Artículo traducido de A-Rivista anarchica, publicado en la revista Bicicleta número 9 en el año 1978, el cual comparto por considerarlo de valiosa actualidad y como aporte para el debate en torno al uso de la violencia, sus fines y contradicciones. (N&A)
Ya hemos tenido numerosas ocasiones de manifestar nuestra opinión sobre la cuestión de la lucha armada: Nosotros no estamos con la elección estratégica de la lucha armada llevada a cabo en Italia por las B.R., los N.A.P., etc.; así como, no obstante, el aún más difícil contexto social, no estamos con la estrategia encabezada por la Rote Armee Fraktion en Alemania Federal. Esto no significa que rechacemos en bloque su actuación: algunas de las acciones en las que sus militantes han sido protagonistas, han suscitado nuestra plena adhesión, no solamente emotiva. Pensamos, por ejemplo, en el clamoroso secuestro del juez conservador Sossi, con el que las B.R. contribuyeron a clarificar la vulnerabilidad y las múltiples contradicciones internas del régimen. O bien cuando hirieron al Dr. Mammoli, responsable médico de las cárceles de Pisa en las que el 5 de mayo de 1972 se encerró y cínicamente se dejó morir al anarquista Serantini: esta acción fue reivindicada por Azione Rivoluzionaria, una organización cuyos comunicados denotan un planteamiento libertario que la distingue netamente en el plano ideológico de los otros grupos revolucionarios armados que se remiten en conjunto al marxismo-leninismo (si bien interpretado de diversas formas).
Ya hemos tenido numerosas ocasiones de manifestar nuestra opinión sobre la cuestión de la lucha armada: Nosotros no estamos con la elección estratégica de la lucha armada llevada a cabo en Italia por las B.R., los N.A.P., etc.; así como, no obstante, el aún más difícil contexto social, no estamos con la estrategia encabezada por la Rote Armee Fraktion en Alemania Federal. Esto no significa que rechacemos en bloque su actuación: algunas de las acciones en las que sus militantes han sido protagonistas, han suscitado nuestra plena adhesión, no solamente emotiva. Pensamos, por ejemplo, en el clamoroso secuestro del juez conservador Sossi, con el que las B.R. contribuyeron a clarificar la vulnerabilidad y las múltiples contradicciones internas del régimen. O bien cuando hirieron al Dr. Mammoli, responsable médico de las cárceles de Pisa en las que el 5 de mayo de 1972 se encerró y cínicamente se dejó morir al anarquista Serantini: esta acción fue reivindicada por Azione Rivoluzionaria, una organización cuyos comunicados denotan un planteamiento libertario que la distingue netamente en el plano ideológico de los otros grupos revolucionarios armados que se remiten en conjunto al marxismo-leninismo (si bien interpretado de diversas formas).
Un mito posible
En general se subraya que muchos de los militantes
de estas organizaciones han ganado y se ganan la estima y solidaridad de todos los
revolucionarios por su actitud decidida y fuerte contra los policías, jueces y
carceleros, ejecutores cínicos de la represión estatal. Todo esto, de todos modos, no
puede hacernos modificar nuestra crítica a la estrategia de la lucha armada.
El primer punto que siempre es necesario resaltar es, naturalmente, el que se refiere a los fines que nos proponemos: la construcción de una sociedad anarquista. Toda nuestra obra tiende a empujar al pueblo, a través de la propaganda y del ejemplo, al terreno de la acción directa, condición esencial para la realización de nuestro fin: bajo esta óptica, nos parece que no se puede separar el ataque al Estado de la simultánea toma de conciencia revolucionaria, necesaria por parte de los explotados. Por tanto, una estrategia compuesta de acciones que éstos no comprendan y que por consiguiente no les empuje hacia el terreno de la acción directa no puede tener nuestra aprobación.
Algunos sectores de la izquierda revolucionaria parecen tener una confianza casi mítica en la violencia, tan cierto es esto que se considera a las organizaciones que han escogido el terreno de la lucha armada como las más revolucionarias, precisamente por la mayor Violencia que caracteriza su práctica. Sucede además que se juzga a menudo el combate contra el aparato represivo del Estado como positivo en sí mismo, como si el nivel de violencia conseguido sea casi el índice para valorar la conciencia revolucionaria de los participantes. A esta mentalidad no le es extraña la martilleante propaganda proviniente de amplios sectores de la llamada área de la autonomía, que también gracias a la propaganda y a la práctica de la violencia callejera han contribubido a su (relativo) éxito. Para explicar este nuevo (por lo menos en el panorama socio-politico italiano) y difuso uso de la violencia en las luchas sociales contribuyen muchos otros factores, como la marginación de amplios sectores juveniles, el aumento de toma de conciencia de las contradicciones de nuestra sociedad, la siempre y cada día más acentuada "totalitarización" del Estado y la consiguiente clausura de los espacios revolucionarios: cuestiones todas complejas, sobre las que ahora sólo nos podemos referir rápidamente.
El primer punto que siempre es necesario resaltar es, naturalmente, el que se refiere a los fines que nos proponemos: la construcción de una sociedad anarquista. Toda nuestra obra tiende a empujar al pueblo, a través de la propaganda y del ejemplo, al terreno de la acción directa, condición esencial para la realización de nuestro fin: bajo esta óptica, nos parece que no se puede separar el ataque al Estado de la simultánea toma de conciencia revolucionaria, necesaria por parte de los explotados. Por tanto, una estrategia compuesta de acciones que éstos no comprendan y que por consiguiente no les empuje hacia el terreno de la acción directa no puede tener nuestra aprobación.
Algunos sectores de la izquierda revolucionaria parecen tener una confianza casi mítica en la violencia, tan cierto es esto que se considera a las organizaciones que han escogido el terreno de la lucha armada como las más revolucionarias, precisamente por la mayor Violencia que caracteriza su práctica. Sucede además que se juzga a menudo el combate contra el aparato represivo del Estado como positivo en sí mismo, como si el nivel de violencia conseguido sea casi el índice para valorar la conciencia revolucionaria de los participantes. A esta mentalidad no le es extraña la martilleante propaganda proviniente de amplios sectores de la llamada área de la autonomía, que también gracias a la propaganda y a la práctica de la violencia callejera han contribubido a su (relativo) éxito. Para explicar este nuevo (por lo menos en el panorama socio-politico italiano) y difuso uso de la violencia en las luchas sociales contribuyen muchos otros factores, como la marginación de amplios sectores juveniles, el aumento de toma de conciencia de las contradicciones de nuestra sociedad, la siempre y cada día más acentuada "totalitarización" del Estado y la consiguiente clausura de los espacios revolucionarios: cuestiones todas complejas, sobre las que ahora sólo nos podemos referir rápidamente.
Un mito necesario
Contrariamente a las posturas antes citadas, nosotros
no tenemos ninguna fe mítica en la violencia. No creemos de ningún modo que la violencia
en cuanto tal sea el medio válido para alcanzar nuestro fin: es uno de los medios
necesarios (a veces, pero sólo a veces, indispensable) para abrir camino hacia la
construcción de la sociedad anárquica. La anarquía sin embargo, no será nunca el
resultado de un combate único o prevalentemente militar entre las fuerzas del Estado por
una parte y, por otra, las fuerzas antiestatales: nosotros, los anarquistas, no estamos en
guerra privada contra el Estado. La experiencia histórica, de hecho, nos enseña que en
el plano puramente militar el Estado saldrá siempre victorioso del choque con las
minorías revolucionarias, por muy aguerridas que éstas sean. La única posibilidad de
que pueden disponer los revolucionarios es la participación activa popular en la lucha; y
esto es tanto o más verdad para los anarquistas, para los que esta presencia del pueblo
no puede ser instrumental (como lo es, por el contrario, para los partidos y los grupos
marxistas que quieren apoderarse del poder para dominar nuevamente a las masas), sino que
debe ser siempre cada vez más amplia y profunda. Es por esta razón que la lucha
revolucionaria que no se caracterice en sentido decididamente libertario, no puede más
que encontrarnos siempre fuertemente críticos respecto a ella.
P. F.
Fuente: Revista Bicicleta
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