Alarma por una enfermedad que tal vez
ni existe, un remedio que sirve a los familiares, pero no a los
pacientes, y una ola de drogodependencia legalizada: Es la última moda
que nos amenaza desde Estados Unidos.
El niño no estudia. Los deberes se la sudan. No quiere ni oír hablar
de preparar exámenes. Eso no es todo: no escucha en clase, porque
siempre está hablando con los chicos y chicas a su lado. No hay día que
pase sin que monte alguna en el recreo o en el autobús escolar. Los
castigos no sirven para nada. Se cierra a cualquier intento de hacerle
aprender. No escucha nunca, tiene la cabeza en otro lado. Le obligas a
leer un texto diez veces y luego no se acuerda de la mitad. Es el
calvario sin fin de miles, sino millones de padres.
Y en este escueto párrafo ya tenemos la clave del problema. Porque quien sufre es el niño ¿no? Pero el calvario se lo solemos adjudicar a padres y maestros. El niño sufre, pero secuestramos su sufrimiento y lo pasamos a los mayores. El niño pasa de ser sujeto a objeto -y por lo tanto pierde el control sobre su vida. Padres, maestros, autoridades escolares y, por fin, los médicos, definen el problema y proponen los caminos a seguir para solucionarlo.
A veces el camino simple y directo parece lógico: el niño se siente
mal, el maestro constata que tiene fiebre y lo manda a casa. Los padres
lo llevan al medico, y este diagnostica gripe.
¿Pero que pasa con el alumno problemático? Pues la ciencia médica
esta aplicando la misma vía simple y directa para un problema mucho más
complejo: una vez descubierta una enfermedad, se puede buscar un
remedio, si posible una pastilla fácil de tragar. Y Padres y profesores
suspiran de alivio. Porque una enfermedad se trata con fármacos, y con
suerte se cura. Así el entorno familiar y escolar del niño se libra de
una grave responsabilidad: ya no hay que entender al niño, soólo hay que
tratarlo.
Millones de padres y maestros se están convirtiendo en camellos
legales de sus hijos, administrándoles fármacos para domarlos,
generalmente uno llamado Ritalin (fabricado por Ciba-Geigy, una división
del gigante farmacéutico Suizo Novartis). Esto pasa sobre todo en
Estados Unidos y en Canadá, pero como todas las modas ya está
apareciendo en Europa.
La enfermedad
EN EE.UU. se llama Attention Deficit Disorder (ADD) o Attention
Deficit-Hyperactivity Disorder (ADHD) - la llamada «hiperactividad». Los
principales síntomas son la agitación y la falta de concentración. A
los niños difíciles les cuesta fijar la atención en una cosa para largo
tiempo, son distraídos. Se mueven mucho, golpean la mesa con los dedos
durante las comidas, no pueden estar quietos en sus sillas,
continuamente tienen que cambiar de actividad. Incluso ¡horror! corren
por la calle cuando podrían caminar. Son «síntomas» de comportamiento
normal de cualquier niño, pero se pueden convertir en problema a partir
de un cierto grado de intensidad. ¿Pero cuál es este grado? ¿A partir de
cuando se puede diagnosticar una enfermedad? Decimos que tenemos fiebre
si la temperatura de nuestro cuerpo pasa de los 37 grados. Es una línea
divisoria clara (aunque hoy los médicos ya no aceptan una línea tan
rigida). ¿Pero como medir la hiperactividad? Parece que la enfermedad de
un niño empieza donde acaba el aguante de los padres y profesores.
Muchos médicos refutaron tales argumentos con definiciones clínicas.
Pero sus tablas de síntomas son menos científicas de lo que piensan.
Según el psiquiatra Americano Peter R. Breggin (ver fuentes al final del
texto) no hay pruebas para la existencia de una enfermedad que pudiera
causar el ADHD. No se han detectado nunca diferencias orgánicas en los
cerebros de niños hiperactivos. No hay reacciones bioquímicas
diferentes, y nunca se ha detectado anomalía cualquiera. El único
«cuadro sintomático» en el que se apoyan los médicos para detectar la
hiperactividad es el comportamiento. Desde hace 20 años por lo menos
médicos y psiquiatras se libran una batalla en EE.UU. sobre la cuestión
si se puede tratar con fármacos algo que tiene una base científica tan
tenue. Lo único de demuestran los ensayos clínicos hasta ahora es que no
hay cura, sólo hay niños drogados.
El remedio
El fármaco más usado contra la hiperactividad es el Ritalin (en
inglés, al factor activo se llama MPH - methylphenidate hydrochloride).
Es un estimulante que tiene el efecto «paradoxo» de calmar personas
agitadas. Fue descubierto en los años 40 y autorizado su uso por la FDA
(Federal Drug Administration) del Gobierno de EE.UU. en 1956. Se puso de
moda esta droga antigua sobre todo durante la última década (que
adecuado es el inglés, en este caso: usa la misma palabra «drug» para
droga y fármaco). Entre los años 1990 y 1995 se duplicaron el numero de
pacientes, de 1990 hasta hoy el uso de Ritalin se ha multiplicado por
siete. Un 90 % de la producción mundial del producto es consumido en
EE.UU. En este país, hasta 4 millones de niños toman Ritalin. Según la
prestigiosa revista inglesa «New Scientist» el uso de Ritalin «es uno de
los fenómenos farmacéuticos más extraordinarios de nuestro tiempo... En
algunas escuelas, 15% de niños son diagnosticados con ADD o ADHD, y el
reparto de Ritalin ya es parte de la vida diaria de colegio.»
El éxito comercial es sorprendente, tratándose de un fármaco muy
peligroso. Tomar más que la dosis indicada puede producir vómitos,
alucinaciones, convulsiones y llevar al coma. Los efectos secundarios
son falta de apetito, problemas para dormir, tics nerviosos, nauseas,
ansiedad, tensión y nerviosismo. El uso de Ritalin puede llevar a
manías, a sicosis y finalmente a la drogodependencia.
De hecho, el abuso de Ritalín es muy común. La policía antidrogas
norteamericana DEA pone este remedio en la misma categoría que la
cocaína. Está entre los 10 fármacos más buscados en robos de farmacia en
EE.UU.. En la calle, donde se esnifa y se inyecta, se conoce con
nombres como Vitamin R, R-Ball, Skippy o Jif.
Según Breggin, el único efecto de Ritalin es impedir el
funcionamiento normal del cerebro -no se han detectado otras cualidades.
El New Scientist reconoce que el Ritalin «calma a niños hiperactivos y
hace más fácil tratar con ellos», pero en el mismo editorial advierte
que «no hay ninguna prueba de que mejore su rendimiento escolar.» En
estudios que duraron 14 meses no se detectó ninguna mejora en la escuela
ni en la capacidad de relacionarse socialmente de los niños tratados
con Ritalin.
¿Control social?
Entonces ¿por qué se usa? Calmar es la palabra mágica. A corto plazo
Ritalin calma la actividad espontánea, creativa y autónoma de los niños.
Son más obedientes y cumplen con tareas aburridas. Según Breggin, «no
se tiene en cuenta la experiencia subjetiva del niño» al hacerle tomar
el medicamento. Lo único que importa es el resultado, el comportamiento
socialmente aceptable del niño. El niño no es sujeto, es objeto -y lo
único que importa es que no moleste. Lo grave de la experiencia
norteamericana es la intromisión de las escuelas: si se acepta la
existencia de la enfermedad y la eficacia del fármaco se da vía libre a
una política de drogar sistemáticamente a todos los niños rebeldes. Hay
estudios que demuestran, por ejemplo en Montreal, la prevalencia de la
hiperactividad y del uso de Ritalin en escuelas de barrios pobres.
¿Porque se «enferman» más estos niños? Es evidente que los factores
sociales -en la familia y en el barrio- influyen en el comportamiento
social de los niños. También es probable que en las clases acomodadas
hay más posibilidad que los padres se tomen la molestia (o por lo menos
el gasto) de buscar un psicólogo antes de declarar la guerra química a
su hijo.
No quiero levantar aquí la liebre de una teoría conspirativa -no se
trata de una decisión malévola tomada en algún oscuro despacho de
gobierno. Y si hubiera una tal conspiración, no sería éste el problema
-lo realmente grave es la facilidad con la cual nuestra sociedad acepta
ser manipulada, acepta la solución fácil de la pastilla. El desespero de
padres desbordados por un problema que no entienden es trágico- y
quizás sea normal que busquen el camino de menor resistencia. Si el
problema de su hijo es una enfermedad, nadie tiene la culpa. Pero
replantearse comportamientos en la familia y en la escuela significa
replantearse a sí mismo, replantear las instituciones que nos rodean. Es
un paso que pocos se atreven a dar. Es más fácil empastillar al hijo.
¿Nueva ofensiva de Ritalin?
El éxito de Ritalin en el mercado norteamericano es impresionante. En
Europa no ha podido entrar aún de tal manera. Pero algo pasa. En un
reciente viaje a Holanda encontré en la portada del prestigioso diario
liberal «NRC-Handelsblad» un gran artículo sobre Ritalin. Seguía en el
interior sobre una página entera. Pero no contenía nada nuevo, ningún
dato, ninguna gran prueba clínica nueva. Los «niños-ejemplo» eran
conmovedores, sin duda, pero la historia estaba lejos de tener el valor
literario para merecer tal despliegue. Como periodista me pregunté ¿por
qué? ¿Estaba tan falto de material el editor que tuvo que poner una
historia que se podía haber publicado en cualquier día de los últimos 20
años? Creo simplemente que le metieron un gol. Hay que estar atento,
porque debe estar en curso una «ofensiva mediática». Pregunté a un
médico amigo en Holanda: confirmó que ¡en los centros de detención
juvenil ponen Ritalin en la sopa para calmar a los presos!
Pero al fin ¿qué es la hiperactividad
La crítica negativa deja desamparada a los que sufren el problema. Es
más fácil creer al médico que buscar alternativas. Breggin da pistas:
hay indicios que factores medioambientales pueden causar síntomas de
hiperactividad. El New York Times publicó el 2 de noviembre pasado un
articulo bajo el titulo: «Un cambio de dieta puede evitar el uso de
Ritalin.» Un informe reciente sobre los 23 mejores estudios clínicos de
los últimos 20 años sobre la hiperactividad llega a la conclusión que la
alimentación puede influir en los «desordenes de comportamiento» de
muchos niños. Colorantes o otros aditivos, o incluso los mismos
alimentos pueden causar hiperactividad en niños. Es decir: Si el
chocolate te pone como una moto, no vayas al médico, ¡deja de comer
chocolate!
Einstein, Leonardo o Newton eran hiperactivos, ¿qué habría sido de ellos si sus padres los hubieran enpastillado y convertido en borregos?
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