El siguiente texto, obra de de Bert F. Hoselitz, fue escrito a mediados del siglo XX y corresponde al prefacio del 
Libro Escritos de Filosofía Política I y II - Mijaíl Bakunin, selección y compilado de textos a cargo de G.P.
Maximoff.  El tomo I del libro lo pueden consultar haciendo click aquí. 

 
El
 anarquismo filosófico es una doctrina muy antigua. Nos sentimos 
tentados a decir que tan antigua como la idea del gobierno, pero faltan 
pruebas seguras en apoyo de dicho aserto. No obstante, poseemos textos 
con más de 2.000 años de antigüedad que no sólo describen una sociedad 
humana sin gobierno, fuerza y ley restrictiva, sino que consideran este 
estado de las relaciones sociales como el ideal de la sociedad. En 
bellas y poéticas palabras, Ovidio nos proporciona una descripción de la
 utopía anarquista. En el primer libro de sus Metamorfosis describe una 
edad de oro donde no había ley y todos mantenían su lealtad y realizaban
 lo justo sin necesidad de compulsión alguna. Allí no había miedo al 
castigo, ni sanciones legales grabadas sobre tablillas de bronce, ni 
ninguna masa de suplicantes miraba llena de espanto a su vengador, 
porque sin jueces todos vivían en seguridad. La única diferencia entre 
la visión del poeta romano y la idea de los anarquistas filosóficos 
modernos es que el primero situó la edad de oro al comienzo de la 
historia humana, mientras estos últimos la sitúan al final.  
Pero
 Ovidio no fue el inventor de esos sentimientos. En su poesía repitió 
ideas que se habían abrigado durante siglos. Georg Adler, historiador 
social alemán que en 1899 publicó un estudio exhaustivo y bien 
documentado sobre la historia del socialismo, mostró que los criterios 
anarquistas fueron mantenidos sin duda por Zenón (342 al 270 a. C.), 
fundador de la escuela estoica de filosofía[Georg Adler, Geschichte des 
Sozialismus und Kommunismus von Plato bis zur Gegenwatt,Leipzig, 1899, 
pp. 46-51.]. Había sin duda fuertes sentimientos anarquistas entre 
muchos de los primeros ermitaños cristianos, y en los criterios 
político-religiosos de algunos —como, por ejemplo, Carpocrates y sus 
discípulos (siglo II de la era cristiana)— esos sentimientos parecen 
haber ocupado una posición fuerte, y quizá predominante. Sentimientos 
semejantes se revivieron entre algunas de las sectas cristianas 
fundamentalistas de la Edad Media, e incluso del período moderno.
Max
 Nettlau, el infatigable historiador del anarquismo, se ha ocupado 
también de esta cuestión y enumera una serie de trabajos, compuestos 
durante los dos siglos precedentes a la Revolución Francesa, que 
contienen puntos de vista libertarios, o incluso abiertamente 
anarquistas[Max Nettlau, Der Verfrühling der Anarchie, Berlin, 1925, pp.
 34-66]. Entre los trabajos franceses más importantes de este período 
están el  Discours de la Servitude Volontaire de Etionne de la Boétie, 
compuesto alrededor del 1550, pero no publicado hasta 1577; el libro de 
Gabriel Foigny, Les aventures de Jacques Sadeur dans la Dêcouverte et le
 Voyage de la Terre Australe, que apareció anónimamente en 1676; unos 
pocos ensayos cortos de Diderot, y una serie de poemas, fábulas y 
relatos de Sylvain Maréchal que se publicaron en las dos décadas 
inmediatamente anteriores a la Revolución.
De
 modo semejante, pueden encontrarse ideas anarquistas durante el mismo 
período en Inglaterra, donde —como en Francia— suelen expresarlas 
representantes del ala más radical de la clase media ascendente. 
Aparecen, así, concepciones anarquistas en algunos de los escritos de 
Winstanley, y es bien conocido que el joven Burke, en su Vindication of 
 Natural Society (1756), presenta un ingenioso argumento en favor de la 
anarquía, aunque la finalidad del trabajo fuera la sátira.
Pero
 todos estos escritos y muchos otros poseen una o dos características 
que los hacen diferir profundamente de los textos anarquistas 
posteriores. O bien son abiertamente utópicos, como acontece con los 
libros de Foygny o Maréchal, o se trata de opúsculos políticos dirigidos
 contra algún abuso experimentado directamente de algún legislador o 
algún gobierno, o dirigido al logro de una mayor libertad de acción 
dentro de una constelación política particular. No es infrecuente que 
contengan un análisis de la teoría política, pero es siempre incidental y
 no constituye nunca la meta principal del trabajo.
Como
 teoría sistemática, el anarquismo filosófico puede considerarse 
iniciado en Inglaterra con el trabajo de William Godwin  Enquiry 
Concerning Political Justice, que apareció en 1793. El anarquismo de 
Godwin, como el de sus más inmediatos predecesores y el de Proudhon unos
 cincuenta años después, es la teoría política del ala más radical de la
 pequeña burguesía. En la Revolución Inglesa de 1668 y en la Revolución 
Francesa de 1789 la burguesía había roto el monopolio del poder político
 detentado antes por la corona y la aristocracia. Aunque los gobiernos 
post-revolucionarios estaban todavía muy influidos por la nobleza rural y
 la burocracia (que durante mucho tiempo siguió siendo una noblesse 
derobe), las familias de clase media más poderosas y opulentas se 
asociaron gradualmente por medio de matrimonios y alianzas políticas con
 los círculos aristocráticos; y puesto que el gobierno se abstenía de una
 interferencia excesiva en sus asuntos económicos, la hauteburgeoisie le
 prestaba su apoyo gustosamente.
Pero
 puesto que exigía y obtenía mayor libertad en asuntos económicos, fue 
un instrumento en el proceso de abolir gradualmente o hacer ineficaces 
las viejas organizaciones gremiales y otras asociaciones protectoras y 
casi monopolísticas, que habían sobrevivido desde la Edad Media y habían
 llegado a constituir una traba para el pleno desarrollo hasta del 
comercio en pequeña escala y de las manufacturas. A finales del siglo 
XVIII el productor inglés que tenía unos pocos empleados, el pequeño 
tendero y el comerciante de baratijas formaban todos una masa de 
empresarios independientes. A mediados del siglo XIX, en Francia, el 
artesano y el artífice, el campesino que ganaba lo justo para mantenerse
 a sí mismo y a su familia habían adquirido también la naturaleza de 
pequeños empresarios independientes. Todos esos hombres sólo tenían un 
pequeño capital a su disposición; estaban expuestos a los abiertos 
vientos de la competencia, sin protección de los gremios ni otras 
organizaciones cooperativas; por lo mismo, se vieron relegados a un 
estado de impotencia política. No recibieron beneficios del gobierno, y 
todas las legislaciones parecían tender a la protección de la propiedad a
 gran escala, a la salvaguarda de la opulencia acumulada, al 
mantenimiento de derechos monopolísticos en manos de las grandes 
compañías de comercio, y al apoyo a los privilegios económicos y 
políticos establecidos.
Los elementos más moderados de este 
grupo patrocinaban la tendencia hacía una reforma parlamentaria, 
mientras los radicales seguían a Paine y más tarde a los cartistas; pero
 algunos intelectuales más radicales mantuvieron ideas anarquistas. La 
distancia entre el anarquismo de Godwin y el liberalismo de algunos de 
sus contemporáneos no era muy grande. Básicamente, ambas doctrinas 
surgían de la misma corriente de tradiciones políticas,y la diferencia 
principal entre ellas se encontraba en que el anarquismo constituía la 
deducción más lógica y coherente a partir de las premisas comunes de la 
psicología pragmatista y la creencia de que la mayor felicidad y las 
relaciones sociales más armoniosas sólo podrían conseguirse si todas las
 personas disponían de libertad para perseguir su propio interés.
Desde
 luego, y siguiendo a John Locke, los liberales consideraban a la 
propiedad como una consecuencia del derecho natural, y por ello apoyaban
 el mantenimiento de un monopolio del poder político en manos del 
gobierno para salvaguardar la seguridad de la propiedad y la vida contra
 un ataque interno y externo. Pero a esto replicaban los anarquistas:el 
gobierno protege la propiedad de los ricos; esta propiedad es un robo; 
suprimid el gobierno y acabaréis con los latifundios y la gran propiedad
 industrial; de este modo crearéis una sociedad igualitaria de 
productores pequeños y económicamente autónomos, una sociedad que además
 estará libre de privilegios o distinciones clasistas, donde el gobierno
 será superfluo porque la felicidad, la seguridad económica y la 
libertad personal de cada uno estarán salvaguardadas sin su 
intervención.
Es
 de la mayor importancia comprender que la doctrina anarquista propuesta
 por Godwin, Proudhon y sus contemporáneos fue la apoteosis de la 
existencia pequeño-burguesa. Que su ideal último era idéntico al Cándido
 de Voltaire: cultivar el propio jardín; que ignoraba o se oponía a las 
empresas industriales o agrícolas de grandes dimensiones; y que, por 
tanto, jamás se convirtió en una teoría política capaz de encontrar 
simpatía o un apoyo entusiástico entre las masas de trabajadores 
industriales. Era la ampliación radical de la doctrina liberal que 
consideraba que la libertad de cada uno era el bien político más 
elevado,y que la confianza responsable en la propia conciencia era el 
más alto deber político. Se basaba, por consiguiente, en una filosofía 
política estrechamente unida al ascenso de movimientos políticos de 
clase media liberales y antisocialistas. Pero Bakunin, como es bien 
sabido, se consideraba un socialista; logró su admisión como miembro 
dirigente de la Asociación Internacional de Trabajadores, luchó por el 
control de esta organización y tuvo entre sus seguidores a muchos 
verdaderos proletarios.
¿Cómo
 y por qué se asoció tan estrechamente hacia mediados del siglo XIX el 
anarquismo con el socialismo, filosofía política que capitaneaba las 
aspiraciones de un estrato social diferente y que atraía a una clase de 
hombres tan distinta? No es necesario insistir en que la camaradería 
entre anarquistas y socialistas no fue nunca muy satisfactoria. Sin 
embargo, a pesar de los conflictos repetidos, las acusaciones mutuas y 
los amargos abusos, los anarquistas y los socialistas se agruparon una y
 otra vez, de tal manera que a finales del siglo XIX se consideraba 
habitualmente al anarquismo como el ala más radical del socialismo. La 
razón de este estrecho vínculo entre socialistas y anarquistas no puede 
hallarse en la semejanza de sus doctrinas básicas, sino únicamente en la
 estrategia revolucionaria común a ambos.
La
 filosofía política de Godwin y Proudhon expresaba, como ya dijimos, las
 aspiraciones de una parte de la pequeña burguesía. Con la consolidación
 del capitalismo en Europa occidental y central durante el siglo XIX, la
 lenta extensión del sufragio y la gradual retirada del laissez-faire, 
absoluto, unida a la adopción por el Estado de nuevas responsabilidades 
respecto a sus ciudadanos, sectores cada vez más amplios de la clase 
medíase convirtieron en firmes apoyos del orden político existente, y el
 anarquismo llegó a ser cada vez más una filosofía sostenida sólo por 
grupos pequeños y marginales de intelectuales. Este desarrollo tuvo como
 resultado que la teoría anarquista se volviera más difusa, y al mismo 
tiempo más radical. En vez de escribir gruesos volúmenes, como sucedía 
con Godwin y Proudhon, los anarquistas comenzaron a escribir opúsculos, 
panfletos y artículos de periódicos o revistas donde trataban asuntos 
del día, puntos de controversia personal o defacciones, y problemas de 
táctica revolucionaria.
Los escritos a menudo 
fragmentarios de Bakunin —la alta proporción de manifiestos, proclamas y
 cartas abiertas en su obra— no son sólo típicos de sus rasgos 
personales, sino de la gran mayoría de las publicaciones anarquistas de 
su época. En esta situación, para salvar la teoría anarquista de una 
completa desintegración lo que se necesitaba era la aparición de un gran
 teórico o de una personalidad dinámica y poderosa que, por el 
transparente atractivo de sus propias convicciones, reuniese los 
fragmentos desperdigados del movimiento. Este papel fue el que le tocó a
 Bakunin. Sin ser un teórico de la altura de su gran antagonista, Marx, 
fue superior al líder socialista en el fervor de sus convicciones y en 
la pasión con que las expresó.
La importancia de Bakunin 
para los estudiantes de filosofía política reside, por eso, en la 
posición crucial que su obra ocupa dentro de la literatura anarquista y 
libertaria en general.A pesar de su abierta confusión en muchos casos, a
 pesar de las contradicciones internas de sus escritos, a pesar del 
carácter fragmentario de casi toda su producción literaria, Bakunin debe
 ser considerado el filósofo político anarquista más importante. Por el 
accidente de su nacimiento —tanto en el tiempo como en el lugar—, como 
consecuencia del cual sufrió muchas influencias tempranas desde el 
contacto con la eslavofilia hasta el hegelianismo, el marxismo y el 
proudhonismo; y en virtud también de su temperamento inquieto y 
romántico, Bakunin es un hombre que se encuentra en la encrucijada de 
diversas corrientes intelectuales, que ocupa una posición en la historia
 del anarquismo a finales de la era antigua y a comienzos de una nueva.
No
 hay en las obras de Bakunin nada parecido al grave sentido común de 
Godwin, a la pesada dialéctica de Proudhon, a la ponderada minuciosidad 
de Max Stirner. En ellas ha desaparecido el anarquismo como teoría de la
 especulación política, y harenacido como teoría de la acción política. 
Bakunin no está satisfecho con perfilar los males del sistema existente y
 describir el marco general de una sociedad libertaria; predica la 
revolución, participa en la actividad revolucionaria, conspira, arenga, 
hace propaganda, forma grupos de acción política y apoya todo alzamiento
 social, grande o pequeño, prometedor o destinado al fracaso, desde su 
mismo comienzo. Y el tipo de rebelión en la que piensa sobre todo 
Bakunin es la salvaje Pugachevchina, el desencadenamiento de las masas 
campesinas reprimidas durante siglos, que habían saqueado y destruido el
 campo, pero que se habían demostrado esencialmente incapaces de 
construir una sociedad nueva y mejor. Y aunque Bakunin no fue miembro de
 ninguno de los grupos de acción nihilista de Rusia ni en ninguna otra 
parte, su incondicional adhesión al derrocamiento revolucionario del 
orden existente suministraba inspiración a los hombres y mujeres jóvenes
 que creían en la eficacia de la«propaganda por los hechos».
Con
 Bakunin aparecieron, por tanto, dos nuevas tendencias en la teoría 
anarquista. La doctrina se desplazó desde la especulación abstracta 
sobre el uso y el abuso del poder político a una teoría de la acción 
política práctica. Al mismo tiempo, el anarquismo dejó de ser la 
filosofía política del ala más radical de la pequeña burguesía y se 
convirtió en una doctrina política que reclutaba la masa de sus 
adherentes entre los obreros, incluso entre el lumpenproletariat, aunque
 sus cuadros centrales siguieran reclutándose entre la intelligentsia. 
Sin Bakunin es impensable el sindicalismo anarquista como el que existió
 largo tiempo sobre todo en España. Sin Bakunin, Europa quizá nunca 
habría presenciado un movimiento político anarquista organizado, como el
 que se hizo sentir en Italia, Francia y Suiza en los treinta años 
anteriores a la Primera Guerra Mundial. Y el talento de Bakunin y su 
imaginación para «establecer una escuela de actividad subversiva 
tuvieron una importante influencia en las tácticas de Lenin» [John 
Maynard, Russia in Flux, Londres,1941, p. 87].
Por
 tanto, se puede considerar que el papel de Bakunin en la tradición 
anarquista consistió en la fundación de un nuevo grupo político, en cuyo
 programa se encontraba la abolición de todos los partidos y todas las 
políticas, y en la elaboración del programa de un nuevo partido, 
estableciendo sus pilares filosóficos y políticos generales. No es una 
hazaña pequeña, pero dada la peculiar constelación de movimientos 
políticos, intelectuales y prácticos que afectaron a Bakunin, su 
contribución a la teoría política debe ser de especial interés para los 
estudiantes dedicados a la historia de las ideas políticas y sociales. 
En el núcleo del pensamiento político de Bakunin hay dos problemas que 
han suministrado tema para una verdadera multitud de argumentaciones y 
debates: la libertad y la violencia. El primero de ellos ha sido la 
preocupación principal del anarquismo filosófico desde el mismo momento 
de su aparición en el pensamiento humano; el segundo fue añadido por 
Bakunin. La originalidad de su contribución está en el entrelazamiento 
de ambos temas dentro de una totalidad coherente.Desgraciadamente, el 
pensamiento de Bakunin ha recibido muy escasa atención hasta hace muy 
poco tiempo en los Estados Unidos. Por ejemplo, el conocido texto de 
George H. Sabine Historia de la Teoría Política sólo menciona una vez a 
Bakunin, e incluso en esa ocasión no hace comentario alguno sobre sus 
puntos de vista, sino que simplemente lo enumera como precedente 
intelectual del sindicalismo. Sólo una minúscula fracción de los 
trabajos originales de Bakunin han estado disponibles hasta el presente 
en traducciones inglesas, y por lo mismo sus propias opiniones 
expresadas en sus propias palabras apenas son conocidas para quienes no 
leen otras lenguas. Pero tampoco son fáciles de conseguir la sediciones,
 rusas, francesas, alemanas y españolas de las obras de Bakunin, y hay 
bastantes bibliotecas en los Estados Unidos, incluso grandes, que sólo 
poseen colecciones muy pobres e incompletas de sus escritos.
La razón de esta negligencia en hacer disponibles las obras de un 
pensador político indiscutiblemente importante en una edición americana 
parece ser triple. En parte, la mala reputación que el anarquismo ha 
tenido en los Estados Unidos es una de las causas. Puesto que se 
consideraba un conjunto de creencias mantenidas por «criminales» o en el
 mejor de los casos «lunáticos», no parecía necesario poner a 
disposición de los lectores americanos la obra de un hombre considerado 
como el antecedente intelectual más importante de esa«demencia 
política». Pero ya hemos visto que el anarquismo no se originó en 
Bakunin; posee una historia larga y distinguida, y algunas de sus raíces
 —la búsqueda de la libertad humana,el postulado de una confianza moral 
responsable en la propia conciencia, el derecho a usar de la violencia 
contra la tiranía— se encuentran en la tradición radical cristiana y 
anglosajona, que tiene una profunda influencia sobre el pensamiento 
político en los Estados Unidos.
Una segunda razón para la 
inexistencia casi total de escritos de Bakunin en inglés ha sido la 
persistencia de un relato histórico unilateral sobre su conflicto con 
Marx, llevado casi al extremo de una leyenda por los seguidores y 
discípulos posteriores de este último. El incidente, la lucha por 
controlar la Asociación Internacional de Trabajadores, es probablemente 
el episodio más conocido de la vida de Bakunin. Por desgracia, no existe
 un solo estudio verdaderamente objetivo sobre dicho conflicto. Los 
seguidores de Marx han atribuido a veces los más siniestros motivos a 
Bakunin, y los seguidores de Bakunin, especialmente James Guillaume, 
parecen inspirados por tal odio hacia Marx que sus descripciones del 
conflicto deben descartarse debido a sus evidentes prejuicios. La mejor y
 más detallada historia de las relaciones de Bakunin con Marx, entre 
cuantas conozco, es el relato hecho por E. H. Carr en su biografía de 
Bakunin. No es necesario repetirlo aquí, ni siquiera en un breve 
resumen. En su aspecto esencial, la lucha entre Bakunin y Marx tenía por
 objeto el control de una organización con ramificaciones 
internacionales, que ambos creían capaz de conseguir gran influencia 
entre amplias masas de trabajadores. Puesto que la organización 
necesitaba tener un programa político claro y coherente, la lucha se 
hizo despiadada y utilizando todas las armas ideológicas a disposición 
de cada uno de los lados. Hubo denuncias y contra-denuncias, hubo 
censuras sobre el carácter y la pureza de motivos entre los oponentes, y
 puesto que tanto Marx como Bakunin podían encolerizarse y ser 
sarcásticos y violentos en el uso de las palabras, el conflicto fue 
doloroso para cada uno y dejó como secuela una gran cantidad de odio, 
sospechas y malos sentimientos. Bakunin perdió, pero la victoria de Marx
 fue una victoria pírrica, como es bien sabido. El conflicto entre los 
gigantes había destruido a la Internacional. La venganza póstuma del 
movimiento marxista, infinitamente mejor organizado y provisto de fondos
 considerablemente más amplios que los seguidores de Bakunin, fue el 
intento de condenar a Bakunin al olvido. Pero al hacerlo así hirió al 
propio Karl Marx, que había continuado leyendo los escritos de Bakunin 
incluso tras la ruptura; y sobre la base de algunas notas marginales que
 Marx escribió en su ejemplar de Gesudarstvennest i Anarkhiia (Estatismo
 y Anarquismo), publicadas por Ryazanoff en el segundo volumen (1926) de
 Letopisi Marksisma, hemos deconcluir que muchas ideas de Bakunin 
ejercieron una influencia profunda y duradera sobre él. Y aunque la 
influencia de Bakunin sobre el socialismo ruso sólo se ha investigado 
parcialmente, poca duda cabe de que debe ser contado entre los 
precedentes intelectuales del partido leninista.
La tercera
 razón para la falta de publicidad de las obras de Bakunin en Estados 
Unidos debe atribuirse al propio Bakunin. Como ya hemos indicado, la 
mayor parte de sus obras son fragmentarias o tratan problemas políticos 
del día o disputas entre facciones. El lector de esas obras se encuentra
 ante una pieza incompleta y necesita familiarizarse con un conjunto de 
datos sobre la historia de los partidos y movimientos radicales del 
siglo XIX  para poder valorar las plenamente. Los posibles lectores de 
Bakunin han recibido alguna ayuda desde 1937 en la amplia biografía 
publicada por Edward H. Carr. Pero la utilidad del trabajo de Carr está 
estrictamente limitada, puesto que trata casi exclusivamente de los 
incidentes fácticos de la vida de Bakunin, y no de sus ideas. La 
intención obvia de Carr de no escribir una biografía intelectual aparece
 claramente demostrada por el hecho de no mencionar siquiera el libro 
Estatismo y Anarquismo, al que algunos consideran como la obra principal
 y más madura de Bakunin.
Por
 todos estos motivos, parece eminentemente deseable dejar que Bakunin 
hable por sí mismo. Pero publicar en inglés una selección amplia de sus 
obras habría presentado insuperables dificultades. No menos de varios 
volúmenes son necesarios para hacer justicia ala voluminosa producción 
de Bakunin. Dicho procedimiento era claramente impracticable —  por muy 
deseable que pudiera considerarse desde el punto de vista puramente 
académico—,y sin duda habría retrasado durante décadas, si no para 
siempre, la aparición de las obras de Bakunin en inglés. Por fortuna 
esas dificultades quedan evitadas por la inteligente compilación y la 
presentación sistemática de fragmentos de las obras de Bakunin realizada
 por G. P. Maximoff, e incluida en este volumen. Aunque Bakunin nunca 
presentó sus ideasen forma tan sistemática y lógicamente coherente, la 
ventaja de esta solución es obvia: segana mucho espacio sin perder ni la
 sustancia ni la fundamentación exhaustiva del pensamiento de Bakunin. 
Creemos, por ello, que este trabajo presenta de un modo adecuado el 
pensamiento de un importante pensador político del siglo XIX , y desde 
luego de una de lastres o cuatro figuras principales en la historia del 
anarquismo filosófico.
Pero hay todavía otra razón para 
considerar oportuna una publicación actual de los escritos de Bakunin. 
El estado burocrático y centralizado crece por todas partes. En la 
órbita soviética todas las libertades personales, que incluso en los 
períodos más democráticos deesos países tuvieron una existencia muy 
tenue, están siendo suprimidas más concienzudamente que nunca. En el 
mundo occidental, las libertades políticas están sufriendo un ataque 
desde diversos puntos, y las masas —en vez de vocear abiertamente su 
preocupación por esta tendencia— parecen hacerse cada día más inertes, 
con gustos estereotipados, criterios estereotipados y, nos tememos, 
emociones estereotipadas. El campo está abierto de par en par para 
demagogos y charlatanes, y aunque pueda ser cierto todavía que resulta 
imposible engañar a todos durante todo el tiempo, muchas personas han 
sido al parecer engañadas durante un período muy largo. El estado 
cuartelario de Stalin, por una parte, y la creciente apatía política de 
amplios sectores de las masas populares, por otra, han proporcionado un 
nuevo ímpetu a algunos hombres de visión para reflexionar nuevamente 
sobre algunos de los principios considerados habitualmente como 
fundamento del pensamiento político occidental. El significado de la 
libertad, como las formas y límites de la violencia política, son 
problemas que preocupan hoy a tantos espíritus inteligentes como en los 
días de La Boétie, Diderot, Junius y Bakunin. En una situación 
semejante, el hombresuele volver —en busca de inspiración o confirmación
 para su pensamiento— sobre la obra de quienes han luchado con problemas
 idénticos o similares. Las sorprendentes y a menudo brillantes 
intuiciones de Bakunin presentadas en este volumen deben ser una 
fructífera fuente de ideas nuevas para la aclaración de las grandes 
cuestiones que rodean a los problemas de la libertad y el poder.
 Bert F. Hoselitz