domingo, 14 de septiembre de 2014

Teresa Claramunt, una feminista del siglo XIX - María Amalia Pradas Baena



El texto a continuación, corresponde a la parte III del Libro Teresa Claramunt, la virgen roja barcelonesa, el cual pueden consultar completo haciendo clic aquí. Sería un excelente aporte para el desarrollo del pensar anárquico y feminista, subir los escritos de Teresa Claramunt compilados en la antología de este libro, por lo mismo es que solicito de su ayuda para esta labor, y si pueden subir el libro completo a Biblioteca Anarquista, tanto mejor. Salud.  


«Entre los anarquistas no existe la cuestión de la igualdad del hombre y la mujer, sino seres humanos que tienen todos la plenitud de sus derechos. Sin embargo, en tanto que no se realice la justicia, bueno es oír la voz de las oprimidas.» (1)

Pionera de las reivindicaciones femeninas

La mujer durante el siglo XIX, y buena parte del XX (2), no fue contemplada como un ser independiente, capaz de desarrollarse socialmente sin la ayuda del hombre. El liberalismo negó los derechos políticos a las mujeres y no le concedió ni el derecho de votar ni de ser elegidas. Las casadas no podían disponer de sus bienes ni podían establecer ningún contrato sin permiso del marido. Muchos autores del siglo pasado consolidaron un estereotipo femenino que determinaba el papel que la mujer ha de cumplir en la sociedad. Este ideario tradicional defendía la división sexual de las funciones sociales: el hombre había de mantener a la familia y la mujer se tenía que hacer cargo de los hijos y de los asuntos domésticos. La maternidad, la familia y el cuidado del hogar se convirtieron en las tareas identificadoras de la condición femenina.

La educación de las niñas era considerada casi exclusivamente como una herramienta para hacer de la mujer una buena esposa y una buena madre. Por ello, su ciclo de estudio raramente superaba la primera enseñanza. Además, la educación de las niñas era un lujo casi exclusivamente de las clases altas.

Las familias obreras necesitaban a las niñas en casa para ayudar en el trabajo doméstico o para ir a trabajar al campo o a la fábrica. Su escolarización se hizo obligatoria a partir de la Ley Moyano de 1856 que obligaba a los niños y niñas entre seis y nueve años a asistir a la escuela. La enseñanza se realizaba separada por sexo; mientras que a los niños se les preparaba para ejercer una profesión, en el programa femenino predominaba la costura y la doctrina cristiana.

La situación laboral de la mujer se caracteriza durante este periodo por la discriminación salarial, la segregación ocupacional, la falta de formación profesional, la infravaloración del estatus de la mujer trabajadora y la inhibición del movimiento obrero ante sus reivindicaciones específicas. Durante el siglo XIX y primeras décadas del XX, el salario de las trabajadoras solía ser entre un 50% y el 60% inferior al salario de los obreros (3). 

En este contexto, hay que entender que en la práctica política históricamente las mujeres obreras se han identificado mucho más con su clase, han tenido más conciencia de vivir una situación de clase explotada, debido a un sistema económico y una sociedad injustos.

Es un hecho el papel subalterno del colectivo de mujeres trabajadoras en el movimiento obrero catalán a excepción de algunas mujeres de relieve extraordinario como Teresa Claramunt y Soledad Gustavo (4).

En este sentido habría que decir que Teresa Claramunt fue una feminista avanzada para su tiempo, sobre todo si tenemos en cuenta que el prototipo de la mujer española de final del siglo XIX se encuadra dentro del esquema tradicional de la mujer ideal, cuya función primordial en la vida es la de ser esposa sumisa y madre perfecta, dedicada exclusivamente a las tareas en el ámbito doméstico. Este esquema no encaja en absoluto con el carácter de Teresa Claramunt.

En esta época se pone de manifiesto una de las constantes que tuvo más arraigo en el ámbito anarquista del movimiento obrero en Cataluña: el interés por la cultura. Algunos anarquistas, como la propia Teresa Claramunt, eran conscientes de la gran falta de cultura de la mayoría de los obreros y creía que ayudaría positivamente a la revolución social la educación del proletariado.

La cuestión de la liberación de la mujer nunca se convirtió en cuestión primordial entre los anarquistas. Incluso Proudhon había manifestado que el lugar de la mujer estaba en casa, procreando y cuidando de las tareas domésticas, y su planteamiento influyó notablemente en la AIT. Posteriormente, brotes de sindicalismo femenino, como veremos, serán absorbidos en su mayoría por el movimiento obrero, al imponerse un sentido de clase y extenderse la tendencia de integrar a las mujeres proletarias —sobre todo del sector textil— en las organizaciones obreras masculinas. No obstante, el anarquismo dedicó más atención al tema de la igualad de la mujer en comparación con otras tendencias de la izquierda española.

El fin de la lucha era la emancipación de la humanidad, y por tanto la mujer sólo tenía que formar parte de la lucha del movimiento libertario para conseguir su emancipación. Ya en el Primer Congreso de la FRE (Barcelona, 1870), quedó pendiente, y fue aprobado en el Segundo Congreso Regional de la Primera Internacional (Zaragoza, 1872), un dictamen sobre la mujer en el que, tras abordar la complejidad del tema, se sentaba la base de que «la  mujer es un ser libre e inteligente, y por lo tanto responsable de sus actos lo mismo que el hombre»(5), y que «así como ante la explotación no hay diferencia de sexo, tampoco debe haberla ante la justicia». Y fue Teresa Claramunt en el campo de las ideas libertarias del siglo XIX la pionera6 de las reivindicaciones femeninas, y en todos los movimientos reivindicativos del siglo XIX y principios del XX vamos a encontrar la firma o la voz de Teresa Claramunt.

Creación de la Sección Varia de Trabajadoras Anarcocolectivistas

En 1883 se da una agitada oleada de reivindicaciones femeninas en el campo libertario, debido a un importante juicio contra dieciséis tejedoras del pueblo del Carme, cerca de Igualada, condenadas por haber agredido a unas mujeres que no habían secundado una huelga.

Estas obreras, condenadas a dos meses y un día, fueron objeto de una campaña de solidaridad en la prensa obrera y evocadas como mártires, sobre todo a raíz del fallecimiento de una de ellas, que murió tísica poco después de haber salido de la cárcel (7).

En este contexto de reivindicaciones femeninas se creaba en Sabadell, el 26 de octubre de 1884, una Sección Varia de Trabajadoras Anarcocolectivistas.  Entre las patrocinadoras de esta sección femenina anarcosindicalista, pionera en el campo obrero, estaba Teresa Claramunt, defensora del asociacionismo femenino como medida fundamental para defender y reivindicar los derechos de la mujer.

La sesión constitutiva de esta Asociación Anarquista Femenina se celebró en el local del Ateneo Obrero de Sabadell; comenzó con un discurso dirigido a las obreras que con anterioridad habían decidido asociarse, formando parte de la Federación Española de Trabajadores, con el fin de coadyuvar a la emancipación de los seres de ambos sexos y luchar en pro del cuarto estado:

¡Atrás sombras fatídicas del pasado, atrás supersticiones, errores! La muger os deshecha, la muger se salva. El Evangelio del socialismo, es más puro y más simpático que el de los conventos.

El Evangelio cristiano fue la teoría o código escrito, nada más que escrito, de los derechos de la muger como compañera del hombre. La práctica del socialismo es el hecho de su libertad e independencia. Por eso ha sucedido en Sabadell y no tardarán mucho en imitarlo las mujeres de España y otras regiones, lo que vamos a relatar. (8)

Explicados con toda exactitud los móviles de la reunión, concretados en iguales pensamientos y aspiraciones que los compañeros anarcocolectivistas de la Federación Regional, se acordó cotizar con la cuota mensual de cincuenta céntimos de peseta, nombrándose el Comité de esta Sección, que quedó dividido en tres comisiones: Organización, Propaganda y Administración, con el objetivo de establecer la solidaridad entre las federadas. Los estatutos que habían de regir esta Asociación eran los mismos, por ahora, que los estatutos de la Regional de hombres. La presidenta fue Federación López Montenegro y Tomás, hija del maestro racionalista José López Montenegro, y secretarias, Teresa Claramunt de Gurri9, que contaba 22 años, y Gertrudis Fau de Fau.

Al día siguiente se celebró una segunda reunión y, a petición de Teresa Claramunt, las obreras de Sabadell aprobaron un plan para el fomento solidario de la instrucción: La enseñanza ha de ser mutua sin gastos, ni dilaciones, reducido a que por turnos y en las primeras horas de la mañana de cada día festivo pasen las compañeras de cada calle a la casa de la que estando más instruida dirija a las demás, así en labores como en administración de casa, lectura, escritura, cálculo mental, etc.(10)

La propuesta de Teresa fue acogida con gran entusiasmo por el público asistente, pero sobre todo por las mujeres y se aceptó su proposición. Estas mujeres pusieron la organización al servició de un objetivo igualitario para las mujeres trabajadoras: «Coadyuvar a la emancipación de los seres de ambos sexos»(11).

A partir de este momento su activismo dentro del movimiento obrero fue imparable. En esta época solía asistir a las conferencias pronunciadas en el Centro Obrero de Sabadell, donde acudían personalidades relevantes del anarquismo y donde ella misma daba conferencias en pro de la asociación femenina, la asociación como medio para el cambio y la transformación social:

Compañeras, nosotras que somos las más necesitadas de la asociación, porque somos las más víctimas y las más explotadas permanecemos desunidas: ¿es que toda la vida hemos de estar así? No, queridas mías, hemos de asociarnos para instruirnos, y si no lo hacemos pobres de nosotras.

La mujer, compañeras, es media humanidad, asociada, instruida, adelanta tanto que si lo pensáramos correríamos a unirnos con nuestros hermanos de trabajo...(12)

Para Teresa Claramunt la educación era, probablemente, la condición previa más importante para la emancipación de la mujer, pues la ignorancia es un medio tanto para tenerla sometida como para justificar su sometimiento. Se preocupó por su formación y también estuvo interesada por la formación de los demás, pero en especial por la educación de las mujeres y niños, ya que era el sector más desfavorecido de la sociedad. En numerosos artículos se evidencia esta preocupación, abogando por una enseñanza laica y racional: Háganse  profesores aptos, edúquese al niño con los sistemas de una enseñanza sana, racional y científica, y así laborando en el transcurso de medio siglo, la humanidad habrá desterrado todo lo hipócrita, lo ruin y lo malvado que obstruye el advenimiento de ese porvenir social vislumbrado. (13)

A partir de aquí vamos a encontrar a Teresa como abanderada de las reivindicaciones femeninas, pero no por ello dejará de escribir sobre sus temas preferidos: apoliticismo, anarquismo y feminismo.

En 1885, desde Sabadell escribe un artículo, «A las protestas de las madres de familia», que publicará el periódico madrileño Bandera Social(14). El artículo está dirigido «a las obreras madres de familia», por la protesta llevada a cabo por un asunto surgido en Madrid, donde la policía había dado trato vejatorio a una madre y sus hijos para intentar averiguar el paradero del padre de familia que era buscado por cuestiones políticas. Teresa en este artículo sigue en su línea de pensamiento llamando a las mujeres a luchar en pro de la asociación y educación como medida fundamental para conseguir la igualdad:

Unirnos como una sola es lo que debemos hacer; la unión es la fuerza; cuando estemos unidas no nos atropellarán, como lo han hecho con nuestra hermana. (15)

¡Madres a educar a vuestros hijos!, decís vosotras en vuestra protesta, y yo digo: ¡Compañeras, a educaros y a asociarnos nosotras, para enseñar a nuestros hijos el camino que han de seguir! (16)

Teresa continúa el artículo exhortando y animando a las mujeres para que se instruyan y escriben en la prensa, que no sientan vergüenza si tienen faltas de ortografía y, si es necesario, que pidan ayuda a los compañeros que estén más preparados que ellas. Las mujeres tienen más «deberes» que los hombres, por tanto el hombre se ha de unir en esta causa común y ha de ayudar y contribuir a la educación de la mujer. En estas palabras se puede apreciar una crítica de Teresa hacia los hombres, aunque éstos sean anarquistas, ya que la mujer tiene una gran responsabilidad para con los hijos y el hogar, y en la mayoría de los casos no es compartida por el hombre, lo cual le impide tener tiempo para dedicarse a su propia formación intelectual, que en resumidas cuentas es lo que le permitirá conseguir la igualdad entre los sexos. Tal vez este asunto estimularía a Teresa a escribir una serie de artículos que aparecerían en Bandera Social con el título «La Igualdad de la mujer»17, donde argumenta y expone con todo lujo de detalles el estado de servilismo en que la sociedad burguesa tiene sometida a la mujer, separada de todas las funciones que no son serviles. Era una opinión generalizada que las mujeres en el siglo XIX no tenían más carrera que el matrimonio y la dependencia económica suponía un servilismo total:

Con un salario insuficiente, obligada a venderse en casamiento que la condena a una insumisión incondicional que por consiguiente le arrebata toda iniciativa, se la reduce al Estado de máquina y se la convierte en objeto. De todos los despotismos, no hay ninguno tan inconcebible como el del hombre que sostiene, que la mujer, en cuya voz colectiva se cuenta la que le dio el ser, debe permanecer relegada al estado de cosas. (18)

La Agrupación de Trabajadoras de Barcelona

Siguiendo su línea de carácter feminista asociativo, en 1891 intenta crear un sindicato femenino, la Agrupación de Trabajadoras de Barcelona. La prensa obrera de abril y mayo de 1891 describe la iniciativa de establecer una asociación autónoma de trabajadoras de todos los oficios y ocupaciones con el objetivo de defender sus intereses y de mejorar sus condiciones laborales (19). A la primera asamblea acudieron muchas obreras, todas afiliadas a la AIT, de diferentes ramos, ocupando la tribuna de oradoras «una camisera, una encuadernadora, una zapatera, una obrera textil, una criada y una sastra». Con intención de preparar el 1.º de Mayo, esta Agrupación de Trabajadoras de Barcelona, encabezada por Teresa Claramunt, organizó el 26 abril de 1891 un mitin en el Teatro Circo Barcelonés, donde se trataron problemas laborales, de oficios, sueldos, etc. En esta asamblea el número de gremios y grupos femeninos representados fue de 47. La principal oradora fue Teresa Claramunt que atacó a las Tres Clases de Vapor, ala moderada y pacifista del sindicalismo catalán, e instó a las mujeres a expresar sus agravios y a trabajar juntas para remediarlos. En este mitin se decidió la creación de una asociación femenina: la Agrupación de Trabajadoras de Barcelona, y se formaron secciones para modistas, zapateras, sastras y oficios diversos. Sorprende este acuerdo de crear una asociación autónoma nada más de mujeres, con la exclusión explicita de los hombres en la dirección, la administración o la representación de la asociación femenina, para evitar las imposiciones masculinas que se basan en la supuesta inferioridad femenina. Sin duda, ésta clara oposición en defensa de la autonomía de la mujer se puede atribuir a la influencia de Teresa Claramunt, que hasta mucho después de los años noventa batalló incansablemente por la organización autónoma de las mujeres en el seno de la organización común de los trabajadores.

Aparentemente no logró convencer a la AIT primero, ni a la CNT posteriormente, a la que estuvo afiliada; pero el éxito de sus planteamientos en las organizaciones y grupos anarquistas femeninos fue patente. Las denuncias de Teresa y de tantas otras mujeres como aquellas que organizaron el 1.º de Mayo de 1891 lograron, no obstante, que ambas organizaciones (AIT y CNT) proclamasen e intentasen llevar a la práctica cotidiana, como nunca se había hecho antes, la igualdad real de hombres y mujeres, la defensa del amor libre y la independencia en todos los órdenes de la vida de los individuos, fuese cual fuese su condición y sexo. Como afirmaba Teresa Claramunt en las asambleas de mujeres y en todo lugar:

Ni obreras explotadas en las fábricas ni esclavas en el hogar o la familia: ¡Por una sociedad sin amos ni señores, comunista y libertaria, de hombres y mujeres libres! (20)

De hecho esta iniciativa de organización de las mujeres obreras representa uno de los primeros pasos en la dinámica de constitución de una organización de mujeres obreras que defendiese tanto la lucha social como la emancipación de la mujer, organización que no llegó a constituirse hasta el 1936 con la creación de Mujeres Libres, organización feminista anarquista. (21)

En 1889, Teresa colabora en la fundación de la primera organización feminista creada por mujeres y para las mujeres: la Sociedad Autónoma de Mujeres, de Barcelona, con sede en la calle de la Cadena y, posteriormente, en la calle Ferlandina número 20. Esta entidad nace como fruto de la colaboración de tres mujeres: Ángeles López de Ayala, Teresa Claramunt y Amalia Domingo Soler, respectivamente, los tres ámbitos en los que primeramente se desarrollará el feminismo militante: republicanismo librepensador y masonería, anarquismo y espiritismo (22); el objetivo fundamental de esta Sociedad Autónoma de Mujeres es educar a las mujeres en los valores anticlericales librepensadores y orientar la identidad femenina en los ideales de la ciudadanía.

La Sociedad Autónoma de Mujeres organiza veladas instructivas, actos recreativos y conferencias siempre exclusivamente femeninas dedicadas al debate político. Participan regularmente en sus actividades las dirigentes señaladas. El semanario La Tramontana se hará eco puntualmente de estas actividades (23). Además, la Sociedad Autónoma de Mujeres mantenía una escuela laica nocturna, El Fomento de la Instrucción Libre, situado en la calle de San Pablo, número 31, donde se podía asistir gratuitamente a las clases.

La Sociedad Autónoma de Mujeres mantuvo su actividad hasta finales de 1892, o quizás hasta más tarde, y podemos suponer que fue el embrión de la Sociedad Progresiva Femenina, que defiende los valores del laicismo, anticlericalismo y de la emancipación de la mujer, fundada por Ángeles López de Ayala en 1898; cabe suponer que cuando Teresa vuelve de su exilio anglo-francés, en 1898, se incorpora a la Sociedad.

La concepción feminista de Teresa Claramunt

Teresa continuará escribiendo artículos dirigidos a la mujer y en El Combate escribe en una columna titulada «Sección de la mujer» artículos feministas muy combativos. Teresa piensa que se ha de hacer mucha propaganda a través de la prensa y mítines para difundir las ideas libertarias y llama a las mujeres para que se subleven contra los tiranos para hacer la revolución, ya que los hombres solos no conseguirán este objetivo.

En 1899, Teresa escribe «A la Mujer», donde continúa exponiendo su pensamiento sobre la causa de la supuesta inferioridad de la mujer:

Si existiéramos en la época en que la fuerza muscular era signo de poder al cual se sometían los de débil construcción orgánica, claro está que las mujeres seríamos inferiores ya que la Naturaleza ha tenido el capricho de someternos a ciertos periodos que debilitan nuestras fuerzas musculares y hacen que nuestro organismo esté más propenso a la anemia. Que nuestra intelectualidad es inferior a la del hombre. Aunque hay pretendidos sabios que lo afirman. Hombres de estudio lo niegan. Yo creo que no se puede afirmar nuestra inferioridad siempre que se nos tenga a las mujeres sujetas a reducidos círculos, dándonos por única instrucción un conjunto de sofismas y supersticiones que más bien atrofian nuestra inteligencia. (24)

En este artículo ataca a los sectores sociales que califican a la mujer como «sexo débil», calificativo despectivo que tiene su origen en el oscurantismo de la enseñanza que ésta recibe alejada de toda racionalidad que le permita abrir su mente a amplios horizontes; además, para Teresa Claramunt los argumentos biológicos contra la mujer son prejuicios y falsedades cargados de mala fe.

En 1902 aparece Humanidad Libre, publicación quincenal que se edita en Valencia, escrito mayoritariamente por y para mujeres, donde colaboran: Teresa Claramunt, Soledad Gustavo, Louise Michel, Emma Goldman, Rosa Lidón, etc. En esta publicación Teresa Claramunt escribirá un artículo, «De la mujer», en el que enjuicia el trato discriminatorio a que está sometida la mujer alejada de toda lucha política. La mujer tiene que incorporarse a la lucha revolucionaria, llamamiento que abunda en la mayoría de los textos anarquistas. En segundo lugar, denuncia la dualidad de criterios morales, según la clásica expresión feminista: la mujer ha de soportar unas normas sociales abiertamente diferentes a la hora de enjuiciar su conducta sexual y la del varón:

La mujer alejada de toda lucha política social siglos y más siglos, tan sólo honrosas excepciones rompieron los estrechos moldes de rutinismo, tomando parte activa en la contienda [...] Si ama y no se ha fijado en ella el objeto de su amor, debe ahogar en su corazón ese fuego magno. Sólo al hombre le es permitido exponer su estado de ánimo, sólo al hombre le es permitido declarar su amor, sólo al hombre le es permitido solicitar al ser por el que siente afinidad. ¡Cruel privilegio! ¡Inhumana desigualdad! (25)

El año 1905 publicará uno de los primeros folletos escritos por una obrera en torno a la situación social de la mujer: La mujer. Consideraciones generales sobre su estado ante las prerrogativas del hombre. Con esta obra, como dice ella misma, se propone hacer un análisis sobre el estado actual de la mujer, utilizando un lenguaje despojado de todo convencionalismo, procurando disipar los errores de su educación y combatiendo su ignorancia, de consecuencias tan funestas. Así manifiesta que quiere realizar una labor purificadora de trascendencia social, ensayando a la vez un estudio de las causas por las que se sostienen tantos errores, para que puedan ser racionalmente combatidos y evitar los perniciosos defectos que caen sobre la mujer (26). De estas palabras de Teresa se deduce que la obra tiene una finalidad totalmente didáctica y moralizante, de donde la mujer ha de extraer conclusiones para no cometer los mismos errores que ha cometido en el pasado, aunque afirma:

El hombre es, a mi entender, el directamente responsable del infeliz estado de la mujer...(27)

A partir de estas palabras va describiendo la situación tan deplorable en la que se encuentra la mujer, por culpa del absurdo principio de la falsa superioridad que el hombre se atribuye, y por el hecho de que a la mujer se la ha incapacitado para todo.  Como la sociedad actual se ha constituido sobre esta farsa de la superioridad del hombre —dice Teresa—, los resultados tenían que ser contrarios a todo bien común:

La mujer es y ha sido para el hombre un ser incapacitado para todo y, salvo muy honrosas excepciones, nadie la ha defendido de esa usurpación de eres mía en el sufrimiento; eres mi «esclava», soltera lo eres de tu padre, casada pasas a serlo del marido, y ambos te hacemos depositaria de nuestra honra.

Tanto el marido como el padre tenemos derecho a matarte si con tus actos machacaras nuestro nombre [...] No tienes derecho a quejarte, y menos a castigarnos como te castigamos nosotros, porque nosotros tenemos la libertad de la que tú careces y nos es permitido sin decoro lo que en ti merecería todos los reproches y los castigos más crueles» [Teresa concluye diciendo] creo imposible representar más gráficamente la brutal glorificación de las prerrogativas masculinas. (28)

En esta obra argumenta que la subordinación de la mujer se lleva a cabo no sólo a través de mecanismos de discriminación laboral, sino también en el terreno cultural e ideológico. Rechaza cualquier pretensión de monopolio masculino en el campo del trabajo o en la vida social. Por otro lado, destaca la importancia de la mujer en las tareas de transmisión ideológica de la sociedad, pues es la mujer a quien le toca socializar a los hijos y darles una visión general del mundo. Por esto considera de gran importancia el desarrollo cultural de las mujeres, para facilitar a los hijos la defensa de sus intereses igualitarios y sus derechos frente a los hombres, pero también para inculcar a los hijos una nueva visión de igualdad entre los sexos para las generaciones futuras.

Además, Teresa fue muy original en su planteamiento, al afirmar que la liberación de la mujer tiene que ser llevada a cabo por ella misma, ya que la mujer era «la esclava del esclavo» y tenía que conseguir por ella misma su propia emancipación.

Teresa Claramunt tuvo gran prestigio entre las mujeres obreras de Cataluña, este prestigio radica en que le preocupaba especialmente el problema de la doble explotación de la mujer obrera: como sexo y como clase.
Sus textos son citados por la mayoría de las feministas actuales, y las reivindicaciones que planteó Teresa Claramunt a finales del siglo XIX y principios del XX son las mismas que más tarde reivindicarían las feministas de finales del siglo XX. Teresa Claramunt sostiene la inutilidad de una lucha específicamente feminista y la necesidad de mejorar las condiciones sociales para ambos sexos. En este sentido, habría que matizar que el feminismo catalán de principios de siglo no se centrará en la demanda del voto ni en los derechos políticos de las mujeres. En lugar del sufragismo, promueve los derechos de las mujeres en los ámbitos educativos, culturales y laborales.

Generaciones posteriores anarquistas, entre las que figuran Teresa Mañé y Federica Montseny, reivindicaron la emancipación femenina desde el análisis científico en publicaciones como La Revista Blanca y Tiempos Nuevos, en Barcelona, o Estudios en Valencia.

Teresa Clarmunt dejó tras de sí la imagen de una auténtica «chinche de fábrica»(29), gracias a su activismo sindical y feminista, enérgico y decidido, en el contexto local sabadellense. Su legado fue recogido, entrado ya el siglo XX, por las tejedoras anarcosindicalistas Rosario y Encarnación Dulcet, ambas originarias de Vilanova y la Geltrú, y por Balbina Pi, otra obrera textil, que fue delegada de la federación local de la CNT de Sabadell en 1917 (30).

Nadie puede negar hoy día que los movimientos sociales protagonizados por mujeres trabajadoras como Teresa Claramunt han sido decisivos para la construcción de las sociedades contemporáneas y para que a finales del siglo XX y principios del XXI se pueda hablar de unos modelos de ciudadanía más respetuosos con el género femenino y con la llamada cuestión social femenina.


María Amalia Pradas Baena


Notas
1. Teresa Claramunt: «La igualdad de la mujer», Bandera Social, Madrid, 2-X-1886.
2. Sobre la situación de la mujer en el siglo XIX y XX es interesante el ya clásico libro de Varias Autoras: Mujer y sociedad en España (1700-1975), Ministerio de Cultura, Instituto de la Mujer, Madrid, 1986.
3. BALCELLS, Albert: La mujer obrera en la industria catalana durante el primer cuarto del siglo XX». Trabajo industrial y organización obrera en la Cataluña Contemporánea (1830-1936), Ed. Laia, Barcelona, 1974.
4. Sobre este tema consúltese: NASH, Mary: Treball, conflictivitat social i estratégies de resistencia: la dona obrera a la Catalunya contemporània, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 1988.
5. Texto 66, Dictamen del Congreso de Zaragoza, 1872. Reproducido en: LORENZO, A.: El Proletariado Militante, Imp. Salvat Duch y Ferré, Barcelona, 1923, pp. 18-19.
6. Pese al retraso del movimiento feminista español, diversas mujeres iniciaron la defensa de la idea de la igualdad femenina: Teresa Claramunt dentro del campo de las ideas libertarias, y Dolors Monserdà (1845-1919) que defendió los derechos de la mujer desde una perspectiva nacionalista catalana y profundamente católica.
7. Sobre este tema se puede consultar: HUERTAS CLAVERIA, Josep Maria: Obrers a Catalunya, Ed. L’Avenç. Barcelona, 1982, p. 102.
8. Una información detallada sobre el «Acta de Constitución de la Sección Varia de Trabajadoras Anarcocolectivista de Sabadell», en Los Desheredados, Sabadell, 1-XI-1884; ITURBE, Lola: La mujer en la lucha social, México D.F., 1974, pp. 51-52; GUSTAVO, Soledad: La Revista Blanca, 1-V-1931.
9. Durante el tiempo que estuvo casada con Antonio Gurri firmaba como Teresa Claramunt de Gurri.
10. Los Desheredados, Sabadell, 1-XI-1884.
11. «Ayudar a la emancipación de los seres de ambos sexos».
12. Conferencia dada por Teresa Claramunt en el Ateneo Obrero de Sabadell y publicada en Los Desheredados, Sabadell, 13-II-1885.
13. Teresa Claramunt, Tierra y Libertad, Buenos Aires, n.º 160, año 1965, p. 4.
14. El semanario madrileño Bandera Social publicará algunas cartas de adhesión a la familia de Madrid firmadas por Teresa Claramunt (16 y 25-X-1885).
15. Bandera Social, Madrid, 16-X-1885.
16. Bandera Social, Madrid, 25-X-1885.
17. Bandera Social, 2/16/23-X-1886 y 25-XI-1886. Estos artículos no están firmados, pero son atribuidos a Teresa Claramunt, ya que su lectura denota las características de su estilo. Sobre esta cuestión se puede consultar: ÁLVAREZ JUNCO, José: La ideología política del anarquismo español (1868-1910), Ed. Siglo XXI, Madrid, 1991, p. 303.
18. Bandera Social, Madrid, 16-X-1896.
19. NASH, Mary: Treball conflictivitat social y estratégies de resistencia, op. cit., p. 170.
20. M. Genofonte: «Memoria Libertaria», La Campana, Pontevedra, 11-VI-2001.
21. NASH, Mary, op. cit., p.171.
22. Sobre Ángeles López de Ayala y estas cuestiones se puede consultar: BENIMELI, J. A.: Masonería, política y sociedad II, Centro Histórico de la Masonería Española. Zaragoza, 1984, p. 940
23. La Tramontana, Barcelona, 1-I-1892.
24. Teresa Claramunt: «A la mujer», Fraternidad, n.º 4, Gijón, 1899.
25. «De la mujer», Humanidad Libre, Valencia, 1-II-1902.
26. Prólogo de La mujer. Consideraciones generales sobre su estado ante las prerrogativas del hombre, imprenta El Porvenir del Obrero, Mahón, 1905.
27. Ibídem, p. 1.
28. Ibídem, p. 5.
29. Las obreras del textil catalán eran conocidas como «chinches de fábrica»; por extensión, nombre despectivo dado a la mujer que trabajaba en un establecimiento fabril.
30. TAVERA, Susana: «Dones i obrerisme»; en Història de les dones als països catalans, El Temps, Barcelona, 2003, p. 33.

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