A continuación compartimos un texto publicado en el boletín de La Biblioteca y Archivo Histórico Social Alberto Ghiraldo, región argentina, año 3, Nº15, Abril 2014, pero antes agregaremos algunas consideraciones a la lectura:
Otorgar la categoría de ‘espontánea’ a la revuelta de Febrero de 2014 en Venezuela desde el lenguaje histórico del anarquismo es recordar los postulados de Mijaíl Bakunin, aquel revolucionario que deseaba la destrucción del poder político para reemplazarlo por las fuerzas productivas y no tomarlo como la oposición venezolana; donar la categoría de espontáneo al movimiento contra el madurismo en Venezuela es intentar darle forzadamente la característica de auto-organización de abajo arriba a un movimiento que es dirigido por partidos estatistas, es decir, de arriba a abajo por las cúpulas de los partidos organizados en la MUD, coalición de partidos de derecha y ultra-derecha que en la anterior elección presidencial en Venezuela obtuvo el 49.12% de los votos.
Por otro lado, como lúcidamente apunta Eduardo Colombo en una entrevista sobre el movimiento anarquista en 2012: “Se presenta al espíritu de todo militante cuando se discute sobre los movimientos, vamos a llamarlos movimientos espontáneos de masas; es decir, el hecho de que la gente se rebele y busque organizarse a través de movimientos en las plazas públicas, en la ocupación de ciertos espacios particulares (no es lo mismo ocupar las plaza que ocupar las fabricas), es visto como un movimiento de tipo espontáneo, y habría que explicar por qué se los considera espontáneos, porque no lo son especialmente. Algo de la experiencia histórica se reproduce en ellos (...)
Esto se produce de una manera que se dice espontánea porque la gente lo pone en marcha sin saber de dónde viene, pero el espontaneísmo, como siempre ha sido el caso, no expresa más que las tendencias que han arraigado y que no reconocen sus propias fuentes. Pero es lo que hizo la gente del pueblo el 18 de julio del `36, se levanta y se lanza a la lucha espontáneamente y comienzan a hacer las colectividades. Lo hacen espontáneamente, pero ¿por qué? Porque hubo 3 años de insurrección antes y 20 años de propaganda anarquista. Ese es el terreno para que la espontaneidad se exprese. Lo mismo pasa con los movimientos actuales, el hecho de que la estructura anti-autoritaria de las asambleas se produzca espontáneamente es la consecuencia de una tradición, una historia, que ha puesto ese tipo de problemáticas en el primer plano”. (Conversación con Eduardo Colombo durante el Encuentro Internacional Anarquista de St. Imier en 2012)
En relación a lo anterior, podríamos contextualizar algunas cosas respecto a la sociedad y la historia del movimiento en Venezuela. A diferencia de como afirma Eduardo Colombo respecto al proceso revolucionario en España del primer tercio del siglo pasado, en Venezuela no ha habido 20 años de propaganda anarquista masiva, sino propaganda burguesa funcional al desarrollo del capitalismo y fortalecimiento del Estado, y cuando hablo de propaganda burguesa no me refiero solo a la difusión política de la derecha representada en la MUD y otras agrupaciones, sino también a la burguesía chavista que podríamos catalogar genéricamente como una tendencia de izquierda socialdemócrata populista/caudillista. Quiero decir, el actual movimiento en Venezuela es el fruto de años de disputa por el Poder entre dos fracciones de la burguesía, la nueva burguesía o boliburguesía y la vieja burguesía hambrienta de Poder.
Ambas burguesías aparentemente antagonistas tienen muchos elementos en común: su arraigada cultura católica, el nacionalismo, el amor al Estado, el carácter militarista, la devoción por el dinero, la mistificación de las cosas en mercancías, el machismo profundo y la misoginia sistémica. ¿Qué les diferencia? La boliburguesía se posiciona cercana a los gobiernos progresistas-neoliberales de “izquierda” de Sudamérica, y al igual que los gobiernos neoliberales de izquierda se muestran ‘simpáticos’ con el Estado en Cuba pero siguen siendo Estados democrático-burgueses con parlamento y propiedad privada de los medios de producción y la banca. La burguesía de derecha es cercana a los gobiernos de Estados Unidos, la derecha pinochetista chilena (donde se incluye ‘cómicamente’ a la democracia-cristiana que hoy gobierna en conjunto con La Nueva Mayoría en Chile) y al uribismo. ¿Qué las enfrenta? La administración del Estado, es decir, administrar las ganancias de la explotación petrolera (como bien describen en el siguiente artículo) y vivir cómodamente mientras el pueblo, siempre explotado y oprimido, alucina participar activamente en las decisiones del espejismo de la democracia representativa, bajo el yugo del salario y la organización jerárquica de la sociedad. Como vemos, las principales diferencias en el actual conflicto de masas en Venezuela no son otra cosa que las disputas de intereses entre sectores que desean extender el dominio del Capital y el fortalecimiento del Estado. En breves palabras, tanto la burguesía chavista como la vieja burguesía venezolana forman un gran partido: El Partido del Poder.
También me gustaría señalar que cuando en el siguiente artículo afirman que “Las crisis de Venezuela siempre fueron asociadas, tanto por Chávez como por Maduro, a intentos de golpes de Estado o complots yankees, y codificadas como la lucha contra la derecha o el “imperialismo”. En coherencia absoluta, el discurso de Nicolás Maduro reitera que enfrenta un “Golpe de Estado”, que sería similar a lo sucedido en abril del 2002 con Hugo Chávez. La falsa dicotomía país socialista-potencia imperialista que denunciábamos más arriba se desnuda a su vez en los acuerdos comerciales entre dichos países”.
Es cierto que es una táctica de los Estados acusar de enemigos externos o internos para fortalecer las políticas represivas contra las justas demandas del proletariado. Sin embargo, no es una garantía que existan acuerdos entre Estados o empresas de determinadas regiones para que sectores de la burguesía de los mismos Estados no desarrollen planes de intervencionismo golpista en los territorios donde poseen intereses. No es una condición imprescindible que se corten las relaciones diplomáticas del todo y los intercambios de mercancías para desarrollar políticas militares de los aparatos sediciosos correspondientes. Sabemos la ambición que reina en este mundo: si un contrato está firmado al 14% de impuestos, la burguesía explotadora hará cualquier cosa por bajar tal tasa. Tampoco podemos obviar que la burguesía no es un partido homogéneo, en cada región existen tendencias/intereses, muchas veces confusos, otras no tanto, pero que finalmente siempre responden al mismo afán acumulativo, donde el dinero es un Dios, las mercancías son biblias y rosarios, la propiedad privada es la religión del Capital y el nacionalismo, religión de Estado. (N&A)
Otorgar la categoría de ‘espontánea’ a la revuelta de Febrero de 2014 en Venezuela desde el lenguaje histórico del anarquismo es recordar los postulados de Mijaíl Bakunin, aquel revolucionario que deseaba la destrucción del poder político para reemplazarlo por las fuerzas productivas y no tomarlo como la oposición venezolana; donar la categoría de espontáneo al movimiento contra el madurismo en Venezuela es intentar darle forzadamente la característica de auto-organización de abajo arriba a un movimiento que es dirigido por partidos estatistas, es decir, de arriba a abajo por las cúpulas de los partidos organizados en la MUD, coalición de partidos de derecha y ultra-derecha que en la anterior elección presidencial en Venezuela obtuvo el 49.12% de los votos.
Por otro lado, como lúcidamente apunta Eduardo Colombo en una entrevista sobre el movimiento anarquista en 2012: “Se presenta al espíritu de todo militante cuando se discute sobre los movimientos, vamos a llamarlos movimientos espontáneos de masas; es decir, el hecho de que la gente se rebele y busque organizarse a través de movimientos en las plazas públicas, en la ocupación de ciertos espacios particulares (no es lo mismo ocupar las plaza que ocupar las fabricas), es visto como un movimiento de tipo espontáneo, y habría que explicar por qué se los considera espontáneos, porque no lo son especialmente. Algo de la experiencia histórica se reproduce en ellos (...)
Esto se produce de una manera que se dice espontánea porque la gente lo pone en marcha sin saber de dónde viene, pero el espontaneísmo, como siempre ha sido el caso, no expresa más que las tendencias que han arraigado y que no reconocen sus propias fuentes. Pero es lo que hizo la gente del pueblo el 18 de julio del `36, se levanta y se lanza a la lucha espontáneamente y comienzan a hacer las colectividades. Lo hacen espontáneamente, pero ¿por qué? Porque hubo 3 años de insurrección antes y 20 años de propaganda anarquista. Ese es el terreno para que la espontaneidad se exprese. Lo mismo pasa con los movimientos actuales, el hecho de que la estructura anti-autoritaria de las asambleas se produzca espontáneamente es la consecuencia de una tradición, una historia, que ha puesto ese tipo de problemáticas en el primer plano”. (Conversación con Eduardo Colombo durante el Encuentro Internacional Anarquista de St. Imier en 2012)
En relación a lo anterior, podríamos contextualizar algunas cosas respecto a la sociedad y la historia del movimiento en Venezuela. A diferencia de como afirma Eduardo Colombo respecto al proceso revolucionario en España del primer tercio del siglo pasado, en Venezuela no ha habido 20 años de propaganda anarquista masiva, sino propaganda burguesa funcional al desarrollo del capitalismo y fortalecimiento del Estado, y cuando hablo de propaganda burguesa no me refiero solo a la difusión política de la derecha representada en la MUD y otras agrupaciones, sino también a la burguesía chavista que podríamos catalogar genéricamente como una tendencia de izquierda socialdemócrata populista/caudillista. Quiero decir, el actual movimiento en Venezuela es el fruto de años de disputa por el Poder entre dos fracciones de la burguesía, la nueva burguesía o boliburguesía y la vieja burguesía hambrienta de Poder.
Ambas burguesías aparentemente antagonistas tienen muchos elementos en común: su arraigada cultura católica, el nacionalismo, el amor al Estado, el carácter militarista, la devoción por el dinero, la mistificación de las cosas en mercancías, el machismo profundo y la misoginia sistémica. ¿Qué les diferencia? La boliburguesía se posiciona cercana a los gobiernos progresistas-neoliberales de “izquierda” de Sudamérica, y al igual que los gobiernos neoliberales de izquierda se muestran ‘simpáticos’ con el Estado en Cuba pero siguen siendo Estados democrático-burgueses con parlamento y propiedad privada de los medios de producción y la banca. La burguesía de derecha es cercana a los gobiernos de Estados Unidos, la derecha pinochetista chilena (donde se incluye ‘cómicamente’ a la democracia-cristiana que hoy gobierna en conjunto con La Nueva Mayoría en Chile) y al uribismo. ¿Qué las enfrenta? La administración del Estado, es decir, administrar las ganancias de la explotación petrolera (como bien describen en el siguiente artículo) y vivir cómodamente mientras el pueblo, siempre explotado y oprimido, alucina participar activamente en las decisiones del espejismo de la democracia representativa, bajo el yugo del salario y la organización jerárquica de la sociedad. Como vemos, las principales diferencias en el actual conflicto de masas en Venezuela no son otra cosa que las disputas de intereses entre sectores que desean extender el dominio del Capital y el fortalecimiento del Estado. En breves palabras, tanto la burguesía chavista como la vieja burguesía venezolana forman un gran partido: El Partido del Poder.
También me gustaría señalar que cuando en el siguiente artículo afirman que “Las crisis de Venezuela siempre fueron asociadas, tanto por Chávez como por Maduro, a intentos de golpes de Estado o complots yankees, y codificadas como la lucha contra la derecha o el “imperialismo”. En coherencia absoluta, el discurso de Nicolás Maduro reitera que enfrenta un “Golpe de Estado”, que sería similar a lo sucedido en abril del 2002 con Hugo Chávez. La falsa dicotomía país socialista-potencia imperialista que denunciábamos más arriba se desnuda a su vez en los acuerdos comerciales entre dichos países”.
Es cierto que es una táctica de los Estados acusar de enemigos externos o internos para fortalecer las políticas represivas contra las justas demandas del proletariado. Sin embargo, no es una garantía que existan acuerdos entre Estados o empresas de determinadas regiones para que sectores de la burguesía de los mismos Estados no desarrollen planes de intervencionismo golpista en los territorios donde poseen intereses. No es una condición imprescindible que se corten las relaciones diplomáticas del todo y los intercambios de mercancías para desarrollar políticas militares de los aparatos sediciosos correspondientes. Sabemos la ambición que reina en este mundo: si un contrato está firmado al 14% de impuestos, la burguesía explotadora hará cualquier cosa por bajar tal tasa. Tampoco podemos obviar que la burguesía no es un partido homogéneo, en cada región existen tendencias/intereses, muchas veces confusos, otras no tanto, pero que finalmente siempre responden al mismo afán acumulativo, donde el dinero es un Dios, las mercancías son biblias y rosarios, la propiedad privada es la religión del Capital y el nacionalismo, religión de Estado. (N&A)
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El mito de la izquierda se cae
de Maduro
El mito de la izquierda se cae de Maduro
La situación social y económica de Venezuela, tras 14 años de gobierno chavista y poco más de un año de gobierno madurista, no podía arrojar más que los resultados que estamos viendo hoy. Es necesario entonces hacer un repaso histórico para contextualizar el presente estallido social.
Esta sucesión de gobiernos “socialistas” y su crisis actual sólo puede entenderse y denunciarse a sabiendas de que el socialismo del que se habla es, sin lugar a dudas, un “socialismo” burgués. Es la socialdemocracia instaurando sus gobiernos “obreros”, reivindicando la soberanía nacional, la defensa de la economía nacional, pretendiendo gobernar para la clase a la que aplasta. Así, con estatizaciones, una gran renta proveniente del petroleo, una enorme burocracia, mucho nacionalismo y populismo, y palos y migajas para la mayoría del proletariado, se gesta la revolución bolivariana, constituyéndose Venezuela en el bastión del tan de moda Socialismo del Siglo XXI (sobre el que ya hemos tenido oportunidad de hablar en el nro. 7 de La Oveja Negra).
Ahora bien, el hecho de que los medios de producción sean estatales o no, no cambia nada. A
los proletarios no nos hace ninguna diferencia que quien nos explote
sea un dueño particular, el gobierno nacional o una multinacional.
El Capital no posee un único método para reproducirse, utiliza aquél que
le sirve a los fines de una mejor reproducción, a su propia
valorización. En este sentido, si utiliza el intervencionismo estatal y
la lógica pseudo “socialista” sólo lo hace en las ocasiones en que le
resulta beneficioso, en tanto concilia los intereses antagónicos de las
clases y le permite continuar desarrollándose, ampliándose y utilizando a
la población con la excusa del crecimiento de la economía nacional.
Como una gran falacia, el “socialismo” burgués pretende que exista el
socialismo en un sólo país, lo cual en tanto interés nacionalista
(regional, parcial) no puede ser más que interés de la burguesía que
apunta a la atomización del proletariado. Sea bajo la forma que sea,
todo Estado es imperialista. Toda disputa o alianza entre Estados no es
más que la consecuencia del desarrollo de las economías nacionales, es
decir, de intereses burgueses particulares y nunca intereses del
proletariado.
Las crisis de Venezuela siempre fueron asociadas, tanto por Chávez como
por Maduro, a intentos de golpes de Estado o complots yankees, y
codificadas como la lucha contra la derecha o el “imperialismo”. En
coherencia absoluta, el discurso de Nicolás Maduro reitera que enfrenta
un “Golpe de Estado”, que sería similar a lo sucedido en abril del 2002
con Hugo Chávez. La falsa dicotomía país socialista-potencia
imperialista que denunciábamos más arriba se desnuda a su vez en los
acuerdos comerciales entre dichos países. La búsqueda de ganancia, así
como en otros contextos la necesidad de reprimir al proletariado en
momentos de gran convulsión social, obliga a buscar algún nuevo
vericueto discursivo para justificar alianzas y medidas. Así lo
demuestran las medidas adoptadas por el chavismo frente a la producción
de petróleo en su territorio.
Después del paro petrolero en 2002, el gobierno encabezado por Chávez se
propuso recuperar las empresas petroleras del país. A partir del año
2005 se emprenden una serie de acciones para recuperar la Faja
Petrolífera del Orinoco, considerada como el mayor depósito de
hidrocarburos del planeta. Ya en 2007 se decreta la Ley 5.200, que
instituye la nacionalización de la Faja. Se conforman numerosas empresas
mixtas petroleras, en las que el Estado venezolano obtiene la mayoría
accionaria mediante su empresa estatal de petróleo y gas natural
Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA), recobrando de este modo
el control -y gran parte de las regalías- de las empresas que estaban
en manos de capitales internacionales.
A pesar de la exagerada y descabellada propaganda mediática contra el
imperialismo estadounidense, un gran aliado en la conformación de estas
empresas mixtas fue la multinacional Chevron, conocida por el desastre
medioambiental que generó en Ecuador. Los defensores del
“Socialismo del siglo XXI” como todos los defensores del capitalismo
siempre tienen una justificación para estos negociados, cuando no es
“estratégico” es simplemente “necesario”. En Venezuela el petroleo
constituye la primordial fuente de ingresos. Los destinos de sus
barriles de crudo son principalmente Estados Unidos y en menor medida
Europa y algunos países latinoamericanos.
Los acuerdos económicos de las petroleras son disfrazados con discursos
que apuntan a la «soberanía petrolífera» y a la promoción de las
Misiones Sociales. Éstas surgen como iniciativa del gobierno nacional
bolivariano y constituyen un conjunto de medidas para atender a los
sectores populares del país. Su aparición ocurre dentro de un clima de
conflicto social y económico, cuyos momentos más álgidos fueron el
intento de Golpe de Estado en abril de 2002, el Paro petrolero de
diciembre del mismo año y el Referendo Revocatorio de agosto de 2004. Al
día de hoy, las empresas mixtas son reconocidas y vanagloriadas por
«fortalecer la seguridad social del país» cuando crece el presupuesto
asignado a las Misiones.
Si Venezuela consiguió durante mucho tiempo limitar el deterioro es porque su fuerza de choque petrolera le confiere una ventaja comercial y monetaria importante. Pero ésta no basta para garantizar la estabilidad de la moneda y la fuga de capitales, sumado a que la redistribución de la renta petrolera presentaba un riesgo inflacionario, hoy confirmado. Durante las últimas cuatro semanas el gobierno de Maduro anunció, prácticamente día tras día, nuevas medidas que prometen remediar la inflación y el desabastecimiento. Pero más allá de las apasionadas discusiones entre el gobierno y la oposición, el descontento se vivió en la calle.
Cuando la zanahoria se pudrió...
Ahora que todo estalló, que la inflación en Venezuela es la más alta de
América Latina, que este gran cúmulo de hombres y mujeres arrojados a la
miseria y sometidos al desabastecimiento y al hambre han salido a la
calle, ya no puede dibujarse la situación con paliativos basados en
medidas populares. Recientemente Maduro optó por decisiones similares
con el objetivo de hacerle frente a lo que él denomina «guerra
económica» o «sabotaje económico de facciones apátridas». Estas medidas,
que van desde la Ley Habilitante de costos y precios justos, pasando
por un nuevo sistema de subsidios para adquirir productos de primera
necesidad, hasta la implementación de un nuevo sistema cambiario y la
re-estructuración de la administración de las divisas en el país,
apuntan al intervencionismo y a la estatización para reforzar la
economía nacional. Tampoco servirán las disparatadas propagandas
oficiales, movilizaciones pro-Maduro o las navidades y carnavales
adelantados. Es momento entonces de mirar más de cerca qué es lo que
sucede con el golpeado proletariado que habita la región venezolana.
El 4 de febrero se desataron protestas estudiantiles que tuvieron su
génesis en la agresión sexual a una estudiante en la Universidad
Nacional Experimental del Táchira. Algunos días después, el 12 de
febrero, una manifestación estudiantil en Caracas desató una serie de
revueltas en el país. Lo que comenzó como un reclamo estudiantil frente a
la situación de inseguridad terminó con represión estatal y un saldo de
14 estudiantes detenidos. Las consiguientes protestas por la liberación
de esos estudiantes fueron las que desataron la tensión que venía
acumulándose en el contexto de la crisis económica, la situación de
escasez de bienes de primera necesidad y de servicios básicos, así como
el comienzo de la aplicación de un paquete de medidas económicas por
parte del gobierno. Las manifestaciones se propagaron por otras
ciudades, especialmente Mérida, Táchira y Trujillo y fueron igualmente
reprimidas por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y el Servicio
Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), además de los famosos
grupos paramilitares financiados indirectamente e impulsados
directamente por este Estado.
En este contexto, parte de la oposición, como los partidos encabezados
por María Corina Machado y Leopoldo López, quisieron sacar provecho de
la situación y llamaron a movilizar exigiendo, entre otras cosas, la
renuncia de Maduro, en un intento de canalizar las protestas,
legalizarlas, politizarlas. A su vez, los demás partidos opositores que
forman la Mesa de la Unidad Democrática, especie de amalgama
socialdemócrata, progresista cristiana, reformista, liberal (y podríamos
seguir…) que constituye la principal oposición de Venezuela, se
opusieron abiertamente a las protestas y realizaron un llamamiento a
abandonar las movilizaciones durante tres días. Éste fue desoído por la
gente que continuó en la calle, superando así la parcialidad de unos y
la pasividad de otros, generalizando la protesta por gran parte de
Venezuela.
Las movilizaciones se extendieron a muchos puntos del país y fueron
convocadas en su mayoría mediante “redes sociales”. A su vez, en cada
zona las opiniones y razones que impulsaron las movilizaciones varían.
En el caso de Caracas fueron protagonizadas especialmente por sectores
de clase media y universitarios, y los pedidos versaron sobre cuestiones
políticas, como la renuncia de Maduro y la modificación del modelo
social y económico. Al interior del país se sumaron sectores populares a
la protesta, incorporando demandas sociales tales como la crítica a la
inflación, la escasez y la falta de servicios básicos.
Luego de algunos días de relativa calma, el sábado 22 de marzo se
reanudaron las manifestaciones y los enfrentamientos entre simpatizantes
oficialistas y fuerzas opositoras. Esta jornada de marchas y
contramarchas derivó nuevamente en disturbios y registró numerosos
detenidos y tres fallecidos.
Las razones de la protesta van desde demandas en salud, vivienda, y
abastecimiento de bienes de primera necesidad, hasta reclamos por la
inseguridad. Sin embargo, estas jornadas de protesta, al margen de
sus razones verbalizadas, de sus consignas en muchos casos limitadas,
fueron crítica práctica y apuntaron a la destrucción de los símbolos e
instituciones del Estado y del Capital. Hubo embestidas contra sedes
de partidos políticos, tanto opositores como oficialistas; ataques a
sedes de instituciones estatales y patrullas del Cuerpo de
Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (principal órgano
estatal de investigaciones penales). Además se registraron arremetidas
al Hotel Venetur (de propiedad estatal) y asedios prolongados a la
cadena de televisión pública Compañía Anónima Venezolana De Televisión
(VTV). En Táchira hubo ataques contra la sede de la Fundación de la
Familia Tachirense, en el municipio de Chacao contra el Banco Provincial
y el Banco Venezuela, y en Barquisimeto, a la sede de la Compañía
Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (CANTV).
Ninguno de estos ataques es salvaguarda frente a la posible codificación
de las protestas hacia el pedido de reformas parciales, pero las
movilizaciones, guarimbas (barricadas urbanas) y arremetidas por parte
del proletariado de la región venezolana denuncian con palos y furia,
una vez más, la inhumanidad del Capital, de su faceta democrática y sus
partidos, de sus medios de comunicación, su brazo represivo y sus
fuerzas de choque. Esta y otras revueltas de las que somos testigos, que
suceden en diversos lugares y aparentemente por motivos distintos, si
bien muchas veces resultan efímeras, poseen una conexión de intereses y
de lucha contra la explotación, como la respuesta más humana contra la
civilización, como crítica práctica contra el orden y sus
representantes, como muestra del intento de imponer las necesidades
humanas frente a las del mercado y las relaciones sociales capitalistas.
Y, como siempre, cuando la zanahoria se pudre... sólo queda repartir
palos. El brazo armado del Estado, defiende con prisión y tortura su
incuestionable propiedad privada. La represión por parte de la GNB, la
SEBIN y grupos paramilitares logra disolver algunas protestas al mismo
tiempo que desata otras. La represión sin miramientos, la detención y
tortura, la militarización de la ciudad de Táchira, los allanamientos
ilegales, entre otras, han sido la respuesta preferida del Estado
venezolano a esta serie de ataques y revueltas, dejando como saldo hasta
el momento 36 muertos, cerca de 400 heridos y 1600 detenidos.
Ahora que la perorata del poder popular muestra su verdadera cara, es
momento de insistir en lo espontáneo de estas revueltas, y en que más
allá de las consignas en las que se verbalicen, son rupturas de la
cotidianidad, expresión quizás parcial e incompleta, de una clase
agotada de vivir y morir aplastada, ajena a su humanidad. Las
diversas formas en las que estas condiciones se presentan bajo los
diversos Estados no son más que las diversas caras de nuestra condición
de proletarios. Comprender esto es comprender que somos parte del mismo
ser, en tanto compartimos las mismas miserables condiciones de
existencia y portamos la capacidad para terminar esta situación.
Fuente: La Oveja Negra
Buen resumen de la crítica comunista anárquica y posicionamiento de esta ante el socialismo del siglo XXI, sin embargo a la hora de analizar “el estallido social”, parece que los lugares comunes de la sociedad capitalista y de su crítica, no son muy útiles.
ResponderEliminar¿Los “sectores de clase media y universitarios” que se han movilizado en Caracas y otras ciudades como Maracaibo, son el gran cúmulo de hombres y mujeres arrojados a la miseria y sometidos al desabastecimiento y al hambre (que) han salido a la calle? De los sectores populares participes en la protesta, solo sabemos que se sumaron “al interior del país”.
Es cierto que “a los proletarios no nos hace ninguna diferencia que quien nos explote sea un dueño particular, el gobierno nacional o una multinacional”, pero que creo si hay diferencia si quien te explota, te da una serie de “beneficios” para satisfacer las necesidades básicas (techo, salud, alimento) a que si no las da. Recibir dichos beneficios en muchos casos significa humillación y servidumbre por parte de beneficiario, pero la recepción no significa que este defienda a su explotador o su condición de servil, como tampoco la indiferencia o incomprensión ante quien protesta significa un apoyo a la burguesía en el gobierno.
A veces puedo compartir “la creencia” en la inmanencia de la lucha de clases, pero para mí esta no explica la crisis por la que está pasando venezuela, al margen de las protestan han surgido contradicciones en el modelo económico que quienes dominan, más allá de sus deseos por el momento no han podido resolver.
¿La “destrucción de los símbolos e instituciones del Estado y del Capital” es una práctica exclusiva de una clase social “agotada de vivir y morir aplastada, ajena a su humanidad”? Obviamente la violencia no es atributo de una clase determinada, y si observamos con más detenimiento nos damos cuenta que en general los símbolos e instituciones que han sido destruidos están en manos de la fracción de la burguesía que hoy es gobierno en venezuela, por ejemplo se atacan –saqueo y posterior quema- camiones de Mercal, pero no de Polar, la principal empresa productora de alimentos en Venezuela.
Al igual que se afirma en las consideraciones al texto respecto al conflicto entre fracciones de la burguesia en Venezuela, el chavista honesto Roland Denis señalo a finales del año pasado que lo que para él: “fue en algún momento una verdadera lucha de ricos contra pobres con un reflejo inmediato en el campo político (chavistas-escuálidos) ya a estas alturas se ha convertido en una confrontación entre fracciones burguesas que esconden su raíz en los movimientos sociales que manejan por razones históricas, uno más entremezclado con las clases medias el otro con las clases populares. Fracciones por cierto cada vez más próximas a todas las formas del contrabando, narcotráfico y demás formas de acumulación paralelas. Se trata de una vieja burguesía ligada a un modelo dependiente y oligárquico de acumulación, la otra a la corrupción y el beneficio directo de las direcciones de Estado; fracción de clase que empieza a pelearle a la otra sus propiedades centrales en tierras, inmuebles domésticos y comerciales, industrias sobrevivientes, empresas monopólicas de importación y comercialización, telecomunicaciones, capital bancario, relaciones transnacionales, etc.”*
Si hay quienes al alero de alguna de las fracciones en pugna pretenden ver en plena acción autónoma, para sí a los sepultureros del capitalismo, les sugiero que al margen de las razones verbalizadas y de las consignas en muchos casos limitadas, intenten ver la realidad y la historia.
Saludos
Ming Leviante Yañez
*Roland Denis. Haciendo un balance del año en http://www.aporrea.org/actualidad/a178068.html