domingo, 31 de enero de 2016

¿Por qué el bacheletismo está retomando la detención por sospecha del pinochetismo?

Con la consecución del retorno de la detención por sospecha, la clase dominante representada en el bacheletismo y el parlamento, se prepara para tiempos de guerra contra los oprimidos y explotados. La clase media que ayer protestó contra la «ley hinzpeter», hoy es artífice y cómplice de la política represiva que se fortalecerá con la detención por sospecha contra todo aquel que parezca una amenaza o que cuestione el injusto desorden dominante. Al respecto, Miguel Amorós nos facilita algunos apuntes que, a pesar de estar escritos hace un par de años y en otro contexto, de todas formas nos sirven para ahondar más en el actual proceso de reestructuración de la política represiva del Estado chileno. 





«Cuando la clase dominante entra en conflicto con la democracia parlamentaria formal tratará de salir mediante leyes de excepción y estados de sitio encubiertos, como ha venido haciendo hasta ahora. Esa es la verdadera función de la clase política y la burocracia obrerista en momentos de crisis aguda. La clase política o Partido del Estado está para hacer innecesario el siempre arriesgado recurso al golpe militar o al fascismo, pues ella ha de bastarse y sobrarse para hacer de gendarme del capital mundial manteniendo las mínimas apariencias de legitimidad parlamentaria. Conviene repetir que las clases medias no constituyen exactamente una clase, sino un agregado variopinto de fragmentos sociales, maleable y versátil, por lo que están condenadas a seguir siendo hasta el fin una herramienta del capitalismo. No pueden escapar a las alianzas de emergencia con la clase dominante, puesto que necesitan una “dirección” y no hay otra clase capaz de dársela. Por otra parte, las clases medias temen más a la anarquía popular, a la violencia de masas, al anticapitalismo o al desmantelamiento del Estado, que a los impuestos, a los recortes o a las privatizaciones. Están irritadas con los políticos, con el parlamento y con el gobierno, pero todavía creen en los jueces, en la prensa, en los funcionarios y las ONGs, en la sanidad y la enseñanza públicas, en la ciencia y el progreso. Están sentadas sobre dos sillas inestables, pero ante una alternativa demasiado pronunciada se aferrarán a los tópicos ciudadanistas del orden antes que aventurarse por los inciertos caminos de la revolución social. No será así en todos los casos, pero sí en la mayoría. Al menos en un principio, cuando la clase dominante y el sistema partitocrático tengan las de ganar. Su papel histórico es subalterno, nunca determinante. El sujeto subversivo no surgirá de ellas, ni encontrará en ellas sus ilusiones y su ser. Hemos apuntado la posibilidad de que de la plena descomposición del capitalismo pueda emerger una clase “peligrosa” dispuesta a cambiar la sociedad de arriba abajo y a eliminar el régimen político imperante. Esta clase negativa habrá de rechazar la ideología ciudadanista tanto como la política profesional mistificadora que hacen los partidos, pues su condición de existencia impone una estrategia disolvente y un proceder independiente e igualitario. Si eso llega a suceder, la cuestión de la clase media se resolverá por sí sola».*


*Fragmento tomado de «Clase Media, Partitocracia y Fascismo» Por Miguel Amorós. Para leer el artículo completo pueden hacer clic aquí