Albert Richard Parsons fue uno de los 5 anarquistas ejecutados en la horca por un tribunal burgués de Chicago en noviembre de 1887, acusados de ser protagonistas de la revuelta de Haymarket en el mayo de 1886 durante el movimiento anarcosindicalista por la jornada de las ocho horas que dieron origen al 1º de mayo como «El día internacional de los y las trabajadoras». El siguiente artículo ha sido tomado de «Acción Directa», órgano oficial de los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW), Santiago de Chile, Segunda Época, Nº9, Mayo de 1943
El manifiesto del Congreso de
Pittsburgh de la Asociación Internacional de Trabajadores, dado a luz el 16 de
Octubre de 1883, concluye como sigue:
“Lo que queremos es, sencilla y
claramente: Primero- La destrucción de la dominación existente de clase por
todos los medios, es decir, con acción enérgica, incesante, revolucionaria e internacional.
Segundo- La institución de una
sociedad libre, basada en la organización cooperativa de la producción.
Tercero- El libre intercambio
de productos equivalentes por parte de las organizaciones productoras mismas,
sin intermediarios ni especuladores.
Cuarto- La organización del
sistema de educación sobre bases seculares, científicas e igualitarias para
ambos sexos.
Quinto- La igualdad de derechos
para todos, sin distinción de sexo o de raza.
Sexto- La regulación de todos
los asuntos públicos por contratos libres entre las comunas y asociaciones autónomas
(independientes), sobre bases federativas.
¡El que apruebe estos ideales
que estreche nuestras manos fraternales tendidas!
¡Proletarios de todos los
países, uníos! ¡Compañeros, todo lo que necesitamos para la realización de esa
gran obra es ORGANIZACIÓN y UNIDAD!”
La declaración susodicha
expresa los fines y métodos de los anarquistas.
Sorprende, por consiguiente,
oír a ciertas personas decir que los anarquistas desenvuelven sus actividades
sin designio ni propósito.
A menudo oímos que se pregunta
“¿Qué significa la anarquía?”. Significa, primero, la destrucción de la clase
gobernante existente. Mientras no se realice esto, cualquier reforma o
mejoramiento en interés del proletariado, sea cual fuere su dirección, está
destinado al fracaso. Todos los males que afligen a la humanidad se resumen en
una palabra, pobreza, resultante de causas innaturales.
Remover esta barrera del
sendero, significa que el progreso se encaminará firme y rápidamente hacia
formas más altas de civilización. La pobreza, por consiguiente, es la gran
maldición de los hombres.
La dominación de las clases se
basa en la posesión de privilegios adquiridos, primero, por la fuerza y la
chicana, luego decretada por la promulgación de leyes, más tarde legalizada por
la Constitución. Por medio de este proceso, los medios de existencia, sin uso
de los cuales la vida no puede mantenerse: tierra, maquinaria, transportes,
comunicaciones, etc., han sido convertidos en propiedad privada -monopolizada-
hasta que unas pocas personas privilegiadas en la sociedad llegaron a poseer el
derecho de vivir en libertad. Los desposeídos, la clase asalariada, son
compelidos a mendigar pan y abrigo de los que poseen la propiedad. De esta
compulsión surge la esclavitud y la pobreza de los productores de la riqueza.
El sistema de la propiedad es un despotismo bajo el cual los desheredados son
forzados, so pena de extinguirse, a aceptar cualquier término o condición que a
la clase poseedora se le ocurra dictar. Destruir este sistema es el fin
primordial de la anarquía y, para su realización, el echar mano a cualquier
medio se convierte no sólo en un deber, sino también en una necesidad. El voto
ha cesado, hace tiempo, de registrar la voluntad popular. La clase que controla
las industrias y la riqueza del país, puede, y en realidad lo hace, controlar
el voto de los trabajadores. La educación se vuelve imposible bajo el
aletargamiento y pobreza de la clase asalariada.
La Internacional reconoce que
el trabajador es mantenido por fuerza en un estado de sumisión económica a los
monopolizadores de los medios de producción, es decir, a las fuerzas de la vida,
y que esa es la causa de la degradación mental, de la dependencia política y de
la miseria social de la clase trabajadora.
No estando el proletariado
habilitado para vivir en la esclavitud, el movimiento revolucionario, de
profunda raigambre en el proletariado descontento y rebelde, es organizado y orientado
por hombres de la clase asalariada que tienen un conocimiento histórico amplio
del movimiento obrero y de su fin inmediato: la revolución social.
Hay hombres educados de la
clase media que, presintiendo el próximo conflicto, o habiendo sido ellos
mismos arrojados por la fatalidad de los acontecimientos a las filas del
proletariado, se convierten en activos y útiles elementos para organizar a los
descontentos. El Estado y sus leyes sirven sólo para perpetuar la clase
dominadora existente y, una vez destruida esta, sobre sus ruinas, la anarquía
instaurará una “sociedad libre, basada en la organización y producción cooperadora”.
Esta sociedad libre sería de carácter puramente económico, encarando solamente
la producción y distribución de la riqueza. Los hombres se asociarían y,
poniendo a contribución sus diferentes oficios, conducirían el proceso de la
producción y distribución.
Los zapateros, carpinteros,
agricultores, impresores, moldeadores y otros, formarían grupos o comunidades
autónomas o independientes, regulando todas las gestiones de acuerdo con su
mejor parecer. Los gremios, los congresos y otras organizaciones del trabajo no
son sino los grupos iniciales de la sociedad libre.
La libertad de cambio entre las
organizaciones productivas, sin comercio o beneficio lucrativo, ocuparía
entonces el lugar del sistema especulativo existente con su artificial escasez
y “corners” saqueadores.
La educación se pondrá al
alcance de todos. Todos gozarían de derechos
iguales. No más derechos sin deberes; no más deberes sin derechos. Todas las gestiones públicas
serían reguladas por libres contratos entre las comunas o grupos autónomos (independientes),
condicionadas por una base federalista.
La sociedad libre equivale a la
abolición de todas las formas de gobierno político. Las clases inútiles,
abogados, jueces, ejército, policía y las innumerables hordas empeñadas en
difundir por medio de avisos sus mercancías, desaparecerían. La razón y el
sentido común, basado en la ley natural, reemplazarían a la ley estatutaria,
fundamentada en la compulsión y en la dominación arbitraria.
El capital siendo una cosa, no
tiene ningún derecho. Sólo las personas tienen derechos. El sistema social
existente otorga todo el capital a una clase y abruma con el trabajo a la otra;
de ahí que el conflicto sea inevitable. Ha llegado el momento en que los trabajadores
deben posesionarse del derecho al libre
uso del capital con el que trabajan o los capitalistas poseerán a los
trabajadores en cuerpo y alma. Ningún compromiso es posible. Debemos elegir
entre la libertad y la esclavitud. La Internacional, altivamente, despliega el
estandarte de la fraternidad y la igualdad, y desde sus rojos pliegues lanza un
vibrante llamado a los desheredados de la Tierra para que se unan y destruyan
de una vez por todas, la bestia de la propiedad, que se refocila sobre la
sangre palpitante y vital del pueblo.
Fuente: Libro, Los orígenes libertarios del Primero de Mayo: de Chicago a América Latina (1886-1930)
S a l u d !
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