«Wages for Housework» fue
el nombre que tomó la campaña feminista internacional que luchó por un salario para el trabajo doméstico desde una concepción feminista. De este modo lo narra Silvia Federici: "Estuve
cinco años en una organización que llevó a cabo una campaña internacional que
luchaba a favor de un salario para el trabajo doméstico. En 1972 en Italia
fundamos un colectivo internacional bajo el nombre de Colectivo Feminista
Internacional, con el cual lanzamos la campaña internacional Salario por el
Trabajo Doméstico (Wages for Housework). Lo que decíamos era que el salario
para el trabajo doméstico es muy importante.
Antes que nada tiene muchas
funciones. Es diferente cuando el trabajador asalariado lucha por mejoras
salariales y cuando el esclavo lucha por un salario, y hacíamos esta analogía
entre el ama de casa y el esclavo, porque antes que nada estamos haciendo
visible el trabajo que se hace, puesto que la invisibilidad ha sido una de las causas
fundamentales de nuestra opresión. Así que lo primero era hacer visible nuestra
explotación, dejando claro que esto es trabajo, es trabajo que produce capital.
De este modo, cuando pedimos un salario por el trabajo doméstico estamos
creando un espacio de lucha, haciendo visible la explotación y haciendo visible
nuestra relación con el capital y el estado, saliendo de la realidad del
trabajo doméstico, saliendo de la idea de que el trabajo doméstico es un
servicio personal. Segundo, la falta de dinero por el trabajo que hacemos nos
convierte en dependientes de los hombres, así que trabajas, pero después tienes
que pedir dinero para vivir.
El salario para el trabajo doméstico
permitiría a las mujeres tener algún tipo de autonomía económica de los hombres,
no del capital, y esto, de hecho, ya sería un cambio importante en las
relaciones con los hombres y la sociedad. Tercero, cuando salen a buscar un
trabajo, muchas veces las mujeres consiguen trabajos relacionados con el
trabajo doméstico y, acostumbradas a hacer este trabajo gratuitamente, es más
probable que acepten salarios más bajos. Así que luchando por un salario para
el trabajo doméstico se rompen toda una serie de dependencias, invisibilidades
y naturalidades a la vez que se abre un espacio de lucha. No lo vemos como un
fin en sí mismo, sino como un movimiento de una lucha más general donde podemos
conseguir involucrar a muchas mujeres, porque, aunque no hagamos trabajos
domésticos, todas somos amas de casa de alguna manera, puesto que cada mujer es
vista de una manera concreta debido a este trabajo. Para nosotras, la idea de
que el trabajo doméstico institucionaliza a la mujer en casa no era válida: es
la falta de dinero, de autonomía, la que la mantiene encerrada en casa."*
A
continuación, compartimos un artículo disponible por primera vez en castellano
gracias al incansable aporte y traducción de @rebeldealegre, que refleja el
profundo alcance de la crítica feminista de los años 70, movimiento que marcó un antes y un
después en la economía feminista y anticapitalista. Salud y anarcofeminismo. N&A
Publicado originalmente en All Work and No Pay: Women, Housework and the Wages
Due. Falling Wall Press. [1975] [Dalla Costa ofreció el siguiente
discurso en la celebración del Día Internacional de la Mujer en Mestre, Italia,
1974.]
Hoy
el movimiento feminista en Italia abre la campaña Wages for Housework (Salarios para el trabajo doméstico). Como han
oído en las canciones, como han visto en la exhibición fotográfica, como han
leído en los carteles, las preguntas que planteamos hoy son muchas: las
condiciones barbáricas en que tenemos que enfrentar el aborto, el sadismo al
que somos sujetas en las clínicas obstetras y ginecológicas, nuestras
condiciones de trabajo — en los empleos fuera del hogar nuestras condiciones
son siempre peores que las de los hombres, y en el hogar trabajamos sin salario
— el hecho de que los servicios sociales o bien no existen o son tan malos que
tememos que nuestras niñas y niños las usen, y así.
Bien,
en algún momento se podría preguntar, ¿cuál es la conexión entre la campaña que
abrimos hoy, la campaña de Salarios para
el trabajo doméstico, y todas estas cosas que planteamos hoy, las que hemos
expuesto y contra las que luchamos. Todas estas cosas de las que hemos hablado,
de las que hemos hecho canciones, que hemos mostrado en nuestras exhibiciones y
películas?
Nosotras
creemos que la debilidad de todas las mujeres — aquella debilidad que está tras
el hecho de haber sido tachadas de toda la historia, que está detrás del hecho
de que cuando dejamos la casa debemos enfrentar los empleos más repulsivos, mal
pagados e inseguros — esta debilidad se basa en el hecho de que todas nosotras
las mujeres, lo que sea que hagamos, estamos agotadas y exhaustas desde un
inicio por las 13 horas de trabajo doméstico que nadie ha reconocido nunca, por
el que nadie ha pagado nunca.
Y
esta es la condición básica que fuerza a las mujeres a estar satisfechas con
guarderías como “Pagliuca”, “Celestini”, “OMNI”. [“Pagliuca” y “Celestini” —
ambas guarderías infamemente brutales. “OMNI” — las guarderías del Estado,
están pobremente equipadas y son mal administradas.] Esta debilidad nos fuerza
a pagar medio millón de liras por un aborto y esto, digámoslo claramente,
ocurre en cada ciudad y en cada país — y encima de todo arriesgamos la muerte y
la prisión.
Todas hacemos trabajo doméstico; es la
única cosa que todas las mujeres tienen en común, es la única base sobre la que
podemos congregar nuestro poder, el poder de millones de mujeres.
No
es accidental que los reformistas de toda estirpe hayan evitado siempre y
detenidamente la idea de que nos organicemos sobre la base del trabajo
doméstico. Siempre se han negado a reconocer el trabajo doméstico como trabajo,
precisamente porque es el único trabajo que todas tenemos en común. Una cosa es
confrontar a doscientas o trescientas mujeres trabajadoras en una fábrica de
zapatos, y otra cosa muy distinta confrontar a millones de amas de casa. Y ya
que todas las mujeres trabajadoras de fábrica son amas de casa, es todavía otro
asunto confrontar a estas doscientas o trescientas trabajadoras de fábrica
unidas a millones de amas de casa.
Pero
esto es lo que estamos poniendo en la agenda hoy en esta plaza. Este es el
primer momento de organización. Hemos decidido organizarnos en torno al trabajo
que todas hacemos, para así tener el poder de millones de mujeres.
Para
nosotras, ahí, la demanda por salarios para el trabajo
doméstico es una demanda directa de poder, porque el trabajo doméstico es lo
que millones de mujeres tienen en común.
Si
podemos organizarnos las millones que somos en torno a esta demanda — y ya hay
muchísimas en esta plaza — podemos tener tanto poder que ya no necesitaremos
estar más en una posición de debilidad cuando salgamos de casa. Podemos obtener
nuevas condiciones de trabajo en el trabajo doméstico mismo — si tengo dinero
propio en mi bolsillo puede incluso comprar un lavaplatos sin sentirme culpable
y sin tener que rogarle por meses a mi marido para obtenerlo mientras él, que
no lava, considera que un lavaplatos es innecesario.
De
modo que si tengo dinero propio, pagado en mis manos, puedo cambiar las condiciones del trabajo
doméstico. Y aún más, podré escoger si quiero salir a trabajar. Si tengo
120.000 liras por el trabajo doméstico nunca más me venderé por 60.000 liras en
una fábrica textil, o como secretaria de alguien, o como cajera o acomodadora
en el cine. De igual modo, si ya tengo cierta cantidad de dinero en mis manos,
si ya tengo conmigo el poder de millones de mujeres, podré dictar una calidad
completamente nueva de servicios, guarderías, comedores, y todas aquellas
instalaciones que son indispensables para reducir las horas de trabajo y para
permitirnos tener vida social.
Queremos
decir algo más. Por largo tiempo — y fuertemente en particular en los últimos 10 años, pero digamos que
siempre — los trabajadores varones han salido a luchar contra sus horas de
trabajo y por más dinero, y se han reunido en esta plaza.
En
las fábricas de Porto Marghera ha habido muchas huelgas, muchas luchas.
Recordamos muy bien las marchas de trabajadores varones que comenzaron en Porto
Marghera, cruzaron el Puente Mestre y llegaron aquí a esta plaza.
Pero
dejemos esto en claro. Ninguna huelga
ha sido nunca una huelga general. Cuando la mitad de la población trabajadora está en casa
en las cocinas, mientras los otros están en huelga, eso no es una huelga general.
Nunca
hemos visto una huelga general. Sólo hemos visto varones, generalmente varones
de grandes fábricas, salir a las calles, mientras sus esposas, hijas, hermanas,
madres, seguían cocinando en las cocinas.
Hoy
en esta plaza, con la apertura de nuestra movilización por Salarios para el
Trabajo Doméstico, ponemos en la agenda nuestras
horas de trabajo, nuestras vacaciones, nuestras huelgas y nuestro dinero.
Cuando
obtengamos un nivel de poder que nos permita reducir nuestras 13 o más horas de
trabajo al día, a ocho o incluso menos que ocho, cuando a la vez podamos poner
en agenda nuestras vacaciones — porque no es secreto para nadie que los días
domingo y durante las vacaciones las mujeres nunca tienen vacaciones —
entonces, tal vez, podamos hablar por primera vez de una huelga ‘general’ de la
clase trabajadora.
Mariarosa Dalla Costa
*Silvia Federici: Las diferencias no son el problema, el problema es la jerarquía
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