En el seno de la
Primera Internacional los partidarios de Bakunin solían autodenominarse
«federalistas» (por oposición a los seguidores de Marx, a quienes llamaban
«centralistas»).
En tal contexto
parece evidente que «federalista» se toma como sinónimo de «antiautoritario» y
que el término «autoritario» es considerado, a su vez, como equivalente a
«centralista».
Estos adjetivos
que, en primer término, marcaban diferentes posiciones frente a la organización
de la Internacional obrera, sirvieron inmediatamente para señalar también
diferentes modos de interpretar la organización de la futura sociedad
socialista.
No fueron, sin
embargo, Bakunin y sus discípulos quienes primero utilizaron el concepto de
«federalismo». Ya Proudhon había elaborado una teoría de la federación como
contrapartida de la teoría del Estado y, al mismo tiempo, de la economía
política clásica.[1]
El
«federalismo», tal como lo entienden los bakuninistas (y, posteriormente,
Kropotkin, Malatesta, etc.), no debe confundirse, en modo alguno, con el
federalimso puramente político o con la mera descentralización administrativa,
que muchas veces ha sido postulada por ciertos sectores del liberalismo y otras
ha servido inclusive como careta de la reacción aristocrática y clerical.
Recuérdese que durante la Revolución Francesa los girondinos se proclamaron
partidarios de la república federal y que en nuestro siglo la Action Française
defendía (no sin citar a Proudhon) la idea de una Francia federal (por
oposición a la Francia centralista, que presumía de origen jacobino).
«Federalismo»
significa, para los anarquistas, una organización social basada en el libre
acuerdo, que va desde la base local hacia los niveles intermedios de la región
y de la nación y, por fin, hacia el plano universal de la humanidad.
Así como los
individuos se asocian libremente para formar comunas, las comunas se asocian
libremente hasta constituir la federación local; las federaciones locales lo
hacen, a su vez, para formar federaciones regionales o nacionales; éstas, por
fin, se agrupan, siempre mediante pactos libremente concertados, en una
federación universal. El principio federativo implica, pues, un movimiento
contrario al principio estatal, que se realiza desde arriba hacia abajo. Y en
este sentido sería totalmente erróneo (aun utilizando los recursos de un
menguado y pueril estructuralismo) considerar que la federación defendida por
el anarquismo no es sino otro modo de designar al Estado.
Por otra parte,
el federalismo anarquista se refiere, ante todo, a la organización económica:
la toma de los medios de producción por parte de los productores libremente
asociados. Y esto supone, evidentemente, la autogestión.
La comunidad de
los trabajadores, que decide con absoluta autonomía la producción, la
distribución y el consumo de los bienes, decide también todos los aspectos de
la vida social, de la administración, de la sanidad, de la educación, de la
cultura, etc. Y desde este punto de vista sustituye a toda autoridad política (...)
[1] Proudhon sin embargo,
en su obra Del
principio federativo (1863). al polemizar con los
nacionalistas de su época, parece haber considerado la federación sólo como una
etapa hacia la anarquía, meta final y remota (G. Woodcok, El
anarquismo, Barcelona, 1979,
p. 132). Cf. B. Voyenne, Le
féderalisme de P. J. Proudhon,
París, 1973.
Ángel Cappelletti
Fragmento del Libro La Ideología anarquista de Ángel Cappelletti. (El título de la entrada no corresponde al orginal)
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