El siguiente texto, obra de de Bert F. Hoselitz, fue escrito a mediados del siglo XX y corresponde al prefacio del
Libro Escritos de Filosofía Política I y II - Mijaíl Bakunin, selección y compilado de textos a cargo de G.P.
Maximoff. El tomo I del libro lo pueden consultar haciendo click aquí.
El anarquismo filosófico es una doctrina muy antigua. Nos sentimos tentados a decir que tan antigua como la idea del gobierno, pero faltan pruebas seguras en apoyo de dicho aserto. No obstante, poseemos textos con más de 2.000 años de antigüedad que no sólo describen una sociedad humana sin gobierno, fuerza y ley restrictiva, sino que consideran este estado de las relaciones sociales como el ideal de la sociedad. En bellas y poéticas palabras, Ovidio nos proporciona una descripción de la utopía anarquista. En el primer libro de sus Metamorfosis describe una edad de oro donde no había ley y todos mantenían su lealtad y realizaban lo justo sin necesidad de compulsión alguna. Allí no había miedo al castigo, ni sanciones legales grabadas sobre tablillas de bronce, ni ninguna masa de suplicantes miraba llena de espanto a su vengador, porque sin jueces todos vivían en seguridad. La única diferencia entre la visión del poeta romano y la idea de los anarquistas filosóficos modernos es que el primero situó la edad de oro al comienzo de la historia humana, mientras estos últimos la sitúan al final.
El anarquismo filosófico es una doctrina muy antigua. Nos sentimos tentados a decir que tan antigua como la idea del gobierno, pero faltan pruebas seguras en apoyo de dicho aserto. No obstante, poseemos textos con más de 2.000 años de antigüedad que no sólo describen una sociedad humana sin gobierno, fuerza y ley restrictiva, sino que consideran este estado de las relaciones sociales como el ideal de la sociedad. En bellas y poéticas palabras, Ovidio nos proporciona una descripción de la utopía anarquista. En el primer libro de sus Metamorfosis describe una edad de oro donde no había ley y todos mantenían su lealtad y realizaban lo justo sin necesidad de compulsión alguna. Allí no había miedo al castigo, ni sanciones legales grabadas sobre tablillas de bronce, ni ninguna masa de suplicantes miraba llena de espanto a su vengador, porque sin jueces todos vivían en seguridad. La única diferencia entre la visión del poeta romano y la idea de los anarquistas filosóficos modernos es que el primero situó la edad de oro al comienzo de la historia humana, mientras estos últimos la sitúan al final.
Pero
Ovidio no fue el inventor de esos sentimientos. En su poesía repitió
ideas que se habían abrigado durante siglos. Georg Adler, historiador
social alemán que en 1899 publicó un estudio exhaustivo y bien
documentado sobre la historia del socialismo, mostró que los criterios
anarquistas fueron mantenidos sin duda por Zenón (342 al 270 a. C.),
fundador de la escuela estoica de filosofía[Georg Adler, Geschichte des
Sozialismus und Kommunismus von Plato bis zur Gegenwatt,Leipzig, 1899,
pp. 46-51.]. Había sin duda fuertes sentimientos anarquistas entre
muchos de los primeros ermitaños cristianos, y en los criterios
político-religiosos de algunos —como, por ejemplo, Carpocrates y sus
discípulos (siglo II de la era cristiana)— esos sentimientos parecen
haber ocupado una posición fuerte, y quizá predominante. Sentimientos
semejantes se revivieron entre algunas de las sectas cristianas
fundamentalistas de la Edad Media, e incluso del período moderno.
Max Nettlau, el infatigable historiador del anarquismo, se ha ocupado también de esta cuestión y enumera una serie de trabajos, compuestos durante los dos siglos precedentes a la Revolución Francesa, que contienen puntos de vista libertarios, o incluso abiertamente anarquistas[Max Nettlau, Der Verfrühling der Anarchie, Berlin, 1925, pp. 34-66]. Entre los trabajos franceses más importantes de este período están el Discours de la Servitude Volontaire de Etionne de la Boétie, compuesto alrededor del 1550, pero no publicado hasta 1577; el libro de Gabriel Foigny, Les aventures de Jacques Sadeur dans la Dêcouverte et le Voyage de la Terre Australe, que apareció anónimamente en 1676; unos pocos ensayos cortos de Diderot, y una serie de poemas, fábulas y relatos de Sylvain Maréchal que se publicaron en las dos décadas inmediatamente anteriores a la Revolución.
De modo semejante, pueden encontrarse ideas anarquistas durante el mismo período en Inglaterra, donde —como en Francia— suelen expresarlas representantes del ala más radical de la clase media ascendente. Aparecen, así, concepciones anarquistas en algunos de los escritos de Winstanley, y es bien conocido que el joven Burke, en su Vindication of Natural Society (1756), presenta un ingenioso argumento en favor de la anarquía, aunque la finalidad del trabajo fuera la sátira.
Pero todos estos escritos y muchos otros poseen una o dos características que los hacen diferir profundamente de los textos anarquistas posteriores. O bien son abiertamente utópicos, como acontece con los libros de Foygny o Maréchal, o se trata de opúsculos políticos dirigidos contra algún abuso experimentado directamente de algún legislador o algún gobierno, o dirigido al logro de una mayor libertad de acción dentro de una constelación política particular. No es infrecuente que contengan un análisis de la teoría política, pero es siempre incidental y no constituye nunca la meta principal del trabajo.
Como teoría sistemática, el anarquismo filosófico puede considerarse iniciado en Inglaterra con el trabajo de William Godwin Enquiry Concerning Political Justice, que apareció en 1793. El anarquismo de Godwin, como el de sus más inmediatos predecesores y el de Proudhon unos cincuenta años después, es la teoría política del ala más radical de la pequeña burguesía. En la Revolución Inglesa de 1668 y en la Revolución Francesa de 1789 la burguesía había roto el monopolio del poder político detentado antes por la corona y la aristocracia. Aunque los gobiernos post-revolucionarios estaban todavía muy influidos por la nobleza rural y la burocracia (que durante mucho tiempo siguió siendo una noblesse derobe), las familias de clase media más poderosas y opulentas se asociaron gradualmente por medio de matrimonios y alianzas políticas con los círculos aristocráticos; y puesto que el gobierno se abstenía de una interferencia excesiva en sus asuntos económicos, la hauteburgeoisie le prestaba su apoyo gustosamente.
Pero puesto que exigía y obtenía mayor libertad en asuntos económicos, fue un instrumento en el proceso de abolir gradualmente o hacer ineficaces las viejas organizaciones gremiales y otras asociaciones protectoras y casi monopolísticas, que habían sobrevivido desde la Edad Media y habían llegado a constituir una traba para el pleno desarrollo hasta del comercio en pequeña escala y de las manufacturas. A finales del siglo XVIII el productor inglés que tenía unos pocos empleados, el pequeño tendero y el comerciante de baratijas formaban todos una masa de empresarios independientes. A mediados del siglo XIX, en Francia, el artesano y el artífice, el campesino que ganaba lo justo para mantenerse a sí mismo y a su familia habían adquirido también la naturaleza de pequeños empresarios independientes. Todos esos hombres sólo tenían un pequeño capital a su disposición; estaban expuestos a los abiertos vientos de la competencia, sin protección de los gremios ni otras organizaciones cooperativas; por lo mismo, se vieron relegados a un estado de impotencia política. No recibieron beneficios del gobierno, y todas las legislaciones parecían tender a la protección de la propiedad a gran escala, a la salvaguarda de la opulencia acumulada, al mantenimiento de derechos monopolísticos en manos de las grandes compañías de comercio, y al apoyo a los privilegios económicos y políticos establecidos.
Los elementos más moderados de este grupo patrocinaban la tendencia hacía una reforma parlamentaria, mientras los radicales seguían a Paine y más tarde a los cartistas; pero algunos intelectuales más radicales mantuvieron ideas anarquistas. La distancia entre el anarquismo de Godwin y el liberalismo de algunos de sus contemporáneos no era muy grande. Básicamente, ambas doctrinas surgían de la misma corriente de tradiciones políticas,y la diferencia principal entre ellas se encontraba en que el anarquismo constituía la deducción más lógica y coherente a partir de las premisas comunes de la psicología pragmatista y la creencia de que la mayor felicidad y las relaciones sociales más armoniosas sólo podrían conseguirse si todas las personas disponían de libertad para perseguir su propio interés.
Desde luego, y siguiendo a John Locke, los liberales consideraban a la propiedad como una consecuencia del derecho natural, y por ello apoyaban el mantenimiento de un monopolio del poder político en manos del gobierno para salvaguardar la seguridad de la propiedad y la vida contra un ataque interno y externo. Pero a esto replicaban los anarquistas:el gobierno protege la propiedad de los ricos; esta propiedad es un robo; suprimid el gobierno y acabaréis con los latifundios y la gran propiedad industrial; de este modo crearéis una sociedad igualitaria de productores pequeños y económicamente autónomos, una sociedad que además estará libre de privilegios o distinciones clasistas, donde el gobierno será superfluo porque la felicidad, la seguridad económica y la libertad personal de cada uno estarán salvaguardadas sin su intervención.
Es de la mayor importancia comprender que la doctrina anarquista propuesta por Godwin, Proudhon y sus contemporáneos fue la apoteosis de la existencia pequeño-burguesa. Que su ideal último era idéntico al Cándido de Voltaire: cultivar el propio jardín; que ignoraba o se oponía a las empresas industriales o agrícolas de grandes dimensiones; y que, por tanto, jamás se convirtió en una teoría política capaz de encontrar simpatía o un apoyo entusiástico entre las masas de trabajadores industriales. Era la ampliación radical de la doctrina liberal que consideraba que la libertad de cada uno era el bien político más elevado,y que la confianza responsable en la propia conciencia era el más alto deber político. Se basaba, por consiguiente, en una filosofía política estrechamente unida al ascenso de movimientos políticos de clase media liberales y antisocialistas. Pero Bakunin, como es bien sabido, se consideraba un socialista; logró su admisión como miembro dirigente de la Asociación Internacional de Trabajadores, luchó por el control de esta organización y tuvo entre sus seguidores a muchos verdaderos proletarios.
¿Cómo y por qué se asoció tan estrechamente hacia mediados del siglo XIX el anarquismo con el socialismo, filosofía política que capitaneaba las aspiraciones de un estrato social diferente y que atraía a una clase de hombres tan distinta? No es necesario insistir en que la camaradería entre anarquistas y socialistas no fue nunca muy satisfactoria. Sin embargo, a pesar de los conflictos repetidos, las acusaciones mutuas y los amargos abusos, los anarquistas y los socialistas se agruparon una y otra vez, de tal manera que a finales del siglo XIX se consideraba habitualmente al anarquismo como el ala más radical del socialismo. La razón de este estrecho vínculo entre socialistas y anarquistas no puede hallarse en la semejanza de sus doctrinas básicas, sino únicamente en la estrategia revolucionaria común a ambos.
La filosofía política de Godwin y Proudhon expresaba, como ya dijimos, las aspiraciones de una parte de la pequeña burguesía. Con la consolidación del capitalismo en Europa occidental y central durante el siglo XIX, la lenta extensión del sufragio y la gradual retirada del laissez-faire, absoluto, unida a la adopción por el Estado de nuevas responsabilidades respecto a sus ciudadanos, sectores cada vez más amplios de la clase medíase convirtieron en firmes apoyos del orden político existente, y el anarquismo llegó a ser cada vez más una filosofía sostenida sólo por grupos pequeños y marginales de intelectuales. Este desarrollo tuvo como resultado que la teoría anarquista se volviera más difusa, y al mismo tiempo más radical. En vez de escribir gruesos volúmenes, como sucedía con Godwin y Proudhon, los anarquistas comenzaron a escribir opúsculos, panfletos y artículos de periódicos o revistas donde trataban asuntos del día, puntos de controversia personal o defacciones, y problemas de táctica revolucionaria.
Los escritos a menudo fragmentarios de Bakunin —la alta proporción de manifiestos, proclamas y cartas abiertas en su obra— no son sólo típicos de sus rasgos personales, sino de la gran mayoría de las publicaciones anarquistas de su época. En esta situación, para salvar la teoría anarquista de una completa desintegración lo que se necesitaba era la aparición de un gran teórico o de una personalidad dinámica y poderosa que, por el transparente atractivo de sus propias convicciones, reuniese los fragmentos desperdigados del movimiento. Este papel fue el que le tocó a Bakunin. Sin ser un teórico de la altura de su gran antagonista, Marx, fue superior al líder socialista en el fervor de sus convicciones y en la pasión con que las expresó.
La importancia de Bakunin para los estudiantes de filosofía política reside, por eso, en la posición crucial que su obra ocupa dentro de la literatura anarquista y libertaria en general.A pesar de su abierta confusión en muchos casos, a pesar de las contradicciones internas de sus escritos, a pesar del carácter fragmentario de casi toda su producción literaria, Bakunin debe ser considerado el filósofo político anarquista más importante. Por el accidente de su nacimiento —tanto en el tiempo como en el lugar—, como consecuencia del cual sufrió muchas influencias tempranas desde el contacto con la eslavofilia hasta el hegelianismo, el marxismo y el proudhonismo; y en virtud también de su temperamento inquieto y romántico, Bakunin es un hombre que se encuentra en la encrucijada de diversas corrientes intelectuales, que ocupa una posición en la historia del anarquismo a finales de la era antigua y a comienzos de una nueva.
No hay en las obras de Bakunin nada parecido al grave sentido común de Godwin, a la pesada dialéctica de Proudhon, a la ponderada minuciosidad de Max Stirner. En ellas ha desaparecido el anarquismo como teoría de la especulación política, y harenacido como teoría de la acción política. Bakunin no está satisfecho con perfilar los males del sistema existente y describir el marco general de una sociedad libertaria; predica la revolución, participa en la actividad revolucionaria, conspira, arenga, hace propaganda, forma grupos de acción política y apoya todo alzamiento social, grande o pequeño, prometedor o destinado al fracaso, desde su mismo comienzo. Y el tipo de rebelión en la que piensa sobre todo Bakunin es la salvaje Pugachevchina, el desencadenamiento de las masas campesinas reprimidas durante siglos, que habían saqueado y destruido el campo, pero que se habían demostrado esencialmente incapaces de construir una sociedad nueva y mejor. Y aunque Bakunin no fue miembro de ninguno de los grupos de acción nihilista de Rusia ni en ninguna otra parte, su incondicional adhesión al derrocamiento revolucionario del orden existente suministraba inspiración a los hombres y mujeres jóvenes que creían en la eficacia de la«propaganda por los hechos».
Con Bakunin aparecieron, por tanto, dos nuevas tendencias en la teoría anarquista. La doctrina se desplazó desde la especulación abstracta sobre el uso y el abuso del poder político a una teoría de la acción política práctica. Al mismo tiempo, el anarquismo dejó de ser la filosofía política del ala más radical de la pequeña burguesía y se convirtió en una doctrina política que reclutaba la masa de sus adherentes entre los obreros, incluso entre el lumpenproletariat, aunque sus cuadros centrales siguieran reclutándose entre la intelligentsia. Sin Bakunin es impensable el sindicalismo anarquista como el que existió largo tiempo sobre todo en España. Sin Bakunin, Europa quizá nunca habría presenciado un movimiento político anarquista organizado, como el que se hizo sentir en Italia, Francia y Suiza en los treinta años anteriores a la Primera Guerra Mundial. Y el talento de Bakunin y su imaginación para «establecer una escuela de actividad subversiva tuvieron una importante influencia en las tácticas de Lenin» [John Maynard, Russia in Flux, Londres,1941, p. 87].
Por tanto, se puede considerar que el papel de Bakunin en la tradición anarquista consistió en la fundación de un nuevo grupo político, en cuyo programa se encontraba la abolición de todos los partidos y todas las políticas, y en la elaboración del programa de un nuevo partido, estableciendo sus pilares filosóficos y políticos generales. No es una hazaña pequeña, pero dada la peculiar constelación de movimientos políticos, intelectuales y prácticos que afectaron a Bakunin, su contribución a la teoría política debe ser de especial interés para los estudiantes dedicados a la historia de las ideas políticas y sociales. En el núcleo del pensamiento político de Bakunin hay dos problemas que han suministrado tema para una verdadera multitud de argumentaciones y debates: la libertad y la violencia. El primero de ellos ha sido la preocupación principal del anarquismo filosófico desde el mismo momento de su aparición en el pensamiento humano; el segundo fue añadido por Bakunin. La originalidad de su contribución está en el entrelazamiento de ambos temas dentro de una totalidad coherente.Desgraciadamente, el pensamiento de Bakunin ha recibido muy escasa atención hasta hace muy poco tiempo en los Estados Unidos. Por ejemplo, el conocido texto de George H. Sabine Historia de la Teoría Política sólo menciona una vez a Bakunin, e incluso en esa ocasión no hace comentario alguno sobre sus puntos de vista, sino que simplemente lo enumera como precedente intelectual del sindicalismo. Sólo una minúscula fracción de los trabajos originales de Bakunin han estado disponibles hasta el presente en traducciones inglesas, y por lo mismo sus propias opiniones expresadas en sus propias palabras apenas son conocidas para quienes no leen otras lenguas. Pero tampoco son fáciles de conseguir la sediciones, rusas, francesas, alemanas y españolas de las obras de Bakunin, y hay bastantes bibliotecas en los Estados Unidos, incluso grandes, que sólo poseen colecciones muy pobres e incompletas de sus escritos.
La razón de esta negligencia en hacer disponibles las obras de un pensador político indiscutiblemente importante en una edición americana parece ser triple. En parte, la mala reputación que el anarquismo ha tenido en los Estados Unidos es una de las causas. Puesto que se consideraba un conjunto de creencias mantenidas por «criminales» o en el mejor de los casos «lunáticos», no parecía necesario poner a disposición de los lectores americanos la obra de un hombre considerado como el antecedente intelectual más importante de esa«demencia política». Pero ya hemos visto que el anarquismo no se originó en Bakunin; posee una historia larga y distinguida, y algunas de sus raíces —la búsqueda de la libertad humana,el postulado de una confianza moral responsable en la propia conciencia, el derecho a usar de la violencia contra la tiranía— se encuentran en la tradición radical cristiana y anglosajona, que tiene una profunda influencia sobre el pensamiento político en los Estados Unidos.
Una segunda razón para la inexistencia casi total de escritos de Bakunin en inglés ha sido la persistencia de un relato histórico unilateral sobre su conflicto con Marx, llevado casi al extremo de una leyenda por los seguidores y discípulos posteriores de este último. El incidente, la lucha por controlar la Asociación Internacional de Trabajadores, es probablemente el episodio más conocido de la vida de Bakunin. Por desgracia, no existe un solo estudio verdaderamente objetivo sobre dicho conflicto. Los seguidores de Marx han atribuido a veces los más siniestros motivos a Bakunin, y los seguidores de Bakunin, especialmente James Guillaume, parecen inspirados por tal odio hacia Marx que sus descripciones del conflicto deben descartarse debido a sus evidentes prejuicios. La mejor y más detallada historia de las relaciones de Bakunin con Marx, entre cuantas conozco, es el relato hecho por E. H. Carr en su biografía de Bakunin. No es necesario repetirlo aquí, ni siquiera en un breve resumen. En su aspecto esencial, la lucha entre Bakunin y Marx tenía por objeto el control de una organización con ramificaciones internacionales, que ambos creían capaz de conseguir gran influencia entre amplias masas de trabajadores. Puesto que la organización necesitaba tener un programa político claro y coherente, la lucha se hizo despiadada y utilizando todas las armas ideológicas a disposición de cada uno de los lados. Hubo denuncias y contra-denuncias, hubo censuras sobre el carácter y la pureza de motivos entre los oponentes, y puesto que tanto Marx como Bakunin podían encolerizarse y ser sarcásticos y violentos en el uso de las palabras, el conflicto fue doloroso para cada uno y dejó como secuela una gran cantidad de odio, sospechas y malos sentimientos. Bakunin perdió, pero la victoria de Marx fue una victoria pírrica, como es bien sabido. El conflicto entre los gigantes había destruido a la Internacional. La venganza póstuma del movimiento marxista, infinitamente mejor organizado y provisto de fondos considerablemente más amplios que los seguidores de Bakunin, fue el intento de condenar a Bakunin al olvido. Pero al hacerlo así hirió al propio Karl Marx, que había continuado leyendo los escritos de Bakunin incluso tras la ruptura; y sobre la base de algunas notas marginales que Marx escribió en su ejemplar de Gesudarstvennest i Anarkhiia (Estatismo y Anarquismo), publicadas por Ryazanoff en el segundo volumen (1926) de Letopisi Marksisma, hemos deconcluir que muchas ideas de Bakunin ejercieron una influencia profunda y duradera sobre él. Y aunque la influencia de Bakunin sobre el socialismo ruso sólo se ha investigado parcialmente, poca duda cabe de que debe ser contado entre los precedentes intelectuales del partido leninista.
La tercera razón para la falta de publicidad de las obras de Bakunin en Estados Unidos debe atribuirse al propio Bakunin. Como ya hemos indicado, la mayor parte de sus obras son fragmentarias o tratan problemas políticos del día o disputas entre facciones. El lector de esas obras se encuentra ante una pieza incompleta y necesita familiarizarse con un conjunto de datos sobre la historia de los partidos y movimientos radicales del siglo XIX para poder valorar las plenamente. Los posibles lectores de Bakunin han recibido alguna ayuda desde 1937 en la amplia biografía publicada por Edward H. Carr. Pero la utilidad del trabajo de Carr está estrictamente limitada, puesto que trata casi exclusivamente de los incidentes fácticos de la vida de Bakunin, y no de sus ideas. La intención obvia de Carr de no escribir una biografía intelectual aparece claramente demostrada por el hecho de no mencionar siquiera el libro Estatismo y Anarquismo, al que algunos consideran como la obra principal y más madura de Bakunin.
Por todos estos motivos, parece eminentemente deseable dejar que Bakunin hable por sí mismo. Pero publicar en inglés una selección amplia de sus obras habría presentado insuperables dificultades. No menos de varios volúmenes son necesarios para hacer justicia ala voluminosa producción de Bakunin. Dicho procedimiento era claramente impracticable — por muy deseable que pudiera considerarse desde el punto de vista puramente académico—,y sin duda habría retrasado durante décadas, si no para siempre, la aparición de las obras de Bakunin en inglés. Por fortuna esas dificultades quedan evitadas por la inteligente compilación y la presentación sistemática de fragmentos de las obras de Bakunin realizada por G. P. Maximoff, e incluida en este volumen. Aunque Bakunin nunca presentó sus ideasen forma tan sistemática y lógicamente coherente, la ventaja de esta solución es obvia: segana mucho espacio sin perder ni la sustancia ni la fundamentación exhaustiva del pensamiento de Bakunin. Creemos, por ello, que este trabajo presenta de un modo adecuado el pensamiento de un importante pensador político del siglo XIX , y desde luego de una de lastres o cuatro figuras principales en la historia del anarquismo filosófico.
Pero hay todavía otra razón para considerar oportuna una publicación actual de los escritos de Bakunin. El estado burocrático y centralizado crece por todas partes. En la órbita soviética todas las libertades personales, que incluso en los períodos más democráticos deesos países tuvieron una existencia muy tenue, están siendo suprimidas más concienzudamente que nunca. En el mundo occidental, las libertades políticas están sufriendo un ataque desde diversos puntos, y las masas —en vez de vocear abiertamente su preocupación por esta tendencia— parecen hacerse cada día más inertes, con gustos estereotipados, criterios estereotipados y, nos tememos, emociones estereotipadas. El campo está abierto de par en par para demagogos y charlatanes, y aunque pueda ser cierto todavía que resulta imposible engañar a todos durante todo el tiempo, muchas personas han sido al parecer engañadas durante un período muy largo. El estado cuartelario de Stalin, por una parte, y la creciente apatía política de amplios sectores de las masas populares, por otra, han proporcionado un nuevo ímpetu a algunos hombres de visión para reflexionar nuevamente sobre algunos de los principios considerados habitualmente como fundamento del pensamiento político occidental. El significado de la libertad, como las formas y límites de la violencia política, son problemas que preocupan hoy a tantos espíritus inteligentes como en los días de La Boétie, Diderot, Junius y Bakunin. En una situación semejante, el hombresuele volver —en busca de inspiración o confirmación para su pensamiento— sobre la obra de quienes han luchado con problemas idénticos o similares. Las sorprendentes y a menudo brillantes intuiciones de Bakunin presentadas en este volumen deben ser una fructífera fuente de ideas nuevas para la aclaración de las grandes cuestiones que rodean a los problemas de la libertad y el poder.
Max Nettlau, el infatigable historiador del anarquismo, se ha ocupado también de esta cuestión y enumera una serie de trabajos, compuestos durante los dos siglos precedentes a la Revolución Francesa, que contienen puntos de vista libertarios, o incluso abiertamente anarquistas[Max Nettlau, Der Verfrühling der Anarchie, Berlin, 1925, pp. 34-66]. Entre los trabajos franceses más importantes de este período están el Discours de la Servitude Volontaire de Etionne de la Boétie, compuesto alrededor del 1550, pero no publicado hasta 1577; el libro de Gabriel Foigny, Les aventures de Jacques Sadeur dans la Dêcouverte et le Voyage de la Terre Australe, que apareció anónimamente en 1676; unos pocos ensayos cortos de Diderot, y una serie de poemas, fábulas y relatos de Sylvain Maréchal que se publicaron en las dos décadas inmediatamente anteriores a la Revolución.
De modo semejante, pueden encontrarse ideas anarquistas durante el mismo período en Inglaterra, donde —como en Francia— suelen expresarlas representantes del ala más radical de la clase media ascendente. Aparecen, así, concepciones anarquistas en algunos de los escritos de Winstanley, y es bien conocido que el joven Burke, en su Vindication of Natural Society (1756), presenta un ingenioso argumento en favor de la anarquía, aunque la finalidad del trabajo fuera la sátira.
Pero todos estos escritos y muchos otros poseen una o dos características que los hacen diferir profundamente de los textos anarquistas posteriores. O bien son abiertamente utópicos, como acontece con los libros de Foygny o Maréchal, o se trata de opúsculos políticos dirigidos contra algún abuso experimentado directamente de algún legislador o algún gobierno, o dirigido al logro de una mayor libertad de acción dentro de una constelación política particular. No es infrecuente que contengan un análisis de la teoría política, pero es siempre incidental y no constituye nunca la meta principal del trabajo.
Como teoría sistemática, el anarquismo filosófico puede considerarse iniciado en Inglaterra con el trabajo de William Godwin Enquiry Concerning Political Justice, que apareció en 1793. El anarquismo de Godwin, como el de sus más inmediatos predecesores y el de Proudhon unos cincuenta años después, es la teoría política del ala más radical de la pequeña burguesía. En la Revolución Inglesa de 1668 y en la Revolución Francesa de 1789 la burguesía había roto el monopolio del poder político detentado antes por la corona y la aristocracia. Aunque los gobiernos post-revolucionarios estaban todavía muy influidos por la nobleza rural y la burocracia (que durante mucho tiempo siguió siendo una noblesse derobe), las familias de clase media más poderosas y opulentas se asociaron gradualmente por medio de matrimonios y alianzas políticas con los círculos aristocráticos; y puesto que el gobierno se abstenía de una interferencia excesiva en sus asuntos económicos, la hauteburgeoisie le prestaba su apoyo gustosamente.
Pero puesto que exigía y obtenía mayor libertad en asuntos económicos, fue un instrumento en el proceso de abolir gradualmente o hacer ineficaces las viejas organizaciones gremiales y otras asociaciones protectoras y casi monopolísticas, que habían sobrevivido desde la Edad Media y habían llegado a constituir una traba para el pleno desarrollo hasta del comercio en pequeña escala y de las manufacturas. A finales del siglo XVIII el productor inglés que tenía unos pocos empleados, el pequeño tendero y el comerciante de baratijas formaban todos una masa de empresarios independientes. A mediados del siglo XIX, en Francia, el artesano y el artífice, el campesino que ganaba lo justo para mantenerse a sí mismo y a su familia habían adquirido también la naturaleza de pequeños empresarios independientes. Todos esos hombres sólo tenían un pequeño capital a su disposición; estaban expuestos a los abiertos vientos de la competencia, sin protección de los gremios ni otras organizaciones cooperativas; por lo mismo, se vieron relegados a un estado de impotencia política. No recibieron beneficios del gobierno, y todas las legislaciones parecían tender a la protección de la propiedad a gran escala, a la salvaguarda de la opulencia acumulada, al mantenimiento de derechos monopolísticos en manos de las grandes compañías de comercio, y al apoyo a los privilegios económicos y políticos establecidos.
Los elementos más moderados de este grupo patrocinaban la tendencia hacía una reforma parlamentaria, mientras los radicales seguían a Paine y más tarde a los cartistas; pero algunos intelectuales más radicales mantuvieron ideas anarquistas. La distancia entre el anarquismo de Godwin y el liberalismo de algunos de sus contemporáneos no era muy grande. Básicamente, ambas doctrinas surgían de la misma corriente de tradiciones políticas,y la diferencia principal entre ellas se encontraba en que el anarquismo constituía la deducción más lógica y coherente a partir de las premisas comunes de la psicología pragmatista y la creencia de que la mayor felicidad y las relaciones sociales más armoniosas sólo podrían conseguirse si todas las personas disponían de libertad para perseguir su propio interés.
Desde luego, y siguiendo a John Locke, los liberales consideraban a la propiedad como una consecuencia del derecho natural, y por ello apoyaban el mantenimiento de un monopolio del poder político en manos del gobierno para salvaguardar la seguridad de la propiedad y la vida contra un ataque interno y externo. Pero a esto replicaban los anarquistas:el gobierno protege la propiedad de los ricos; esta propiedad es un robo; suprimid el gobierno y acabaréis con los latifundios y la gran propiedad industrial; de este modo crearéis una sociedad igualitaria de productores pequeños y económicamente autónomos, una sociedad que además estará libre de privilegios o distinciones clasistas, donde el gobierno será superfluo porque la felicidad, la seguridad económica y la libertad personal de cada uno estarán salvaguardadas sin su intervención.
Es de la mayor importancia comprender que la doctrina anarquista propuesta por Godwin, Proudhon y sus contemporáneos fue la apoteosis de la existencia pequeño-burguesa. Que su ideal último era idéntico al Cándido de Voltaire: cultivar el propio jardín; que ignoraba o se oponía a las empresas industriales o agrícolas de grandes dimensiones; y que, por tanto, jamás se convirtió en una teoría política capaz de encontrar simpatía o un apoyo entusiástico entre las masas de trabajadores industriales. Era la ampliación radical de la doctrina liberal que consideraba que la libertad de cada uno era el bien político más elevado,y que la confianza responsable en la propia conciencia era el más alto deber político. Se basaba, por consiguiente, en una filosofía política estrechamente unida al ascenso de movimientos políticos de clase media liberales y antisocialistas. Pero Bakunin, como es bien sabido, se consideraba un socialista; logró su admisión como miembro dirigente de la Asociación Internacional de Trabajadores, luchó por el control de esta organización y tuvo entre sus seguidores a muchos verdaderos proletarios.
¿Cómo y por qué se asoció tan estrechamente hacia mediados del siglo XIX el anarquismo con el socialismo, filosofía política que capitaneaba las aspiraciones de un estrato social diferente y que atraía a una clase de hombres tan distinta? No es necesario insistir en que la camaradería entre anarquistas y socialistas no fue nunca muy satisfactoria. Sin embargo, a pesar de los conflictos repetidos, las acusaciones mutuas y los amargos abusos, los anarquistas y los socialistas se agruparon una y otra vez, de tal manera que a finales del siglo XIX se consideraba habitualmente al anarquismo como el ala más radical del socialismo. La razón de este estrecho vínculo entre socialistas y anarquistas no puede hallarse en la semejanza de sus doctrinas básicas, sino únicamente en la estrategia revolucionaria común a ambos.
La filosofía política de Godwin y Proudhon expresaba, como ya dijimos, las aspiraciones de una parte de la pequeña burguesía. Con la consolidación del capitalismo en Europa occidental y central durante el siglo XIX, la lenta extensión del sufragio y la gradual retirada del laissez-faire, absoluto, unida a la adopción por el Estado de nuevas responsabilidades respecto a sus ciudadanos, sectores cada vez más amplios de la clase medíase convirtieron en firmes apoyos del orden político existente, y el anarquismo llegó a ser cada vez más una filosofía sostenida sólo por grupos pequeños y marginales de intelectuales. Este desarrollo tuvo como resultado que la teoría anarquista se volviera más difusa, y al mismo tiempo más radical. En vez de escribir gruesos volúmenes, como sucedía con Godwin y Proudhon, los anarquistas comenzaron a escribir opúsculos, panfletos y artículos de periódicos o revistas donde trataban asuntos del día, puntos de controversia personal o defacciones, y problemas de táctica revolucionaria.
Los escritos a menudo fragmentarios de Bakunin —la alta proporción de manifiestos, proclamas y cartas abiertas en su obra— no son sólo típicos de sus rasgos personales, sino de la gran mayoría de las publicaciones anarquistas de su época. En esta situación, para salvar la teoría anarquista de una completa desintegración lo que se necesitaba era la aparición de un gran teórico o de una personalidad dinámica y poderosa que, por el transparente atractivo de sus propias convicciones, reuniese los fragmentos desperdigados del movimiento. Este papel fue el que le tocó a Bakunin. Sin ser un teórico de la altura de su gran antagonista, Marx, fue superior al líder socialista en el fervor de sus convicciones y en la pasión con que las expresó.
La importancia de Bakunin para los estudiantes de filosofía política reside, por eso, en la posición crucial que su obra ocupa dentro de la literatura anarquista y libertaria en general.A pesar de su abierta confusión en muchos casos, a pesar de las contradicciones internas de sus escritos, a pesar del carácter fragmentario de casi toda su producción literaria, Bakunin debe ser considerado el filósofo político anarquista más importante. Por el accidente de su nacimiento —tanto en el tiempo como en el lugar—, como consecuencia del cual sufrió muchas influencias tempranas desde el contacto con la eslavofilia hasta el hegelianismo, el marxismo y el proudhonismo; y en virtud también de su temperamento inquieto y romántico, Bakunin es un hombre que se encuentra en la encrucijada de diversas corrientes intelectuales, que ocupa una posición en la historia del anarquismo a finales de la era antigua y a comienzos de una nueva.
No hay en las obras de Bakunin nada parecido al grave sentido común de Godwin, a la pesada dialéctica de Proudhon, a la ponderada minuciosidad de Max Stirner. En ellas ha desaparecido el anarquismo como teoría de la especulación política, y harenacido como teoría de la acción política. Bakunin no está satisfecho con perfilar los males del sistema existente y describir el marco general de una sociedad libertaria; predica la revolución, participa en la actividad revolucionaria, conspira, arenga, hace propaganda, forma grupos de acción política y apoya todo alzamiento social, grande o pequeño, prometedor o destinado al fracaso, desde su mismo comienzo. Y el tipo de rebelión en la que piensa sobre todo Bakunin es la salvaje Pugachevchina, el desencadenamiento de las masas campesinas reprimidas durante siglos, que habían saqueado y destruido el campo, pero que se habían demostrado esencialmente incapaces de construir una sociedad nueva y mejor. Y aunque Bakunin no fue miembro de ninguno de los grupos de acción nihilista de Rusia ni en ninguna otra parte, su incondicional adhesión al derrocamiento revolucionario del orden existente suministraba inspiración a los hombres y mujeres jóvenes que creían en la eficacia de la«propaganda por los hechos».
Con Bakunin aparecieron, por tanto, dos nuevas tendencias en la teoría anarquista. La doctrina se desplazó desde la especulación abstracta sobre el uso y el abuso del poder político a una teoría de la acción política práctica. Al mismo tiempo, el anarquismo dejó de ser la filosofía política del ala más radical de la pequeña burguesía y se convirtió en una doctrina política que reclutaba la masa de sus adherentes entre los obreros, incluso entre el lumpenproletariat, aunque sus cuadros centrales siguieran reclutándose entre la intelligentsia. Sin Bakunin es impensable el sindicalismo anarquista como el que existió largo tiempo sobre todo en España. Sin Bakunin, Europa quizá nunca habría presenciado un movimiento político anarquista organizado, como el que se hizo sentir en Italia, Francia y Suiza en los treinta años anteriores a la Primera Guerra Mundial. Y el talento de Bakunin y su imaginación para «establecer una escuela de actividad subversiva tuvieron una importante influencia en las tácticas de Lenin» [John Maynard, Russia in Flux, Londres,1941, p. 87].
Por tanto, se puede considerar que el papel de Bakunin en la tradición anarquista consistió en la fundación de un nuevo grupo político, en cuyo programa se encontraba la abolición de todos los partidos y todas las políticas, y en la elaboración del programa de un nuevo partido, estableciendo sus pilares filosóficos y políticos generales. No es una hazaña pequeña, pero dada la peculiar constelación de movimientos políticos, intelectuales y prácticos que afectaron a Bakunin, su contribución a la teoría política debe ser de especial interés para los estudiantes dedicados a la historia de las ideas políticas y sociales. En el núcleo del pensamiento político de Bakunin hay dos problemas que han suministrado tema para una verdadera multitud de argumentaciones y debates: la libertad y la violencia. El primero de ellos ha sido la preocupación principal del anarquismo filosófico desde el mismo momento de su aparición en el pensamiento humano; el segundo fue añadido por Bakunin. La originalidad de su contribución está en el entrelazamiento de ambos temas dentro de una totalidad coherente.Desgraciadamente, el pensamiento de Bakunin ha recibido muy escasa atención hasta hace muy poco tiempo en los Estados Unidos. Por ejemplo, el conocido texto de George H. Sabine Historia de la Teoría Política sólo menciona una vez a Bakunin, e incluso en esa ocasión no hace comentario alguno sobre sus puntos de vista, sino que simplemente lo enumera como precedente intelectual del sindicalismo. Sólo una minúscula fracción de los trabajos originales de Bakunin han estado disponibles hasta el presente en traducciones inglesas, y por lo mismo sus propias opiniones expresadas en sus propias palabras apenas son conocidas para quienes no leen otras lenguas. Pero tampoco son fáciles de conseguir la sediciones, rusas, francesas, alemanas y españolas de las obras de Bakunin, y hay bastantes bibliotecas en los Estados Unidos, incluso grandes, que sólo poseen colecciones muy pobres e incompletas de sus escritos.
La razón de esta negligencia en hacer disponibles las obras de un pensador político indiscutiblemente importante en una edición americana parece ser triple. En parte, la mala reputación que el anarquismo ha tenido en los Estados Unidos es una de las causas. Puesto que se consideraba un conjunto de creencias mantenidas por «criminales» o en el mejor de los casos «lunáticos», no parecía necesario poner a disposición de los lectores americanos la obra de un hombre considerado como el antecedente intelectual más importante de esa«demencia política». Pero ya hemos visto que el anarquismo no se originó en Bakunin; posee una historia larga y distinguida, y algunas de sus raíces —la búsqueda de la libertad humana,el postulado de una confianza moral responsable en la propia conciencia, el derecho a usar de la violencia contra la tiranía— se encuentran en la tradición radical cristiana y anglosajona, que tiene una profunda influencia sobre el pensamiento político en los Estados Unidos.
Una segunda razón para la inexistencia casi total de escritos de Bakunin en inglés ha sido la persistencia de un relato histórico unilateral sobre su conflicto con Marx, llevado casi al extremo de una leyenda por los seguidores y discípulos posteriores de este último. El incidente, la lucha por controlar la Asociación Internacional de Trabajadores, es probablemente el episodio más conocido de la vida de Bakunin. Por desgracia, no existe un solo estudio verdaderamente objetivo sobre dicho conflicto. Los seguidores de Marx han atribuido a veces los más siniestros motivos a Bakunin, y los seguidores de Bakunin, especialmente James Guillaume, parecen inspirados por tal odio hacia Marx que sus descripciones del conflicto deben descartarse debido a sus evidentes prejuicios. La mejor y más detallada historia de las relaciones de Bakunin con Marx, entre cuantas conozco, es el relato hecho por E. H. Carr en su biografía de Bakunin. No es necesario repetirlo aquí, ni siquiera en un breve resumen. En su aspecto esencial, la lucha entre Bakunin y Marx tenía por objeto el control de una organización con ramificaciones internacionales, que ambos creían capaz de conseguir gran influencia entre amplias masas de trabajadores. Puesto que la organización necesitaba tener un programa político claro y coherente, la lucha se hizo despiadada y utilizando todas las armas ideológicas a disposición de cada uno de los lados. Hubo denuncias y contra-denuncias, hubo censuras sobre el carácter y la pureza de motivos entre los oponentes, y puesto que tanto Marx como Bakunin podían encolerizarse y ser sarcásticos y violentos en el uso de las palabras, el conflicto fue doloroso para cada uno y dejó como secuela una gran cantidad de odio, sospechas y malos sentimientos. Bakunin perdió, pero la victoria de Marx fue una victoria pírrica, como es bien sabido. El conflicto entre los gigantes había destruido a la Internacional. La venganza póstuma del movimiento marxista, infinitamente mejor organizado y provisto de fondos considerablemente más amplios que los seguidores de Bakunin, fue el intento de condenar a Bakunin al olvido. Pero al hacerlo así hirió al propio Karl Marx, que había continuado leyendo los escritos de Bakunin incluso tras la ruptura; y sobre la base de algunas notas marginales que Marx escribió en su ejemplar de Gesudarstvennest i Anarkhiia (Estatismo y Anarquismo), publicadas por Ryazanoff en el segundo volumen (1926) de Letopisi Marksisma, hemos deconcluir que muchas ideas de Bakunin ejercieron una influencia profunda y duradera sobre él. Y aunque la influencia de Bakunin sobre el socialismo ruso sólo se ha investigado parcialmente, poca duda cabe de que debe ser contado entre los precedentes intelectuales del partido leninista.
La tercera razón para la falta de publicidad de las obras de Bakunin en Estados Unidos debe atribuirse al propio Bakunin. Como ya hemos indicado, la mayor parte de sus obras son fragmentarias o tratan problemas políticos del día o disputas entre facciones. El lector de esas obras se encuentra ante una pieza incompleta y necesita familiarizarse con un conjunto de datos sobre la historia de los partidos y movimientos radicales del siglo XIX para poder valorar las plenamente. Los posibles lectores de Bakunin han recibido alguna ayuda desde 1937 en la amplia biografía publicada por Edward H. Carr. Pero la utilidad del trabajo de Carr está estrictamente limitada, puesto que trata casi exclusivamente de los incidentes fácticos de la vida de Bakunin, y no de sus ideas. La intención obvia de Carr de no escribir una biografía intelectual aparece claramente demostrada por el hecho de no mencionar siquiera el libro Estatismo y Anarquismo, al que algunos consideran como la obra principal y más madura de Bakunin.
Por todos estos motivos, parece eminentemente deseable dejar que Bakunin hable por sí mismo. Pero publicar en inglés una selección amplia de sus obras habría presentado insuperables dificultades. No menos de varios volúmenes son necesarios para hacer justicia ala voluminosa producción de Bakunin. Dicho procedimiento era claramente impracticable — por muy deseable que pudiera considerarse desde el punto de vista puramente académico—,y sin duda habría retrasado durante décadas, si no para siempre, la aparición de las obras de Bakunin en inglés. Por fortuna esas dificultades quedan evitadas por la inteligente compilación y la presentación sistemática de fragmentos de las obras de Bakunin realizada por G. P. Maximoff, e incluida en este volumen. Aunque Bakunin nunca presentó sus ideasen forma tan sistemática y lógicamente coherente, la ventaja de esta solución es obvia: segana mucho espacio sin perder ni la sustancia ni la fundamentación exhaustiva del pensamiento de Bakunin. Creemos, por ello, que este trabajo presenta de un modo adecuado el pensamiento de un importante pensador político del siglo XIX , y desde luego de una de lastres o cuatro figuras principales en la historia del anarquismo filosófico.
Pero hay todavía otra razón para considerar oportuna una publicación actual de los escritos de Bakunin. El estado burocrático y centralizado crece por todas partes. En la órbita soviética todas las libertades personales, que incluso en los períodos más democráticos deesos países tuvieron una existencia muy tenue, están siendo suprimidas más concienzudamente que nunca. En el mundo occidental, las libertades políticas están sufriendo un ataque desde diversos puntos, y las masas —en vez de vocear abiertamente su preocupación por esta tendencia— parecen hacerse cada día más inertes, con gustos estereotipados, criterios estereotipados y, nos tememos, emociones estereotipadas. El campo está abierto de par en par para demagogos y charlatanes, y aunque pueda ser cierto todavía que resulta imposible engañar a todos durante todo el tiempo, muchas personas han sido al parecer engañadas durante un período muy largo. El estado cuartelario de Stalin, por una parte, y la creciente apatía política de amplios sectores de las masas populares, por otra, han proporcionado un nuevo ímpetu a algunos hombres de visión para reflexionar nuevamente sobre algunos de los principios considerados habitualmente como fundamento del pensamiento político occidental. El significado de la libertad, como las formas y límites de la violencia política, son problemas que preocupan hoy a tantos espíritus inteligentes como en los días de La Boétie, Diderot, Junius y Bakunin. En una situación semejante, el hombresuele volver —en busca de inspiración o confirmación para su pensamiento— sobre la obra de quienes han luchado con problemas idénticos o similares. Las sorprendentes y a menudo brillantes intuiciones de Bakunin presentadas en este volumen deben ser una fructífera fuente de ideas nuevas para la aclaración de las grandes cuestiones que rodean a los problemas de la libertad y el poder.
Bert F. Hoselitz
No hay que dejar de lado a los cínicos griegos; autosuficientes individualistas extremos que dan la espalda al poder, la ambición y la autoridad, aunque más subversivos que revolucionarios. Ángel Cappelletti los toma en consideración en el libro Prehistoria del anarquismo.
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