No olvido a los miles de niños, mujeres y hombres asesinados por quienes hoy nos venden los juegos olímpicos. Los genocidas no tienen mi perdón. Por lo demás la competencia como virtud es una herramienta de control social, un arma más de la sociedad de mercado. Siento impotencia al ver como miles aplauden y vanaglorian ceremonias de humillación contra quienes hoy no pueden abrazar a sus familiares y amigos por culpa de éstos asesinos, invasores, genocidas y "promotores de la democracia neoliberal”.
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