jueves, 11 de octubre de 2012

Sobre la democracia directa y el poder

Creemos que sería positiva una pequeña reflexión acerca de la utilización del término “democracia directa” como equivalente de Anarquía en lo que respecta a la armonización de intereses y medio para la organización de la vida en sociedad. La razón fundamental es que a nosotres nos parece que desde nuestros Grupos tendríamos que evitar en lo posible la utilización de términos tan ambiguos como éste y que sirven para aumentar la confusión y dar lugar a malas interpretaciones. Con frecuencia observamos como es común en ambientes libertarios la utilización de estos términos (democracia directa y organización anarquista) como sinónimos, cosa que a nosotres nos resulta como mínimo poco acertada.

Lo que viene en llamarse democracia directa supondría, a nuestro entender, la participación del individuo sin intermediaries en la toma de decisiones, ocupándose el misme, y de manera conjunta al resto de la comunidad, de la organización y resolución de los problemas que a ésta le surjan. Hasta aquí no podemos sino estar de acuerdo. El problema surge cuando, avanzando en lo que este término conlleva: “democracia” presupone una forma de tomar y ejecutar decisiones.

Democracia es un término de origen griego formada por dos raíces como son “demos” (pueblo) y “cratos” (poder). En este sentido, democracia, o poder del pueblo, por muy directa que ésta sea, no puede ser aplicada en la práctica de la toma colectiva de decisiones, al margen de cualquier imposición. Creemos que esto es así puesto que cualquier forma de Poder lleva siempre consigo la imposición o un mínimo de condiciones que hacen que ésta sea posible. En una sociedad organizada bajo tal “democracia directa”, ¿quién establecería quiénes forman y no parte de ese “pueblo” que ejerce el Poder cuando existiese en la comunidad una divergencia de intereses que no pudiese resolverse por medio de la discusión?, ¿sería entonces “pueblo” quien estuviese en mayoría?, ¿dejarían de considerarse inmediatamente como “pueblo” para no ser nada a quienes integrasen la minoría? Partiendo de nuestra forma de entender el federalismo libertario, a nosotres nos parece que la organización de la vida en sociedad no puede caer en el simplismo del juego de mayorías y minorías, sino tener como base el libre acuerdo y la libre federación entre las personas. Es decir, huir de imposiciones y respetar la libertad tanto de quienes estén en mayoría como de quienes se encuentren en minoría. Es verdad que, puestos en el caso, sería difícil que se llegase a tales extremos de divergencia en los intereses, pero tampoco podemos pasar por alto que ello no se escapa de lo posible. La cuestión estaría en que lo que la mayoría de la asamblea decidiese no pudiese nunca imponerse a quienes estén en minoría, dejándoles a éstes el camino libre para avanzar en otras posturas o simplemente no participar en algo con lo que no están de acuerdo. 

Resulta paradójico, pero para nosotres, eso que algunes vienen en llamar “Poder del pueblo” (democracia): no podría ser más que la destrucción de cualquier forma de Poder, que la destrucción del Poder mismo; ya que el “pueblo” no es un ente desvinculado de las personas que lo conforman, sino que son estas personas o individualidades quienes tienen que tener potestad para decidir sobre lo que afecte a sus vidas de manera conjunta con el resto de la comunidad y es esto, la libertad de decisión partiendo de la individualidad, lo que hace posible que las decisiones que afectan a lo colectivo se tomen realmente en libertad. Sería este principio lo que garantizaría que eso dado en llamar “pueblo”, como conjunto de individuos, fuese libre. Esto, en nuestra opinión, no tiene nada que ver con ninguna clase de Poder, sino con el respeto y la armonización de las voluntades e intereses de los individuos que conforman la comunidad. 

También se observa la similitud a nivel semántico entre “Democracia” y “Poder obrero”, pues en el contexto posterior a una hipotética Revolución Social que aboliese los privilegios de la burguesía y de sus guardianes, siendo entonces las personas en condiciones de ellos trabajadoras, “Poder obrero” y “Democracia” serían términos equivalentes (si se acabase con la división de clases, poco sentido tendría hablar del Poder de una de ellas). Nosotres ya sabemos lo que esconde tras de sí el “Poder obrero”, que no es más que el vacío ejercicio de fe que sustenta la desviación de la voluntad de las personas en privilegio de una nueva casta o clase dominante a la manera de las burocracias bolcheviques. Y creemos que, si bien eso de la “democracia directa” seguramente no sirve intencionadamente a los intereses de la tiranía de ningún partido o vanguardia revolucionaria, sí que deja los resquicios suficientes para mantener imposiciones y esconder dictaduras apoyadas en la ley del número. 

Nosotres no luchamos porque sean más o menos les que impongan sus intereses sobre otres; nosotres luchamos contra la imposición misma en todo lo que respecta a la organización colectiva de la vida en sociedad. No podemos confundir el libre acuerdo entre las personas en virtud de sus intereses comunes (y hacer o dejarlo de hacer según y cuando cada cual convenga) con ninguna clase de “Poder popular”. No necesitamos de la existencia de ningún Poder (por muy del pueblo que éste sea) que ratifique lo que nosotres mismes decidamos. Y es que, ante términos tan ambiguos como el de “democracia directa”, parece que estamos hablando más de un mito religioso en el que hay que creer y confiar porque sí, que de lo que sería la práctica palpable y cotidiana de la vida en sociedad. Si luchamos contra la imposición de la voluntad de unes sobre otres y por ser nosotres mismes, todes y cada une, quienes decidamos; ¿de qué sirve darle a esto nombres que no respetan realmente lo que queremos decir? 

Nosotres no luchamos por el Poder de nada ni de nadie; ni del “pueblo”, ni de la “clase obrera”, ni de les anarquistas; sino que luchamos por organizar libremente nuestras vidas. Si resulta absurdo hablar de Poder anarquista, ¿por qué nosotres mismes utilizamos “democracia” (una palabra que no puede desvincularse nunca de “Poder”) para referirnos a un pueblo organizado partiendo de principios anarquistas o libertarios? 

Creemos que esa no es ni mucho menos la manera más acertada para explicar a la gente de manera clara lo que el anarquismo supone, y creemos que daría lugar a la confusión la utilización de otros términos más claros y menos sujetos a una interpretación que a nosotres nos parece equivocada. Esperamos que estas reflexiones abiertas en todo momento a la discusión (pues todes podemos equivocarnos) sirvan para aclarar un poco más nuestras posturas.


Grupo Alma Negra F.I.J.L. Xixón 

Extraído de “Jake Libertario”, nº 17




Texto Relacionado: Bakunin, elecciones y democracia


martes, 9 de octubre de 2012

"Anarquistas" eleccionistas - Errico Malatesta



Dado que no hay ni puede haber una ley ni autoridad que dé o quite el derecho de llamarse anarquista, nos vemos verdaderamente forzados, de vez en cuando, a señalar la aparición de algún convertido al parlamentarismo que continúa, al menos durante cierto tiempo, declarándose anarquista.

No encontramos nada de malo ni de deshonroso en cambiar de opinión, cuando el cambio es motivado por nuevas y sinceras convicciones y no por el interés personal; desearíamos, sin embargo, que se dijera francamente en lo que uno se ha convertido y lo que uno ha dejado de ser, para evitar discusiones inútiles. Pero quizá esto no es posible, porque aquel que cambia de ideas no sabe en general, al principio, dónde va a terminar aterrizando. Por lo demás, lo que nos sucede, acontece, en una proporción más bien grande, en todos los movimientos políticos y sociales. Los socialistas, por ejemplo, tuvieron que sufrir a los explotadores del socialismo y a políticos de toda laya que se llamaban socialistas; y los republicanos se ven hoy igualmente obligados a soportar que algunos, vendidos al partido dominante, usurpan incluso el nombre de mazzinianos.

Afortunadamente, el equívoco no puede durar mucho. Pronto, la lógica de las ideas y la necesidad de acción fuerzan a los pretendidos anarquistas a renunciar espontáneamente a su nombre y a ocupar el lugar que les corresponde. Los anarquistas eleccionistas, que en diversas ocasiones se mostraron, todos ellos, de forma más o menos rápida, abandonaron el anarquismo, lo mismo que los anarquistas dictatoriales o bolchevizantes se convirtieron rápidamente en bolcheviques hechos y derechos que se pusieron al servicio del gobierno ruso y de sus delegados.

El fenómeno se produjo en Francia con motivo de las elecciones de estos últimos días. El pretexto es la amnistía."Hay miles de víctimas en cárceles y presidios; un gobierno de izquierda los amnistiaría; es deber de todos los revolucionarios, de todos los hombres de corazón hacer lo que puedan para que de las urnas salgan los nombres de los hombres políticos de los que se espera que den la amnistía." He ahí la tendencia dominante en el razonamiento de los convertidos.

Los compañeros franceses deben estar alerta.

En Italia, se produjo una agitación en favor de Cipriani, preso, que sirvió de pretexto a Andrea Costa para arrastrar a las urnas a los anarquistas de la Romaña, y empezar, así, a hacer degenerar el movimiento revolucionario creado por la Primera Internacional, y a acabar por reducir el socialismo a un medio de entretener a las masas y de asegurar la tranquilidad de la monarquía y de la burguesía. 

Pero, en realidad, los franceses no tienen ninguna necesidad de ir a buscar ejemplos a Italia, porque los tienen muy elocuentes en su propia historia. En Francia, como en todos los países latinos, el socialismo empezó despegando, si no como anarquismo, sí, al menos, como antiparlamentario; y la literatura revolucionaria francesa de la primera década después de la Comuna abunda en páginas elocuentes, debidas, entre otras, a la pluma de Guesde y de Brousse, contra la mentira del sufragio universal y la comedia electoral y parlamentaria. Así pues, lo mismo que Costa en Italia, los Guesde, los Massard, los Deville, y más tarde Brousse en persona, fueron muy atrapados por el hambre de poder y quizá también por el deseo de conciliar la fama de revolucionario con la vida tranquila y las pequeñas y grandes ventajas que se granjea aquel que entra en la vida política oficial, aunque sea a título de oposición. Y ya entonces toda la maniobra comenzó por cambiar la dirección del movimiento y hacer que los compañeros aceptaran la táctica electoral. La nota sentimental jugó también un importante papel en ese momento: se pedía la amnistía para los hombres de la Comuna, había que liberar al viejo Blanqui que se moría en la cárcel, y con cien pretextos y cien recursos para vencer la repugnancia que ellos mismos, los tránsfugas, habían contribuido a hacer nacer en los trabajadores contra el elecccionismo y que, además, estaba alimentada por el recuerdo todavía vivo del plebiscito napoleónico y de las matanzas perpetradas en junio de 1848 y en mayo de 1871 por voluntad de los diputados salidos del sufragio universal. Se decía que era necesario votar para contar, pero que se votaría por los inelegibles, por los condenados, por las mujeres o por los muertos; otros propusieron votar en blanco o con un slogan revolucionario; otros querían que los candidatos pusieran en las manos de los comités electorales cartas de dimisión para el caso de que salieran elegidos...Y después, cuando el fruto ya estuvo maduro, es decir, cuando la gente se dejó persuadir de ir a votar, se quiso ser candidato y diputado en serio: se dejó a los condenados pudrirse en la cárcel, se renegó del antiparlamentarismo y se echaron pestes sobre el anarquismo; y Guesde, después de cien palinodias, acabó como ministro del gobierno de la "Unión Sagrada", Deville llegó a ser embajador de la República burguesa y Massard, creo, algo todavía peor.

No queremos poner en duda, de antemano, la buena fe de los nuevos convertidos, y tanto más cuanto que, entre ellos, hay más de uno con quien mantenemos lazos personales de amistad. En general, estas evoluciones - o involuciones, si se quiere - tienen su comienzo en la buena fe, luego empuja la lógica, se mezcla en ello el amor propio, vence el medio en el uno se mueve...y uno se convierte en aquello que antes repugnaba. Quizá en el caso actual no haya nada de lo que tememos porque los neoconversos son muy pocos, y es muy débil la probabilidad de que encuentren grandes adhesiones en el campo anarquista, y estos compañeros, o ex-compañeros reflexionarán mejor o reconocerán su error. El nuevo gobierno que se instalará en Francia después del triunfo electoral del bloque de izquierda les ayudará a convencerse de que hay muy poca diferencia entre él y el gobierno precedente, pues no hará nada bueno - ni siquiera la amnistía - si la masa no lo impone por su agitación. Nosotros intentamos, desde nuestro punto de vista, ayudarles a encontrar la razón con una observación que, por lo demás, no debería ser nueva para quien ya haya aceptado la táctica anarquista.

Es inútil que nos vengan a decir, como lo hacen estos buenos amigos, que un poco de libertad vale más que la tiranía brutal sin límite y sin freno; que un horario de trabajo razonable, un salario que permita vivir un poco mejor que las bestias, la protección de las mujeres y de los niños, son preferibles a una explotación del trabajo hasta la extenuación completa del trabajador; que la escuela pública, por mala que sea, es siempre mejor, desde el punto de vista del desarrollo moral del niño, que la dirigida por curas o monjes...Muy de acuerdo con eso; y hasta podemos igualmente aceptar que puede haber circunstancias en las que el resultado de las elecciones en un Estado o en un Ayuntamiento puede tener consecuencias buenas o malas y que ese resultado podría ser determinado por el voto de los anarquistas, si las fuerzas de los partidos en competición estuvieran igualadas.

Generalmente, se trata en eso de una ilusión; las elecciones, cuando son pasablemente libres, no tienen más que el valor de un símbolo: indican el estado de la opinión pública, opinión que se impondría mejor, con medios más eficaces y con resultados mayores, si la triquiñuela que son las elecciones no le hubiera sido presentada. Pero eso no importa: aunque ciertos pequeños progresos fueran la consecuencia directa de una victoria electoral, los anarquistas no deberían ir a las urnas ni dejar de predicar su método de lucha.

Puesto que no se puede hacer todo en el mundo, hay que elegir la propia línea de conducta.

Siempre hay una cierta contradicción entre las pequeñas mejoras, la satisfacción de las necesidades inmediatas, y la lucha por una sociedad verdaderamente mejor que la que hay.

El que quiera consagrarse a construir urinarios o fuentes donde hagan falta; el que quiera desvivirse por conseguir la construcción de una calle, o la institución de una escuela municipal, o cualquier otra pequeña ley de protección del trabajo, o la destitución de un policía brutal, seguramente hace bien en servirse de su papeleta electoral, prometiendo su voto a tal o cual personaje poderoso. Pero, entonces, puesto que se quiere ser "práctico", hay que serlo del todo, y, entonces, mejor que esperar el triunfo del partido de la oposición, mejor es votar por el partido más cercano, arrastrarle el ala al partido dominante, servir al gobierno de turno, hacerse agente del gobernador o alcalde en ejercicio. Y, de hecho, el neoconverso del que hablamos no se proponía votar por el partido más avanzado, sino por el que tenía la mayor probabilidad de ser elegido: el bloque de izquierdas.

Pero, entonces, ¿dónde se va a parar?

Los anarquistas cometieron ciertamente mil errores, dijeron un ciento de cosas absurdas, pero siempre se mantuvieron puros y siguen siendo el bando revolucionario por excelencia, la formación del porvenir, porque han sabido resistir a la sirena electoral.

Sería verdaderamente imperdonable dejarse arrastrar por el torbellino cuando se acerca rápidamente nuestra hora..
 

lunes, 8 de octubre de 2012

Comunismo Libertario (Una aclaración básica e interesante)

Desde  Eolo Panclasta:
Una aclaración básica pero interesante sobre el Comunismo Libertario. Pongo un fragmento que he extraído de aquí: http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?p=478032#p478032 

1-El Comunismo Libertario tiene como padre al poco conocido anarquista italiano Carlo Cafiero (1846-1892). En su obra Anarquía y Comunismo, escrita en 1880, realiza una revisión al colectivismo de Bakunin, alegando que la teoría del valor-trabajo (Se obtiene de la sociedad la parte proporcional a lo que se ha producido, con lo cual, los medios de producción son colectivos, pero lo producido es individual) produciría una sociedad desigual, con distinciones de clase (Entre habilidosos y torpes), algo indeseable para el anarquismo. Más tarde Piotr Kropotkin (1842-1921) conoció a Cafiero y maduró sus ideas. Publicando en 1892 La conquista del pan, obra clave que definiría el comunismo libertario, mostrando una sociedad basada en el principio de Necesidad (Lo producido se distribuye según la necesidad, siendo pues comunales tanto los medios de producción como los propios productos, con lo que se logra una sociedad totalmente igualitaria). El comunismo libertario se opone a la dictadura del proletariado propia del Marxismo como punto para llegar a la sociedad igualitaria, al igual que el resto del movimiento anarquista.

Es pues el comunismo libertario una rama del anarquismo, producto del pensamiento de anarquistas, y no una síntesis con la teoría marxista. De hecho, no incorpora nada de la teoría marxista, ya que ésta defiende el valor-trabajo y la existencia del dinero en las primeras fases del socialismo, algo que no es compartido con los comunistas libertarios.
 
2-El símbolo de la A circulada no fue utilizada por el movimiento anarquista hasta finales de la década de 1960. El símbolo de la hoz y el martillo empezó a ser utilizado por los bolcheviques (marxistas) rusos en 1917, simbolizando que la revolución unía a campesinos y obreros. Ambos símbolos son pues muy posteriores al nacimiento del comunismo libertario. Los símbolos que encontramos más arriba son producto de gente que, desconociendo los orígenes del comunismo libertario, pensando que se trataba de la síntesis de anarquismo y marxismo, han decidido crear un símbolo que representa una idea errónea.

3-El nombre de comunismo libertario no proviene de la síntesis, sino de la oposición, siendo denominado a menudo el marxismo por los anarquistas como “Comunismo Autoritario”.

4-Tampoco es la síntesis de comunismo y anarquismo la teoría conocida como Marxismo Libertario, ya que ésta teoría defiende la dictadura del proletariado, eso sí, dando menos importancia al partido y más a colectivos y consejos obreros, formando estructuras más libertarias(pero no antitautoritarias, como en el caso del anarquismo). Es por tanto el marxismo libertario una rama del marxismo que tampoco tiene nada que ver con el anarquismo.