideas entre drogas y anarquismo; marginalidad y anarquismo, no tiene fundamento, porque en estos casos sólo se usa el ideario anarquista como justificación de una supuesta actitud de rebeldía frente a la sociedad. Esta relación fue suscitada principalmente por la prensa y ciertas casas editoriales. Para ejemplificar mencionaremos al libro The anarchist cook book, editado en los Estados Unidos y que afortunadamente no se ha traducido al castellano. Una simple hojeada basta para comprobar que la intención es desprestigiar al anarquismo, mediante una propaganda dirigida esencialmente a los jóvenes susceptibles de identificarse con esta supuesta marginación calificada de anarquista.
Así mismo, es preciso recalcar que para muchos el anarquismo no pasa de ser una manifestación típica de la adolescencia a través de la cual el joven se rebela contra el padre. De aquí que expresiones como es realmente penoso aquel que a los quince años no haya sido anarquista, se encuentren conmunmente extendidas entre las viejas guardias revolucionarias, evidentemente no anarquistas, quienes llegan incluso a afirmar categóricamente que el anarquismo es una enfermedad que se cura con los años. Tampoco podemos evitar el mencionar que la tan conocida sentencia el anarquismo no es sino la exageración del individualismo burgués surge también a raíz de las posiciones y actitudes de algunos individuos influenciados -inconscientemente la mayoría de las veces- por la propaganda burguesa, cuyos planteamientos son aristocráticos, antisocialistas y, sobre todo, super individualistas, conllevándoles a confundir sociedad y estado. Los anarquistas han sostenido siempre dice Fabbri que no hay vida fuera de la asociación y de la solidaridad y que no es posible la lucha y la revolución sin una organización preordenada de los revolucionarios. Pero a los que convenía más pintarnos como factores de la anarquía en el sentido de confusión, comenzaron a decir que eramos amorfistas, enemigos de toda organización, y con tal objeto desenterraron a Nietzsche y después a Stirner... muchos anarquistas mordieron el anzuelo y muy en serio se convirtieron en amorfistas, stirnerianos, nietzscheanos y otras tantas parecidas diabluras: negaron la organización, la solidaridad y el socialismo, para acabar, alguno restaurando la propiedad privada, haciendo de este modo, precisamente, el juego de la burguesía individualista. Sus ideas se convirtieron, valiéndose de una frase de Felipe Turati, en la exageración del individualismo burgués.
Bastante difundida es también la relación que se establece entre anarquismo y violencia (violencia<=>anarquismo), tanto desarrollada por la propaganda burguesa como por ciertos partidos autodefinidos revolucionarios. Sobre todo a partir de las dos últimas décadas ha habido un recrudecimiento de acciones perpetradas por grupos como The Weathermen en los Estados Unidos; la famosa Baader Meinhof; las tristemente célebres Brigadas Rojas en Italia; la organización Septiembre Negro de Palestina, tan sólo por mencionar algunas de las más conocidas, y la prensa mundial sensacionalista no tardó en calificar de anarquistas a algunas de las organizaciones ya citadas, sobre todo a la Baader Meinhof, tanto en los países del llamado bloque capitalista como en los del bloque socialista. Este bombardeo publicitario rindió su efecto al lograr que un altísimo porcentaje de los receptores de tales noticias aceptara de inmediato como ciertos estos calificativos, a pesar de que la Baader Meinhof siempre se proclamó marxista-leninista en la completa acepción del término (para más información al respecto, véase la obra À propos de la Bande Baader Meinhof, o bien los pocos libros que hay sobre este tema). Sin embargo el bautizo de las prensas capitalista y socialista rindió sus frutos: asustar a la mayoría de la gente con el supuesto terror anarquista, porque están plenamente conscientes de que cuando un importante número de individuos que conforman estas sociedades sepa lo que entraña y significa para sí mismos el solo intento de poner en práctica los ideales anarquitas, este solo intento marcará el principio de su propia derrota y el surgimiento de la audeterminación de los hombres sobre sus propias vidas, puesto que a través de sus diversos análisis de índole sociológica, el anarquismo demuestra su validez, si tomamos en cuenta la probabilidad de una catástrofe nuclear; consecuencia muy posible de una tercera guerra mundial que cada día se hace más cercana al no poder encontrar el sistema actual político-económico una solución a las crisis que le son inherentes. Para no dar lugar a equívocos -señala Fabbri-, conviene que nos entendamos en primer lugar sobre las palabras. No existe una teoría del anarquismo violento. La anarquía es un conjunto de doctrinas sociales que tienen por fundamento común la eliminación de la autoridad coactiva del hombre sobre el hombre, y sus partidarios se reclutan, en su mayoría, entre las personas que repudian toda forma de violencia y que no aceptan ésta sino como medio de legítima defensa.
A) La desmesurada importancia dada a los actos heroicos individuales. La importancia máxima -afirma Fabbri- concedida a un acto de violencia o rebelión es hija de la importancia máxima que la doctrina política burguesa concede a contados hombres en comparación a la que concede a todo el ambiente social.
B) La morbosa complacencia para con todos los actos antisociales, que si bien supuestamente se combaten, en realidad se pregonan, ya que la moral burguesa fomenta actitudes y planteamientos antisociales por excelencia.... entre la burguesía halla más gracia -sentencia Fabbri- el asesino que arrebata una vida al consorcio humano que el ladrón que, en último término, nada arrebata al patrimonio vital de la sociedad, cambiando tan sólo el puesto y el propietario de las cosas...
Fabbri, evidentemente por la época en que escribió esta obra, sólo pudo referirse a la pregonización de estos conceptos difundidos a través de cierta literature vociferante; de las editoriales que daban cabida a cuanta obra que reuniese los dos elementos arriba citados y, obviamente de la prensa burguesa empeñada en dedicar grandes encabezados a cualquier atentado calificándolo de anarquista.
En la actualidad no podemos considerar únicamente estos medios puesto que la aparición de la radio, la televisión, los discos fonográficos, las cintas magnetofónicas, el increible boum de los comix, han generado un cambio en las condiciones de información y condicionamiento masivos. Las mismas ediciones de libros, revistas y diarios, con sus grandes tirajes y, la mayoría de las veces, monopólicos centros de distribución también acarrean una trascendente variante en estos medios. Por lo tanto, en nuestra época, el efecto que causan las concepciones vertidas mediante las mass media se ha duplicado, logrando que el receptor, sin mente analítica ni crítica, acabe por aceptarlas como ciertas.
La propaganda burguesa logró efectivamente sus propósitos; no admitirlo sería absurdo porque ¿cómo entender que una persona como Jean-Paul Sartre describa al anarquista, tal como lo concibe la burguesía, en su obra Erostrato?
Ahora bien, el mismo planteamiento expresado por la vedette de los Rolling Stones, Mick Jagger viene a causar un efecto más trascendente si tomamos en cuenta el aparato publicitario que rodea a Jagger -autodefinido como anarquista- y sobre todo la representatividad que este cantante ejerció y sigue ejerciendo en amplias capas de la juventud. Al respecto, podemos afirmar que Jagger encarna casi a la perfección lo que es un anarquista desde el punto de vista burgués; aparentemente refractario, hasta presentarse con actitud de burla ante los tribunales para responder al cargo de posesión ilegal de drogas.
Menester es aclarar que la asociación de ideas entre drogas y anarquismo; marginalidad y anarquismo, no tiene fundamento, porque en estos casos sólo se usa el ideario anarquista como justificación de una supuesta actitud de rebeldía frente a la sociedad. Esta relación fue suscitada principalmente por la prensa y ciertas casas editoriales. Para ejemplificar mencionaremos al libro The anarchist cook book, editado en los Estados Unidos y que afortunadamente no se ha traducido al castellano. Una simple hojeada basta para comprobar que la intención es desprestigiar al anarquismo, mediante una propaganda dirigida esencialmente a los jóvenes susceptibles de identificarse con esta supuesta marginación calificada de anarquista.
Así mismo, es preciso recalcar que para muchos el anarquismo no pasa de ser una manifestación típica de la adolescencia a través de la cual el joven se rebela contra el padre. De aquí que expresiones como es realmente penoso aquel que a los quince años no haya sido anarquista, se encuentren conmunmente extendidas entre las viejas guardias revolucionarias, evidentemente no anarquistas, quienes llegan incluso a afirmar categóricamente que el anarquismo es una enfermedad que se cura con los años. Tampoco podemos evitar el mencionar que la tan conocida sentencia el anarquismo no es sino la exageración del individualismo burgués surge también a raíz de las posiciones y actitudes de algunos individuos influenciados -inconscientemente la mayoría de las veces- por la propaganda burguesa, cuyos planteamientos son aristocráticos, antisocialistas y, sobre todo, super individualistas, conllevándoles a confundir sociedad y estado. Los anarquistas han sostenido siempre dice Fabbri que no hay vida fuera de la asociación y de la solidaridad y que no es posible la lucha y la revolución sin una organización preordenada de los revolucionarios. Pero a los que convenía más pintarnos como factores de la anarquía en el sentido de confusión, comenzaron a decir que eramos amorfistas, enemigos de toda organización, y con tal objeto desenterraron a Nietzsche y después a Stirner... muchos anarquistas mordieron el anzuelo y muy en serio se convirtieron en amorfistas, stirnerianos, nietzscheanos y otras tantas parecidas diabluras: negaron la organización, la solidaridad y el socialismo, para acabar, alguno restaurando la propiedad privada, haciendo de este modo, precisamente, el juego de la burguesía individualista. Sus ideas se convirtieron, valiéndose de una frase de Felipe Turati, en la exageración del individualismo burgués.
Bastante difundida es también la relación que se establece entre anarquismo y violencia (violencia<=>anarquismo), tanto desarrollada por la propaganda burguesa como por ciertos partidos autodefinidos revolucionarios. Sobre todo a partir de las dos últimas décadas ha habido un recrudecimiento de acciones perpetradas por grupos como The Weathermen en los Estados Unidos; la famosa Baader Meinhof; las tristemente célebres Brigadas Rojas en Italia; la organización Septiembre Negro de Palestina, tan sólo por mencionar algunas de las más conocidas, y la prensa mundial sensacionalista no tardó en calificar de anarquistas a algunas de las organizaciones ya citadas, sobre todo a la Baader Meinhof, tanto en los países del llamado bloque capitalista como en los del bloque socialista. Este bombardeo publicitario rindió su efecto al lograr que un altísimo porcentaje de los receptores de tales noticias aceptara de inmediato como ciertos estos calificativos, a pesar de que la Baader Meinhof siempre se proclamó marxista-leninista en la completa acepción del término (para más información al respecto, véase la obra À propos de la Bande Baader Meinhof, o bien los pocos libros que hay sobre este tema). Sin embargo el bautizo de las prensas capitalista y socialista rindió sus frutos: asustar a la mayoría de la gente con el supuesto terror anarquista, porque están plenamente conscientes de que cuando un importante número de individuos que conforman estas sociedades sepa lo que entraña y significa para sí mismos el solo intento de poner en práctica los ideales anarquitas, este solo intento marcará el principio de su propia derrota y el surgimiento de la audeterminación de los hombres sobre sus propias vidas, puesto que a través de sus diversos análisis de índole sociológica, el anarquismo demuestra su validez, si tomamos en cuenta la probabilidad de una catástrofe nuclear; consecuencia muy posible de una tercera guerra mundial que cada día se hace más cercana al no poder encontrar el sistema actual político-económico una solución a las crisis que le son inherentes. Para no dar lugar a equívocos -señala Fabbri-, conviene que nos entendamos en primer lugar sobre las palabras. No existe una teoría del anarquismo violento. La anarquía es un conjunto de doctrinas sociales que tienen por fundamento común la eliminación de la autoridad coactiva del hombre sobre el hombre, y sus partidarios se reclutan, en su mayoría, entre las personas que repudian toda forma de violencia y que no aceptan ésta sino como medio de legítima defensa.
Chantal López y
Omar Cortés
Fuente y libro completo en: antorcha
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