lunes, 25 de junio de 2012

Capitulo II del Libro "MORAL Y ETICA" (compilado de textos de Albert Camus) Libro Completo en : http://www.kclibertaria.comyr.com/lpdf/l234.pdf

Comunismo y anti-comunismo
 Albert Camus



El de marzo de 1944, en Argel, el Congreso de “Combat” sostuvo que el movimiento “Combat” hacía suya la fórmula: “El anticomunismo es el comienzo de la dictadura”. Creemos oportuno recordarlo y agregar que nada puede cambiarse en esta fórmula en momentos en que querríamos aclarar con algunos de nuestros camaradas comunistas ciertos malentendidos que comienzan a asomar. Estamos convencidos, en efecto, de que nada bueno puede hacerse si no hay claridad. Y quisiéramos intentar hoy emplear, acerca de un tema sumamente difícil, el lenguaje de la razón y la humanidad.

Al comienzo sentamos un principio, y no fue sin reflexión. La experiencia de estos últimos veinticinco años dictó esta preposición categórica. Lo cual no significa que seamos comunistas. Los cristianos tampoco lo son y, sin embargo, han aceptado la unidad de acción con los comunistas. Y nuestra posición, como la de los cristianos, significa: si bien no estamos de acuerdo con la filosofía ni con la moral práctica del comunismo, rechazamos enérgicamente el anticomunismo político, porque conocemos su inspiración y sus fines inconfesados.

Una posición tan firme no debiera dejar lugar a ningún malentendido. Sin embargo, no es así. Luego, nos debemos de haber expresado torpemente o, al menos, con oscuridad. Nuestra tarea ha de consistir, entonces, en tratar de comprender esos malentendidos y disiparlos. Nunca se podrá suficiente franqueza y claridad en uno de los problemas más importantes del siglo.

Digamos, pues, categóricamente que los posibles malentendidos tienen su origen en una diferencia de métodos. La mayor parte de las ideas colectivistas y del programa social de nuestros camaradas, su ideal de justicia, su repudio a una sociedad en la que el dinero y los privilegios ocupan el primer lugar, todo ello nos es común. Simplemente, y nuestros camaradas lo reconocen de buena gana, ellos encuentran en una filosofía muy coherente de la historia la justificación del realismo político como medio exclusivo para lograr el triunfo de un ideal común a muchos franceses. Es en este punto donde, muy claramente, nos separamos de ellos, lo hemos dicho mil veces: no creemos en el realismo político. Nuestro método es diferente.

Nuestros camaradas comunistas deben entender que hombres que no tenían una doctrina tan sólida como la suya hayan tenido mucho para meditar durante estos cuatro años. Y lo han hecho con buena voluntad, en medio de mil peligros. Entre tantas ideas trastocadas, tantas figuras puras sacrificadas, en medio de los escombros, sintieron la necesidad de una doctrina y una vida nuevas. Para ellos todo un mundo murió en junio de 1940.

Hoy buscan esta nueva verdad con la misma buena voluntad y sin exclusivismos. También se puede comprender perfectamente que esos mismos hombres, al reflexionar sobre la más amarga de las derrotas, conscientes además de sus propias flaquezas, hayan juzgado que su país pecó por confusión y que, de ahora en más, el porvenir sólo tendrá sentido con un gran esfuerzo de clarividencia y de renovación.

Éste es el método que tratamos de aplicar hoy y querríamos que se nos reconociera el derecho de intentarlo de buena fe. Este método no pretende rehacer toda la política de un país, sólo quiere tratar de provocar en la vida política de ese mismo país una experiencia muy limitada que consistiría en introducir, por medio de una simple crítica objetiva, el lenguaje de la moral en el ejercicio de la política. Esto significa decir que sí y no al mismo tiempo, y decirlo con la misma serenidad y la misma objetividad.

Si se nos lee con atención, y ésta la menor benevolencia que puede acordarse a toda empresa de buena fe, se verá que a menudo devolvemos con creces con una mano lo que parece que quitamos con la otra. Si se considera solamente nuestras objeciones, el malentendido es inevitable. Pero si se equilibran esas objeciones con la afirmación muchas veces repetida desde aquí de nuestra solidaridad, se reconocería sin esfuerzo que tratamos de no ceder a la vana pasión humana y de hacer siempre justicia a uno de los movimientos más considerables de la historia política.

Puede suceder que no sea siempre evidente el sentido de este difícil método. El periodismo no es escuela de perfección: son necesarios cien números de un diario para precisar una sola idea. Pero esta idea puede ayudar a precisar otras, con la condición de que se ponga, al examinarla, la misma objetividad que se puso al formularla. Puede ser también que nos engañemos y que nuestro método sea utópico o imposible. Pero pensamos que no podemos afirmarlo antes de haberlo intentado. Es la experiencia que hacemos desde aquí, tan lealmente como les es posible a hombres que no tienen más preocupación que la lealtad.

Sólo pedimos a nuestros camaradas comunistas que mediten esto, como nosotros nos esforzamos por reflexionar sobre sus objeciones. Con esto ganaremos, al menos, que cada uno pueda precisar su posición y, en cuanto nos concierne, ver más claramente las dificultades y las probabilidades de éxito de nuestra empresa. Es esto lo que nos induce a hablar con ellos de tal manera. Y también la exacta noción que tenemos de lo que Francia perdería si nuestras reticencias y desconfianzas recíprocas nos condujeran a un clima político que los mejores de los franceses rehusaran aceptar, prefiriendo, entonces, la soledad a la polémica y la desunión.

(Combat, 12 de octubre de 1944).


Texto extraído y libro completo en  http://www.kclibertaria.comyr.com/lpdf/l234.pdf




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