Pintura retratando Canudos antes de la guerra. |
En 1893, un lustro apenas
después de la abolición de la esclavitud, Antonio Conselheiro, con un grupo de
campesinos, ocupó la abandonada hacienda de Canudos y estableció allí una
comunidad de trabajadores, sustraída tanto a la explotación de los
latifundistas como a las leyes del Estado republicano, basada hasta cierto
punto en la autogestión. Nada tiene de extraño que llegara pronto una multitud
de esclavos a quienes la manumisión había dejado sin trabajo ni medios de vida
y que algunos meses después hubiera en Canudos más de 25.000 habitantes
dedicados a trabajos agrícolas y ganaderos. El régimen era sin duda comunista,
pues estaba fundado, como dice Euclides da Cunha, en «la apropiación de los
objetos muebles y de las casas, y en la comunidad absoluta de la tierra, de las
pasturas, de los rebaños y de los productos de cultivo»1
Antonio Conselheiro profesaba una suerte de
comunismo cristiano, combatía el alcoholismo tanto como la influencia del
clero, no reconocía el Estado ni las autoridades constituidas, se negaba a
pagar impuestos, no sentía ningún respeto por los militares, permitía el
divorcio y el amor libre, y, por encima de todo, atacaba la propiedad privada.
Ya el 6 de mayo de 1887 el conservador Jornal
Do Comercio, de Río de Janeiro, anunciaba y denunciaba que «Antonio
Conselheiro andaba predicando doctrinas subversivas entre las poblaciones que
recorría, causando con ello un gran perjurio a la religión y al Estado, hasta
de sustraer a muchos de sus ocupaciones» Aún antes, en 1882, el arzobispo de
Bahía, en una circular a los párrocos de su arquidiócesis, los instaba a que
prohibieran absolutamente a sus fieles escuchar las prédicas de Conselheiro2.
Iglesia y Estado no podían tolerar obviamente una sociedad que desconociera la
autoridad de una y otro, aun cuando en ella los crímenes fueran muy raros (y
castigados no con prisión o muerte sino con la simple expulsión). No por nada
el barón de Geremoabo se refería a la «secta comunista» cuyo jefe era Conselheiro3. Rui Facó recuerda que en Canudos «los robos y saqueos
estaban rigurosamente prohibidos, y la obediencia a estos preceptos llegaba hasta el extremo de no tocar, en absoluto, los cargamentos de los convoyes
dispersados y diezmados: carnes, harinas, cereales y aun dinero eran
abandonados en el lugar donde caían»4. Cuatro expediciones militares
fueron sucesivamente enviadas contra Canudos. Las tres primeras fracasaron, dejando
en los campos de batalla no menos de cinco mil muertos. El mismo ministro de
guerra, mariscal Carlos Machado Bittencourt, se movilizó hacia Canudos hasta
que éste al fin cayó y fue aniquilado.
Esta larga historia de luchas
sociales e insurrecciones populares constituye, sin duda, un antecedente remoto
y genérico del anarquismo en Brasil, el cual no surge, sin embargo, como tal, sino
cuando se produce el fenómeno de la masiva inmigración europea, es decir, en
las dos últimas décadas del siglo XIX y las dos primeras del XX.
Ángel Cappelletti
Fragmento del Libro El Anarquismo en América Latina. El título del artículo no corresponde al original.
1 – Euclides da Cunha, Os Sertoes, Río de Janeiro, 1903 (Hay
traducción española: Los Sertones, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1980)
2 – Edgar Rodrigues, Socialismo e sindicalismo no Brasil, Río
de Janeiro, Laummert, 1969, p. 53.
3 – Afranio Coutinho, A literatura no Brasil, Vol III, Tomo I,
Río de Janeiro, 1959, p. 305 (Cfr. Macedo Soares, A guerra dos Canudos, Río de Janeiro, 1903; Euclides da Cunha, Canudos, Río de Janeiro, 1903).
4 – Rui Facó, Cangaceiros e
fanáticos (citado por E. Rodrigues en Socialismo e Sindicalismo no Brasil)
Los hechos están novelados en "La guerra del fin del mundo" de Mario Vargas Llosa.
ResponderEliminarVale, el personaje es repulsivo, pero tiene unas cuentas buenas novelas, entre ellas ésta.