jueves, 9 de octubre de 2014

La organización se impone - Virginia Bolten



Es de lamentar la falta de organización que reina en el campo obrero, dejando un vacío que es tiempo se piense en llenar.

No es suficiente llamarse progresista o anarquista, es preciso estar con el progreso, luchando por su triunfo; no es bastante pensar anárquicamente, es necesario extender los conocimientos, hacer prosélitos, divulgar las teorías y buscar el medio de llevarlas a la práctica, de otro modo no se hará jamás la tan deseada transformación de la sociedad. 

Se desprecia la organización por considerarla formada por egoísmo personal, sin ver que, también se es egoísta el encerrarse en el mayor grado de individualismo.

Es lógico y hasta natural que los que todo lo esperan de Dios o de sus delegados, se contenten con esperar en los demás; pero nosotros, los positivistas, que no nos conformamos con la esperanza de gloria en el otro mundo, que en nuestros conocimientos sabemos de sobra que tenemos la nueva palanca que dará vuelta al mundo con la fuerza de la acción, no podemos, sin ser inconsecuentes, sentarnos a esperar que nuestras hermosas ideas se conozcan y triunfen por arte de encantamiento.

Y para darle impulso es imprescindible que rompamos, de una vez por todas, con el ambiente absorbente que nos rodea y amolda. Rompamos también con el individualismo exagerado que hace, que en nombre de la libertad de cada cual, se debiliten nuestras energías, quedando aislados por no parecer esclavos de nuestros propios principios.

Por ser originales, ni siquiera protestamos de los mil atropellos diarios, por no pasar por sectarios caemos en la indolencia, pretextando que de otro modo seríamos intransigentes.

Transigiendo por no transigir con la organización para nuestra defensa, por lo que se da de  bofetadas a la solidaridad, antes de pertenecer a una sociedad que lucha por pequeñeces nos dejamos pisotear a mansalva por cualquier cosaco. Sin defensa para hacer reconocer nuestros derechos, sin apoyo mutuo, sin solidaridad, teniendo por libertad el derecho al pataleo.

Todo esto, que puede parecer una afirmación gratuita, es un hecho constatado que se repite todos los días. No repetiremos las ventajas de la asociación, por haberlo ya demostrado hasta saciedad, solo queremos demostrar su utilidad revolucionaria y de solidaridad que es, a no dudarlo, un arma poderosa puesta a prueba en varias ocasiones con resultados positivos.
 
A más de los conocimientos que adquiere el asociado en el campo, digámoslo así, intelectual; el continuo ejercicio en busca de mejoras, lo capacita para la lucha; si, como sucede muchas veces, el aumento en los artículos de consumo, del proletariado depende impedir que esto se lleve a cabo, siempre que haya unión y solidaridad. Hay quien objeta que hay escasez de esos dos elementos; no lo negamos y hasta afirmamos que no los habrá en mucho tiempo si los hombres conscientes no se preocupan de hacer propaganda en ese sentido por no emporcarse en la lucha por el centésimo; pero si en cambio, reconoce la necesidad de emancipación, sabrá imponerse a la explotación, sino quiere dejar morir de hambre a sus hijos por no tener el infame centésimo para darles pan.

Al agrupar a los individuos bajo la bandera gremial para unir un gremio, se le demuestra su malestar, que ellos reconocen, con lo cual se despierta el descontento, esto trae por consecuencia el deseo de mejorar su situación, por la que luchará. En el combate templará sus armas adquiriendo experiencia.

Muy otra sería la situación del proletariado de este país, si se fomentara y apoyara la organización, tan necesaria siempre para detener los avances de la burguesía y los atropellos del poder autoritario, y, en caso necesario, sepa levantar su voz y sus brazos ante toda injusticia. 

Siéntese, pues, potente y apremiante la necesidad de la organización, a ella se atrae el elemento inconsciente, se despierta el deseo de mejoras, de unión, de solidaridad, y se tiene fuerza defensiva y ofensiva, consciente de sí mismo, para no dejar pisotear su derechos en caso de paz, y, en caso de guerra es una potencia dispuesta a hacerse respetar.

Como obreros y como anarquistas, nuestro puesto está en las filas proletarias, desertar sería entregar las fuerzas al enemigo, dejar la puerta abierta a curas y sacristanes; nuestra indiferencia puede anularnos.

Como anarquistas no tendríamos que descuidar la formación de grupos pero lo hacemos en nombre de nuestra autonomía, dejando pasar, casi en silencio, todas las arbitrariedades, para que no se nos tache de sindicalistas o organizadores. 

Ahora bien; en nosotros está el volver por nuestros fueros y evitar de quedar anulados si se nos trata como a hombres, como tales responderemos; si como a parias fuera de la ley para responder a sus desmanes; pero lo más unido posibles, todos formando una inmensa avalancha dispuestos a vencer.


Virginia Bolten 


Artículo publicado originalmente en La nueva senda Nº11, 05/03/1910


En la foto: Virginia Bolten y Manuel Manrique en su casa de Uruguay, década del 40. Fuente: Indymedia Argentina


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