Existieron
grupos en Berlín, Hamburgo, Hannover, Magdeburgo, Francfort del Mam,
Maguncia, Manheim y en otras diversas ciudades en el bajo Rhin, en
Sajonia y en el sur de Alemania. La mayoría de los miembros,
especialmente en los años posteriores durante la Ley contra los socialistas,
estaba compuesta de jóvenes entusiastas, que más concibieron el
anarquismo con el sentimiento que con la razón. Pero no es del todo
extraño, puesto que la literatura anarquista en lengua alemana no podía
gloriarse de un rico contenido. Además de Dios y el Estado de
Bakunin había contados folletos de Kropotkin, Most y Poucquart. Esto fue
toda la pequeña riqueza. Tampoco hay que olvidar que las palabras de
fuerte sustancia de Most influyeron entonces más sobre nosotros, la
juventud, que las sencillas exposiciones de Kropotkin. Psicológicamente
es fácil entenderlo. En un país donde estaba prohibida la palabra libre,
se sobreentiende que las expresiones más radicales han debido tener
mayor éxito, aunque esas expresiones no hayan sido profundizadas.
Con la caída de la Ley contra los socialistas
en 1890 se verifico también un cambio en el horizonte anarquista de
Alemania, de considerables proporciones aún cuando se opero con
lentitud. La oposición dentro de la social-democracia, que ya se podía
notar bien durante las últimas fases de la ley de excepción, salió ahora
públicamente ocasionando disgustos a los viejos jefes del partido. Los
viejos intentaron toda clase de recursos para conformar a los jóvenes
y al no lograrlo se declararon abiertamente por una ruptura, llegando a
tal extremo que los oradores de la oposición fueron expulsados durante
la convención de Erfurt en 1891. Los expulsados fundaron entonces una
nueva organización, el Partido de los Socialistas Independientes, fundando un órgano propio en Berlín, Sozialist.
Estos
hechos facilitaron también a los anarquistas públicamente con sus
ideas, siendo Berlín el punto donde se celebraron las primeras
conferencias anarquistas. Dos años más tarde se llego hasta el intento
de fundar un órgano anarquista propio en Alemania, pero el Arbeiter Zeitung que se titulaba órgano de los anarquistas de Alemania
y que debía aparecer en noviembre de 1893 en Berlín, fue inmediatamente
confiscado por el gobierno. Toda la edición del primer número,
exceptuando algunos ejemplares, cayó en poder de la policía. Mientras
tanto el Sozialist evolucionaba cada vez más en dirección al
anarquismo, hasta que finalmente bajo la dirección de Gustavo Landauer,
hubo una ruptura en el seno de los socialistas independientes y la
mayoría se declaró por el anarquismo. Desde entonces el Sozialist fue netamente anarquista.
Entonces,
es decir en la mitad del noveno decenio, fue quizá posible organizar
los diversos grupos anarquistas en Alemania y de esa manera colocar el
fundamento para un movimiento saludable y vigoroso. Efectivamente, una
parte de los anarquistas alemanes tenían esta intención, pero justamente
fue entonces cuando comenzaron las discordias intestinas que durante
años sacudieron a todo el movimiento joven. Todo un diluvio de ideas
distintas se volcó sobre el nuevo movimiento anarquista, las que
llevaron una espantosa confusión a los espíritus. Si el movimiento
hubiera tenido la posibilidad de desarrollarse públicamente algunos años
sin contratiempos y poder fortificarse espiritualmente, muchas ideas
que adquirieron entonces habrían ayudado a acelerar y fructificar su
evolución espiritual. Desgraciadamente no se encontraba en esa
afortunada situación. A la mayoría de sus partidarios de entonces les
faltaba la madurez espiritual que les pudiera habilitar
independientemente para probar y valorizar críticamente todas las nuevas
ideas que se introducían tan de improviso en su seno.
El
99% de los anarquistas de Alemania no tuvieron entonces una idea
siquiera del origen y de las aspiraciones del movimiento anarquista.
Por medio de los periódicos y folletos anarquistas que aparecían en el
extranjero llegaron a conocer superficialmente una fase determinada de
la lucha, pero las circunstancias que mediaron para la nueva forma del
movimiento, fueron para ellos completamente desconocidas. Los compañeros
que alcanzaron a conocer el periodo de conspiración del movimiento en
Alemania, todos sin excepción eran partidarios del anarquismo comunista.
De otra tendencia antes no se supo siquiera. En 1891 apareció en Munich
la conocida novela de Juan Enrique Mackay Los anarquistas. El
susodicho libro hizo mucho ruido en los círculos anarquistas de
Alemania, a pesar de su bien floja base teórica. En las reuniones de
agrupaciones y en las disertaciones nocturnas se entablaban discusiones
sin fin sobre la cuestión: ¿Anarquismo comunista o anarquismo individualista?
No eran pocos los que llegaron a la conclusión de que el llamado
individualismo representa en sí la verdadera dirección ideológica del
anarquismo. Algunos se fueron tan lejos después de Mackay, que hasta
llegaron a disputar seriamente a los de tendencia comunista el derecho
de llamarse anarquistas. Es notable que los prosélitos más fanáticos de
la libertad son justamente aquellos que quieren limitarla estrechamente.
Un año más tarde apareció en la Biblioteca Universal de Reclam una nueva edición de la obra de Stirner, El Unico y su Propiedad
, la que ya había sido casi completamente olvidada. (La segunda edición
que apareció en 1852, fue poco divulgada y en los centros anarquistas
quedó casi desconocida por completo). La reaparición de esa obra extraña
es un acontecimiento importante para el movimiento anarquista en
Alemania. Solamente un pequeño porcentaje tenía una idea cabal del
tiempo y de las circunstancias en que apareció la obra de Stirner. Las
grandes luchas ideológicas del periodo anterior a 1848 fueron hace
bastante tiempo olvidadas y por lo consiguiente se comprende que muchos
de los que se embucharon avidamente el Único , no las conocían o
si las conocían era pobremente y no como para interpretar los agudos
ataques polémicos del libro. Es fácil presumirlo, porque aquel periodo
no dejó ningún rastro de literatura que nos presente valores contrarios a
las luchas de aquel tiempo remoto. Por eso la obra de Stirner se
convirtió para muchos en un nuevo Manifiesto, una especie de
última verdad que no puede ser superada. Aunque resulte paradójico, esa
obra clásica de negaciones, que seguramente no tiene otra igual en toda
la literatura, se convirtió, para muchos anarquistas de aquel tiempo, en
una nueva Biblia la que fue de muchas maneras comentada e
interpretada y desgraciadamente comentadores no faltaron. Creo que es
una tragedia de todos los grandes espíritus, o quizá del espíritu en
general, que justamente las cabezas más obtusas y los charlatanes más
sosos se consideran siempre prontos para aparecer como sus apóstoles.
Con Stirner y Nietzsche ya sobrepasa la medida. y esto verdaderamente no
lo merecieron. En muchos grupos anarquistas se encontraron comentadores
stirnerianos que siempre estaban prontos con un comentario de la egocracia
-que, dicho sea de paso, no comprendieron- e imposibilitaron toda obra
razonable. Es decir, en cada grupo naturalmente uno sólo de esos
espíritus podía figurar, porque en cuanto aparecía otro espíritu
en la agrupación era inevitable la ruptura y originaba la inmediata
fundación de una nueva agrupación. Esos alemanes combatían
principalmente toda actividad organizadora mirando de arriba abajo, con
orgullo despectivo al gran rebaño. Llegaron hasta a olvidar que el mismo Stirner otorga un valor relativo a la organización cuando habla de las Sociedades de egoístas. Tuve oportunidad de estudiar a algunos de los que siguen su propio camino, los que siempre estaban prontos con sus frases banales, rebaño vacuno, e idiotismo de masas
y la experiencia me demostró que la mayoría de estos extraños santos
estaban siempre a la altura del simple hombre del pueblo y que para
muchos de ellos el epiteto al margen de las masas les estaba como
pintado. Lo mismo ocurría con la herejía autoritaria de esos señores.
Acechaban caer siempre sobre alguna autoridad y reducirla a ceniza pero
ellos mismos fueron siempre la gente más intolerante que se pueda
concebir, e imbuídos de una terquedad y oposición enfermiza que
imposibilitaba simplemente colaborar con ellos durante un tiempo.
Pero
no fueron ellos las únicas nuevas influencias sobre el movimiento
joven, aunque sin duda tuvieron la eficacia más perjudicial. En 1892
apareció la obra del Dr. Benedicto Fridlander El socialismo libertario en contraposición a la esclavitud estatal de los marxistas,
libro muy digno de ser leído, que hizo recordar a los anarquistas la
obra vital de Eugenio Duhring, que era también desconocida por la
mayoría de los jóvenes. Esto impuso a muchos anarquistas el estudio de
las obras de Duhring, especialmente cuando la nueva tendencia comenzaba a
editar en 1894 un órgano propio Der moderne Volkergeist (El espíritu popular moderno) que les facilitaba la propagación más intensiva de sus ideas.
Además
el movimiento en pro de la tierra libre que por entonces propagaba
Teódoro Hertzka, influyo de una manera tan poderosa sobre el movimiento
anarquista, que resulta imposible valorizarla. Sus obras Tierra libre , Un viaje a Tierra libre, etc. , fueron muy leídas en los centros de los anarquistas alemanes y muchas veces comentadas en el Sozialist.
En 1894, el Dr. Bruno Wille publicó su obra Philosophie der Befreiung durch das reine Mittel (Filosofía de la emancipación por un medio puro),
la que también provocó grandes divergencias de opiniones, porque trajo
nuevamente al tapete la cuestión sobre el empleo de la violencia como un
medio táctico de lucha, medio que naturalmente Wille rechazaba. Se
podría hablar aquí de algunas otras cosas que han tenido una mayor o
menor influencia sobre el desarrollo del movimiento anarquista en
Alemania, pero basta con señalar las corrientes más importantes.
Repetimos nuevamente que, todas esas ideas y aspiraciones nuevas que
circundaron al movimiento joven, podrían resultarle útil y ventajosas,
si tuviera el tiempo suficiente para fortificarse espiritualmente y
establecer una base para su actividad. Pero como lamentablemente no fue
así, todas esas nuevas tendencias obraron como la pólvora sobre el
movimiento joven, destruyéndolo interiormente cada vez más. La redacción
del Sozialist, que halló en Gustavo Landauer un admirable
representante, se empeñó grandemente en unir y educar al movimiento por
dentro, pero no fue trabajo fácil y se hizo cada vez más difícil por las
persecuciones atroces y los chicaneos policiales que el movimiento tuvo
que soportar. Los atentados de Ravachol, Vaillant, Henry, Pallás y
otros que ocurrieron en Francia y España enloquecieron a la policía
alemana induciéndola a perseguir atrozmente a los anarquistas. Las
persecuciones cayeron sobre el movimiento como un granizo y en especial
fueron dirigidas contra los editores del Sozialist al que se
pretendía destruir a toda costa. En el corto tiempo de su existencia, es
decir de noviembre de 1891 hasta enero de 1895, no menos de 17
redactores responsables fueron acusados y con excepción de dos que
lograron huir al extranjero, fueron todos condenados, y cuando estos
medios no dieron más resultado se llegó hasta violar las leyes, con el
objeto de terminar con ese periódico tan odiado, hasta que finalmente lo
consiguieron.
V
Los editores del Sozialist
pensaron al principio volver a publicarlo en el extranjero, pero
después de un paréntesis de siete meses lograron volver a publicarlo en
Berlín como época nueva. Pero el género y el estilo de escribirlo era diferente. El nuevo Sozialist
perdió su anterior tono de mozo bravo de sus primeros años,
concretándose exclusivamente a cuestiones puramente teóricas en cuyo
terreno contribuyo considerablemente. Como ejemplo recuerdo solamente
los admirables estudios sobre el marxismo y, en especial, los análisis
críticos de la interpretación materialista de la historia, que fueron ampliamente tratados.
Pero
los artículos del Dr. Eugenio Enrique Smith, Ladislauer, Gunplowicz,
Benedicto Frid Lander, Bruno Wille, Ommer Born, Brude, etc., a pesar de
toda su bondad, no podían corresponder a las necesidades de los
trabajadores anarquistas que no estaban lo suficientemente instruidos,
como para apreciar las idealizaciones de los intelectuales. Lógicamente
esto debía terminar con un hondo confusionismo dentro del movimiento
berlinés y que más tarde se extendió a otras localidades. Los mismos
editores del Sozialist comprendieron que habría que intentar algo
en ese sentido para nivelar las contradicciones que aparecían cada vez
más expresivas y fundaron en 1896 el Annen Konrad (El pobre Conrado) una especie de suplemento popular al Sozialist.
También el nuevo periódico, que aparecía bajo la dirección de Alberto
Weidner, estaba bien presentado pero su formato era muy chico para
ocupar el lugar que precisaba. Mientras tanto se ahondaron demasiado las
divergencias que la orientación del Sozialist ocasionó. Aunque
con un poco de buena voluntad se habría podido llegar a un arreglo
razonable y favorable para todo el movimiento, pero en Alemania donde
esas disputas abarcaban desde tiempo atrás un carácter más hostil que en
cualquier otra parte, según parece fue imposible.
De esa manera apareció en 1897 en el sector de los elementos descontentos con la orientación del Sozialist, un nuevo órgano anarquista Neues Leben (Vida Nueva).
Pero el nuevo periódico no granjeó ningún honor especial para su tan
prometedor título, a pesar de toda la buena voluntad de sus editores,
porque les faltaba la suficiente capacidad que se requiere para sacar un
periódico bien redactado. No obstante, el nuevo periódico logró
desposeer al Sozialist, el que, a fines de 1899, después de largas y árduas luchas financieras, dejó de aparecer.
Evidentemente no fue buena señal para la fuerza espiritual de ese movimiento, que una hoja como Neues Leben logrará arrojar del escenario a un periódico excelente y comedido como lo fue el Sozialist.
Pero tales acontecimientos deben también ser juzgados desde otro punto
de vista. Sin duda había entonces entre los anarquistas alemanes un
cierto número de elementos que pueden ser considerados con mayor
justicia como socialistas decepcionados, más que como anarquistas. Ese
elemento aún hoy no desapareció del todo en Alemania.
Que el Sozialist
no haya podido ser para ellos un periódico conveniente es fácil de
comprender, pero existe otra causa que tomo un rol importante en esa
lucha mutua entre anarquistas, y quizá tuvo una importancia decisiva.
Una parte de los trabajadores anarquistas sintieron instintivamente que
la posición que adoptaba el Sozialist lo alejaba cada vez más de
la clase trabajadora, porque una parte considerable de sus colaboradores
se perdía, de facto, en ideaciones que eran completamente ajenas a la
vida real con sus luchas cotidianas. Se sentía que el contacto interno
con el movimiento obrero en general se debilitaba, cada día más,
previendo en ello un accidente que habría de perjudicar al desarrollo
ulterior del movimiento.
Esas
cosas en general las siente el trabajador simple más tenue e
intensamente que el intelectual, aunque no siempre posee las facilidades
de darle una expresión a esos sentimientos. La mayoría de los camaradas
alemanes aspiraban a un movimiento obrero anarquista y sentían
instintivamente de que una acentuación demasiado unilateral de teorías
puramente abstractas sobre la soberanía ilimitada del individuo y
otras cosas análogas por medio de las cuales puede suponerse todo lo
posible e imposible, desalojaría a las masas del campo del movimiento
convirtiéndolo en una secta petrificada. Esto indujo a muchos a tomar
una actitud resuelta contra el Sozialist y encaminarse por otras
vías. Es profundamente sensible la injusticia amarga que de esa manera
se cometió, tanto desde el punto de mira puramente humanitario como del
de interés del movimiento, con un hombre como Gustavo Landauer. Un
vistazo a su excelente Manifiesto al Socialismo, es suficiente
para reconocer que justamente Landauer fue uno de los pocos en Alemania
que más profundamente interpretaron el lado social del anarquismo. Pero
también sería injusto si se atribuyera todo, en esa lucha, a simples
odios personalistas o restricciones espirituales, a pesar de que muy a
menudo son lamentablemente acontecimientos que acompañan a tales
pleitos.
El
buen sentido indujo a muchos obreros anarquistas a desear una raíz de
unión más potente del anarquismo con el movimiento obrero. Para muchos
fue quizá más instintivamente que a sabiendas. Se sentía la necesidad
interna, pero no se tenía la certidumbre del camino conveniente. El
periodo de Neues Leben no fue seguramente camino verdadero, pero,
para algunos, acelero la aclaración interna no obstante estar
fuertemente influenciado por los acontecimientos que se operaban en el
extranjero. El joven movimiento sindicalista en Francia se desarrollo
con una rapidez pasmosa, y muchos anarquistas activos empeñaron toda su
energía en el nuevo movimiento, participando en sus innumerables luchas.
La razón de ser de un movimiento de masas se levanto poderosamente
después de un adormecimiento tan largo durante el tiempo de las leyes de
excepción. La grandiosa idea de Huelga General comenzó a abarcar
a la muchedumbre de los países latinos y, bajo la directa influencia de
grandes luchas obreras las que, durante los primeros años del presente
siglo, conmovieron España, Francia, Italia, la Suiza francesa, Holanda,
Hungría y otros países, también entró el movimiento anarquista en una
nueva fase de su evolución, que volvió a acercarlo a sus precursores.
En enero de 1904 empezó a aparecer en Berlín Der Freie Arbeiter (El Obrero libre),
cuyos editores se colocaron enteramente en el terreno del movimiento
revolucionario de las masas, predicaba la huelga general y la acción
directa. Un intento firme, en ese sentido, ya fue hecho con anterioridad
por Rodolfo Lange y otros camaradas, los que con tal motivo sacaron el Anarchist. Pero, en el momento de colocarse en el terreno del movimiento revolucionario de las masas, el punto Organización
volvió al tapete y, en efecto, fue Lange uno de los decididos
partidarios de la organización anarquista en gran escala concitando
muchas veces la contrariedad de una gran parte de los camaradas
alemanes, con su defensa resuelta de este pensamiento. Cuando la
Conferencia de Mannheim, de la Federación Anarquista Alemana
(1907), elaboró y aprobó líneas de conducta en ese sentido, como era de
esperar provocó innumerables protestas, protesta donde la frase La autonomía absoluta del individuo autócrata jugó un rol prominente.
Acontecimientos
iguales ocurrieron también, en una más o menos idéntica forma, casi en
todas partes, es decir, se trataba de asuntos que debían hacer en todas
partes, el mismo efecto. El conocido anarquista holandés Christian
Cornelissen, relató bien detalladamente ese estado en su interesante
estudio sobre La Evolución del Anarquismo donde emite su opinión de la siguiente manera:
En
diversos países modernos el anarquismo recién se hizo camino práctico
como oposición a la centralización y disciplina de la social-democracia.
Pero dicha oposición, como ocurre generalmente en movimientos
opositores, se fue bien pronto al otro extremo. Junto a la influencia de
los elementos libertarios y artísticos contribuyó mucho a prestar
cierto apoyo al individualismo como teoría y hasta introducir en todas
partes la desorganización en el movimiento. Sobre todo a principios del
noveno decenio del siglo pasado, durante la época en que la llamada
acción individual incitó diversos atentados con bombas, la crítica
individualista de allí así como también de Italia, Alemania, Holanda,
Bohemia, etc., atacaba primero a la forma de organización y más tarde a
la organización misma. En los sindicatos apareció el espíritu
individualista de desorganización y en muchas sociedades de reciente
fundación, se puso como cuestión preliminar en la orden del día, que estatutos y presidentes llevan en sí el germen de un nuevo dominio.
No contentos con criticar el abuso de la organización y el empleo de
todos los medios para evitar que los miembros directores de los
sindicatos poseyeran demasiado poder en sus manos, pues son
sencillamente los mandatarios de los asociados, empezaron luego los
individualistas a combatir a la misma organización, soñando ver siempre
nuevos tiranos hasta allí donde se trataba tan sólo de regular
los asuntos sindicales más simples. También en estos casos fueron
erróneamente empleadas palabras como tiranización de la minoría por la mayoría y represión de la libertad individual.
Pero, la crítica individualista, no notó aquí el peligro de que cuando
en una organización obrera no existe una reglamentación se hace valer
con más facilidad la autoridad personal y hasta la dictadura de
individuos de acción, igual que en la vieja sociedad combatida. Más aún
que en los sindicatos halló resonancia el individualismo en el periodo
transitorio de que hablamos aquí, en los grupos y en los centros de
estudio y de agitación los que se colocaron directamente frente a las
sociedades de los social-demócratas. Recién, no hace mucho en diversos
países se discutieron problemas como los siguientes: ¿Si no es un
repudio contra la libertad del individuo el votar y concebir
resoluciones en grupos revolucionarios? ¿Si es permitido apelar a los
miembros de tales grupos, para que abonen con regularidad sus
contribuciones a la caja del grupo? ¿Si se está autorizado para nombrar
un presidente de mesa en los grupos para que anote a los que pidan la
palabra o un secretario y especialmente un tesorero, pues son todos
responsables ante los miembros y esto establece una nueva dominación
como ocurre en los social-demócratas? Además, relativo a
responsabilidad, el individuo soberano es deudor ante sí mismo de la
responsabilidad. Que no se vaya a creer que es exagerado. Todavía, en el
Congreso Internacional revolucionario de Londres en 1896, entre los
presentes se hallaba un stirneriano empedernido que protestaba cada vez
que había que aprobar alguna resolución: ¿Qué, una resolución? jNo quiero resoluciones! jNo vine para pactar con otros! ¡Yo quiero ser YO MISMO! Pero entonces la tendencia comunista ya tenía la supremacía y se le dijo al opositor: Eso podrías haber hecho en casa! No debes venir para aburrirnos.
Cite
tan detalladamente a Cornelissen porque dió en la tecla con sus
consideraciones y lo sobrevivió todo igual que yo. Lamentablemente, el
espíritu de entonces no desapareció aún del todo del movimiento
anarquista en Alemania y sigue mareando acá y acullá a gente que se
embriaga fácilmente con palabras huecas y no tiene la habilidad de
escarbar en la substancia de los conceptos. Esa gente queda apegada a
las formas exteriores de las cosas, porque sufren de un incurable
fetichismo que les representa siempre los cuadros de su imaginación como
la verdad realista. Me basta recordar aquí solamente el Boletín
que la Bolsa de Obreros Mozos creyó conveniente publicar en ocasión del
último congreso sindicalista de Dusseldorf. La misma herejía autoritaria
y las mismas réplicas que quedaron completamente intactas por las
experiencias del tiempo. Una sola cosa se cambió. La hojita se titula Der Vorgeschobene y es realmente algo nuevo. Pues que en una sociedad tan ilustrada de individuos soberanos pueda haber también rebaño,
es algo que antes nadie hubiera soñado. Aparte de eso, es así como
viejos espectros nocturnos que se sumergen otra vez en el sepulcro, ante
la primera iluminación del alba.
En
el momento en que el movimiento anarquista volvió a colocarse sobre el
terreno de la acción de las masas, como lo hicieron sus grandes
precursores en la época de la Internacional, el problema de la
organización debía naturalmente volver de nuevo a la orden del día y fue
principalmente ese problema el que originó la convocación del Congreso Anarquista Internacional de Amsterdam (1907) y de la creación de la Internacional Anarquista. El compañero francés Dunois inició el punto Anarquismo y organización,
con una pequeña relación, en la que puntualizó el carácter social de la
idea anarquista y declaró que el anarquismo no es individualista sino
federalista y que puede definirse como federalista en todos los
terrenos. En la discusión todos los camaradas, exceptuando el
individualista holandés Croiset, se expresaron por la necesidad de la
organización. Con especial acentuación lo hizo nuestro viejo camarada
Errico Malatesta, quien siempre fue un campeón incansable de las ideas
organizadoras.
Guardémonos de la falsa concepción, dice Malatesta, de
que la ausencia de organización es una garantía para la libertad; los
hechos palpables nos demuestran lo contrario. Un ejemplo a su favor:
existen en Francia periódicos anarquistas que no dependen de ninguna
organización pero están cerrados para todos aquellos cuyas ideas, estilo
y persona tienen el infortunio de no caer en gracia a sus editores,
resultando en tal caso, que unos individuos poseen más poder para
coartar la libertad de opinión a otros, no como pudiera ocurrir con un
periódico editado por una organización. Se habla mucho de autoridad y
autoritarismo. Aclaremos de una vez por todas qué es lo que se entiende
por tal. No cabe duda de que nos sublevamos desde el fondo de nuestro
corazón, y nos sublevaríamos siempre, contra la autoridad que está
representada por el Estado y la que persigue el único objeto de mantener
la esclavitud económica en el seno de la sociedad, pero ningún
anarquista, sin excepción, se negaría a respetar una autoridad puramente
moral la que debe su origen a experiencia, inteligencia y talento. Es
un grave error acusar a los partidarios de la organización, los
federalistas, de autoritarismo, y es un gran error creer que los
llamados enemigos de la organización, los individualistas, se hubieran
condenado voluntariamente a un aislamiento completo. Yo soy de la
opinión de que la lucha, que se mantiene entre individualistas y
partidarios de la organización, gira en general alrededor de frases
huecas, que no pueden tener ningún valor para los hechos prácticos. En
Italia sucede muchas veces que los individualistas están sin tener en
cuenta de que son contrarios a la organización, mejor organizados que
algunos defensores de la organización, los que a cada paso reafirman su
necesidad y nunca la realizan en la práctica. Sucede también a menudo
que en los grupos, donde tanto se perora de la libertad del individuo,
hay más autoritarismo efectivo que en las sociedades tituladas de autoritarias
porque tienen un presidente de mesa y adoptan resoluciones. Basta de
frases huecas y dediquémonos mejor a los hechos prácticos. Las palabras
separan, los hechos unen. Es tiempo ya de que organicemos nuestras
fuerzas para obtener una influencia decisiva sobre los acontecimientos
sociales.
En ese sentido el Congreso adoptó diversas decisiones creando un Bureau Internacional para que facilite las relaciones entre las diferentes organizaciones nacionales. El segundo congreso de la Internacional Anarquista
que debía efectuarse en el verano de 1914 en Londres y para el que ya
estaban notificados delegados de 21 diversos países de Europa y América,
fue interrumpido por la guerra mundial que estalló justamente cuando el
congreso tenía que realizarse y los cinco miembros que componían el Bureau fueron más tarde dispersados por diversos países.
La
primera parte de la catástrofe gigantesca está ahora detrás nuestro y
sería imposible prever que es lo que podría traernos la segunda parte.
Sólo podemos suponerlo dentro de contornos bastante obscuros. Inmensos
problemas se nos plantean esperando una solución. El movimiento
anarquista sufrió mucho en todas partes a consecuencia de la guerra y
los compañeros de todos los países deben hacer los mayores esfuerzos
posibles para juntar nuestras fuerzas dispersas y reanimarlas para la
acción. Se concibe ahora en todas partes que el movimiento anarquista
necesita una base organizadora para obtener un resultado eficaz en, las
grandes luchas que se nos presentan y para que los socialistas estatales
de una u otra tendencia no se conviertan en los herederos gozosos de
nuestra actividad y sacrificio. Rusia nos dió en este sentido un ejemplo
previsor. Allá el movimiento anarquista, a pesar de la enorme
influencia que tenía sobre el pueblo, y a pesar de los inmensos
sacrificios con que contribuyeron los anarquistas para la causa de la
revolución, concluyó siendo víctima de su dispersamiento interno y de su
desorganización. Coadyuvó a exaltar a los bolcheviques al poder y
nuestros compañeros sienten hoy muy bien su sabor amargo. Lo mismo
sucederá en todas partes mientras que no logremos unirnos en
determinadas líneas de conducta y fusionar en organizaciones nuestras
fuerzas.
En Francia nuestros camaradas se unieron en la Unión Anarquista y despliegan una actividad satisfactoria. En Italia es hoy en día la Unión Anarquista
una de las organizaciones más importantes e influyentes en el
movimiento obrero italiano. En España, donde los anarquistas siempre han
concentrado el peso de sus actividades propagandísticas y organizadoras
en el movimiento sindical revolucionario, enseguida después de la
guerra se desarrolló la Confederación del Trabajo
portentosamente. Después de una serie entera de luchas, fue en cierta
manera desposeída de la publicidad por la espantosa reacción que
nuevamente bulle allá, durante los últimos dos años, pero no desapareció
a pesar de las persecuciones atroces que sufrió y que sigue sufriendo
hasta hoy día. Solamente debido a su inquebrantable actividad
organizadora lograron nuestros camaradas españoles resistir a los
violentos ataques de la reacción y reafirmar la estabilidad del
movimiento. También en Portugal y en Sudamérica, donde los movimientos
están bien emparentados con el español, contribuyeron mucho nuestros
camaradas en el terreno de la organización y son acreedores de las
mejores esperanzas en el futuro.
En Alemania adquirió el anarquismo un terreno firme, a partir de la revolución, debido al fuerte desarrollo del movimiento anarco-sindicalista
que abarca a todos los elementos del movimiento obrero anarquista.
Según mi opinión es el acontecimiento más significativo en toda la
historia de la evolución del anarquismo en Alemania, a pesar de que aún
no está suficientemente valorizado por la fracción de los compañeros que
están en principio sobre la base del movimiento obrero y de la
organización. El que sepa valorizar toda la odisea de dicho desarrollo
concebirá que justamente esos compañeros que dejaron de ser novicios en
el movimiento deben estar especialmente interesados en acelerarlo en
todo lo posible, porque un largo divisionismo como podemos ver hoy en la
mayoría de las organizaciones extremistas existentes, hubiera sido al
mismo tiempo un desmoronamiento del movimiento anarquista del que no
podría restablecerse por mucho tiempo.
VI
Queremos
que no se nos confunda. Si hemos defendido aquí tan fervientemente la
organización, no queremos de modo alguno manifestar que es un bálsamo
para todas las clases de enfermedades. Sabemos muy bien que en primera
línea está el espíritu que anima e inspira un movimiento; cuando falta
ese espíritu para nada sirve la organización. No se puede resucitar a
muertos organizándolos. Lo que sí interpretamos es que allí donde
realmente existe el espíritu y donde están las energías necesarias, es
la organización de las fuerzas sobre la base federativa el mejor medio
para alcanzar los resultados más grandes. En la organización hay un
campo de actividad para todos. La estrecha cooperación de los individuos
por una causa común es un medio poderoso para el levantamiento de la
fuerza moral y de la conciencia solidaria de cada miembro. Es
absolutamente falso el afirmar que en la organización se pierden la
individualidad y el sentimiento personal. Todo lo contrario, justamente
por el constante contacto con iguales se despliegan recién las mejores
cualidades de la personalidad. Si se entiende por individualismo nada
más que el constante pulimiento del propio YO y el ridículo temor
de que en todo contacto estrecho con otros hombres reside un peligro
para la propia persona, se olvida que justamente ahí yace el mayor
obstáculo para el desarrollo de la individualidad. Cuanto más
estrechamente está ligado un hombre a sus prójimos y cuanto más
profundamente siente sus alegrías y sus dolores, más hondo y rico es su
sentimiento personal y más grande su individualidad. Se puede afirmar
tranquilamente que el sentimiento personalista de un hombre se
desarrolla directamente de su sentimiento social.
Por
eso el anarquismo no es contrario a la organización, sino su más
ferviente defensor, claro está, suponiendo que se trata de una
organización natural de abajo arriba, que nace de las relaciones comunes
de los hombres y encuentra su expresión en una cooperación federativa
de las fuerzas. Por eso combate también toda imposición de esa
cooperación que se impone desde arriba sobre los hombres; porque
destruye las relaciones naturales entre ellos, que es la base de toda
organización real y convierte a cada individuo en una parte automática
de una gran máquina que se dirige por privilegiados y trabaja para
determinados intereses particulares.
Se
puede, como Malatesta, reposar todo el peso sobre la organización de
los grupos anarquistas y de su unión federativa, o estar con Kropotkin,
de que los anarquistas continúen con sus pequeños grupos y depositar
todo el peso de sus actividades en las organizaciones sindicales. Se
puede hasta representar el mismo punto de vista que James Guillaume, el
valeroso compañero de luchas de Bakunin, para que no se hable siquiera
de organizaciones anarquistas especiales, sino que se trabaje
exclusivamente dentro de los sindicatos revolucionarios para la
evolución y profundización del socialismo libertario. Estas son
disparidades de criterio que se prestan a discusión. pero de todas
maneras queda establecida la necesidad de la organización.
Justamente
ahora, antes de que se avecine la tempestad, es más urgente esa
necesidad. Las contradicciones sociales se han hecho más palpables en
todos los países y enormes masas del proletariado están aún dominadas
por la creencia de que el uso de la violencia estatal por el mismo
proletariado, lo coloca en condiciones de resolver el problema social.
Ni el derrumbamiento espantoso de Oriente. puede curar a la mayoría de
ese engreimiento. Es absurdo pensar que el socialismo estatal perdió su
poder fascinador sobre las masas. Es todo lo contrario, y por sobre el
mismo debe colocarse frente al espíritu de servidumbre general, el IDEAL DE LIBERTAD Y SOCIALISMO.
Una lucha, una lucha sin piedad a todas las fuerzas de la tiranía y a
todos los idólatras del poder y del dominio, bajo cualquier máscara que
estén escudados. La suerte de nuestro avenir próximo está sobre la
balanza de la historia. Deben, por lo tanto, unirse todas las fuerzas en
una gran alianza y abrir las puertas para un porvenir libre.
Rudolf Rocker