Alcedo Mora
desapareció el 27 de febrero. La última vez que fue visto, se encontraba en las
cercanías de una plaza de la ciudad de Mérida, en el estado andino fronterizo
que lleva el mismo nombre. Pertenecía al Partido de la Revolución Venezolana
(Grupo Ruptura – Tercer Camino), un partido no inscrito de la izquierda no
chavista y que fue otrora el aparato político del grupo guerrillero FALN.
Trabajaba como funcionario adscrito a la Secretaría de la Gobernación del
Estado Mérida y según informaciones que suministran sus familiares y amigos, el
dirigente político había denunciado pocos días antes de su desaparición que
tras una fuerte discusión con sus jefes, le habían advertido que contra él
pesaba una orden de detención por parte del Sebin, cuerpo de inteligencia del
Estado venezolano. Según comunicó Alcedo, se trataba de una represalia por
haber elevado denuncias de corrupción en la petrolera estatal PDVSA. Pidió
entonces a sus allegados mantenerse en alerta. No obstante, la información
oficial por parte del Estado es que ninguna orden de captura pesaba sobre
Alcedo Mora. En este sentido, aquella información suministrada por Alcedo debe
considerarse como un gesto intimidatorio que sobre él formuló su jefe, el
Secretario de la Gobernación de Mérida, Luis Martínez. Es este funcionario
quien debería brindar información sobre el paradero del hombre que intentó
amedrentar.
El caso de
Alcedo Mora perfila como el primer caso de desaparición forzada en el marco de
un gobierno que se dice “socialista” y que para quienes vivimos en Venezuela no
representa más que otra traición histórica a las aspiraciones libertarias del
colectivo. Y es que si algo ha caracterizado al gobierno chavista es
precisamente el hecho de ser especialmente severo para con quienes desde sus filas
se creyeron el cuento de que habría revolución. Una de las primeras
advertencias se hizo contra un grupo de jóvenes que tomando la palabra de Hugo
Chávez -quien invitaba a derribar viejos símbolos y a ‘descolonizarnos’- se
fueron hasta la plaza en la que se erguía la estatua de Cristóbal Colón, le
hicieron un juicio popular, lo declararon genocida y derribaron la efigie para
entre música, risa y baile arrastrarla hasta donde estaba encerrado Chávez
encabezando un acto político con las comunidades indígenas. La respuesta fue la
más brutal represión. Luego de eso, mucha agua ha corrido y siempre han sido
los movimientos sociales, los indígenas, campesinos y obreros los que han
sufrido con mayor vehemencia las políticas represivas del chavismo. Casos
emblemáticos son los de la huelga de los obreros de Sanitarios Maracay, que
desató la furia represora del gobierno de Chávez y le costó la vida a tres
dirigentes sindicales de la Unión Nacional de Trabajadores que acabaron siendo
víctimas del sicariato político, una realidad que del mismo modo padecen los
dirigentes campesinos del Frente Ezequiel Zamora. Otro caso que evidencia la
brutalidad del Estado venezolano es el del genocidio a cuenta gotas que recae
sobre el pueblo indígena yukpa que lucha porque los convenios con China y Rusia
no sigan arrebatándoles su territorio y el agua que les surte a ellos y a las
ciudades vecinas.
En el marco
de este estado de cosas, una crítica formulada desde la izquierda autónoma
puede traer consecuencias mucho más brutales de las que ha acarreado para
muchos activistas de la ultraderecha el encabezar y hacer parte de revueltas
burguesas como las denominadas ‘guarimbas’. Mientras el artífice de las
revueltas Leopoldo López se encuentra, según las palabras del Presidente de la
Asamblea Nacional Diosdado Cabello, ‘en resguardo’, Alcedo Mora ha sido
DESAPARECIDO.
La
desaparición de este dirigente popular es así funcional a la política del miedo
que ejerce el gobierno chavomadurista para acallar la crítica que presiente
podría hacer mella en sus ya profundamente debilitadas bases de apoyo popular.
Y en este sentido, el crimen institucional garantiza la sumisión de quienes ven
en ello una advertencia. Y esta advertencia parece funcionar, pues ninguno de
los corporizados “medios comunitarios” ni ninguno de sus "aguerridos
comunicadores" se atreve a elevar el grito por Alcedo Mora.
N&A
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