lunes, 2 de enero de 2017

El falso anti-racismo de la izquierda progresista




A raíz de la comentada noticia de que un sector de la burguesía parlamentaria pretende “expulsar a los inmigrantes”, distintas voces se han erigido desde la izquierda intentando rechazar tales consignas xenófobas. Sin embargo estos cuestionamientos no han roto con el racismo sino que, pese a las buenas intenciones, han reforzado las causas que propician el racismo, pues legitiman la subordinación y consagran el capitalismo. 

Resulta preocupante que desde la izquierda y el progresismo se pretende validar la inmigración con cánones meritocráticos y, por en ende, funcionales a la sociedad dividida. Los inmigrantes buenos son los médicos de los CESFAM y los SAPU, los profesionales exitosos y los destacados artistas que entretienen a un sector de la élite cultural. También es buena la haitiana que sonríe mientras barre las calles de la capital del saqueo y el cocinero peruano que deleita los paladares de la clase media. Y así como están los inmigrantes buenos, en efecto también están los inmigrantes malos. Los que no aceptan trabajar bajo las normativas vigentes, los que venden jugos en la calle y quienes cometen delitos. Y es que cuando se venera la inmigración bajo ciertos parámetros, inevitablemente se desprecia a quienes no replican los estereotipos aceptados por el sentido común que responde, como se sabe, a las ideas dominantes.

Si se ensalza a los inmigrantes por su alta capacidad técnica o por lo bien que trabajan, se refuerza el racismo, pues se les divide y jerarquiza entre quienes lo hacen bien y los que "se portan mal”. Honrar la inmigración mediante cánones exitistas, deja la puerta libre para quienes no cumplen con las regulaciones o con lo que se considera valioso, sean con mayor facilidad víctimas de políticas discriminatorias. El profesional y el empleado del mes que se queden, para los que trabajan en los márgenes del sistema: cárcel, expulsión o revocación de visa. Una vez se ha consolidado el estereotipo del buen inmigrante, el resto queda a merced de los abusos de las autoridades y del ciudadano nacionalista.
 
Bajo esta lógica meritocrática y productivista, tampoco es extraño que en las páginas de difusión del progresismo se escuden en las estadísticas de las instituciones fundadas sobre los cadáveres de los pueblos indígenas y del esclavismo afrodescendiente, para contrarrestar, según ellos, el discurso contaminante de la derecha. No nos hacen un favor en utilizar la estadística del índice de delitos para defendernos de los racistas, pues lejos de combatir el racismo lo que hacen es dotar de sólidos argumentos a las instituciones para reprimir. Dejan a libre para que el Estado y la clase dominante castigue severamente cuando el inmigrante sin estudios acabados cometa algún delito.

Los inmigrantes no son buenos ni malos, son trabajadores, explotados y oprimidos y en tanto tales, se irán ubicando en los lugares "vulnerables" de la estadística de las instituciones burguesas. Según el progresismo actualmente no es alarmante el nivel de criminalidad en la población inmigrante. Sin embargo tales condiciones pueden variar. El capitalismo se ha caracterizado por presentar ciclos y crisis. Y no hay que ser un adivino para advertir que en una crisis dada, las estadísticas cambiarán y, posiblemente, la tasa de delitos en la población inmigrante aumente. Y no es porque sean de otros países, sino porque los inmigrantes son explotados y oprimidos empobrecidos y, por tanto, las leyes están hechas contra ellos, para su subordinación en tanto sectores explotados de la sociedad. Que la estadística de población inmigrante reclusa sea menor no es un argumento sólido para contrarrestar el racismo ¿O es que acaso si la tendencia cambia apoyaremos entonces políticas anti-inmigración o nos volveremos racistas?

Otras de las respuestas de la izquierda progresista frente al racismo de la derecha, es que los empresarios también son inmigrantes, que por qué a ellos no se les cuestiona y sí a los inmigrantes latinoamericanos o afrodescendientes. Al parecer esta izquierda olvida o ignora que los extranjeros capitalistas asentados en la región chilena no son inmigrantes, sino, por el contrario, colonizadores. El inmigrante es por definición un trabajador, no un explotador. En este sentido, los Edwards, los Paulmann y los Angelini, no son inmigrantes –como falsamente se difunde por la red–, son capitalistas y, en efecto, explotadores. El inmigrante mueve su cuerpo en busca de vender su fuerza de trabajo. El burgués, moviliza capitales para la organización de la explotación social.

Frente al discurso racista deliberante o el racismo edulcorado del progresismo neoliberal, no nos queda más que organizarnos y cuestionar radicalmente el racismo, luchando frontalmente contra el capitalismo, el Estado y los patriarcados. Para ello será necesario fortalecer las organizaciones anarquistas, anarcosindicalistas y comunitarias. Elaborar más y mejores leyes “para la integración”, sin duda irán como siempre en contra de las oprimidas.

1 comentario:

  1. No solo de la izquierda progresista, yo diria de muchos leninistas, marxistas, trotskista, una vez huelen el poder se les ve la verdadera cara autocrata.

    ResponderEliminar