Que no se interprete el anterior comentario como una negación a que exista la opresión de los varones por las relaciones machistas, pues aunque en las sociedades patriarcales el colectivo oprimido son fundamentalmente las mujeres —y todo lo considerado femenino—, el patriarcado también es una relación violenta entre varones, en donde los más fuertes —sobre todo si responden a los estereotipos de la ideología dominante— conllevan privilegios sobre y contra las mujeres pero también contra otros varones menos favorecidos por su situación, sea por su edad (paternalismo, violencia padres/hijos) o por características vinculadas al marco racial/sexual/clasista.
Sin embargo los varones debemos tener cuidado de situarnos en el centro de las discusiones sobre feminismo, pues en términos generales somos nosotros, los varones, quienes ejercemos la opresión machista. Somos nosotros quienes dejamos sin sus ojos a Nabila. Somos nosotros quienes violamos y asesinamos a las dos mujeres argentinas en Montañita, dos mujeres que, según la prensa machista “viajaban solas” por Sudamérica. Somos nosotros quienes principalmente reproducimos con violencia machista los mecanismos que refuerzan el Estado y sociedad mercantilista. Somos nosotros quienes acosamos, violentamos y asesinamos a nuestras parejas cuando deciden un camino diferente al de la tiranía conyugal.
Llegado a este punto más de algún varón responderá: ¡Yo no hago nada de eso! ¡Habla por ti mismo!
Respuesta que no hace más que demostrar el error de creer que las prácticas patriarcales y machistas responden a actitudes aisladas y no a formas sociales e históricamente construidas, en donde todos —aunque en distintos grados y formas— tenemos responsabilidad. Y en consecuencia, en donde todos y todas debemos actuar, cuestionando radicalmente los modos organizativos hasta ahora sostenidos, si es que deseamos construir una sociedad libre de violencia, sin dominación de los unos contra los otros, sea a través del Estado, del patriarcado o del capital.
Tal como asevera María Galindo, no se puede descolonizar sin despatriarcalizar. Del mismo modo, no se puede construir una sociedad comunista sin sostener los principios básicos del feminismo anarquista.
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