Querer
jefes y querer al mismo tiempo ser libres, es querer un imposible. Hay
que escoger de una vez una de dos cosas: o ser libres, enteramente
libres, negando toda autoridad, o ser esclavos perpetuando el mando del
hombre sobre el hombre.
El
jefe o gobierno son necesarios solamente bajo un sistema de desigualdad
económica. Si yo tengo más que Pedro, temo, naturalmente, que Pedro me
agarre por el cuello y me quite lo que él necesite. En este caso
necesito que un gobernante o jefe me proteja contra los posibles ataques
de Pedro; pero si Pedro y yo somos iguales económicamente; si los dos
tenemos la misma oportunidad de aprovechar las riquezas naturales, tales
como la tierra, el agua, los bosques, las minas y demás, así como la
riqueza creada por la mano del hombre, como la maquinaria, las casas,
los ferrocarriles y los mil y un objetos manufacturados, la razón dice
que sería imposible que Pedro y yo nos agarrásemos por los cabellos para
dísputarnos cosas que a ambos nos aprovechan por igual y en este caso
no hay necesidad de tener un jefe.
Hablar
de jefe entre iguales es un contrasentido, a no ser que se trate de
iguales en servidumbre, de hermanos de cadenas, como somos actualmente
los trabajadores.
Muchos
son los que dicen que es imposible vivir sin jefe o gobierno; si son
burgueses los que tal cosa dicen, les concedo razón, porque temen que
los pobres se les echen al cuello y les arrebaten la riqueza que
amasaron haciendo sudar al trabajador; pero ¿para qué necesitan los
pobres al jefe o gobierno?
En
México hemos tenido y tenemos centenares de pruebas de que la humanidad
no necesita de jefe o gobierno sino en los casos en que hay desigualdad
económica.
En
los poblados o comunidades rurales, los habitantes no han sentido la
necesidad de tener un gobierno. Las tierras, los bosques, las aguas y
los pastos han sido, hasta fecha reciente, la propiedad común de los
habitantes de la comarca. Cuando se hablaba de gobierno a esos sencillos
habitantes, se echaban a temblar porque gobierno, para ellos, era lo
mismo que verdugo; significaba lo mismo que tiranía. Vivían felices en
su libertad, sin saber en muchos casos ni siquiera el nombre del
Presidente de la República, y solamente sabían que existía un Gobierno
cuando los jefes militares pasaban por la comarca en busca de varones
que convertir en soldados, o cuando el recaudador de rentas del Gobierno
hacía sus visitas para cobrar los impuestos. El Gobierno era pues, para
una gran parte de la población mexicana, el tirano que arrancaba de sus
hogares a los hombres laboriosos para convertirlos en soldados, o el
explotador brutal que iba a arrebatarles el tributo en nombre del Fisco.
¿Podían
sentir esas poblaciones la necesidad de tener un gobierno? Para nada lo
necesitaban, y así pudieron vivir cientos de años, hasta que les fueron
arrebatadas las riquezas naturales para provecho de los hacendados
colindantes. No se comían unos a los otros, como temen que ocurra los
que solamente han conocido el sistema capitalista en que cada ser humano
tiene que competir con los demás para llevarse a la boca un pedazo de
pan; no tiranizaban los fuertes a los débiles, como ocurre bajo la civilización
capitalista, en que los más bribones, los más codiciosos y los más
listos, tienen dominados a los honrados y los buenos. Todos eran
hermanos en esas comunidades; todos se ayudaban, y sintiéndose todos
iguales, como lo eran realmente, no necesitaban que autoridad alguna
velase por los intereses de los que tenían, temiendo posibles asaltos de
los que no tenían.
En
estos momentos ¿para qué necesitan gobierno las comunidades libres del
Yaqui, de Durango, del Sur de México y de tantas otras regiones en que
los habitantes han tomado posesión de la tierra? Desde el momento en que
se consideran iguales, con el mismo derecho a la madre Tierra, no
necesitan un jefe que proteja privilegios en contra de los que no tienen
privilegios, pues todos son privilegiados.
Desengañémonos,
proletarios: el gobierno solamente debe existir cuando hay desigualdad
económica. Adoptad, pues, todos, como guía moral, el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911.
(De Regeneración, N° 181 del 21 de marzo de 1914, región mexicana)
Fuente de imagen : Grupo Stirner
Qué buen documento. Grx.
ResponderEliminarBuenisimo.
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