martes, 27 de marzo de 2012

¿Quién asesinó a Daniel Zamudio?

El asesinato de Daniel Zamudio no es un hecho aislado, es el fruto de la educación autoritaria que nos inculcan desde pequeños en el hogar y en las escuelas, inundada de excesos nacionalistas, sexistas y homofóbicos, donde se promociona la competencia, el ganar a toda costa sin importar las consecuencias; nos invaden con el miedo a lo diferente, a lo desconocido, donde hablar de sexo abiertamente se considera inmoral, donde el amor a valores como la sumisión, la humildad y la obediencia deforman nuestro espíritu tierno y crítico, que el hombre del saco, que el jugar con muñecas es de mariquitas, que llorar es de poco hombre, y así, poco a poco y violentamente nos condimentan con la suficiente maldad, que conscientes o no, provoca que lleguemos a los extremos de actuar brutalmente contra inocentes, la excusa muchas veces es lo de menos, esta vez ha sido supuestamente porque Daniel era homosexual, lo pongo en duda, la perversidad del ser humano después de tanta manipulación no necesita excusas para actuar de esta forma, la próxima vez será por el color de la camiseta de un club, antes fue por ser negro, o peruano, o mapuche, o por simplemente ser persona. 

Hay que acabar con la raíz de todo este círculo de violencia, que no viene solo desde hijos de familias “disfuncionales” sino que dichas familias o hijos no hacen otra cosa que reproducir lo que todos sufrimos cada día desde las estructuras sociales de dominación, a través de una cultura militarista y misógina, donde el prejuicio crónico a lo diferente se considera una virtud, y en donde el más fuerte escribe con sangre la historia. 

Es hora de que nos sinceremos como sociedad y no simplemente exigir condenas para los culpables de este horroroso crimen, es hora de que cambiemos nuestra forma de relacionarnos y mirar con otros ojos la vida: con los mismos ojos de nuestra infancia, cuando sonreíamos sin importarnos la preferencia sexual de quien nos miraba, de cuando corríamos sin importar caernos, de dormir y llorar sin preocuparnos de recibir un castigo por ello; no somos inmortales, no organicemos nuestra vida como si lo fuésemos, acumular, consumir y aparentar no nos hará libres ni felices.
 

No son los hijos de las familias disfuncionales, no, esa es la excusa fácil, el culpable es el Capitalismo y el Estado, la ambición y el garrote, militares, jueces y curas. Hasta que no nos rebelemos contra las estructuras jerárquicas de poder, lamentablemente estas conductas que hoy nos entristecen se seguirán reproduciendo por mucho tiempo, solo depende de nosotros seguir estirando la cuerda o no, hablar claro es un buen comienzo, para que algún día las Cruces sean solo una playa cerca de Cartagena, y el Estado sea solo un mal recuerdo escrito en libros de historia, de aquella maldita época.


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