jueves, 17 de diciembre de 2015

El falso feminismo del Partido Comunista y el "camarada Gramsci" - Mariarosa Dalla Costa & Selma James

Al final del ensayo «Las mujeres y la subversión de la comunidad» (1971) de Mariarosa Dalla Costa, presentado por Selma James para la versión latinoamericana del libro «El poder de la mujer y la subversión de la comunidad» (1975), nos encontramos con una nota que nos llamó poderosamente la atención en donde se cuestiona el machismo organizacional del marxismo para con las mujeres de los entornos del Partido Comunista Italiano de influencia gramsciana. A continuación copiamos de forma textual la 'nota 20' del ensayo signado por Mariarosa Dalla Costa:



20.     Se ha observado que muchos bolcheviques después de 1917 encontraron a su pareja femenina entre la aristocracia desposeída. Cuando el poder sigue residiendo en los hombres, tanto a nivel del Estado como en las relaciones individuales, las mujeres siguen siendo "presas y siervas del placer de la comunidad". (Karl Marx, Manuscritos económicos-filosóficos de 1844, FCE, México, 1962, p. 134. Traducción al español de Julieta Campos, basada en la traducción inglesa de T. B. Bottomore) La progenie de "los nuevos zares" se remonta muy atrás. Ya en 1921 en las "Decisiones del Tercer Congreso de la Internacional Comunista", se lee en la Parte I dedicada al "Trabajo entre las mujeres": "El Tercer Congreso del Comintern confirma la proposición básica del marxismo revolucionario, a saber, que no existe una «cuestión específica de la mujer» ni tampoco un «movimiento específico de las mujeres», y todo tipo de alianza de las mujeres obreras con el feminismo burgués, así como cualquier apoyo de las mujeres obreras a las tácticas traidoras de los oportunistas y reformistas sociales, lleva al debilitamiento de las fuerzas del proletariado... Para poner fin a la esclavitud de las mujeres es necesario inaugurar la nueva organización comunista de la sociedad".


Como la teoría era masculina, la práctica consistía en "neutralizar". Citemos a uno de los padres fundadores. En la primera Conferencia Nacional de Mujeres Comunistas del Partido Comunista de Italia, el 26 de marzo de 1922, "el camarada Gramsci señaló que debe organizarse una acción especial entre las amas de casa, las cuales constituyen la gran mayoría de las mujeres proletarias. Dijo que se las debe relacionar de alguna manera con nuestro movimiento estableciendo organizaciones especiales. Las amas de casa, en lo que respecta a la calidad de su trabajo, pueden considerarse similares a los artesanos y, por lo tanto, es muy difícil que se hagan comunistas; sin embargo, como son las compañeras de los obreros y como comparten de alguna manera la vida de los obreros, el comunismo les atrae. Nuestra propaganda puede tener, por lo tanto, una influencia encima (sic) de estas amas de casa; puede ser instrumental, si no para darles puestos dentro de nuestra organización, sí para neutralizarlas; de modo que no obstaculicen el camino de las posibles luchas de los obreros". (Tomado de Compagna, órgano del Partido Comunista Italiano para el trabajo con mujeres. Año I, Nº3, 2 de abril, 1922, p. 2)



Una Huelga General - Mariarosa Dalla Costa (Traducción al castellano por @rebeldealegre )

«Wages for Housework» fue el nombre que tomó la campaña feminista internacional que luchó por un salario para el trabajo doméstico desde una concepción feminista. De este modo lo narra Silvia  Federici: "Estuve cinco años en una organización que llevó a cabo una campaña internacional que luchaba a favor de un salario para el trabajo doméstico. En 1972 en Italia fundamos un colectivo internacional bajo el nombre de Colectivo Feminista Internacional, con el cual lanzamos la campaña internacional Salario por el Trabajo Doméstico (Wages for Housework). Lo que decíamos era que el salario para el trabajo doméstico es muy importante.

Antes que nada tiene muchas funciones. Es diferente cuando el trabajador asalariado lucha por mejoras salariales y cuando el esclavo lucha por un salario, y hacíamos esta analogía entre el ama de casa y el esclavo, porque antes que nada estamos haciendo visible el trabajo que se hace, puesto que la invisibilidad ha sido una de las causas fundamentales de nuestra opresión. Así que lo primero era hacer visible nuestra explotación, dejando claro que esto es trabajo, es trabajo que produce capital. De este modo, cuando pedimos un salario por el trabajo doméstico estamos creando un espacio de lucha, haciendo visible la explotación y haciendo visible nuestra relación con el capital y el estado, saliendo de la realidad del trabajo doméstico, saliendo de la idea de que el trabajo doméstico es un servicio personal. Segundo, la falta de dinero por el trabajo que hacemos nos convierte en dependientes de los hombres, así que trabajas, pero después tienes que pedir dinero para vivir.

El salario para el trabajo doméstico permitiría a las mujeres tener algún tipo de autonomía económica de los hombres, no del capital, y esto, de hecho, ya sería un cambio importante en las relaciones con los hombres y la sociedad. Tercero, cuando salen a buscar un trabajo, muchas veces las mujeres consiguen trabajos relacionados con el trabajo doméstico y, acostumbradas a hacer este trabajo gratuitamente, es más probable que acepten salarios más bajos. Así que luchando por un salario para el trabajo doméstico se rompen toda una serie de dependencias, invisibilidades y naturalidades a la vez que se abre un espacio de lucha. No lo vemos como un fin en sí mismo, sino como un movimiento de una lucha más general donde podemos conseguir involucrar a muchas mujeres, porque, aunque no hagamos trabajos domésticos, todas somos amas de casa de alguna manera, puesto que cada mujer es vista de una manera concreta debido a este trabajo. Para nosotras, la idea de que el trabajo doméstico institucionaliza a la mujer en casa no era válida: es la falta de dinero, de autonomía, la que la mantiene encerrada en casa."* 

A continuación, compartimos un artículo disponible por primera vez en castellano gracias al incansable aporte y traducción de @rebeldealegre, que refleja el profundo alcance de la crítica feminista de los años 70, movimiento que marcó un antes y un después en la economía feminista y anticapitalista. Salud y anarcofeminismo. N&A






Publicado originalmente en All Work and No Pay: Women, Housework and the Wages Due. Falling Wall Press. [1975] [Dalla Costa ofreció el siguiente discurso en la celebración del Día Internacional de la Mujer en Mestre, Italia, 1974.]

Hoy el movimiento feminista en Italia abre la campaña Wages for Housework (Salarios para el trabajo doméstico). Como han oído en las canciones, como han visto en la exhibición fotográfica, como han leído en los carteles, las preguntas que planteamos hoy son muchas: las condiciones barbáricas en que tenemos que enfrentar el aborto, el sadismo al que somos sujetas en las clínicas obstetras y ginecológicas, nuestras condiciones de trabajo — en los empleos fuera del hogar nuestras condiciones son siempre peores que las de los hombres, y en el hogar trabajamos sin salario — el hecho de que los servicios sociales o bien no existen o son tan malos que tememos que nuestras niñas y niños las usen, y así.

Bien, en algún momento se podría preguntar, ¿cuál es la conexión entre la campaña que abrimos hoy, la campaña de Salarios para el trabajo doméstico, y todas estas cosas que planteamos hoy, las que hemos expuesto y contra las que luchamos. Todas estas cosas de las que hemos hablado, de las que hemos hecho canciones, que hemos mostrado en nuestras exhibiciones y películas?

Nosotras creemos que la debilidad de todas las mujeres — aquella debilidad que está tras el hecho de haber sido tachadas de toda la historia, que está detrás del hecho de que cuando dejamos la casa debemos enfrentar los empleos más repulsivos, mal pagados e inseguros — esta debilidad se basa en el hecho de que todas nosotras las mujeres, lo que sea que hagamos, estamos agotadas y exhaustas desde un inicio por las 13 horas de trabajo doméstico que nadie ha reconocido nunca, por el que nadie ha pagado nunca.  

Y esta es la condición básica que fuerza a las mujeres a estar satisfechas con guarderías como “Pagliuca”, “Celestini”, “OMNI”. [“Pagliuca” y “Celestini” — ambas guarderías infamemente brutales. “OMNI” — las guarderías del Estado, están pobremente equipadas y son mal administradas.] Esta debilidad nos fuerza a pagar medio millón de liras por un aborto y esto, digámoslo claramente, ocurre en cada ciudad y en cada país — y encima de todo arriesgamos la muerte y la prisión. 

Todas hacemos trabajo doméstico; es la única cosa que todas las mujeres tienen en común, es la única base sobre la que podemos congregar nuestro poder, el poder de millones de mujeres.

No es accidental que los reformistas de toda estirpe hayan evitado siempre y detenidamente la idea de que nos organicemos sobre la base del trabajo doméstico. Siempre se han negado a reconocer el trabajo doméstico como trabajo, precisamente porque es el único trabajo que todas tenemos en común. Una cosa es confrontar a doscientas o trescientas mujeres trabajadoras en una fábrica de zapatos, y otra cosa muy distinta confrontar a millones de amas de casa. Y ya que todas las mujeres trabajadoras de fábrica son amas de casa, es todavía otro asunto confrontar a estas doscientas o trescientas trabajadoras de fábrica unidas a millones de amas de casa.

Pero esto es lo que estamos poniendo en la agenda hoy en esta plaza. Este es el primer momento de organización. Hemos decidido organizarnos en torno al trabajo que todas hacemos, para así tener el poder de millones de mujeres.
  
Para nosotras, ahí, la demanda por salarios para el trabajo doméstico es una demanda directa de poder, porque el trabajo doméstico es lo que millones de mujeres tienen en común.

Si podemos organizarnos las millones que somos en torno a esta demanda — y ya hay muchísimas en esta plaza — podemos tener tanto poder que ya no necesitaremos estar más en una posición de debilidad cuando salgamos de casa. Podemos obtener nuevas condiciones de trabajo en el trabajo doméstico mismo — si tengo dinero propio en mi bolsillo puede incluso comprar un lavaplatos sin sentirme culpable y sin tener que rogarle por meses a mi marido para obtenerlo mientras él, que no lava, considera que un lavaplatos es innecesario.

De modo que si tengo dinero propio, pagado en mis manos,  puedo cambiar las condiciones del trabajo doméstico. Y aún más, podré escoger si quiero salir a trabajar. Si tengo 120.000 liras por el trabajo doméstico nunca más me venderé por 60.000 liras en una fábrica textil, o como secretaria de alguien, o como cajera o acomodadora en el cine. De igual modo, si ya tengo cierta cantidad de dinero en mis manos, si ya tengo conmigo el poder de millones de mujeres, podré dictar una calidad completamente nueva de servicios, guarderías, comedores, y todas aquellas instalaciones que son indispensables para reducir las horas de trabajo y para permitirnos tener vida social.

Queremos decir algo más. Por largo tiempo — y fuertemente en particular  en los últimos 10 años, pero digamos que siempre — los trabajadores varones han salido a luchar contra sus horas de trabajo y por más dinero, y se han reunido en esta plaza.

En las fábricas de Porto Marghera ha habido muchas huelgas, muchas luchas. Recordamos muy bien las marchas de trabajadores varones que comenzaron en Porto Marghera, cruzaron el Puente Mestre y llegaron aquí a esta plaza.

Pero dejemos esto en claro. Ninguna huelga ha sido nunca una huelga general. Cuando la mitad de la población trabajadora está en casa en las cocinas, mientras los otros están en huelga, eso no es una huelga general.

Nunca hemos visto una huelga general. Sólo hemos visto varones, generalmente varones de grandes fábricas, salir a las calles, mientras sus esposas, hijas, hermanas, madres, seguían cocinando en las cocinas.

Hoy en esta plaza, con la apertura de nuestra movilización por Salarios para el Trabajo Doméstico, ponemos en la agenda nuestras horas de trabajo, nuestras vacaciones, nuestras huelgas y nuestro dinero.

Cuando obtengamos un nivel de poder que nos permita reducir nuestras 13 o más horas de trabajo al día, a ocho o incluso menos que ocho, cuando a la vez podamos poner en agenda nuestras vacaciones — porque no es secreto para nadie que los días domingo y durante las vacaciones las mujeres nunca tienen vacaciones — entonces, tal vez, podamos hablar por primera vez de una huelga ‘general’ de la clase trabajadora.

Mariarosa Dalla Costa