I
Hace
algunos años, poco después de la muerte de Federico Engels, el señor
Eduardo Bernstein, uno de los miembros más conspicuos de la comunidad
marxista, asombró a sus compañeros con unos descubrimientos notables.
Bernstein manifestó públicamente sus dudas con respecto a la exactitud
de la interpretación materialista de la historia, de la teoría marxista
de la plusvalía y de la concentración del capital; hasta atacó el
método dialéctico, llegando a la conclusión de que no era posible
hablar de un socialismo crítico. Hombre prudente, Bernstein reservó
para sí sus descubrimientos hasta tanto muriese el viejo Engels, y solo
entonces los hizo público ante el espanto consiguiente de los
sacerdotes marxistas. Pero ni siquiera esa prudencia pudo salvarlo,
pues se le atacó por todos lados. Kautsky escribió un libro contra el
hereje, y el pobre Eduardo viéndose obligado a declarar en el congreso
de Hannover que era un débil pecador mortal y que se sometía a la
decisión de la mayoría científica.
Con todo,
Bernstein no había revelado nada nuevo. Las razones que oponía contra
los fundamentos de la doctrina marxista ya existían cuando él todavía
seguía siendo apóstol fiel de la iglesia marxista. Esos argumentos
habían sido entresacados de la literatura anarquista, y lo único
importante era el hecho de que uno de los socialdemócratas más
conocidos se valiera de ellos por primera vez. Ninguna persona sensata
negará que la crítica de Bernstein haya dejado de producir una
impresión inolvidable en el campo marxista: Bernstein había tocado los
cimientos más importantes de la economía metafísica de Carlos Marx, y
no es extraño que los respetables representantes del marxismo ortodoxo
se hayan alborotado.
No hubiera sido tan grave
todo eso si no mediara otro inconveniente peor que el anterior. Desde
hace casi un siglo los marxistas no cesan de predicar que Marx y Engels
fueron los descubridores del llamado socialismo científico;
inventándose una distinción artificial entre los socialistas titulados
utópicos y el socialismo científico de los marxistas, diferencia que
existe tan sólo en la imaginación de estos últimos. En los países
germánicos la literatura socialista ha sido monopolizada por las
teorías marxistas, y todo socialdemócrata las considera como productos
puros y absolutamente originales de los descubrimientos científicos de
Marx y Engels.
Pero también este ensueño se ha
desvanecido: las investigaciones históricas modernas han establecido de
una manera incontrovertible, que el socialismo científico no es más
que una consecuencia de los antiguos socialistas ingleses y franceses, y
que Marx y Engels han conocido perfectamente el arte de revestirse con
plumas ajenas. Después de las revoluciones de 1848, iniciándose en
Europa una reacción terrible; la Santa Alianza volvió a tender sus redes
en todos los países con el propósito de ahogar el pensamiento
socialista, que tan riquísima literatura produjera en Francia, Bélgica,
Inglaterra, Alemania, España e Italia. Dicha literatura fue casi
totalmente relegada al olvido durante esa época de oscurantismo que
comenzó después de 1848. Muchas de las obras más importantes fueron
destruidas hasta reducirse su número a pocos ejemplares que hallaron
albergue en algún sitio tranquilo de ciertas grandes bibliotecas
públicas o de algunas personas privadas. Sólo a fines del siglo XIX y
comienzo del siglo XX, esa literatura ha sido nuevamente descubierta y
hoy causan admiración las ideas fecundas que se encuentran en los viejos
escritos de las escuelas posteriores a Fourier y Saint-Simon, en las
obras de Considerant, Demasi, Mey y muchos otros. Y en esa literatura se
ha hallado, asimismo, el origen del llamado socialismo científico.
Nuestro viejo amigo W. Tcherkesoff fue el primero en ofrecer un conjunto
sistemático de todos esos hechos; demostró que Marx y Engels no son
los inventores de esas teorías que durante tanto tiempo han sido
consideradas como su patrimonio intelectual(1); hasta llegó a probar que
algunos de los más famosos trabajos marxistas, como por ejemplo, el
“Manifiesto Comunista”, no son en realidad otra cosa que traducciones
libres del francés, hechas por Marx y Engels. Y Tcherkesoff ha obtenido
el triunfo de que sus afirmaciones con respecto al “Manifiesto
Comunista” fuesen reconocidas por el “Avanti”, el órgano central de la
socialdemocracia italiana(2) después de haber tenido el autor la
oportunidad de comparar el “Manifiesto Comunista” con el “Manifiesto de
la Democracia” de Victor Considerant, que apareció cinco años antes que
el opúsculo de Marx y Engels.
El “Manifiesto
Comunista” es considerado como una de las primeras obras del socialismo
científico y el contenido de ese trabajo ha sido sacado de los
escritos de un “utopista”, pues el marxismo incluye a Fourier entre los
socialistas utópicos. Es ésta una de las ironías más crueles que
imaginar se pueda y no constituye, seguramente, una recomendación
favorable para el valor científico del marxismo. Víctor Considerant,
fue uno de los primeros escritores socialistas que Marx conoció; ya lo
menciona en la época en que todavía no era socialista. En 1842, la
“Algemeine Zeitung” atacó a la “Rheinische Zeitung” de la que era
redactor en jefe Marx reprochándole que simpatizaba con el comunismo.
Marx contestó entonces con un editorial(3), en que declaraba lo
siguiente:
“Obras como las de Leroux,
Considerant, y especialmente el libro perspicaz de Proudhon, no pueden
ser criticados con algunas observaciones superficiales y es preciso
estudiarlas detenidamente antes de entrar a criticarlas.”
El socialismo francés ha ejercido la mayor influencia sobre el
desarrollo intelectual de Marx; pero de todos los escritores
socialistas de Francia es P. J. Proudhon quien más poderosamente
influyó en su espíritu. Hasta es evidente que el libro de Proudhon
“¿Qué es la propiedad?” indujo a Marx a abrazar el socialismo. Las
observaciones críticas de Proudhon sobre la economía nacional y las
diversas tendencias socialistas descubrieron ante Marx un mundo nuevo y
fue principalmente la teoría de la plusvalía, tal como ha sido
desarrollada por el genial socialista francés, lo que mayor impresión
causó en la mente de Marx. El origen de la doctrina del plus-valor, ese
grandioso “descubrimiento científico” de que tanto se enorgullecen
nuestros marxistas lo hallamos en los escritos de Proudhon. Gracias a
éste, Marx llegó a conocer esa teoría, que modificó más tarde mediante
el estudio de los socialistas ingleses Bray y Thompson.
Marx hasta reconoció públicamente la gran significación científica de
Proudhon, y en un libro especial, hoy completamente desaparecido de la
venta, llama a la obra de áquel, “¿Qué es la propiedad?” “el primer
manifiesto científico del proletariado francés”. Esa obra no volvió a
ser editada por los marxistas, ni ha sido traducida a otro idioma, a
pesar de que los representantes oficiales del marxismo han hecho los
mayores esfuerzos para difundir en todas las lenguas los escritos de su
maestro. Ese libro ha sido olvidado, se sabe por qué: su reimpresión
descubriría al mundo el colosal contrasentido y la insignificación de
todo lo escrito por Marx más tarde acerca del eminente teórico del
anarquismo.
Marx no solamente había sido
influenciado por las ideas económicas de Proudhon, sino también se
sintió influido por las teorías anárquicas del gran socialista francés,
y en uno de sus trabajos de aquel período, combate al Estado en la
misma forma que lo hiciera Proudhon.
II
Todos aquellos que hayan estudiado atentamente la evolución socialista
de Marx deberán reconocer que la obra de Proudhon “¿Qué es la
propiedad?” fue la que lo convirtió al socialismo. Los que no conocen
de cerca los detalles de esa evolución y aquellos que no han tenido
oportunidad de leer los primeros trabajos socialistas de Marx y Engels,
juzgarán extraña e inverosímil esta afirmación. Porque en sus trabajos
posteriores Marx habla de Proudhon con burla y desprecio, y son
precisamente estos escritos los que la Socialdemocracia ha vuelto a
publicar y reimprimir constantemente.
De este
modo tomó cuerpo poco a poco la opinión de que Marx fue, desde un
principio, el adversario teórico de Proudhon y que jamás ha existido
entre ambos punto de contacto alguno. Y verdaderamente, cuando se lee
lo que el primero de ellos ha escrito respecto del segundo en su
conocido libro “Miseria de la Filosofía”, en el “Manifiesto Comunista” y
en la necrología que publicó en el “Sozialdemokrat” de Berlín, poco
después de la muerte de Proudhon, no es posible tener otra opinión.
En “Miseria de la Filosofía” ataca a Proudhon de la peor manera,
valiéndose de todos los recursos para demostrar que las ideas de aquél
carecen de valor y que no tiene ninguna importancia ni como socialista
ni como crítico de la economía política.
“El
señor Proudhon - dice - tiene la desgracia de ser comprendido como un
modo extraño: en Francia tiene el derecho de ser un mal economista,
porque allí se le considera buen filósofo alemán; en Alemania puede ser
un mal filósofo, puesto que se le considera allí el mejor economista
francés. En mi calidad de alemán y economista me veo obligado a
protestar contra ese doble error”(4).
Y Marx va
más lejos aun: acusa a Proudhon, sin ofrecer ninguna prueba, de haber
plagiado sus ideas del economista inglés Bray. Escribe:
“Creemos haber hallado en el libro de Bray(5), la llave de todos los
trabajos pasados, presentes y futuros del señor Proudhon.”
Es interesante observar como Marx, que tantas veces utilizaba ideas
ajenas y cuyo “Manifiesto Comunista” no es en realidad sino copia del
“Manifiesto de la Democracia” de Victor Considerant, denuncia a otros
como plagiarios.
Pero prosigamos. En el
“Manifiesto Comunista”, Marx presenta a Proudhon como representante
burgués y conservador(6). Y en la necrología que escribió en el
“Sozialdemokrat” (1865), leemos las siguientes palabras:
“En una historia, rigurosamente científica de la economía política,
ese libro (se refiere a “¿Qué es la propiedad?”) apenas merecería ser
mencionado. Porque semejantes obras sensacionales desempeñan en las
ciencias exactamente el mismo papel que en la literatura novelesca.”
Y en ese mismo artículo necrológico reitera Marx su afirmación de que
Proudhon carece de todo valor como socialista y como economista,
opinión que ya emitiera en “Miseria de la Filosofía”.
Fácil es comprender que semejantes asertos, que Marx lanzaba contra
Proudhon, tenían que divulgar la creencia, mejor dicho la convicción,
de que entre él y el gran escritor francés no ha existido nunca el
menor parentesco. En Alemania, Proudhon es casi totalmente desconocido.
Las ediciones germanas de sus obras, hechas alrededor del año 1840,
están agotadas. El único libro suyo que volvió a ser publicado en
alemán es “¿Qué es la propiedad?” y aun esta edición se ha difundido en
un círculo restringido. Esta circunstancia explica el hecho de que
Marx haya logrado borrar los rastros de su primera evolución como
socialista. Que su concepto de Proudhon era bien distinto al principio,
hemos tenido la oportunidad de verlo más arriba y las conclusiones que
siguen corroborarán nuestra aseveración.
Siendo
redactor en jefe de la “Rheinische Zeitung”, uno de los periódicos
principales de la democracia alemana, Marx llegó a conocer a los
escritores socialistas más importantes de Francia, aunque él mismo no
era todavía socialista. Ya hemos mencionado una cita suya que alude a
Victor Considerant, Pierra Leroux y Proudhon, y no cabe duda que
Considerant y especialmente Proudhon, han sido los maestros que lo
atrajeron al socialismo. “¿Qué es la propiedad?” ha ejercido, sin duda
alguna, la mayor influencia en el desarrollo socialista de Marx; así,
en el periodo mencionado, llama al genial Proudhon “el más consecuente y
sagaz de los escritores socialistas”(7). En 1843, la “Rheinische
Zeitung” fue suprimida por la censura prusiana: Marx partió para el
extranjero, y durante ese período evolucionó hacia el socialismo. Dicha
evolución se nota muy bien en sus cartas al conocido escritor Arnoldo
Ruge, y mejor aun en su obra “La Sagrada Familia, o crítica de la
crítica critica”, que publicó conjuntamente con Federico Engels. El
libro apareció en 1845 y tenia por objeto polemizar contra la nueva
tendencia del pensador alemán Bruno Bauer(8). Además de cuestiones
filosóficas esa obra se ocupa también de economía política y de
socialismo y son precisamente esas partes las que nos interesan aquí.
De todos los trabajos que publicaron Marx y Engels es “La Sagrada
Familia” el único que no ha sido traducido a otros idiomas y del cual
los socialistas alemanes no hicieron otra edición. Es verdad que Franz
Mehrin, heredero literario de Marx y Engels, ha publicado por encargo
del Partido Socialista alemán, “La Sagrada Familia” junto con otros
escritos correspondientes al primer período de actuación socialista de
los actores, pero esto se hizo sesenta años después de haber salido la
primera edición, y, por otra parte, la reedición estaba destinada a los
especialistas, pues su costo era excesivo para un trabajador. Fuera de
eso, Proudhon es tan escasamente conocido en Alemania, que muy pocos
habrán sido los que se hayan dado cuenta de la honda discrepancia que
hay entre los primeros juicios que Marx emitió sobre él y los que
sostuvieron más tarde.
Y sin embargo, este libro
demuestra claramente el proceso evolutivo del socialismo de Marx y el
influjo poderoso que en él ha ejercido Proudhon. Todo lo que los
marxistas han atribuido después a su maestro, Marx lo reconocía, en “La
Sagrada Familia”, como meritos de Proudhon.
Veamos lo que dice a este respecto en la página 36:
“Todo desarrollo de la economía nacional considera la propiedad
privada como hipótesis inevitable; esta hipótesis constituye para ella
un factor incontestable que ni siquiera trata de investigar y al cual
sólo se refiere accidentalmente, según la ingenua expresión de Say(9).
Proudhon se ha propuesto analizar de un modo crítico la base de la
economía nacional, la propiedad privada, y ha sido la suya la primera
investigación enérgica, considerable y científica al propio tiempo. En
eso consiste el notable progreso científico que ha realizado, progreso
que evolucionó la economía nacional, creando la posibilidad de hacer de
ella una verdadera ciencia. “¿Qué es la propiedad?” de Proudhon tiene
para la economía la misma importancia que la obra de Say “¿Qué es el
tercer estado?” ha tenido para la política moderna.”
Es interesante comparar estas palabras de Marx con las que ha escrito
después acerca del gran teórico anarquista. En “La Sagrada Familia”
dice que “¿Qué es la Propiedad?” ha sido el primer análisis científico
de la propiedad privada y que ha dado la posibilidad de hacer de la
economía nacional una verdadera ciencia; pero en su conocida
necrología, publicada en el “Sozialdemokrat”, el mismo Marx asegura que
en una historia rigurosamente científica de la economía esa obra
apenas merece ser mencionada.
¿Dónde está la
causa de semejante contradicción?, pregunta es ésta que los
representantes del llamado socialismo científico no han aclarado aun.
En realidad no hay sino una respuesta: Marx quería ocultar la fuente en
que había bebido. Todos los que hayan estudiado la cuestión y no se
sientan arrastrados por el fanatismo partidista tendrán que reconocer
que esta explicación no es caprichosa.
Sigamos oyendo lo que manifiesta Marx sobre la importancia histórica de Proudhon. En la Página 52 del mismo libro leemos:
“Proudhon no solamente escribe en favor de los proletariados, sino que
él es también un proletariado, un obrero; su obra es una manifiesto
científico del proletariado francés.”
Aquí, como
se ve, Marx, expresa en términos precisos que Proudhon es un exponente
del socialismo proletariado y que su obra constituye un manifiesto
científico del proletariado francés. En cambio, en el “Manifiesto
Comunista” asegura que Proudhon encarna el socialismo burgués y
conservador. ¿Cabe mayor contradicción? ¿A quién hemos de creer, al
Marx de “La Sagrada Familia” o al autor del “Manifiesto Comunista”? ¿Y a
qué se debe divergencia? Es una pregunta que nos planteamos nuevamente
y como es natural, la respuesta es también la misma: Marx quería
ocultar al mundo todo lo que se debía a Proudhon y para ellos cualquier
medio le era viable. No puede haber otra explicación para ese
fenómeno: los medios que Marx empleó más tarde en su lucha contra
Bakunin evidencian que no era muy delicado en la elección de ellos
III
De
cómo Marx había sido influido por las ideas de Proudhon y hasta por
sus ideas anarquistas, los demuestran sus escritos políticos de aquel
período; por ejemplo el artículo que publicó en el “Vorwaerts” de
París.
El “Vorwaerts” era un periódico que
aparecía en la capital francesa durante 1844-1845, bajo la dirección de
Enrique Bernstein. Su tendencia era, al principio, liberal solamente.
Pero más tarde, después de la desaparición de los “Anales
Germanos-Franceses”, Bernstein trabó relación con los antiguos
colaboradores de esta última publicación, quienes lo conquistaron para
la causa socialista. Desde entonces el “Vorwaerts” se convirtió en un
órgano oficial de socialismo y numerosos colaboradores de la extinguida
publicación de A. Ruge, entre ellos Bakunin, Marx, Engels, Enrique
Heine, Georg Herwergh, etc., contribuyeron a él con sus trabajos.
En el número 63 de ese periódico (7 de agosto de 1844), Marx publicó
un trabajo de polémica, “Acotaciones críticas al artículo El rey de
Prusia y la reforma social”. En él estudia la naturaleza del Estado y
demuestra la incapacidad absoluta de ese organismo para aminorar la
miseria social y para suprimir el pauperismo. Las ideas que el autor
desenvuelve en ese artículo son ideas puramente anarquistas y están en
perfecta concordancia con los conceptos que Proudhon, Bakunin y otros
teóricos del anarquismo han establecido a ese respecto. Por el
siguiente extracto del estudio de Marx podrán juzgar los lectores:
“El Estado es incapaz de suprimir la miseria social y anular el
pauperismo. Y aun cuando se preocupa de este problema, si es que se
decide a hacer algo, no dispone de otros recursos que la beneficencia
pública y las medidas de carácter administrativo y frecuentemente ni
siquiera eso.”
“Ningún Estado puede proceder en
otra forma; porque para suprimir la miseria debería suprimirse a si
mismo, puesto que la causa del mal reside en la esencia, en la
naturaleza misma del Estado, y no es una forma determinada de él como
supone mucha gente radical y revolucionaria que aspira a modificar esa
forma por otra mejor.”
“Es un gravísimo error
creer que la miseria y los terribles males del pauperismo pueden ser
curados mediante una forma cualquiera del Estado. Si el Estado reconoce
la existencia de ciertos males sociales trata de explicarlos, ya sea
como leyes naturales contra las que nada puede hacer el hombre, o bien
como resultados de la vida privada, en la cual no puede inmiscuirse, o
también, como defectos de la administración pública. Por eso en
Inglaterra la miseria es considerada como consecuencia de una ley
natural, según la cual los hombres aumentan en proporción mayor a los
medios de vida. Otros afirman que la mala voluntad de los hombres es la
causa de su pobreza: el rey de Prusia, Federico Guillermo I, ve la
causa de ellos con los corazones poco cristianos de los ricos; y la
Convención, el parlamento revolucionario francés, sostiene que los
males sociales son la consecuencia del ánimo contrarrevolucionario que
demuestran los propietarios. Por consiguiente, en Inglaterra se castiga
a los pobres, el rey de Prusia recuerda a los ricos sus deberes
cristianos y la Convención francesa corta las cabezas de los
propietarios.”
“Además, todos los Estados
buscan la causa de la miseria en los defectos fortuitos o intencionales
de la Administración, y por lo tanto creen posible reducir el mal
mediante reformas administrativas. Pero el Estado no posee el poder de
salvar la contradicción existente entre la buena voluntad de la
administración y su capacidad real; porque si así fuera, tendría que
anularse a si mismo, ya que él se basa en esa contradicción que reina
entre la vida pública y la privada, entre los intereses generales y los
particulares. Por eso la Administración se halla limitada por una
función exclusivamente formal y negativa, pues donde principia la vida
civil termina el poder de la Administración. El Estado no puede impedir
jamás las consecuencias que se desarrollan lógicamente a causa del
carácter antisocial de la vida civil, de la propiedad privada, del
comercio, de la industria y del despojo mutuo de los distintos grupos
sociales. La bajeza y la esclavitud de la sociedad burguesa constituyen
el fundamento natural del Estado moderno. La existencia del Estadio y
la de la esclavitud no pueden ser separadas. Del mismo modo como el
antiguo Estado y la esclavitud antigua - contradicciones clásicas y
francas -, están íntimamente vinculadas entre sí, así también el Estado
moderno y el actual mundo de mercaderes – contradicción cristiana e
hipócrita – están fuertemente aferrados uno al otros.”
Esta interpretación esencialmente anarquista de la naturaleza del
Estado, parece tan extraña si se recuerda las doctrinas posteriores de
Marx, es una prueba evidente del origen anárquico de su primera
evolución socialista. En el mencionado articulo se reflejan los
conceptos de la crítica del Estado echa por Proudhon, crítica que tuvo
su primera expresión en su famoso libro “¿Qué es la propiedad?”. Esta
obra inmortal ha ejercido la influencia más decisiva en la evolución
del comunista alemán, a pesar de los cual él se esforzó por todos los
medios – y no fueron éstos los más nobles – en negar las primeras fases
de su actuación como socialista. Naturalmente, los marxistas apoyaron
en esto a su maestro y de esta manera desarrollase poco a poco el falso
concepto histórico acerca del carácter de las primeras relaciones
entre Marx y Proudhon.
En Alemania
principalmente, siendo este último casi desconocido, pudieron circular
las más extrañas afirmaciones en ese sentido. Pero cuanto más se logra
conocer las importantes obras de la vieja literatura socialista, tanto
más se nota todo lo que el llamado socialismo científico debe a
aquellos “utopistas” que durante largo tiempo fueron olvidados a causa
del “reclame” gigantesco que la escuela marxista y de otros factores
que relegaron al olvido la literatura socialista del primer período. Y
uno de los maestros más importante de Marx y el que sentó las bases de
toda su evolución posterior fue precisamente Proudhon, el anarquista
tan calumniado y mal comprendido por los socialistas legales.
IV
El 20 de Julio de 1870, Carlos Marx escribía a Federico Engels:
“Francia debe ser golpeada rudamente, pues si Prusia consigue salir
victoriosa, el poder estatal llegará a estar más centralizado y lo
mismo ocurrirá con todo el movimiento obrero de Alemania. La potencia
alemana trasladará el centro del movimiento obrero de Francia a
Alemania. Solo es necesario comparar el movimiento en estos dos países,
desde 1866 a nuestros días, para convencerse de la superioridad de la
clase obrera alemana sobre la francesa, tanto en la teoría como en la
organización y su potencia mayor en los acontecimientos internacionales
significa un triunfo para nuestra doctrina sobre la de Proudhon…”
Marx tenía razón: el triunfo de Alemania sobre Francia significó una nueva ruta en la historia del movimiento obrero europeo.
El socialismo revolucionario y liberal de los países latinos fue hecho
a un lado, dejando el campo a las teorías estatales y anti-anarquistas
del marxismo. La evolución de aquel socialismo vivificante y creador
se vio turbada por el nuevo dogmatismo férreo que pretendía poseer un
pleno conocimiento de la realidad social, cuando era apenas un conjunto
de fraseologías teológicas y de sofismos fatalistas, y resultó ser
luego el sepulcro de todo verdadero pensamiento socialista.
Con las ideas, cambiaron también los métodos de lucha del movimiento
socialista. En vez de los grupos revolucionarios para la propaganda y
para la organización de las luchas económicas, en los cuales los
internacionalistas habían visto la semilla de la sociedad futura y los
órganos aptos para la socialización de los medios de producción e
intercambio, comenzó entonces la era de los partidos socialistas y de
la representación parlamentaria del proletariado. Poco a poco se olvidó
la antigua educación socialista que llevaba a los obreros a la
conquista de la tierra y de las fábricas, poniendo en su lugar la nueva
disciplina de partido que consideraba la conquista del poder político
como su más supremo Ideal.
Miguel Bakunin, el
gran contrincante de Marx, observó con clarividencia el cambio de la
situación y con el corazón amargado predijo que, con el triunfo de
Alemania y la caída de la Comuna de París, comenzaba un nuevo capítulo
en la historia de Europa. Físicamente agotado y mirando de frente a la
muerte, escribió, el 11 de Noviembre de 1874, estas importantes
palabras a Ogaref: “El bismarkismo – que viene a ser militarismo,
régimen policial y monopolio financiero fusionados en un sistema que se
titula el Nuevo Estado – está triunfando en todas partes. Pero quizás
dentro de diez o quince años la inestable evolución de la especie
humana alumbrará nuevamente los senderos de triunfo.” Bakunin se
equivocó en esa ocasión, no calculando que habría de pasar medio siglo
hasta que, en medio de una terrible catástrofe mundial, fuera derrotado
el bismarkismo.
V
Así como el triunfo de Alemania en 1871 y la caída de la Comuna de
Paris fueron los signos de la desaparición de la vieja Internacional,
así la gran guerra de 1914 fue el punto de arranque de la bancarrota
del socialismo político.
Y aquí ocurre un
extraño suceso que resulta a veces verdaderamente grotesco y que sólo
encuentra su explicación en la falta de todo conocimiento sobre la
historia del viejo movimiento socialista. Bolcheviques, independientes,
comunistas, etc., no dejaron de acusar a los herederos de la vieja
Social-democracia de una vergonzosa claudicación de los principios del
marxismo. Los acusaron de haber ahogado al movimiento socialista en el
pantano del parlamentarismo burgués, de haber interpretado mal la
actitud de Marx y Engels sobre el Estado, etc.
El director espiritual de los bolcheviques, Nicolás Lenin, trató de
fundamentar su acusación sobre bases sólidas en su conocido libro “El
Estado y la Revolución”, que es reputado por sus discípulos como la
verdadera y pura interpretación del marxismo. Por medio de una
colección de citas perfectamente arregladas pretende demostrar Lenin
que “los fundadores del socialismo científico” fueron siempre enemigos
declarados de la democracia y del pantano parlamentario y que todas sus
aspiraciones iban encaminadas a la desaparición del Estado.
No hay que olvidar que Lenin hizo recién descubrimiento cuando su
partido, contra todas las esperanzas, se vio en minoría después de las
elecciones para la Asamblea Constituyente. Hasta entonces los
bolcheviques habían participado a la par de los demás partidos en las
elecciones y se cuidaban de no ponerse en conflicto con los principios
de la democracia. En las últimas elecciones para la Asamblea
Constituyente de 1918, tomaron parte con un programa grandioso,
esperando obtener una mayoría importante. Pero al ver que, a pesar de
todo, quedaban en minoría, declararon la guerra a la democracia y
disolvieron la Asamblea constituyente, publicando entonces Lenin su obre
“El Estado y la Revolución” como justificativo personal.
VI
La tarea de Lenin no era sencilla por cierto: de un lado se veía
obligado a hacer concesiones avanzadas a las tendencias anti-estatales
de los anarquistas y del otro a demostrar que su actitud no era en modo
alguno anarquista, sino marxista únicamente. Como inevitable
consecuencia de todo esto su obra está llena de errores contra la
lógica del sano pensamiento en el hombre. Un ejemplo probará esta
afirmación: queriendo Lenin acentuar lo más posible una supuesta
tendencia anti-estatal de Marx, cita el conocido párrafo de “Guerra
civil en Francia”, donde Marx da su aprobación a la Comuna por haber
comenzado desterrando el Estado parasitario. Pero Lenin no se toma el
trabajo de recordar que Marx se veía obligado con estas palabras – que
están en abierta contradicción con toda su actitud anterior – a hacer
una concesión a los partidarios de Bakunin, con los cuales mantenía, por
aquel entonces, una lucha muy enconada.
Hasta
el mismo Franz Mehring – a quien no se le puede sospechar de simpatía
hacia los socialistas mayoritarios – ha debido reconocer esa
contradicción en su último libro “Karl Marx”, donde dice: “No obstante
todo lo verídico que sean los detalles de esa obra, esta fuera de duda
que el pensamiento allí expresado contradice todas las opiniones que
Marx y Engels habían venido proclamando desde el “Manifiesto Comunista”
un cuarto de siglo antes”.
Bakunin estaba en lo
cierto al decir por aquel entonces: “La impresión de la Comuna
levantada en armas fue tan imponente que hasta los marxistas, cuyas
ideas habían sido completamente desalojadas por la revolución de Paris,
tuvieron que doblar la cabeza ante los hechos de la Comuna. Hicieron
más aun: en contradicción con toda lógica y con sus convicciones
conocidas tuvieron que relacionarse con la Comuna e identificarse con
sus principios y aspiraciones. Fue un carnavalesco juego cómico… pero
necesario. Pues el entusiasmo provocado por la Revolución era tan
grande que habrían sido rechazados y arrojados de todas partes si
hubieran intentado encastillarse en sus dogmatismos.
VII
Algo
más aun olvida Lenin y algo que es, por cierto, de capital importancia
en esta cuestión. Es lo siguiente: que fueron precisamente Marx y
Engels quienes trataron obligar a las organizaciones de la vieja
Internacional a desarrollar una acción parlamentaria, haciéndose, de
este modo, responsables directos del empantanamiento colectivo del
movimiento obrero socialista en el parlamentarismo burgués. La
internacional fue la primera tentativa para unir a los trabajadores
organizados de todos los países en una gran unión, cuya aspiración
final seria la liberación económica de los trabajadores.
Diferenciándose entre si las ideas y los métodos de las diferentes
secciones, era de capital importancia establecer los puntos de contacto
para la obra común y reconocer la amplia autonomía y la autoridad
independiente de las diversas secciones. Mientras esto se hizo la
internacional creció poderosamente y floreció en todos los países. Pero
todo cambió por completo desde el momento en que Marx y Engels se
empeñaron en empujar a las diferentes federaciones nacionales hacia la
acción parlamentaria. Esto ocurrió por primera vez en la desgraciada
conferencia de Londres de 1871, donde lograron hacer probar una
resolución que terminaba con las siguientes palabras:
“Considerando: que el proletariado sólo puede permanecer como clase
constituyéndose en partido político aparte, en oposición a todos los
viejos partidos de las clases dominantes; que esta constitución del
proletariado en partido político es necesaria para llegar al triunfo de
la Revolución Social y a su finalidad, la desaparición de las clases;
que la unión de las fuerzas proletarias que se viene consiguiendo por
las luchas económicas es también un medio de que se valen las masas en
la acción contra las fuerzas políticas del Capitalismo; la Conferencia
recuerda a los miembros de la Internacional la necesidad de mantener en
las luchas obreras indisolublemente unidas sus actividades económicas y
políticas.”
Que una sola sección o federación
de la Internacional adoptara tal resolución era cosa bien posible, pues
sólo a sus componentes envolvería el cumplimiento de ella; pero que el
Consejo Ejecutivo la impusiera a todos los componentes de la
Internacional, y máxime tratándose de un asunto que no fue presentado
al Congreso General, constituía un proceder arbitrario, en abierta
contradicción con el espíritu de la Internacional y que tenia
necesariamente que levantar la protesta enérgica de todos los elementos
individualistas y revolucionarios.
El Congreso
vergonzoso de La Haya, en 1872, concluyó la obra emprendida por Marx y
Engels para transformar a la Internacional en una maquinaria de
elecciones, incluyendo a este efecto una cláusula que obligaba a las
diferentes secciones a luchar por la conquista del poder político.
Fueron, pues, Marx y Engels los culpables del divisionismo de la
Internacional, con todas sus consecuencias funestes para el movimiento
obrero, y los que por la acción política trajeron el empantanamiento y
la degeneración del Socialismo.
VIII
Cuando estalló la revolución de España en 1873, los miembros de la
Internacional – casi todos anarquistas – desconocieron las peticiones
de los partidos burgueses y siguieron su propio camino hacia la
expropiación de la tierra y de los medios de producción, con un
espíritu socialmente revolucionario. Estallaron huelgas generales y
revueltas en Alcoy, San Lúcar de Barrameda, Sevilla, Cartagena y otros
lugares, que tuvieron que ser sofocadas en sangre. Más tiempo resistió
la ciudad portuaria de Cartagena, la cual se mantuvo en manos de los
revolucionarios por espacio de varios meses hasta que finalmente cayó
debido al fuego de los buques de guerra prusianos e ingleses. En aquel
entonces Engels atacó duramente en el “Fol.-Stat” a los bakuninianos
españoles y los apostrofó por no querer adherirse a los ciudadanos
republicanos. ¡Cómo hubiera el mismo Engels, si viviera aun, criticado a
sus discípulos comunistas de Rusia y Alemania!
Después del célebre Congreso de 1891, cuando los dirigentes de los
llamados “Jóvenes” fueron expulsados del Partido Socialdemócrata, por
levantar la misma acusación que Lenin dirigía a los “oportunistas” y
“kautzkianos”, fundaron éstos un partido aparte con un órgano propio:
“Der Socialist” en Berlín. Al principio, este movimiento fue
extremadamente dogmático y representó ideas casi idénticas a las del
actual Partido Comunista. Si se lee, por ejemplo, el libro de Teistler
“El Parlamentarismo y la clase obrera”, se encontrarán idénticos
conceptos que en “El Estado y la Revolución” de Lenin. Al igual de los
bolcheviques rusos y de los miembros del Partido comunista alemán, los
socialistas independientes de aquel entonces rechazaban los principios
de la Democracia y se negaban a participar en los parlamentos burgueses
sobre la base de los principios reformistas del marxismo.
Y ¿cómo hablaba Engels de esos “Jóvenes” que se complacían, al igual
de los comunistas, en acusar a los dirigentes del Partido
Socialdemócrata de traición al marxismo? En una carta a Sorge en
octubre de 1891, hace el viejo Engels los siguientes amables
comentarios: “Los asquerosos berlineses se han convertido en acusados en
vez de seguir siendo acusadores y habiendo obrado como cobardes
infelices han sido obligados a trabajar fuera del Partido, si es que
desean hacer algo. Sin duda hay entre ellos espías policiales y
anarquistas disfrazados que desean trabajar secretamente entre nuestra
gente. Junto a ellos hay una cantidad de asnos, de estudiantes ilusos y
de payasos insolentes de todo surtido. En total son unas doscientas
personas”.
Seria verdaderamente curioso saber con
qué adjetivos simpáticos hubiera hoy honrado Engels a nuestros
“comunistas”, que se dicen ser “los guardadores de los principios
marxistas”.
IX
No es posible caracterizar los métodos de la vieja Social-democracia. Respecto a tal punto Lenin no dice una sola palabra y menos aun sus amigos alemanes. Los socialistas mayoritarios deben recordar este detalle sugerente para demostrar que son ellos los verdaderos representantes del marxismo; cualquiera que conoce algo de historia debe darles la razón. El marxismo fue quien impuso la acción parlamentaria a la clase obrera y marcó la ruta de la evolución operada en el Partido Social-demócrata alemán. Solo cuando esto se comprenda, se entenderá que la ruta de liberación social nos lleva a la tierra feliz del anarquismo pasando por encima del marxismo.
Notas:
1 W. Tcherkesoff: “Pages d’Historie socialista; les précurseurs de l’Internationale”.
2 Este artículo, titulado “Il Manifesto della Democracia”, se publicó primeramente en el “avanti” (año 6, nº 1901 del año 1902).
3 “Rheinische Zeitung”, nº 289 del 15 de octubre de 1842.
4 Marx: “Misére de la philosophie. Introduction”.
5 Bray: “Labour´s wroungs and labour´s remedy”.
6 Marx-Engels: “Das kommunistische Manifest”, pag. 21.
7 “Rheinische Zeitung”, 7 de enero de 1843.
8 B. Bauer era uno de los concurrentes más asiduos del circulo berlinés Los Libres, donde se podían ver figuras destacadas del librepensamiento alemán (primera mitad del siglo pasado), como Feuerbach, el auto de “La Esencia del Cristianismo”, obra profundamente atea (editada por “Claridad”, Bs. As.) o Max Stirner, el autor de “El Único y su Propiedad”. El pensamiento autoritario de Carlos Marx tenia forzosamente que chocar con las ideas libres de B. Bauer y sus compañeros, entre los que no debemos olvidar a E. Bauer, cuya obra “Der Kritik Mit Kirche und Staat” (La crítica de la Iglesia y del Estado) fue completamente secuestrada por los doministas e incendiada (primera edición de 1843). La segunda edición (Berna, 1844) tuvo mejor suerte. Pero no así su autor, que fue condenado y encarcelado por sus ideas contrarias a la Iglesia y al Estado. (Nota de los editores).
9 J. B. Say, economista inglés de la época, cuyas Obras Completa fueron traducidas al alemán por Max Stirner. La fobia de Carlos Marx por el pensamiento anarquista francés (como es sabido, su “Miseria de la Filosofía” es una continua crítica de la obra de Proudhon, “Filosofía de la Miseria”) o por el libre pensamiento alemán (su voluminoso libro “Documentos del Socialismo” es un vano e irrisorio intento por empequeñecer y restar importancia al “Único y su Propiedad” de Stirner) se estrellaba también contra este sociólogo británico, muy comentado en aquel entonces por cuantos criticaban y trataban de evadirse de la tiranía del Estado. - (Nota de los editores).
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