Con la
consecución del retorno de la detención por sospecha, la clase dominante
representada en el bacheletismo y el parlamento, se prepara para tiempos de
guerra contra los oprimidos y explotados. La clase media que ayer protestó
contra la «ley hinzpeter», hoy es artífice y cómplice de la política represiva
que se fortalecerá con la detención por sospecha contra todo aquel que parezca
una amenaza o que cuestione el injusto desorden dominante. Al respecto, Miguel
Amorós nos facilita algunos apuntes que, a pesar de estar escritos hace un
par de años y en otro contexto, de todas formas nos sirven para ahondar más en
el actual proceso de reestructuración de la política represiva del Estado
chileno.
«Cuando la clase dominante entra en conflicto con la democracia
parlamentaria formal tratará de salir mediante leyes de excepción y estados de
sitio encubiertos, como ha venido haciendo hasta ahora. Esa es la verdadera
función de la clase política y la burocracia obrerista en momentos de crisis
aguda. La clase política o Partido del Estado está para hacer innecesario el
siempre arriesgado recurso al golpe militar o al fascismo, pues ella ha de
bastarse y sobrarse para hacer de gendarme del capital mundial manteniendo las
mínimas apariencias de legitimidad parlamentaria. Conviene repetir que las
clases medias no constituyen exactamente una clase, sino un agregado variopinto
de fragmentos sociales, maleable y versátil, por lo que están condenadas a
seguir siendo hasta el fin una herramienta del capitalismo. No pueden
escapar a las alianzas de emergencia con la clase dominante, puesto que
necesitan una “dirección” y no hay otra clase capaz de dársela. Por otra parte,
las clases medias temen más a la anarquía popular, a la violencia de masas,
al anticapitalismo o al desmantelamiento del Estado, que a los impuestos, a los
recortes o a las privatizaciones. Están irritadas con los políticos, con el
parlamento y con el gobierno, pero todavía creen en los jueces, en la prensa,
en los funcionarios y las ONGs, en la sanidad y la enseñanza públicas, en la
ciencia y el progreso. Están sentadas sobre dos sillas inestables, pero ante
una alternativa demasiado pronunciada se aferrarán a los tópicos ciudadanistas
del orden antes que aventurarse por los inciertos caminos de la revolución
social. No será así en todos los casos, pero sí en la mayoría. Al menos en un
principio, cuando la clase dominante y el sistema partitocrático tengan las de
ganar. Su papel histórico es subalterno, nunca determinante. El sujeto
subversivo no surgirá de ellas, ni encontrará en ellas sus ilusiones y su ser.
Hemos apuntado la posibilidad de que de la plena descomposición del capitalismo
pueda emerger una clase “peligrosa” dispuesta a cambiar la sociedad de arriba
abajo y a eliminar el régimen político imperante. Esta clase negativa habrá de
rechazar la ideología ciudadanista tanto como la política profesional
mistificadora que hacen los partidos, pues su condición de existencia impone
una estrategia disolvente y un proceder independiente e igualitario. Si eso
llega a suceder, la cuestión de la clase media se resolverá por sí sola».*
*Fragmento
tomado de «Clase Media, Partitocracia y Fascismo» Por Miguel Amorós. Para leer el
artículo completo pueden hacer clic aquí.
Los puños airados y apretados, son hechos ya constituidos hace ya bastante tiempo, el poder cambiar todo esto depende solo y únicamente de nosotros, no está en manos de nadie más.
ResponderEliminarOjalá todas las personas $hilenas que tengan sufragio electoral, no votaran, así como lo hace la gente en la novela de José Saramago "Ensayo sobre la lucidez", pero hay miedo, lo que aún no entiendo es ¿Miedo de qué? si ya nos han quitado prácticamente todo.
Saludos y gracias por añadir el material de Miguel Amorós.
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