El último número de El Fuelle,
órgano de expresión y combate de las Juventudes Libertarias, recoge un
amplio e interesante artículo sobre la acción directa y la propaganda
por el hecho en donde se defienden estos dos conceptos en su correcta
acepción, por cuanto “representan la más alta expresión de la
organización y el quehacer del proletariado libertario”. El texto lleva
la firma de las JJLL de Gijón y lo reproducimos a continuación:
A estas alturas de la película a nadie le resulta
sorprendente ya el tesón con el que, desde fuera de los ámbitos
libertarios, se insiste en atacar al anarquismo de todas las formas
posibles, un ataque global, bajo la acusación de ser una ideología
utópica, caótica y violenta. Incluso los anarquistas hemos llegado a ser
calificados como “bandidos con carné”[1].
Estos ataques han provenido, ya desde el siglo XIX,
de gran variedad de estamentos e ideologías, el estado, la iglesia, los
mass media, gran parte de la intelectualidad, marxistas, liberales,
socialdemócratas… todos hacen referencia e hincapié en que el anarquismo
es una concepción ideológica utópica – ¿Acaso hay alguna que no lo sea?
– , intrínsecamente desorganizada – refiriéndose con esto a la
horizontalidad – y estrechamente ligada a la violencia…
Como tratar de defendernos de las tres clásicas vías
de ataque – utopismo, organización y violencia – da para un libro bien
gordo – como el de Petete -, y nada más lejos de nuestra intención,
hemos decidido centrarnos en un aspecto muy concreto pero de gran
relevancia a nuestro juicio, el pernicioso, malintencionado y falaz
ataque con el tratan de desprestigiarse las herramientas del trabajo
propias del anarquismo, a saber: la Acción Directa y la Propaganda por
el Hecho asociadas indisolublemente con la violencia, sinónimos, dos
caras de la misma moneda.
En esta situación, de la que repetimos nadie puede
abstraerse, es de vital importancia la defensa de estos dos conceptos –
en su correcta acepción -, por cuanto representan la más alta expresión
de la organización y el quehacer del proletariado libertario. Por ello,
para defenderlos, hemos de conocer que son en realidad y tenerlos bien
claros y presentes en nuestra militancia diaria.
La asociación de la Acción Directa y la Propaganda
por el Hecho, con la violencia se encuentra institucionalizada en la
sociedad. Institucionalizada no solo porque políticos y medios de
comunicación se empeñen en asociar ambos términos – siendo solo los
últimos los capaces de tener éxito en su tarea -, gratificantemente,
para ellos, apoyados por ordas de estúpidos que esperan ver nacer la
revolución entre dos contenedores en llamas. No. Se encuentra
institucionalizado en la medida en que la R.A..E., historiadores, grupos
editoriales “serios”, etc. toman y presentan al anarquismo en general, o
a la Acción Directa por ejemplo, como conceptos hermanados con la
violencia. A nuestro modo de ver las consecuencias de ésto son mucho más
graves, a los políticos nadie nadie los escucha ya – al menos para bien
-, la labor de los mass media en ocasiones llega a resultar
contraproducente – como está sucediendo con el término antisistema,
nuevos diablos del S.XXI que consiguen el apoyo de pérfidos ciudadanos
poseídos -, pero si quien lo dice es la R.A.E., Stanley Payne o la
editorial Vincens Vives será que es verdad.
Así las cosas no resulta para nada raro leer
afirmaciones tales como que los anarquistas “trataban de extender su
ideal mediante la Propaganda por el Hecho/Acción Directa realizando
atentados con los que esperaban una respuesta favorable de los obreros
que desencadenara la revolución”.
Afirmaciones como ésta, por un lado, nos arrancan una
sonrisa pues se puede obervar objetivamente el gran número de
“estúpidos con carné” – de historiador, de intelectual…- que hacen
buenas las “Leyes fundamentales de la Estupidez Humana” de Cipolla. Pero
por otro lado duele, y mucho, ver como se atenta contra la verdad y el
significado de los términos, ver como se prostituye la historia.
Pero si nos duele tal visión por parte de aquellos de
los que poco o nada podemos esperar ¿Cuánto más no ha de dolernos la
errónea interpretación que se da a ambos términos, en innumerables
ocasiones, por parte de nuestros propios compañeros – o pseudocompañeros
-? Por parte de aquellos que debieran combatir con toda su voluntad el
manipulado discurso del sistema, tratando de hacer ver que en realidad
Acción Directa y Propaganda por el Hecho son lo que son y no lo que
otros, lo que la burguesía, lo que el estado, quieren que sea.
Esos “compañeros” que familiarizan la violencia en
sus más distintas formas con nuestro quehacer diario, ligándola y
haciéndola intrínseca, inseparable, de la Propaganda por el Hecho y la
Acción Directa – y por ende del anarquismo -, flaco favor le hacen a la
idea que pretenden defender, pues justifican y acaban convirtiendo en
realidad lo que en origen no es más que una mala mentira. Este
fetichismo de la violencia – tanto pasada como presente – en el que
muchos, aunque sean una minoría, se recrean contribuye a falsear la
historia otorgándole un protagonismo en la idea libertaria y en el
movimiento que nunca ha tenido[2].
Por todo ello queremos contribuir, con las siguientes
líneas, a mostrar, definir y difundir lo que son estos dos bellos
conceptos que distan, y mucho, de ser unas acciones violentas y
destructivas. Nada más lejos de la realidad, Acción directa y Propaganda
por el Hecho, son dos conceptos constructivos, creadores y no
violentos.
Acción directa
Quizá el ejemplo más claro sobre todo lo anteriormente expuesto lo
encontramos en los libros de texto de bachillerato de la editorial
Viçens Vives en los cuales podemos leer cosas como que “parte del
movimiento anarquista optará por la acción directa” y organizará grupos
autónomos revolucionarios con el objeto de atentar contra los pilares
básicos del capitalismo: el estado, la burguesía y la iglesia” o que “la
proliferación de atentados ahondó la división del anarquismo entre los
partidarios de continuar con la acción directa y aquellos que
propugnaban una acción de masas”. A parte de las mentiras que contienen
ambas citas podemos observar además, una ignorancia flagrante del asunto
que se está tratando al contraponer la Acción Directa con la Acción de
Masas, puesto que Acción Directa no es otra cosa que Acción de Masas,
son equivalentes, son sinónimos [3].
Del mismo modo ocurre cuando desde los propios
círculos libertarios se considera que una acción directa contra una
empresa/ institución/estado/persona pasa por reventar una cristalera,
averiar una máquina o el mobiliario urbano, agredir a una persona, etc.
En ese fatídico momento en el que la relacionamos con violencia, no solo
se hace patente el desconocimiento de lo que es Acción Directa sino
también el desconocimiento de lo que significa el sabotaje – o el boicot
en su caso -. El gran problema es que existe un error de concepción
básico y es que la Acción Directa jamás es una acción en contra de sino
con, es decir, la Acción Directa busca negociación sin intermediarios
entre la masas (las personas afectadas) y el ente o personas contrarias
(los afectadores).
El problema reside en que el estado, el capital, los
opresores en general, no estarán nunca dispuestos a negociar de partida –
y menos con la masa – y si, con el paso del tiempo, lo están, es
mediante sus reglas impuestas (Acción Mediada) por lo que suele hacerse
necesario, por lo que solemos vernos obligados, recurrir al boicot o a
acciones de sabotaje, para obligar al empleo de la Acción Directa, que
es la acción de la mayoría, y garantizar su éxito, que es el éxito de la
mayoría.
Tras esta breve explicación pasamos a reproducir un extracto de un
artículo Joan Peiró relativo a la Acción Directa en el cual se define y
ejemplifica con claridad el término:
LA ACCIÓN DIRECTA
La acepción que en nuestros medios se ha dado a la acción directa es tan simple y pueril, que los adversarios hallan en ello motivos para calificarnos en las formas más despectivas. La acepción que generalmente se da a la acción directa es ésta: «Solución de los conflictos entre el capital y el trabajo tratando directamente patronos y obreros, prescindiendo de la Autoridad.» Repetimos que ésa es la acepción general, y no hay que decir que ella denota una pobreza universal y justifica las pullas y epítetos, provenientes, desde luego, de los que disimulan su ignorancia con la ignorancia de los demás.
Esencialmente, «acción directa» significa «acción de
masas», y las masas obreras no solamente están interesadas en los
problemas que se debaten entre el capital y el trabajo, sino que lo
están asimismo en todos los problemas de la vida pública y social, sean
ellos morales, políticos, jurídicos, administrativos, culturales, y
cuantos se refieran al orden de la justicia y la libertad. Por eso
mismo, si acción directa es solucionar los conflictos
económicos-profesionales tratando directamente con la burguesía,
prescindiendo de la autoridad, igualmente «debe ser y es» acción directa
tratar directamente con la autoridad y con el Estado, el Municipio o
cualquier otro estamento, en tanto los problemas a tratar y resolver se
debatan entre la clase obrera y cualesquiera de dichas instituciones.
Veamos de aportar ejemplos.
Supongamos que es la autoridad gubernativa quien
clausura un centro obrero u ordena la detención de uno o varios
trabajadores y que esa detención, por ser gubernativa, es arbitraria. Sería pueril reclamar a la burguesía el levantamiento
de la clausura o la revocación de la orden de detención, por cuanto lo
natural y lógico sería ir directamente a la autoridad gubernativa que
tal decretara.
[...]
El
plano característico del Sindicalismo es la acción directa, es la
acción de masas, y es necesariamente preciso que sean las mismas masas
las que practiquen la acción directa, las que por sí mismas traten y
resuelvan los problemas que propiamente les interesen. Observando así el
Sindicalismo, y adiestradas las masas, en la más amplia práctica de la
acción directa, es incuestionable que ellas estarán en condiciones de
prescindir, y probablemente prescindirán, de los partidos políticos que
las dividen y distraen de su objetivo emancipador, y de los políticos
que las explotan en su exclusivo provecho personal.
Y con ello se logrará el natural y absoluto deslinde
de campos: a un lado el capitalismo y al otro el proletariado; aquí los
explotadores, los victimarios; allá los explotados, las víctimas…
Sin transiciones, sin falacias redentoristas, tal cual en verdad es la realidad.
Una vez expuesta la cita nos encontramos con dos
elementos importantes para nuestra argumentación. Por un lado, la Acción
Directa dista mucho de ser una simple negociación capital vs trabajo,
como normalmente se mantiene, y por otro, la Acción Directa no es
violencia, tal y como sostenemos.
Habrá quien pueda decir en este momento que, aun
aceptando la premisa de que en la teoría la Acción Directa no sea
violenta, la realidad nos impone una contrariedad ya que las huelgas,
las manifestaciones, etc. – que no son más que elementos de presión de
esta herramienta – son acciones violentas.
Ni que decir tiene que tal afirmación está tan
alejada de la realidad como la Luna de la Tierra. Si las
manifestaciones, lo piquetes o las huelgas [4] no son violentas per se –
por mucho que algunos personajes aislados, dispuestos a que todos nos
comamos 14 hostias con tal de quemar un contenedor, un cajero, etc. se
empeñen-. Pero, si mediante el uso de la coacción, la amenaza y la
violencia, se viola, se arrebata, nuestro legítimo derecho a la protesta
ante una situación de injusticia y a la defensa de nuestros intereses,
¿Cuál ha de ser nuestra respuesta? Porque debemos recordar en este
momento que una desobediencia civil pacífica también es punible, y con
grandes penas – cada vez mayores -, por no hablar de que además te comes
las hostias.
De cualquier manera, estas acciones no son acciones
violentas, a no ser que se considere violencia el mero hecho de realizar
una huelga, en cuyo caso resulta inútil cualquier intento de
razonamiento con los interfectos, puesto que del mismo modo en que esto
se considera violencia, es de suponer que no se considerará opresivo y
violento el régimen de explotación económica y de opresión ideológica,
moral y cultual al que nos somete el sistema capitalista.
En conclusión, podemos definir la Acción Directa como
el arma política del proletariado. Acción de Masas encaminada a la
resolución de conflictos entre el capital, el estado – política,
administración, jurídica, moral, etc. – y el proletariado, realizable de
una u otra forma, con tal o cual intensidad y acompañada o no de
sabotajes y boicots según las exigencias del momento, pero siempre al
margen de intermediarios.
Propaganda por el Hecho
Si ya la Acción Directa resulta conflictiva en su acepción común qué
decir de la Propaganda por el Hecho. Concepto este que si puede ligarse
nítidamente con la violencia, aunque solo de forma parcial y por una
interpretación errónea de lo que, desde nuestro punto de vista, ésta
significaba en un principio. Esta vinculación proviene esencialmente de la última
década del S. XIX, cuando se sucedieron gran cantidad de ataques contra
políticos y burgueses dentro de una estrategia de lucha terrorista que
algunos denominaron como Propaganda por el Hecho. Sin embargo esta definición no hace sino referencia a
una pequeña parte de lo que el concepto engloba en sí mismo, además
entendemos que se trata de una acepción errónea por ser una
interpretación a posteriori, puesto que el término cuando fue enunciado
por vez primera no recogía en él la acción mediante atentados.
La “Propaganda por el Hecho” fue formulada por
primera vez en 1876, en el boletín del a Federación del Jura, en un
artículo de Malatesta y Cafiero en el que se decía: “El hecho insurreccional destinado a afirmar los
principios socialistas mediante la acción es el medio de propaganda más
efectivo y el único que sin engañar y corromper a las masas puede
penetrar hasta las capas sociales más profundas y atraer a las fuerzas
vivas de la humanidad a la lucha mantenida por la internacional”
A la vista de tal formulación se percibe
meridianamente que la Propaganda por el Hecho no responde a la violencia
clásica atribuida al término, por mucho que algunos compañeros, en su
error – y persistencia insistente en el mismo -, hayan acabado
asociándolo de forma indisoluble.
Los atentados contra la vida de una persona son
simplemente eso, atentados, no un hecho insurreccional por mucho que se
le quieran buscar 3 pies al gato. Allá cada cual con la consideración en
la que estime este tipo de acciones de carácter burgués[5], aunque quizá
no esté de más recordar, cuando los impulsos se imponen a la razón y el
odio ciega nuestro entendimiento, aquella característica frase de los
internacionales decimonónicos españoles “Paz a los hombres, guerra a las
instituciones” – por mucho que las circunstancias puedan obligarnos, en
ocasiones, a traicionar nuestros principios en base a la defensa de
nuestra vida- .
Sin embargo si puede atribuírsele tal condición
cuando la Propaganda por el Hecho se enmarca dentro de lo que si dice la
primigenia acepción del término, es decir, cuando hablamos de
insurrección.
La insurrección, como máxima expresión de la
Propaganda por el Hecho, pretende llevar a la sociedad en modo de
Anarquía en la práctica lo que generalmente se queda en libros y
folletos, en palabras en general. Llevar a la práctica la teoría.
Ahora bien ¿Es violento llevar a la práctica la
teoría? La respuesta que se impone es negativa en la mayoría de los
casos, ¡Hombre! Si la teoría dice que ha de acusarse a un país de tener
armas de destrucción masiva para, posteriormente, bombardearlo y
adueñarse de sus recursos, amén de realizar un suculento negocio con la
reconstrucción del mismo, podríamos concluir que sí, que es violento.
Pero a la legua salta que no nos encontramos ante este caso.
Llevar a la realidad una sociedad organizada
horizontalmente, basada en aquello de libertad, igualdad y fraternidad,
en la que rija lo de: de cada cual según sus capacidades, a cada cual
según sus necesidades, sin el robo y la explotación que suponen la
propiedad y el capital; no es violento. Pueden ocurrírsele a uno todos
los adjetivos que considere oportunos, incluso los más peyorativos, pero
el adjetivo violento no ha lugar.
Estando en esta situación la cuestión: ¿Dónde estriba la violencia del hecho insurreccional? ¿La violencia de la revolución?
La violencia, que ha de hallarse a la fuerza en algún
lugar para hacer su aparición, no puede estar si no enfrente de quienes
llevan o pretenden llevar la anarquía a la práctica. Y alguien podría
echarse las manos a la cabeza ante tal afirmación, pero si algo nos ha
enseñado la historia – que visto lo visto tal pudiera decírsenos que no
nos ha enseñado nada -, es que las insurrecciones del proletariado se
han caracterizado por su contundencia, pero también por su respeto a la
integridad del enemigo de manera mayoritaria una vez acaba el
enfrentamiento armado – aunque es evidente que siempre existieron y
existirán descontrolados -. Los asesinatos a sangre fría son un rara
avis dentro del proceso insurreccional del proletariado en general [6], y
del anarquista en particular, y generalmente no responden a directrices
pactadas.
Pues sí, la violencia estriba en aquellos que
pretenden defender al estado y al capital por cualquier medio, pues,
¿quienes son, si no ellos, los que arremeten con toda su fuerza contra
un pueblo que en mayoría y libertad ha decidido regir sus propios
destinos conforme a un sistema libertario y, mediante la opresión por el
temor a la extensión del ejemplo, la aplastan con toda su fuerza y
crueldad sometiendo a la mayoría por la minoría? ¿Acaso no es ésta la
violencia? ¿Acaso es necesario mencionar cuál ha de ser la respuesta
lógica cuando ponen en peligro tu propia vida? ¿Acaso no sería una
estupidez no estar preparado para la defensa de una revolución?
Un buen ejemplo de estas insurrecciones podemos
encontrarlo en el campo andaluz, que durante más de 60 años (entre los
años 70 del S. XIX y los años 30 del S. XX) fue el paladín español de la
Propaganda por el Hecho, tanto por sus acciones como por su extensión
en el tiempo.
En las insurrecciones campesinas de este periodo los
jornaleros asaltaban las tierras de los terratenientes,
colectivizándolas y poniéndolas a su servicio. Al servicio de unas
gentes que, literalmente, se morían del hambre que los señoritos les
hacían pasar al pagarles salarios miserables y no permitir el cultivo de
las tierras baldías, que no eran pocas.
Pues bien, estas insurrecciones, que lograron
contagiar la ideología y el activismo libertario en toda Andalucía hasta
la reacción de 1936, son un claro ejemplo de Propaganda por el Hecho y
violencia, sí, violencia de los terratenientes, la Guardia Civil y el
ejercito. Los revolucionarios, los jornaleros, ocupaban las tierras y
las colectivizaban, como hemos dicho por un motivo muy sencillo: no
morirse de hambre. Se acompañaba la insurrección generalmente de la
quema de títulos de propiedad y, en ocasiones, de la muerte de algún
capataz o incluso algún señorito y sus mercenarios, que se o p o n í a n
mediante la fuerza de las escopetas a la ocupación de la tierra. Poca,
muy poca violencia para lo que cabría esperar de unas gentes que se han
criado sin el más mínimo respeto por parte de sus agresores, tratados
como subhumanos, embrutecidos por la falta de acceso a la cultura.
Personas que convivían con la muerte trágica a diario, hijos muertos por
catarros desnutriciones, jóvenes y adultos asesinados por cazar un
conejo en la tierra del señorito, huelguistas apaleados hasta la muerte y
asesinados a tiros.
¿Cuál ha sido la violencia de tal ocupación? ¿Dar
muerte a quien te recibe a tiros el día que decides tomar las riendas de
tu destino y que te mata de hambre o te muele a palos el resto de tu
vida?
Pero no concluye aquí el ejemplo, porque una vez
colectivizada la tierra hacía acto de presencia la Guardia Civil o, en
ciertos momento, el ejercito. Y es cuando aparecen las fuerzas del orden
cuando la situación se torna trágica ya: los jornaleros son detenidos,
apaleados o asesinados – a veces incluso las tres cosas, (y no tiene que
ser precisamente por ese orden) -.
¿Ha sido violenta la Propaganda por el Hecho? Y si así es ¿Quién la ha vuelto tal?.
Podríamos entrar llegado este momento en el proceder
de insurrecciones/revoluciones como las de Casa Viejas, Alto Llobregat,
Octubre 34… en cuanto a forma y modo de la violencia revolucionaria y la
violencia del poder. Pero no quisiéramos e x t e n d e r n o s en
exceso, s i m p l e m e n t e diremos que no quisiéramos estar en el
lugar de quien tuviera que defender la a c t u a c ión estatal.
Como hemos dicho, la i n s u r r e c c i ón es la
máxima expresión de la Propaganda por el Hecho pero no la única, cuando
nos organizamos de forma horizontal y federal, cuando ponemos en marcha
CSAs, ocupamos pueblos, realizamos la Acción Directa, tratamos de
extender el asamblearismo, la autoorganización y en general todo aquello
que tiene que ver con la idea libertaria, estamos realizando Propaganda
por el Hecho, propaganda con nuestros actos. Actos no violentos.
En conclusión, y para finalizar, creemos resulta
claro que la violencia no se encuentra dentro de la Acción Directa, de
la Propaganda por el Hecho ni del anarquismo, que la violencia se
encuentra enfrente, que está en donde se difaman las palabras y las
ideas. La violencia se encuentra en el poder que es quien ataca a
aquellos que pretenden poner en marcha una alternativa, llevar la
anarquía a la práctica y no en aquellos que se defienden de una agresión.
Aquellos compañeros que con tanto ahínco defienden y
promulgan métodos que no le son propios al anarquismo están
contribuyendo a sustentar la imagen confeccionada por el poder, y lo que
es peor, a legitimar la represión ante aquellos a los que se pretende
despertar con tales actos.
Herramientas de Clase
Como se puede observar a lo largo del desarrollo de estas dos ideas,
la Propaganda por el Hecho y la Acción Directa son dos herramientas de
lucha del anarquismo, pero más aún, son dos herramientas de lucha de
clases, por cuanto éstas son utilizadas por una de las clases, el
proletariado, para enfrentarse a la otra, la burguesía [7].
No ha lugar por tanto, ni dentro del anarquismo ni
dentro de estas prácticas, para personas ajenas a la explotación
económica del capital. Si puede haberla para las personas que viven bajo
la opresión ideológica, cultural y política existente en el
capitalismo. Aunque éstas también son soportadas en mayor medida por el
proletariado – que por definición siempre será superior en número -, es
innegable la existencia de pequeños burgueses (pequeños autónomos con
asalariados), sometidos del mismo modo a esta tiranía. Sin embargo, y pesar de todo, este grupo ha de quedar
excluido del anarquismo, y por ende de sus tácticas de lucha, en base
al concepto del plusvalor.
La plusvalía, la diferencia entre el precio de un
producto en el mercado y el dinero recibido por el hacedor de ese
producto o servicio – o sea el proletario -, no supone ni más ni menos
que apropiación, un robo, del trabajo de una persona por otra. Esta
apropiación es, evidentemente, llevada a cabo por el burgués, ya sea un
pequeño autónomo8 o un gran empresario, ya que éste es quien contrata y
marca los sueldos y la organización – jerárquica – del trabajo.
Así las cosas se comprenderá que tal grupo quede
excluido, puesto que la dominación ideológica, política, cultural, etc.
son consecuencia, sirven de legitimación, de la estructura económica
explotadores – explotados, y aunque sean también dominados en este
aspecto, puede cometerse le error de permitir a nuestro lado, por muy
buena intención y sinceridad que haya en sus palabras, a personas que
con sus actos, aunque pueda ser de forma inconsciente, perpetúan lo que
se pretende combatir.
Una vez realizada la exposición es clara la
imposibilidad de participación de elementos de la otra clase en la
Propaganda por el Hecho, ya que ésta procede a socializar sus
pertenencias y éstos no están dispuestos a perderlas.
Tampoco en la Acción Directa tienen cabida, ya que
ésta, en gran medida, es aplicada en el marco de la explotación
económica, lo que los sitúa en frente y partidarios de la Acción
Mediada, porque es donde parten con ventaja – al igual que el
proletariado en la Acción Directa -. En los campos de la ideología,
cultura, política, etc. la participación de estos elementos no es más
que la inclusión de una quinta columna en la reivindicación. Por un lado
siempre serán más proclives al uso de la Acción mediada, por otro serán
tendentes, consciente o inconscientemente, a una postura diferente,
cercana a la ya imperante, pues la pertenencia a una clase deriva en una
cultura, una moral, una forma de entender la vida en general, propia y
característica de la clase a la que se pertenece y de la que es muy
difícil sustraerse, máxime si no se abandona el motivo de pertenencia a
determinada clase – la relación respecto a los medios de producción.
La Violencia
Una vez realizada la defensa de la Acción Directa y la Propaganda por
el Hecho como actos no violentos, no quisiéramos dejar pasar la
oportunidad de manifestar nuestra opinión con respecto a la Violencia.
Hemos visto ya como una gran cantidad de veces la
violencia de la que se hace uso desde el anarquismo no es ni más ni
menos que simple autodefensa en un momento en el que las situaciones se
tornan en un “tú o yo”. Sin embargo resulta bien conocido que en otras
ocasiones la violencia se hace presente en las acciones de nuestros
compañeros, como el referido caso de los atentados de finales del S.
XIX.
Hablemos ahora de acciones violentas que podríamos denominar de ataque o lucha armada, en contraposición con la autodefensa. Dentro de este tipo de violencia podemos distinguir
diversos grados, evidentemente no es lo mismo atacar el mobiliario
urbano, tiendas o bancos que enviar paquetes bomba o tirotear a una
persona. Afortunadamente lejos quedan los días en los que el
anarquismo se hallaba inmerso, aunque solo en parte y por una pequeña
minoría, dentro de la espiral del atentado, si bien es preciso recordar,
o enunciar para quién no lo sepa, que en múltiples ocasiones éste no
fue más que una respuesta a otros atentados, como los perpetrados por el
gobierno y la patronal en Cataluña durante los años veinte. Sin embargo en otras ocasiones no, en otras
ocasiones, como a finales del S. XIX, fue una acción de ataque, de
ajusticiamiento, de asesinato simple y llanamente, situándose en el
mismo escalafón que los verdugos sin necesidad alguna, fuera de toda
ética y moral libertaria. Con respecto a este tipo de atentados y las
organización de los mismos, se vivió un fuerte debate dentro de la CNT
en los mismos años en los que los pistoleros de la patronal campaban a
sus anchas y parte de la militancia confederal pretendía organizar, y de
hecho organizó, grupos de respuesta y de ataque contra la burguesía y
el gobierno. En este contexto Ángel Pestaña escribió varios artículos al
respecto de la violencia, de entre todos ellos quisiéramos resaltar
aquí el siguiente extracto “comprendemos que un hombre en el calor de la
disputa o de la lucha; comprendemos que un obrero, discutiendo con el
patrono le matara; lo que no concebimos es que un hombre se aporte en la
esquina de la calle, y cuando el otro pasa, pesando acaso en su mujer y
sus hijos, cargue sobre él y le asesine. Nosotros no podemos
defender esos porque es repugnante y miserable” [10].
Este tipo de violencia, la del atentado, amen de
resultar inmoral y antiética, pues con él abandonamos nuestros más
básicos principios, no ya como anarquistas sino como personas, resulta
así mismo inútil y extremo contraproducente. Veamos.
En primer lugar resulta inútil, evidentemente no
desde el objetivo de matar a alguien (desde este punto de vista es muy
eficaz), sino desde el fin perseguido.
Un atentado por venganza no nos resarce o nos
devuelve aquello con lo que nos agravian, más aún nos acerca a la
posición ética del estado y el capital, donde todo vale[11], pero no nos
devolverá a un compañero, ni nos hará ganar un conflicto perdido, ni nos
acercará en modo alguno a nuestro objetivo de una sociedad nueva. Desde
luego que esta nueva sociedad no podrá ser jamás llevada a cabo si
basamos nuestra acción en la repetición esquemas y roles de la sociedad
que pretendemos destruir, ignorando y saltándonos por completo cualquier
tipo de ética y moral que no esté enferma – por encima de que sea
anarquista o no -.
Así mismo no logrará debilitar al capitalismo ni al
estado puesto que siempre habrá quien esté dispuesto a ocupar la plaza
vacante del difunto. El cercano caso del País Vasco es claro ejemplo de
ello, ¿Han tenido las fuerzas españolistas problemas para completar sus
listas electorales en algún momento? Quizá en algunos pequeños pueblos
sí ¡Qué pírrica victoria!. ¿Y las fuerzas del estado? Todo lo contrario,
codazos por tener una plaza allá donde te haces de oro debido al
peligro del atentado.
Y el ejemplo, este sí anarquista (o más bien
pseudoanarquista), de los atentados de la mal llamada Propaganda por el
Hecho, ¿En que benefició al movimiento? ¿Que cosas positivos se sacaron
en claro?. La violencia se mostró, se muestra, negativa de forma
clara, justificó la represión y la criminalización. En definitiva es
contraproducente porque ¿Qué aspectos positivos se derivan de ella? Así, más allá de la manifiesta inutilidad para lograr
un objetivo determinado, la violencia resulta muy contraproducente para
cualquier forma de lucha. La violencia justifica la represión de cara a la
opinión pública contra todo un movimiento, a pesar de que apenas haya en
el quienes aboguen por la lucha armada, las detenciones serán numerosas
e indiscriminadas y asistiremos a un circo mediático que criminalizará a
cualquier persona o acto de ese grupo o movimiento, recordando y
relacionando que esos son los mismos, o primos, de aquellos que tanto
terror y dolor infringieron. Y ésto hecha por tierra los frutos del
trabajo que tardamos años en realizar.
Estamos hartos de verlo en el movimiento libertario
en todas las partes del mundo y, otra vez con un ejemplo de casa, hemos
asistido a la criminalización y a la represión de todo el movimiento de
la izquierda abertzale, tuviera o no que ver con ETA, con la escusa de
formar parte del entramado de una banda armada. Esta situación se torna
además mucho más complicada aún cuando se es incapaz de contrarrestar el
mensaje oficial por nuestros propios medios, algo que sucede siempre
desde la llegada de la televisión a los hogares.
Por si ésto fuera poco, al amparo de tales
circunstancias se desarrolla el bello arte del montaje policial, vivido
en carne propia por aquellos que, por supuesto, nada han tenido que ver
con tal o cuál suceso. Si ya tiene que resultar jodido estar en la
cárcel cuando se ha hecho algo[12] como habrá de ser cuando tu único
delito es tener una ideología y haber desayunado chococrispis.
Pero peor aún que todo ésto resultan las medidas que toman los estados para defenderse. En España por un lado existieron los GAL, que también
sembraron el terror dentro de los movimientos sociales, a pesar de no
atacarlos directamente. Pero ésto es un mal menor si lo comparamos con
lo que realmente atacaba a los movimientos sociales contestatarios, la
ZEN (Zona Especial Norte) y la Ley Antiterrorista, que daban cobertura y
legitimidad de cara a la opinión pública (por ser leyes, por la
situación que la lucha armada generaba y por la enorme propaganda en su
favor que realizaron los mass media ) para militarizar y cometer todo
tipo de tropelías contra aquellos que no empuñaban pistolas. Todo ello
para que al final ETA haya tenido que reconocer que la lucha armada
fracasó, mientras las fuerzas “españolistas” se mantienen impertérritas y
la izquierda abertzale ha sufrido persecuciones que no están escritas…
En el caso de Alemania y la lucha de la RAF, podemos
ver como por un lado los atentados de ésta les restaron los numerosos
apoyos sociales que hasta entonces si habían tenido – con acciones como
las expropiaciones bancarias -.. Por otro lado fue utilizado para la
criminalización y el intento de aislamiento de los movimientos sociales.
Pero sobre todo, la principal consecuencia es que permitió y justificó
el fortalecimiento de los cuerpos armados de Alemania en primera
instancia, y el fortalecimiento, en segundo lugar, del estado alemán [13].
Es decir la RAF acabó fortaleciendo el mismo Estado capitalista que
pretendía combatir otorgándole mayor vertebración y prerrogativas
inexistentes hasta el momento. ¿Sufrió el estado? ¿Y los movimientos
contestatarios?
Otro ejemplo, quizá el más completo, desarrollado y
evidente de todos, podemos encontrarlo en los grupos terroristas
italianos de los años del plomo, grupos como Brigadas Rojas o Izquierda
Proletaria fueron causa y consecuencia de la Operación Gladio, operación
que en su máximo desarrollo planeaba incluso un golpe de Estado ante
una posible victoria del PCI (Partido Comunista Italiano).
Estos grupos contaban con numerosos infiltrados de la
CIA y los servicios secretos italianos, aunque, evidentemente, con una
gran cantidad de militantes convencidos. Pues bien, tanto la CIA como la policía italiana
estaban encantados con la existencia de estos grupos, pues sus acciones
eran clave para justificar la represión y criminalizar a un movimiento
obrero que en el Otoño Caliente de 1969 había logrado muchas e
importantes victorias ante el estado y la patronal.
Las acciones terroristas de dichas bandas servían,
como decimos, para criminalizar al movimiento obrero, acusando a éste de
dar cobertura a ciertos grupos, de que estaba infiltrado por
agitadores, etc. y aunque las acusaciones eran falsas las más de las
veces, el daño no era nimio. Pero peor todavía, ya que eso resulta casi
anecdótico, la propaganda desarrollada por el estado para advertir al
proletariado de que aquello de “bueno por conocer” era mucho más
siniestro y sanguinario que la podrida estructura estatal dio sus buenos
frutos ¡Vaya si los dio! Todo ello mediante la atribución de atentados
como el de Piazza Fontana o el asesinato de Aldo Moro – ambos
orquestados y ejecutados por los servicios secretos italianos y la CIA –
a grupos terroristas revolucionarios de extrema izquierda. Por mucho
que mantengamos que de un partido político nada cabe esperar – algo que
estas alturas está ya bien interiorizado -, aquellos que se enfrentaban
al estado burgués para aniquilarlo es instaurar la dictadura del
proletariado se vieron derrotados y utilizados desde un principio por el
propio estado que combatían. Derrotados y utilizados, fortalecieron un
estado que literalmente se tambaleaba ante la avalancha obrera de
finales de los años 60, un estado que realmente veía factible su derrota
a manos de masas obreras dispuestas a conquistar lo que les pertenecía,
su vida. La vía terrorista se lo arrebató, los amedrentó… y fin del
cuento.
Así estas acciones sirvieron para acompañar una
desarticulación del movimiento obrero que ya había comenzado en el resto
Europa por aquellas fechas.
Así la acción terrorista, auspiciada por los cuerpos
de represión, creó un clima de pánico, junto con los atentados de la
extrema derecha, que propiciaba, elección si elección también, el
triunfo de la Democracia Cristiana sobre el PCI gracias al
aglutinamiento del voto de otras fuerzas políticas en la DC. El conocido
como voto del miedo. Más aún, el propio PCI, que hasta entonces era
tenido por una amenaza por EE.UU., se involucró y cerró filas en torno
al estado burgués no queriendo ver que el entramado terrorista era el
entramado estatal.
Así la acción terrorista contribuía inestimablemente a dar una
estabilidad parlamentaria y de gobierno a un sistema político que por
definición era inestable, algo que de otra manera solo podría haberse
logrado mediante el ejercito.
Ésto era, ni más ni menos, lo que deseaba EE.UU, los
servicios secretos italianos, la DCI y la patronal, un sistema estable
con gobiernos aliados del bloque occidental que marginase al PCI y,
sobretodo, evitara la posible caída de Italia en la órbita soviética –
lo cuál realmente no era más que un sueño puesto que el PCI había roto
con el Kominforn en 1956-.
¿Quién se lo sirvió en bandeja contrariamente a sus propios intereses?
Quemar un Cajero puede ser un acto cargado de simbolismo.
Sin embargo, y como hemos mencionado anteriormente, atrás quedan aquellos años en los que el movimiento libertario se vio intoxicado por esta forma de lucha y todo parece indicar que, de volver a repetirse – cosa que esperamos no suceda -, el día queda lejos.
Sin embargo si que se encuentra a la orden del día,
aunque relativamente debido a la falta de movilización social que existe
en España, ese otro tipo de violencia denominada de baja intensidad,
ésto es, quema de coches, cajeros, contenedores, rotura de escaparates y
mobiliario urbano, etc. Que se suele dar, sobre todo, en
manifestaciones y días de paro (como los acaecidos en los pasado paros
del 29S y 29M en Barcelona de manera especial).
Sobre este tipo de violencia hay algo que llama poderosamente la atención. Como hemos dicho anteriormente, cuando hablamos de la
Acción Directa, en ocasiones se hace necesario el uso del sabotaje o
los disturbios, como elementos de presión cuando ya no queda más
remedio, cuando no hay forma de que te escuchen, de que te tengan en
cuenta o/y de que te respeten. Entonces se hace necesario, te obligan, a
realizar determinadas acciones, porque pacifistas si, pero ni pacíficos
ni tontos.
Lo que queremos decir con ésto es que es
perfectamente útil y legítimo, si las circunstancias nos obligan,
acordar la realización de disturbios, sabotajes o manifestaciones
violentas en las que ya todo el mundo sabe a lo que se atiene. Si ves
salir a obreros de una fábrica con la cara tapada, neumáticos, aceite
quemado, tuercas, etc. Es síntoma inconfundible de manifestación
violenta/ disturbio. Sobre ésto nada tenemos que añadir, solo que la
necesidad aprieta – como les ha ocurrido recientemente a los mineros -.
De lo que se trata aquí es por un lado de esas
acciones violentas, irreflexivas que en ocasiones suceden, como la quema
de un cajero una noche cualquiera, sin que exista un conflicto abierto
con tal o cual entidad bancaria.
¿A qué objetivo responde tal acto? Se espera acaso
que con estas acciones el proletariado tome conciencia de lo malos que
son los bancos. Acaso consideramos a la gente chamanes capaces de
percibir la verdad y el futuro a través de las purificadoras llamas o,
más aún, nos consideramos chamanes nosotros mismos. ¿Cuál será el
beneficio de tal acción? Quizá volver a casa más desahogados y con la
sensación del deber cumplido en el mejor de los casos, en otros a lo
mejor simplemente solo sea por fardar.
Sin embargo ¿Cuáles serán las consecuencias? A buen
seguro la criminalización en los términos anteriormente expuestos para
todo el movimiento, ya que la criminalización siempre será la misma, o
parecida, independientemente de la violencia empleada. También existirá
una represión en buena medida mayor que el simple destrozo, y seguro
mucho mayor que beneficio obtenido.
Por otro lado están esas otras acciones violentas que se llevan a
cabo en un manifestación cualquiera. Las preguntas en en este caso son
similares a las anteriores, qué objetivo se persigue, que beneficio nos
reporta, si se está preparado para soportar la criminalización de un
todo por unos pocos…
Pero aquí las consecuencias son peores ya que por un
lado, mientras en los mass media se hablará de los disturbios, apenas
mencionarán las reclamaciones exigidas y por otro lado, si uno quiere
darse de hostias , o más bien llevaras, con un Robocop cualquiera, ¡Pues
adelante! Es muy libre de hacerlo, pero acaso se ha preguntado a quién
está a tu lado su opinión, a los ancianos, niños, personas en muletas, o
, simplemente, a quien no le apetece y a además no se lo espera.
Estas acciones además le hacen el juego al estado.
Hartos estamos de ver como policías infiltrados revientan una
manifestación para justificar una carga, como para que encima vayamos a
servírselo nosotros mismos en bandeja. A este respecto resultan absolutamente clarificadoras
las consecuencias del último Paro General – 29M – en la provincia del
Barcelona.
Todavía en Julio se sucedían detenciones de
huelguistas que en algunos casos no habían participado en los incidentes
violentos. Decenas de detenidos para qué, ¿Que se logró con semejante
despliegue? Más aún, y mucho más importante – puesto que el empleo de
tal o cual táctica no ha de medirse en base de los resultados obtenidos
-, ¿Qué se pretendía lograr? Acaso se pretendía derogar la reforma
laboral, hacer temblar al gobierno o empresarios ¿Realmente se valoró
tan nefastamente la coyuntura como para creer que el acto violento era
el más adecuado en la movilización? Solo cabe pensar en una intención de
desbordar a los sindicatos pactista. Correcto y aceptable, radicalizar
la protesta. Pero radicalizar la protesta es ir a la raíz del problema,
atacar la base, no violentar una movilización. Muchos bloques críticos,
piquetes y manifestaciones radicalizaron la protesta, dentro de sus
medios, sin tener que recurrir a los disturbios y por ello las
consecuencias han sido muy distintas en el aspecto represivo (no tanto
en un aspecto positivo de aunar gente al discurso radical, puesto que
este comienza a tener una aceptación positiva en diversas capas de la
población). Sin embargo en la situación contraria, el aparato represivo
del estado, su maquinaria implacable ha dejado un reguero de
represaliados que serán incapaces, aún con todo el apoyo que recibirán,
de evitar las penas que les serán impuestas. Cientos de compañeros
habrán de dedicar su esfuerzo a esta solidaridad para con los
represaliados teniendo que abandonar laborales más productivas para el
conjunto.
Así el engranaje represivo se perfecciona cayendo
sobre aquellos que no participan en los actos violencia gratuita. Como
resultado del giro represivo propiciado por estos actos – aunque
posiblemente se diera de cualquier manera cabe pensar que sería un giro
más lento y, evidentemente mucho la light – manifestaciones pacíficas,
ocupaciones, paralizaciones de desahucios, etc. se penadas con cada vez
más gravosas penas ¡El peso de la ley!
Todo por el fetichismo del fuego, todo por ceder al
juego estatal, por jugar donde y como quieren que juguemos. ¿Quién no se
ha fijado en el calvo 4×4, con extensible en mano, que está apedreando
el Starbucks? – y que no apareció en ninguna web de los mossos a pesar
de vérsele claramente durante varios segundos -. ¿Es nueva la imagen de
policías de paisano reventando una manifestación? No, pero les seguimos
el juego y que Santa Barbara reparta suerte – o las consecuencias -.
Y a este respecto hay una pregunta que debería
rondarnos la cabeza a todos, aunque la respuesta tal vez tenga variables
y muchas, muchas, aristas. Tenemos una serie de manifestaciones
violentas, que degeneran en importantes disturbios y que tras los cuales
comienza a desarrollarse un discurso por parte de la clase política y
los medios de comunicación de criminalización, de necesidad de adaptar
la justicia a estas “intolerables actuaciones”, de dotar a las FCSE de
las “herramientas necesarias” y preceptivas para atajar a unos
indeseables que generan pánico en la población – y venga reportajes de
los buenos que son y de lo que nos protegen -. El discurso,
generalmente, surte efecto. Y para que todo ello pueda llegar a buen
puerto siempre se aseguran de tener a decenas de infiltrados iniciando
los disturbios, o siendo de los más activos en ellos – que seguridad da
la impunidad -.
Sin embargo, y por contra, tenemos un ejemplo curioso
con las últimas movilizaciones mineras en el norte de España. Aquí ya
no tenemos manifestaciones violentas[14] , aquí directamente tenemos
disturbios, sin perder l´tiempu en pijaes. Y disturbios de los buenos,
barricadas cortando carreteras y que se defienden durante horas – tanto
en vías comarcales, como nacionales y autopistas -, auténticas batallas
en las que medio centenar de mineros se enfrentan a un número superior
de antidisturbios que son incapaces de avanzar un metro hasta que los
mineros deciden retirarse. Escudos antibalisticos destrozados, policías
que al caer al suelo son apaleados con barras de de acero… en
definitiva, algo mucho más serio y violento de lo que cualquier
disturbio usual pueda llegar a ser. Pues bien, a pesar de todo ello no
ha habido nadie que se haya atrevido a decir una palabra sobre que si
los mineros son terroristas y que hay endurecer el código penal hasta
límites insospechados para luchar contra semejante barbarie –
Intereconomía y Foropolicía aparte -. Claro, tampoco había infiltrados
policiales, aunque no es que fuesen necesarios.
¿Por qué ante lo más violento no se pretendió una respuesta semejante a otros casos por parte de las autoridades? Que cada uno saque sus propias conclusiones, la
respuesta posiblemente no sea sencilla, pero a buen seguro que existe
una relación causal entre los infiltrados, los discursos alarmantes
antes, durante y posteriormente, y la estrategia represiva que se sigue
posteriormente.
En definitiva,y para finalizar, nos mostramos
contrarios a éstos tipos de violencia, tanto por convicción como por
estrategia, y al igual que mantuvimos anteriormente, aquellos que la
defienden y la practican flaco favor hacen a la lucha que pretenden
llevar a cabo y a los compañeros que tienen al lado.
La represión y la criminalización gratuita a la que se somete a todo
un movimiento,a toda una lucha, por unos pocos activistas, es un arma
mucho más efectiva que todos los arsenales de bombas y metralletas de un
ejército.
____________________
NOTAS:
1- A este respecto ya los compañeros del grupo Bandera
Negra realizaron un esbozo sobre la organización y la violencia en La
Idea “Falsos mitos del anarquismo: organización y violencia”, Fuelle
nº8. Así mismo resulta muy interesante el texto “Anarquismo y
organización” de Rudolf Rocker, disponible en http://www.nodo50.org/juventudesanarquistas/images/pdf/publicaciones-fija/anarquismo-organizacion. pdf
2-No está de más señalar que los grupos anarquistas
violentos han sido siempre un rara avis dentro del anarquismo en cuanto a
su número, grupúsclos incomparables a los sindicatos y movimentos de
masas como la FORA, la CNT o el zapatismo.
3-Y luego esta panda de tarugos con carné son los que
nos evalúan y califican en nuestra juventud, decidiendo quienes han
asimilado los conocimientos necesarios para progresar (signifique lo que
signifique esa palabra) curso tras curso.
Es un juego interesante dedicarse a analizar donde meten la pata los libros de texto, uno nunca se cansa.
4-A excepción de la Huelga General Revolucionaria por
motivos obvios. Sería cándido cuanto menos, esperar que los opresores
reaccionaran favorablemente a una revolución, por lo que evidente que
ésta ha de ser violenta desde su inicio, violenta para su defensa, pero
jamas sanguinaria.
5-Y decimos de carácter burgués porque el hecho de escoger un cabeza de turco por su distinción dentro de una clase para que dándole un escarmiento el resto de componentes de su clase/ grupo etc. aprendan la lección, se acobarden y cedan es el proceder tradicional del estado y la clase dominante. Una gran similitud con la justicia buguesa.
6-Luego ya si instauramos una dictadura del proletariado olvidándonos de la revolución pueden pasar muchas cosas (y ninguna buena)… pero sobre este punto corramos un tupido velo.
7-También conocidas hoy día como clase obrera o clase
trabajadora la primera, y como patronal/banca, empresariado (e incluso
políticos) la segunda.
8-No está de más insistir en que hablamos solo de autónomos con asalariados. Aquellos autónomos sin asalariados padecen la explotación capitalista en carne propia.
9-Los ejemplos que se detallan a continuación no son ejemplos libertarios en su inmensa mayoría, sobre todo aquellos directamente relacionados con la lucha armada. Sin embargo hemos decido incluirlos por considerar reflejan a la perfección las consecuencias de la misma.
10-Pestaña A. “trayectoria sindicalista” ediciones Tebas, Madrid 1974. Pág 401
11-El estado se defiende a través de las cloacas… ¿Acaso somos ratas?
12-Es decir cuando sabes que un comportamiento, una lucha o una acción son susceptibles de ser utilizados para condenarte.
13-Para mayor información consultar la revista”contrahistoria” nº 3.
14-Todas las manifestaciones organizadas en los conflictos de la minería están pensadas para ser actos que demuestren el apoyo de las masas a la causa defendida, por ello se cuidan, y mucho, de la existencia de cualquier tipo de altercado.
Extraído de El Gomeru
El empeño de desprestigiar a lxs anarquistas valiéndose para ello de cualquier método, por artero y sucio que sea, incluida la calumnia y la difamación, ha sido y sigue siendo práctica habitual por parte del poder. Dicho empeño suele recrudecerse en épocas de inestabilidad social porque es entonces cuando el aparato estatal, con sus políticos al frente, deja de ser el referente "ideal" y fiable de la población, momento en el que tanto la filosofía como la praxis libertaria destacan como el único horizonte y la única vía clara. Los reiterados ataques mediáticos al anarquismo no son sólo parte de la guerra sucia llevada a cabo por el poder, es también el síntoma inequívoco de su decadencia y de su debilidad.
ResponderEliminarSalud!