miércoles, 3 de julio de 2013

Drogas, anarquismo y Estado

El 28 de Marzo de 2013 en Temuco, una ciudad del sur de Santiago de chile, en una bullada operación en los medios de comunicación contra movimientos sociales, la policía violentaba dos casas, en una de ellas,  se les acusó de ‘tenencia de marihuana’. Una situación similar aconteció el 15 de Mayo de 2013 en Sabadell, una ciudad cercana a Barcelona. En un aparatoso allanamiento, los Mossos D’Esquadra detienen a cinco anarquistas, en una elucubración político/judicial de envergadura, entre las diversas acusaciones la prensa destaca la posesión de 350 gr de marihuana y otras sustancias ‘ilícitas’. Otro hecho reciente es el intento de criminalización contra el compañero Amadeu Casellas, también por drogas. Estos son algunos de los casos conocidos en el último tiempo ya que se han publicado en los medios de dominación y/o alternativos. Pero como estos casos hay infinitos similares, pero que no salen a la luz pública quedando para bien o para mal en el anonimato, no así para sus amigos, entorno cercano o familiares. Típico es también observar reportajes en la televisión burguesa donde exponen a adolescentes ‘drogándose’ con marihuana en medio de  manifestaciones, también es muy usual que la prensa asocie centros sociales, culturales u okupados, con el consumo y tráfico de sustancias ilícitas. 

Por otro lado, algunos anarquistas tachan a las personas que usan drogas de falsos anarquistas y otras categorías ofensivas similares, sumándose de este modo, aunque desde una visión diametralmente opuesta, a la denostación de los medios burgueses de comunicación contra quienes consumen drogas. Otras personas caen en el absurdo error de pensar que si se consigue despenalizar las drogas, todos seríamos drogadictos, una lógica muy similar a personas de sectas católicas respecto al aborto, manipulando el sentido de la prohibición, ya que una cosa es la legalidad o ilegalidad, otra, muy diferente, es estar obligado a consumir algo tan solo porque sea legal.

Pero que las drogas estén prohibidas no solo daña a los movimientos anti-capitalistas, sino que a cualquiera: Oscar camina por un parque de la ciudad y encuentra a dos viejos amigos quienes compartían un pito de marihuana, Oscar espontáneamente se queda con ellos unos minutos, de repente llegan dos agentes represivos y detienen a los tres por posesión de marihuana.  En ese caso, aunque Oscar no haya fumado ni sea de él la marihuana, dependerá de la ‘buena voluntad’ de los policías o de fiscalía judicial para ver si inician un proceso que puede tardar meses, y si sumamos antecedentes penales previos, el peligro de caer en prisión aumenta. ¡Aun cuando no haya fumado ni planeado nada!

Es así como nos encontramos diariamente con situaciones de dominación fruto de una política que criminaliza o penaliza el uso de drogas, podríamos relatar cientos de casos imaginarios similares, pero sin lugar a dudas la realidad supera a la ficción: Las cárceles de cientos de países están repletas por millones de personas por su relación con el consumo o tráfico, los conflictos sociales en torno a la prohibición de las drogas son muy fuertes en regiones centroamericanas y en países como México, donde las víctimas mortales se cuentan por miles. Este terror de mafias narcotraficantes afecta doblemente a las personas de las clases oprimidas y explotadas, ya que el tráfico se suele instalar en los barrios populares, generando un entorno de crimen, violencia y opresión con todo lo que ello significa: venganzas, juicios, cárcel, represión, y con ello, el sufrimiento, la angustia, fragmentación social, en definitiva, pobreza profunda. 
 
Frente a esta problemática, como anarquistas pienso que no podemos rechazar la despenalización de las drogas, escudándonos simplemente en el discurso de que estamos contra las drogas porque son un arma del capitalismo para mantener a la gente adormecida, que aunque en cierta medida puede ser verdad, la realidad concreta para las clases oprimidas y explotadas es la completa indefensión frente a las políticas anti-drogas de los gobiernos. Alguien pensará por ahí, es que son dos cosas distintas, y sí, una cosa es como individuos criticar el consumo de drogas y otra, oponerse a la despenalización, el asunto es que no todos lo ven así, y confunden las cosas facilitando la criminalización.


Dicho esto, algunas conclusiones:

1-Oponerse sistemáticamente a la despenalización de las drogas es fortalecer al Estado y sus organismos de represión y control, ya que la llamada guerra al narcotráfico sirve de excusa para aumentar el poder militar de la clase dominante; más presupuesto para armas, personal, comisarías y capacitación. (Algo muy similar a lo que hacen ciertos Estados con la excusa de supuestos grupos terroristas o enemigo interno)

2- Rechazar  la despenalización de las drogas es estimular al narcotráfico, ya que al estar prohibido el cultivo, producción e intercambio de drogas, se fortalece el tráfico y con ello todo un entorno de violencia y crimen.

3- Negar la despenalización de las drogas es beneficiar directamente el consumo de drogas legales como el alcohol, el tabaco y a la industria farmacéutica, ya que el consumo de drogas naturales y de fácil producción como la marihuana, reemplazaría en muchos casos a dichas sustancias, por lo general más costosas y menos saludables. 

4- Oponerse a la despenalización de las drogas facilita la criminalización de compañeros por esta vía cuando desde el poder no es posible probar la culpabilidad por otros caminos legales, o en su caso, aumenta las penas sumándose a otros delitos.

 
Sostener que en una sociedad libertaria el consumo de drogas por arte de magia desaparecerá es un pensamiento arbitrario y artificial, algo muy similar a pensar que socializando los medios de producción automáticamente acabaremos con las conductas machistas. Pienso que el consumo de drogas, y aquí incluyo el alcohol, el café, yerba mate y similares, posiblemente continuará por muchos años. Como individuos podemos tener todos los reparos a estas prácticas, sobre todo cuando para conseguir ciertas sustancias es necesario la devastación del ecosistema, podemos tener críticas a los efectos de determinadas sustancias y a la irresponsabilidad de las personas en torno a su uso, pero prohibir no es una solución libertaria, tampoco la cárcel, ni leyes, sí normas, sí hablar estos temas las veces que haga falta, pero como anarquistas lo que no podemos hacer, es sumarnos directa o indirectamente a la criminalización del Estado al uso de drogas.



2 comentarios:

  1. Bien.
    Algo que muchos saben, pero nadie hace.
    Mientras la decision esté en manos de quienes le conviene todo este circo, las cosas seguirán ridiculamente igual.

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  2. Lo criticable de esas medidas despenalizadoras es que vienen junto a una estatización del control de la hierba. Si la siembras sin permiso del estado, sigues siendo narcotraficante.

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