El
siguiente escrito de Ángel Cappelletti, conforma el prólogo de «El Anarquismoen América Latina» (Biblioteca Ayacucho, 1990). Resumen histórico y compilación
de textos seleccionados por el citado autor y Carlos M. Rama.
El anarquismo como ideología y como filosofía social surge en Europa en la primera mitad del siglo XIX. Como las diversas modalidades del socialismo pre-marxista, es un producto francés, pues a Proudhon debe su nombre y su primera formulación sistemática, aunque justo es recordar que tuvo dos poderosos padrinos, en Inglaterra (Godwin) y en Alemania (Stirner). Como movimiento social de las clases productoras (obreras, artesanos, campesinos) asume primero la forma de mutualismo, desde antes de 1850, también en Francia. En un segundo momento, ya en la década del 60, se convierte en colectivismo con Bakunin y vincula su actividad esencialmente a la Primera Internacional, en cuyo seno llega a constituir, durante un tiempo, la corriente mayoritaria. En esta época, en efecto, la mayor parte de los obreros organizados en Italia, Francia, España, Portugal, Suiza francesa, Bélgica, Holanda, etc., son anarquistas o profesan un socialismo revolucionario afín al anarquismo. Inclusive en Gran Bretaña, el tradeunionismo, con sus moderadas tendencias, se encuentra más cerca de los proudhonianos que de los marxistas.
Ya
durante la década de los 60* las ideas
anarquistas llegan a América Latina y se concretan en algunos grupos de acción.
En las Antillas francesas se fundan Secciones de la Internacional; en México se
difunden las ideas de Proudhon y Bakunin y surgen las primeras organizaciones
obreras, campesinas y estudiantiles de signo libertario. A comienzos de los
años 70 es clara la presencia de núcleos anarquistas en ambas márgenes del
Plata. Desde entonces y durante más de medio siglo, el anarquismo tiene una
larga y accidentada historia en muchos de los países latinoamericanos. En
algunos de ellos, como en Argentina y Uruguay, logró la adhesión de la mayor
parte de la clase obrera, a través de sindicatos y sociedades de resistencia,
durante varias décadas. En otros, como en México, desempeñó un papel importante
inclusive dentro de la historia política y de las contiendas armadas del país.
En Chile y Perú, fue indudable iniciador de las luchas de la clase obrera en su
dimensión revolucionaria. Inclusive en aquellos países donde no logró después
un gran arraigo sindical, como Ecuador, Panamá o Guatemala, no cabe duda de que
las primeras organizaciones obreras que trascendieron el significado de meras
sociedades de socorros mutuos y encararon la lucha de clases, fueron
anarquistas.
El
anarquismo tiene, pues, en América Latina una amplia historia, rica en luchas
pacíficas y violentas, en manifestaciones de heroísmo individual y colectivo,
en esfuerzos organizativos, en propaganda oral, escrita y práctica, en obras
literarias, en experimento teatrales, pedagógicos, cooperativos, comunitarios,
etc. Esta historia nunca ha sido escrita en su totalidad, aunque existen
algunos buenos estudios parciales. Más aún, quienes escriben la historia
social, política, cultural, literaria, filosófica, etc., del subcontinente
suelen pasar por alto o minimizar la importancia del movimiento anarquista. Hay
en ello tanta ignorancia como mala fe. Algunos historiadores desconocen los
hechos o consideran al anarquismo o como una ideología marginal y absolutamente
minoritaria y desdeñable. Otros, por el contrario, saben lo que el anarquismo
significa en la historia de las ideas socialistas y comprenden bien su actitud
frente al marxismo, pero precisamente por eso se esfuerzan en olvidarlo o en
desvalorizarlo como fruto de inmadurez revolucionaria, utopismo abstracto,
rebeldía artesanal o pequeño burguesa, etc.
El
presente Prólogo no pretende ser una
historia completa del anarquismo latinoamericano, sino simplemente un esbozo de
ella. Aun así, la amplitud de la materia (que abarca desde Argentina hasta
México) y la escasez de estudios previos (que no sean parciales) nos ha obligado
a darle una extensión mayor que la habitual dentro de la Biblioteca Ayacucho. En él se examinan los hechos sociales, la
propaganda periodística, y la literatura del anarquismo en cada país, desde el
extremo meridional (Argentina) al septentrional (México). La antología
comprende escritos de autores anarquistas de varios países. Nuestro criterio de
selección ha sido no la excelencia literaria sino la relevancia ideológica o
filosófica de los mismos. Pero antes de proceder a dar un esbozo histórico, país
por país, trataremos de establecer, brevemente, algunos rasgos específicos del
anarquismo en América Latina.
Como
todo pensamiento originado en Europa, la ideología anarquista fue para América
Latina un producto importado. Sólo que las ideas no son meros productos sino
más bien organismos y, como tales, deben adaptarse al nuevo medio y, al
hacerlo, cambiar en mayor o menor medida.
Decir
que el anarquismo fue traído a estas playas por inmigrantes europeos es casi
acotar lo obvio. Interpretar el hecho como un signo de su minusvalía, parece
más bien una muestra de estupidez. (La idea misma de «patria» y la ideología
nacionalista nos han llegado de Europa). Pero el anarquismo no fue sólo la
ideología de masas obreras y campesinas paupérrimas que, arribadas al nuevo
continente, se sintieron defraudadas en su esperanza de una vida mejor y vieron
cambiar la opresión de las antiguas monarquías por la no menos pesada de las
nuevas oligarquías republicanas. Fue muy pronto el modo de ver el mundo y la
sociedad que adoptaron también masas autóctonas y aún indígenas, desde México a
la Argentina, desde Zalacosta en Chalco hasta Facón Grande en la Patagonia. Muy
pocas veces se ha hecho notar que la doctrina anarquista del colectivismo
autogestionario, aplicada a la cuestión agraria, coincidía de hecho con el
antiguo modo de organización y de vida de los indígenas en México y del Perú,
anterior no sólo al imperialismo español sino también al imperialismo de los
aztecas y de los incas. En la medida en que los anarquistas lograron llegar
hasta los indígenas, no tuvieron que inculcarles ideologías exóticas, sino sólo
tornar conscientes las ancestrales ideologías campesinas del «calpull» y del
«ayllu».
Por
otra parte, en la población criolla se había arraigado muchas veces una
tendencia a la libertad y un desapego por todas las formas de la estructura
estatal que, cuando no eran canalizadas por las vías del caudillaje feudal,
eran tierra fértil para una ideología libertaria. Casi nunca se menciona la
existencia (en Argentina y Uruguay) de un «gauchaje» anarquista, que tenía su
expresión literaria en los payadores libertarios. Pero, aun prescindiendo de
esto fenómenos, que serán considerados sin duda poco significativos por los
historiadores académicos y marxistas, puede decirse sin lugar a dudas que el
anarquismo echó raíces entre los obreros autóctonos mucho más profunda y
extensamente que el marxismo (con la sola excepción, tal vez, de Chile).
Aun
cuando, desde un punto de vista teórico, el movimiento latinoamericano no haya contribuido
con aportes fundamentales al pensamiento anarquista, puede decirse que desde el
punto de vista de la organización y de la praxis produjo formas desconocidas en
Europa. Así, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) fue ejemplo de una
central que, siendo mayoritaria (hasta llegar a constituirse, de hecho, en
cierto momento, en central única), no hizo jamás ninguna concesión a la
burocracia sindical, al mismo tiempo que adoptaba una organización diferente tanto
de la CNT y demás centrales anarcosindicalistas europeas como la IWW
norteamericana. Otro ejemplo, típicamente latinoamericano, es la existencia del
Partido Liberal Mexicano, el cual pocos años después de su fundación adoptó una
ideología que, sin ninguna duda, era anarquista (por obra, sobre todo, de R.
Flores Magón) y que sin embargo, conservó su nombre y siguió presentándose como
partido político (lo cual le valió duras críticas de algunos ortodoxos
europeos, como Jean Grave).
De
todas maneras, si se exceptúa este caso singular (que podría tener sólo una
réplica en el reciente P.V.P. uruguayo, cuya ideología anarquista es, sin
embargo, mucho más dudosa), puede decirse que en América Latina el anarquismo
fue casi siempre anarcosindicalismo y estuvo esencialmente vinculado a
organizaciones obreras y campesinas. Hubo, sin duda, algunos
anarco-individualistas en Argentina, Uruguay, Panamá, etc., y también algunos
anarco-comunistas enemigos de la organización sindical en Buenos Aires (durante
las décadas de 1880 y 1890), pero la inmensa mayoría de los anarquistas
latinoamericanos fueron partidarios de un sindicalismo revolucionario y
antipolítico (no, como suele decirse equivocadamente, a-político) En esto se
diferencia el anarquismo latinoamericano del norteamericano. En Estados Unidos
hubo, sin duda, un poderoso sindicalismo anarquista, cuyo más celebre
testimonio fue brindado por los mártires de Chicago. Este anarquismo, que
representaba la continuación del movimiento anti-esclavista en el ámbito de la
civilización industrial, fue promovido por emigrantes (italianos, alemanes,
eslavos, etc.), cuyo prototipo revolucionario era el germano Johann Most. Más
tarde hubo también un sindicalismo revolucionario (anarquista o
cuasi-anarquista), el de los Industrial Workers of the World (IWW), que prolongaba,
a su vez, en el mundo del trabajo industrial, las tradiciones de lucha del
viejo Far West. Pero, por otra parte, hubo también, desde mucho antes, una
corriente autóctona, representada por grandes figuras literarias como Thoreau y
Emerson, que nada tiene que con el movimiento obrero, que hunde sus raíces en
el liberalismo radical de Jefferson, y otros pensadores del siglo XVIII, que se
prolonga tal vez en lo que hoy se denomina «libertarianism». No se trata de una
ideología anti-obrera (aunque hay, sin duda, hoy, libertarios de derecha), pero
se desarrolla en un plano ajeno a las luchas laborales, y sus motivos
principales son la negación de la burocracia y del Estado, los derechos
humanos, el antimilitarismo, etc.
Por
otra parte, el anarquismo presenta también algunos rasgos diferenciales en los
diferentes países de América Latina. En la Argentina ha sido, con la FORA, más
radical, hasta el punto de ser considerado extremista por la CNT española. En
Uruguay ha sido más pacífico, como ya señalaba Nettlau, tal vez porque menos
perseguido (excepto durante la última dictadura). En México ha tenido
significación en el gobierno, no sólo por la participación del magonismo en la
revolución contra Porfirio Díaz, sino también porque la Casa del Obrero Mundial
brindó a Carranza sus «batallones rojos» en la lucha contra Villa y Zapata y
porque los dirigentes de la CGT polemizaron con el propio presidente Obregón.
En Brasil, por el contrario, estuvo siempre al margen de toda instancia
estatal, y la república militar-oligárquica nunca lo tomó en cuenta sino para
perseguir, desterrar o asesinar a sus militantes. Fenómeno típico de ciertos
países latinoamericanos, entre 1918 y 1923, fue el anarco-bolchevismo. En
Argentina, Uruguay, Brasil y México sobre todo, al producirse en Rusia la
revolución bolchevique, muchos anarquistas se declararon partidarios de Lenin y
anunciaron su incondicional apoyo al gobierno soviético, pero no por eso
dejaron de considerarse anarquistas. Esta corriente desapareció con la muerte
de Lenin, pues quienes decidieron seguir a Stalin ya no se atrevían sin duda a
llamarse «anarquistas».
En
todos los países latinoamericanos el anarquismo produjo, además de una vasta
propaganda periodística y de una copiosa bibliografía ideológica, muchos poetas
y escritores que, con frecuencia, fueron figuras de primera línea en las
respectivas literaturas nacionales. No en todas partes, sin embargo, fueron
igualmente numerosos y significativos. En Argentina y Uruguay puede decirse que
la mayoría de los escritores que publicaron entre 1890 y 1920 fueron, en algún
momento y en alguna medida anarquistas. En Brasil y en Chile hubo asimismo,
durante ese periodo, no pocos literatos ácratas, aunque no tantos como en el
Río de la Plata. En Colombia, Venezuela, Puerto Rico, etc., si bien no floreció
una literatura propiamente anarquista, la influencia de la ideología libertaria
se dio más entre literatos y poetas que en el movimiento obrero. Es importante
hacer notar, sin embargo que aun allí donde la literatura y anarquismo casi
sinónimos, como en el Río de la Plata (periodo mencionado), los intelectuales anarquistas
nunca desempeñaron el papel de élite o vanguardia revolucionaria y nunca
tuvieron nada que ver con la universidad y con la cultura oficial. En esto el
anarquismo se diferencia profundamente del marxismo.
La
decadencia del movimiento anarquista latinoamericano (que no comporta, sin
embargo, su total desaparición) se puede atribuir a tres causas:
1) Una serie de golpes de Estado más o menos fascistoides, que se producen alrededor del año 30 (Uriburu en Argentina, Vargas en Brasil, Terra un Uruguay, etc.) Todos ellos se caracterizan por una represión general contra el movimiento obrero, los grupos de izquierda y los anarquistas en especial. En ciertos casos (Argentina) llegan a desarticular enteramente la estructura organizativa y propagandística de las federaciones obreras anarcosindicalistas.
2) La fundación de los partidos comunistas (bolcheviques). El apoyo de la Unión Soviética y de los partidos afines europeos les confiere una fuerza de la que carecen las organizaciones anarquistas, sin más recursos materiales que las cotizaciones de sus propios militantes. En algunos países más (Brasil), en otros menos (Argentina), hay anarquistas que se pasan al partido comunista.
3) La aparición de corrientes nacional-populistas (más o menos vinculadas con las fuerzas armadas e inclusive, a veces, con los promotores de golpes fascistoides).
1) Una serie de golpes de Estado más o menos fascistoides, que se producen alrededor del año 30 (Uriburu en Argentina, Vargas en Brasil, Terra un Uruguay, etc.) Todos ellos se caracterizan por una represión general contra el movimiento obrero, los grupos de izquierda y los anarquistas en especial. En ciertos casos (Argentina) llegan a desarticular enteramente la estructura organizativa y propagandística de las federaciones obreras anarcosindicalistas.
2) La fundación de los partidos comunistas (bolcheviques). El apoyo de la Unión Soviética y de los partidos afines europeos les confiere una fuerza de la que carecen las organizaciones anarquistas, sin más recursos materiales que las cotizaciones de sus propios militantes. En algunos países más (Brasil), en otros menos (Argentina), hay anarquistas que se pasan al partido comunista.
3) La aparición de corrientes nacional-populistas (más o menos vinculadas con las fuerzas armadas e inclusive, a veces, con los promotores de golpes fascistoides).
La
particular situación de dependencia en que se encuentran los países latinoamericanos
frente al imperialismo europeo y, sobre todo, norteamericano, deriva la lucha
de clases hacia las luchas de «liberación nacional». Los trabajadores
visualizan la explotación de que son objetos como imposición de potencias
extranjeras. La burguesía (nacional y extranjera), vinculada a ciertos sectores
del ejército y de la iglesia católica, los convence de que el enemigo no es ya
el Capital y el Estado sino sólo el Capital y el Estado extranjeros. Esta
convicción (hábilmente inducida) es, en realidad, la causa principal de la
decadencia del anarquismo. Todo lo demás, inclusive las dificultades intrínsecas
que afectan a una organización anarquista en el mundo actual (como la necesidad
de hacer funcionar sindicatos sin burocracia y la real o aparente inviabilidad
de sus propuestas concretas) es secundario.
Ángel Cappelletti
*Se refiere a 1860 (N&A)
Ahora que Venezuela ya no sale en los diarios porque ahora sí es democracia. Le ha llegado el turno al movimiento libertario español como chivo expiatorio de la prensa.
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