Desde que la conocemos, las conversaciones con Silvia han sido
siempre muy fértiles. No solo por su lucidez y agudeza teórico-política,
sino también por su generosidad infinita en el relato de su
experiencia, en esa búsqueda de coherencia entre lo que se hace y se
piensa. En la previa del 8 de marzo, conversamos con ella sobre el paro
internacional de mujeres y la actualidad de la lucha feminista.
Elegimos volver a escucharla hoy, en este contexto tan intenso donde
la lucha de las mujeres se despliega con una fuerza por momentos
inesperada. Donde cada una desde su comunidad de mujeres pone empeño en
organizar, difundir y participar del 8 de marzo y del paro histórico que
sucederá en más de treinta países alrededor del mundo.
En lo vertiginoso de estos acontecimientos nos venimos diciendo unas a
otras: no aceptemos más la violencia, potenciemos nuestra fuerza para
multiplicar nuestro ya basta, organicemos encuentros, espacios y marchas
que hagan temblar la tierra. Pero también nos repetimos una y otra vez:
hagamos más denso el tejido del entre mujeres; potenciemos nuestra
ayuda mutua, nuestro autocuidado y reciprocidad; estemos cada vez más
movilizadas pero también robemos tiempo para sentir y pensar cómo
seguimos, cómo nos auto organizamos cada vez más y qué desafíos está
alumbrando la lucha.
Dicho de otro modo, al desplegar la lucha ésta ilumina nuevos
problemas políticos. De nada sirve hacer sin pensar. Pensemos a partir
de lo que estamos experimentando y abramos los espacios para construir
los cómo seguir. Nuestras compañeras y hermanas nacidas en las luchas
que nos antecedieron portan experiencias que es preciso recuperar para
no empezar de cero, para nutrirnos y cambiar. Por eso esta conversación
busca ser un espacio-momento para que Silvia nos comparta palabras que
nos ayuden a pensar lo que está sucediendo.
¿Qué está sucediendo con la lucha de las mujeres? ¿Qué has reflexionado sobre las últimas manifestaciones en Estados Unidos?
Aquí es un momento en el que se está dando una movilización muy
fuerte de todos los movimientos sociales, y sobre todo del movimiento de
las mujeres. Hemos visto estas marchas en Washington, en Nueva York, en
varias ciudades. Mujeres de todo tipo, de todas las edades se están
movilizando, sintieron la necesidad de salir a la calle. Y pienso que no
es solamente una necesidad de responder a Trump, es la expresión de un
gran descontento que se ha acumulado en estos años, porque las situación
de las mujeres en todos los niveles, con excepción de una minoría, se
ha deteriorado desde hace mucho tiempo, enfrentando una crisis en su
vida cotidiana.
Esta es una crisis de trabajo, una crisis de falta de tiempo para sí
mismas, una crisis de la relación con los otros, es el no tener
recursos, no tener tiempo ni acceso a los servicios más fundamentales.
Además de enfrentarse continuamente a la violencia, que es violencia
individual pero también del Estado, de la policía, en las cárceles, es
la militarización de la vida que aquí es cada vez más fuerte. Creo que
ahora estos son los elementos que unifican y pueden unificar al
movimiento feminista. Es un movimiento contra la violencia y los abusos
institucionales, pero también es una manifestación de deseo, de voluntad
de construir una sociedad diferente. En estas marchas, en Nueva York
por ejemplo, se podía ver una gran creatividad, mucha fuerza y energía,
por eso se puede comparar con lo que sucedió en los años setenta.
Es un movimiento que ha crecido mucho en los últimos años, sobre todo
a partir de la desilusión que tantas mujeres han experimentado. Se
pensó que trabajar fuera de la casa posibilitaba conseguir autonomía. Y
no nos dio autonomía porque el trabajo es precario, no da seguridad. Lo
que vemos es un gran número de mujeres, y hombres también, cargadas de
deudas. Han luchado por entrar a las universidades, como se luchaba en
los años setenta, y ahora con la privatización de la educación deben un
montón de dinero para poder estudiar. Muchas jóvenes con veinte años no
pueden ver cuál va a ser su futuro.
¿De qué luchas previas se nutren estas manifestaciones?
Porque al mirar las imágenes -no podíamos dejar de mirar lo que pasaba,
la cantidad de personas- desde el sur nos preguntamos ¿de dónde se están
nutriendo? ¿De dónde nació ese desborde? ¿Qué había previamente
organizado?
Creo que la decisión de una parte del establishment americano de
apoyar a Trump ha sido una respuesta a las luchas que ya se estaban
dando. Por ejemplo, la lucha por el aumento del salario mínimo ha
involucrado a muchas mujeres muy fuertemente, y siempre se cruzaba con
la lucha de los migrantes. Porque son sobre todo las mujeres y las
personas migrantes las que tienen salarios muy bajos. También ha crecido
un movimiento estudiantil contra la deuda generada por la falta de
gratuidad. Por otro lado, muchos han apoyado a Trump pensando que sería
el presidente que cortaría las deudas e implementaría una educación
gratuita. Es también creciente la movilización contra el control del
cuerpo. Por ejemplo, en muchos Estados se redujo drásticamente el acceso
al aborto. Hoy las mujeres se enfrentan con dificultades en todos los
lugares donde están, con cortes en servicios como la educación y la
precariedad de la vida, ninguna sabe si tendrá o no trabajo. Sobre todo
entre jóvenes y mujeres no se ve qué tipo de futuro se tendrá. También
la rabia y la indignación contra estos abusos, la violencia
institucional continua, la matanza de la policía sobre los y las jóvenes
de color, migrantes, latinos. La conciencia de que vivimos en un
régimen muy brutal, que no es una novedad, pero que ahora ya no se puede
no ver. En los últimos años casi todos los días un joven negro fue
asesinado con una impunidad absoluta. Entonces, hay un descontento muy
fuerte, económico y no económico, porque los dos están conectados.
Porque está claro que esta violencia se justifica y se sostiene en la
represión y en la precariedad económica.
¿Cómo estás viviendo estos mismos movimientos en el plano
internacional, por ejemplo lo que está siendo en este momento la
organización del paro internacional de mujeres?
Es una idea muy excitante, sobre todo esta dimensión internacional de
las luchas es muy importante. En las últimas semanas ha sido muy
importante ver tantas movilizaciones en todas las ciudades al mismo
tiempo, el sentimiento de ser parte de algo que se está moviendo en
muchas partes del país y del mundo. Así como la respuesta al llamamiento
de paro de las compañeras en Argentina en octubre pasado que fue muy
fuerte. También aquí muchas compañeras salieron a la calle. Todavía es
difícil saber, pero es claro que solamente algunas podrán hacer el paro
porque hay tantas dificultades prácticas para organizar un paro de las
mujeres, sobre todo en un país como Estados Unidos, donde existen
realidades tan diferentes y hay grupos de mujeres tan diversas, en una
situación donde faltan los servicios sociales, donde muchas mujeres son
solteras y no tienen un marido que pueda sustituirla. Pero se envía una
señal importante, es una posibilidad de compromiso con las nuevas formas
de lucha y de organización. Ojalá sea un compromiso para crear redes de
comunicación entre mujeres de diverso tipo. Crear un tejido social más
fuerte, capaz de resistir a lo que está sucediendo y también empezar a
construir nuevas relaciones. Empezar a implementar lo que se viene
hablando sobre formas de auto gobernarnos, reclamar el control de
nuestra vida, empezar el proceso de no solamente ponernos en contra sino
ir definiendo qué tipo de sociedad queremos, cómo vamos a construirla,
qué precisamos de inmediato y cuáles son los objetivos del futuro.
Yo creo que es importante hoy abrir una visión estratégica, no
solamente salir a la calle, sino salir a la calle con una visión de lo
que deseamos e intentamos construir. Sería una pena si vamos a la calle
todas contentas y después regresamos a casa y no se une este momento con
la construcción de algo distinto. Por eso es importante no solo
demandar a un Estado que no responde, sino comprender contra qué
luchamos, que no son personajes. Estos personajes son la expresión de un
mal que es el sistema. Comprender lo que está sucediendo a nivel
económico, político, ecológico y empezar a hacer las conexiones. Es
verdaderamente la misma lucha: luchar contra la contaminación, contra el
capitalismo, la precarización de la vida y el despojo y luchar contra
el patriarcado son momentos diferentes de una misma lucha. Pienso que
esta movilización puede ayudar a crear conciencia sobre la interconexión
de estas luchas. Ojalá tengamos la capacidad crear un terreno de
unificación entre mujeres distintas.
Nosotras sentimos que nos entusiasma el paro y la movilización porque
es un mensaje, es una disputa en varios planos, también simbólica. Acá
en el sur, sobre todo la idea de la doble jornada, el trabajo doméstico,
ha tomado mucha fuerza porque al discutir el paro hubo que intercambiar
sobre qué precisábamos para parar. Eso dio lugar a un montón de
discusión entre mujeres. Muchas han planteado que no pueden parar porque
están solas con sus hijos e hijas, entonces vemos formas diversas de
parar y participar. No nos proponemos hacer un paro en el que si no
podés parar las veinticuatro horas no formás parte de la jornada y de la
lucha, sino hacer un paro que diversifique las opciones y todas podamos
participar.
Justamente, yo pienso que a partir de las dificultades de hacer este
paro, de las dificultades de las mujeres que no pueden dejar a sus
hijos, es importante comprender cuál es el paso próximo. Porque, ¿qué
pasa con estas mujeres que están encarceladas por el trabajo doméstico
todos los días y que no tienen a nadie que las pueda ayudar? El paro es
un momento de comprensión y de transformación, porque mirando estas
dificultades organizativas se puede ver qué necesitamos, qué se puede
hacer como cosa urgente. Ver que existen tantas mujeres que no pueden ir
a una reunión, al cine, porque son prisioneras de ese trabajo. Cuando
estuve en Bruselas unos meses vi que allá las compañeras han impulsado
la iniciativa de describir su jornada de trabajo y luego han recogido
esos testimonios. Han dicho también al estado “todo esto es lo que las
mujeres hacen”, están intentado decir “esta es la cuenta por todo lo que
hemos realizado”. Este tipo de acciones pueden incrementar la
conciencia y permiten pensar nuevas prácticas. Porque si estamos
encarceladas en el hogar entonces ¿qué estructura necesitamos en lo
urbano, en el barrio, para dar respuesta?, ¿cuáles son las necesidades
inmediatas y urgentes?
En esa clave, al pensar el paro lo estábamos concibiendo como
un momento pedagógico para nosotras y para todas las mujeres, por tanto
para señalar los desafíos en todos los sentidos que vos nombras, para
pensar qué movimiento tenemos que construir, bien atado a la vida y la
cotidianidad. Pero también señalar los límites de la izquierda, los
límites de ciertas formas de hacer política, lo que sucede con el
sindicalismo. El paro iluminó muchas cosas, no solo para el propio
movimiento de mujeres sino para muchas más personas.

Así es. Antes existieron sindicatos que se ocupaban de la vida, del
barrio, que luchaban tomando en cuenta toda la vida de las trabajadoras y
trabajadores, no solo sobre las ocho o nueve horas. Ahora es una forma
burocrática que ya no funciona más, que no puede dar respuestas. He
estado hablando con una compañera que organizó en Islandia el paro de
1975, desde allí las mujeres se han organizado en espacios urbanos donde
se conversa, se circula información, en todas las ciudades están estos
espacios que son experiencias colectivas para las mujeres. Estos lugares
han facilitado mucho la organización, porque cada uno ha sido un punto
de expansión de la información, de la táctica. Me gusta mucho pensar que
se pueden crear estos lugares, espacios de las mujeres. Crear, desde
donde una vive, espacios donde cuidarnos y dar discusiones entre
mujeres. Insistir en la capacidad de crear, reclamar el espacio, el
derecho a la ciudad. Es importante pensar este momento como un momento
histórico, lo que está pasando con el Encuentro de Mujeres en Argentina,
que se organice algo internacionalmente de forma autónoma sin los
recursos y la intervención de la ONU. Se han hecho acciones todos los 8
de marzo, pero este año está la dimensión internacional. Esta jornada
está reviviendo el sentido del 8 de marzo y dando lugar a un nuevo
internacionalismo.
Pero es importante pensar estratégicamente qué es lo que queremos.
Claro que no podemos saber muchas cosas, pero sí qué precisamos saber.
Necesitamos una visión estratégica más allá de la manifestación. También
la memoria histórica es importante para crear resistencia, la memoria
sobre lo que ha significado este día para la lucha de la mujeres, sobre
el internacionalismo feminista y el significado de eso en la
actualidad. Creo que hoy las mujeres debemos estar más presentes en las
luchas contra la guerra. En estas manifestaciones en Estados Unidos no
se le ha dado suficiente atención a la problemática de la guerra.
Este punto es importante desde la perspectiva latinoamericana
y también nos preguntamos por esto que nombras. La gente se moviliza
cuando puede, cuando hay conciencia y voluntad, pero ¿qué piensa sobre
las invasiones y la guerra el pueblo estadounidense?
Ahora se ven límites que no se veían y se empieza a insistir en la
necesidad de la lucha contra la guerra. Han estado y están bombardeando
con drones Yemen, han destruido Medio Oriente. Existe una relación
fuerte entre la guerra permanente y la militarización de la vida aquí,
por eso es importante esta temática. ¿De qué internacionalismo hablamos
si no? Es importante que todos digamos que no se puede excluir a las
personas de ningún país, pero también que no se debe bombardear ni
destruir la vida en ningún país. Pienso que en los materiales que se van
a preparar y escribir es importante tener esta visión histórica del
internacionalismo feminista.
Con respecto a la memoria histórica, al crecer bastante la
auto organización de las mujeres en varias ciudades de Uruguay, las
compañeras plantean una sensación de ser huérfanas, de empezar una lucha
sin saber que otras mujeres lucharon antes, desconociendo qué problemas
tuvieron y cómo se organizaron. ¿Tuvieron esta sensación en los años
setenta cuando el movimiento desbordaba las calles?
Para nosotras fue muy importante el trabajo de comenzar a reconstruir
la historia de otras mujeres, de comprender de dónde venimos, cuales
fueron nuestras madres, reconstruir y pensar en el feminismo liberal, en
el feminismo socialista -del que nace el 8 de marzo-, saber lo que
planteaban sobre la liberación de la mujer. De la historia del feminismo
en América Latina he descubierto dos años atrás la lucha de las mujeres
en Argentina, a Virginia Bolten y su consigna “ni patrón ni marido” y
su periódico La Voz de la Mujer.
Las historias locales, en el Río de la Plata, también son muy
potentes. Por ejemplo, la consigna de las mujeres en Uruguay en los años
ochenta era “nosotras queremos cambiar la vida”. Es hermoso reconectar
con esas luchas.
Es imprescindible conversar con estas mujeres que son libros
vivientes, libros de la historia de las luchas. Esta concepción que
planteas es importante para construir una memoria larga. Tú te sientes
parte de algo, no puedes mirar el futuro sin mirar el pasado. Solamente
cuando ves toda la historia de lucha, los límites, los problemas de las
experiencias organizativas pasadas, intentas no repetir las mismas
cosas. No puedes identificar lo que estás haciendo si no miras que se ha
hecho antes y cuáles son las diferencias, aprender de esa experiencia,
no pensar que has inventado todo.
Escasos quince días nos separan del paro del 8 de marzo. Las palabras de Silvia, que son las de una luchadora que reflexiona y teoriza a partir preocupaciones que también son las nuestras, seguramente serán fértiles para seguir construyendo este camino, que es el suyo y el de miles de mujeres que por todo el mundo van diciendo ¡ya basta
Mariana Menéndez